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Críticas de La Cultuletter
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Críticas 14
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
3
29 de abril de 2024
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Ha debido alguien en Netflix pensar que todos los usuarios de su plataforma de streaming son idiotas. Que colocarle una prótesis de hierro a Eduard Fernández iba a conseguir distinguir ‘Mano de hierro’, su última apuesta, de ‘Vivir sin permiso’, ‘Hasta el cielo’, ‘El príncipe’ o ‘Entrevías’, que me da igual que me da lo mismo.

De los géneros ya se ha escrito todo. Ya sabemos cuáles son sus tópicos y de qué abusan para completar el producto a partir de su idea. Que sí, que ‘Las chicas del cable’ no innovaba a Velvet ni ‘Élite’ a ‘Física o Química’, pero cualquiera de estas producciones es a mi juicio más carismática que los más que manidos thrillers patrios.

Primeramente, son ficciones que por oscuras y sangrientas tampoco son especialmente agradables de ver, por lo que debe generar cierta tensión, morbo o curiosidad en el espectador para atraparte en el enredo de drogas o asesinatos pertinentes, incluso puede que se den ambas. Es difícil enganchar si no propones ni una sola innovación. Su equipo ha demostrado que no tenía el más mínimo interés por traer un producto que conquistase al público a través de una historia interesante, un buen guion, un ritmo trepidante…

Se ha hecho con el cariño imprescindible para mezclar todos los ingredientes de la series anteriormente mencionados, una fórmula arcaica y llena de testosterona, y servirla en bandeja a Netflix para contentar durante unos días a sus usuarios más fieles, a los parroquianos que conocen hasta la letra del DNI de José Coronado. Y si funcionan es porque en realidad vienen a beber de otros géneros y acaban recurriendo al interés de las historias de amor, por ejemplo, en busca del producto redondo que el thriller como género jamás le va a dar.

El discurso con el que Joaquín Machado, interpretado por Eduard Fernández, arranca la serie, ya nos advierte de todos los clichés que vamos a presenciar. Ojo por ojo, muerte al traidor, respeto al patrón… encomiable, sin duda. La epítome de la ausencia de creatividad y carisma. No por Fernández, que está tan impecable como cualquiera en el elenco, auténticos titanes de la interpretación que luchan contra un guion muy artificial.

‘Mano de hierro’ es aburrida, mucho, pero gana con el costumbrismo de los trabajadores en el puerto, por ejemplo. El bar y las conversaciones entre ellos dan cierta sensación de cotidianidad que funciona bien al compás de los desmanes de la familia Machado. Por los zooms y los movimientos de las cámaras cualquiera diría que querían un ‘The harbor’ al estilo ‘The office’ en lo que Joaquín lograba su objetivo.

Y es curioso porque decía Salvador Dalí que “que hablen bien o mal, lo importante es que hablen” y tal vez tenía razón. A ‘Reina Roja’, un producto mucho más interesante, complejo y atractivo que ‘Mano de hierro’ y tan respetable thriller como este, se la ha puesto pingando, como dirían en mi pueblo y que, para el castellano en general, sería “poner verde”. En realidad, lo importante para Prime Vídeo es que sus usuarios han visto ‘Reina Roja’ y la han criticado, pero por lo pronto la han visto. ‘Mano de hierro’ ha pasado tan desapercibida que ni espacio ha habido en Twitter para criticar tal despropósito.
La Cultuletter
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3
22 de abril de 2024
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos viviendo el auge de las series de época. ‘Zorro’, ‘Vestidas de azul’, ‘Balenciaga’, la tercera temporada de ‘La Promesa’ y la recién estrenada ‘Sueños de libertad’ no son sino la muestra de que viajar al pasado está dando sus frutos en nuestro presente, especialmente en un momento en el que la televisión está viviendo cierta decadencia en sus audiencias. Las series de tira diaria han demostrado fidelizar a un sector de la audiencia, granjear un público que quiere disfrutar cada tarde de esas historias.

Televisión Española es una de esas cadenas dispuestas a emplear la fórmula del melodrama de época tantas veces como haga falta para salvar los muebles y, con ese objetivo, encaró el otoño inaugurando el salón de té ‘La Moderna’, una adaptación de ‘Tea Rooms’, novela de Luisa Carnés. Cada vez que el capítulo comienza y un rótulo así lo acredita, toca hacer un salto de fe porque, en realidad, cualquier parecido con la novela es una casualidad. Solo comparten el punto de partida: Matilde, una joven de familia humilde, lucha por su porvenir mediante un trabajo como dependienta dentro de un salón de té situado en la Puerta del Sol.

Con esta premisa, ‘Tea Rooms’ denunciaba las condiciones laborales de los salones de té de 1930, esa época tan convulsa que a Luisa Carnés le tocó vivir. En aquel momento esta obra fue un acto de rebeldía y, con el paso del tiempo, se convirtió en una novela de gran valor histórico, en una anatomía que seccionaba con detalle cómo funcionaba una sociedad a punto de recibir la Segunda República y, consigo, el voto femenino.

Como sucede en la novela, ‘La Moderna’ ha denunciado las condiciones laborales que enfrentaban las empleadas del salón de té, aunque por alejadas en el tiempo, su denuncia pierde la actitud combativa y crítica que sí supuso la publicación de la novela en su momento. Lo que en cambio ‘La Moderna’ está olvidando, así como lo hace ‘Sueños de libertad’, ‘La Promesa’ y, en su mayoría, todas las series de época, es no solo ambientarse en un contexto histórico, sino convertirlo en un personaje más de la historia.

Casi en cada capítulo, ‘La Moderna’ menciona huelgas y revueltas, que si bien estaban a la orden del día, resulta insuficiente como contexto histórico, por más que paseen por sus decorados a Concha Píquer y Maruja Mallo de cuando en cuando. Desde que ‘Amar en tiempos revueltos’ llegase a su fin, ninguna diaria se atreve a ser valiente solo por la posibilidad de correr su misma muerte. Es muy decepcionante comprobar cómo un periodo tan rico de la historia en acontecimientos sociales se usa solo como telón de fondo, como una forma de justificar que Matilde no lleve unos vaqueros, trabaje en un Starbucks y se reencontrase con Íñigo al aparecerle en las sugerencias de Facebook.

Toca, entonces, ampliar el universo de Matilde, crear un viaje de la heroína de esta historia. En ‘Tea Rooms’ era solo una excusa para elaborar un manifiesto a favor de los derechos de la trabajadora y, en ‘La Moderna’ es necesaria una protagonista con todos sus accesorios. Un interés amoroso, una antagonista, una madre, unos hermanos, una vecina, un pasado doloroso con consecuencias en su presente…

La Matilde de Luisa Carnés estaba despojada de lo que se espera de una protagonista. No solo no tenía una historia de vida detallada sino que su conciencia feminista arraigada hasta el tuétano la hacía estar completamente en contra del matrimonio, pues tal y como expresa en varias ocasiones a lo largo de sus páginas, su resultado era la sumisión de la mujer. Por el contrario, la Matilde de ‘La Moderna’ no solo va a girar en torno a su historia de amor con Íñigo Peñalver, cuya narrativa tiene en ocasiones más presencia y peso que la de la propia Matilde, sino que encima va a estar rivalizada desde el tercer capítulo con doña Carla, la villana de la historia, que la odia única y exclusivamente porque Íñigo la prefiere. En realidad, ciento veinte capítulos después, eso es todo cuanto sabemos de doña Carla, una de las construcciones antagónicas más pobres que se recuerdan.

Compartiendo guionistas con ‘Acacias 38’, ‘La Moderna’ ha traído de vuelta a las tardes de La 1 el cartón piedra, sus habituales tramas machistas, un triángulo amoroso formado por vértices absolutamente faltos de carisma y construcción, con la excepción de que en este caso, no se salva ni la villana. Por supuesto que ‘La Promesa’ peca tanto o más de machista en los planteamientos de sus historias sin que la época en la que se ambientan sirva como excusa, pero la ficción de Bambú Producciones ha sabido hacerlo todo tan bonito, cuidado y verde que hasta su irregular línea narrativa pasa desapercibida.

Con el estreno de ‘La Promesa’ conocimos que había otra forma de hacer series diarias, que la factura del prime time era posible en las tardes de Televisión Española, pero a ‘La Moderna’ bien la podrían haber llamado ‘La Modesta’ puesto que esas carencias presupuestarias y creativas brillan por su presencia. Solo hay que ver la cabecera, la imagen saturada o ciertos planos que han quedado a la elección de la dirección de forma curiosamente irracional.

A falta de originalidad y factura, al menos ‘La Moderna’ ha apostado por ser una diaria entretenida, ágil y con más de un giro de guion que permite mantener la atención de sus feligresas. el buen sabor de boca que dejan sus personajes secundarios. Nos deja de cara a su segunda temporada algunos personajes tan tiernos que será difícil olvidarlos. El arte de María José Parra con la escoba, la dulzura de Teresa Hurtado de Ory y Norma Ruiz en cada palabra, el talento innato de Lorea Carballo y Rodrigo Simón, el saber hacer de las buenas escenas de matrimonio, dignas de quitarse el sombrero frente a Llorenç González y Bárbara Mestanza, todos ellos capitaneados por Sara Rivero y Carles Sanjaime, grandes entre los grandes, ambos pilares de un salón de té que ha temblado cada tarde frente a una audiencia que gritaba: renovarse o morir..
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10
22 de abril de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿No sentís que se os pasa el tren? Hoy que hablamos del 11-M parece que cualquier broma sobre Renfe es de mal gusto, pero perderlo, una cuestión de suerte. Y de un tiempo a esta parte, las plataformas de streaming luchan precisamente por subir a él y mantenerse a una velocidad que no da respiro. La industria de la ficción en España se ha transformado con nuestra sociedad. Se ha adaptado a nuestra impaciencia, a nuestra necesidad de consumir contenido muy deprisa. Es un modelo de negocio que no da tregua y obliga a la fabricación en serie, a elaborar productos iguales, de consumo y creación rápida. Tan pronto se escribe qué tan pronto se ruedan que tan pronto se consumen, una detrás de otra.

En medio de toda esa vorágine, Disney+ se ha caracterizado por crear productos cuidados, confeccionados con pausa y bajo unos parámetros de creatividad y cuidado que cada vez son menos habituales. Es la plataforma de streaming que menos estrenos lleva a cabo a lo largo del año y que haya priorizado la calidad por encima de la cantidad es tal vez lo que ha situado ‘Nos vemos en otra vida’ como la serie estrella del momento.

En primer lugar viene a reivindicar el arte más antiguo del mundo que, lejos de lo que las mentes malpensadas puedan pensar, se trata del saber contar historias. ‘Nos vemos en otra vida’ no da puntada sin hilo y nos muestra paso a paso a Gabriel Montoya, hasta construir una historia de vida que atrapa, que sumerge en los horrores de una vida rota, de la precariedad, de la supervivencia, de las familias desestructuradas, de las malas compañías, de un destino que no es sino el conjunto de las decisiones que tomamos y las razones por las que las tomamos.

Por la importancia de lo ocurrido aquel 11 de marzo de 2004 para la historia reciente de España, ya era una apuesta, en principio, interesante, pero gracias al cuidado de cada uno de los detalles, en los planos, en el acento, ha demostrado su capacidad para ir más allá. ‘Nos vemos en otra vida’ es un recordatorio de la importancia de contar historias con paciencia y dedicación. Esto no solo enriquece la experiencia de los espectadores, sino que también subraya la relevancia de mantener la calidad en la creación de contenido.
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8
2 de abril de 2024
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El pasado 6 de marzo, Atresmedia concluyó las emisiones de ‘Amar es para siempre’, un broche de oro para la historia de la familia Gómez. Comenzó a escribirse en el año 2005 en Televisión Española, cambió de cuaderno en el año 2013 y, finalmente, tras diecinueve años, se ha despedido de los más fieles parroquianos de ‘El Asturiano’. Si tú también lo eres, a continuación te ofrecemos una crítica de la duodécima temporada en particular, pero con motivo de su desenlace, de la saga ‘Amar’ en general. Esta columna corre a cargo de La Cultuletter, tu medio de referencia sobre cultura en España. Puedes suscribirte a nuestro canal, dejar un me gusta y un comentario para apoyarnos.

La duodécima temporada ha sido una de las mejores que nos deja ‘Amar es para siempre’. Han apostado por una historia muy habitual, la de esa madre que lucha por recuperar la hija a la que le han arrebatado, y que en realidad fue el punto de partida de ‘Amar…’. Allá, por 1939, Andrea Robles lloraba por los ojos de todas aquellas madres republicanas a las que el franquismo les quitó a sus hijos y, en 1982, Lola Gómez iniciaba esa misma lucha frente al poder y la ambición de la familia Quevedo. Al fin y al cabo, probablemente debido a tirones de oreja de parte de la cadena, ‘Amar es para siempre’ ha tenido que abandonar los aspectos políticos e históricos que la conformaban para convertirse en un melodrama más. Y aún así han logrado que tanto en 1939 como en 1982, el enemigo no cambie, afortunadamente, y para contarlo sin censura, se necesita de una gran inteligencia por parte de su equipo.

Todos ellos han conseguido que esta historia se haya desenvuelto con agilidad y destreza. Tras ‘Confecciones Quevedo’ había un guion que no daba puntada sin hilo y guardaba consigo giros de guion, sorpresas y un ritmo trepidante, tal vez porque esta temporada ha durado cien capítulos menos de lo que es habitual en ‘Amar’ y por eso se han podido permitir aligerar. Y tal vez vez también el elenco ha debido doblegar sus esfuerzos, pero juntos han conformado uno de los repartos más ricos y completos que se recuerdan.

Clara Garrido poco ha podido hacer con el personaje de Lola, una de esas protagonistas empujadas por los vaivenes vitales, que toma las peores decisiones en todo momento y obliga a su entorno a padecerlas y actuar por ella. Por el contrario, Andrea Guasch, con un personaje mucho más interesante, lleno de capas y aristas, seguro que ha disfrutado de esa Alicia Crespo que no ha dejado a nadie indiferente.

A Aída Folch nunca se la ha terminado de ver del todo cómoda con un personaje tan interesante como Victoria Quevedo y que ha tenido una relevancia muy especial dentro de la historia, otra antítesis de Lola que Folch tal vez no ha sabido aprovechar. En cambio, Juan Blanco nos ha regalado a un protagonista masculino en constante evolución, uno de los mejores de su historia, tanto en interpretación como en personalidad y que rompe con todo tipo de estereotipos sobre cómo debe ser el héroe de la historia. Blanco ha dotado de una maravillosa fragilidad a Román Quevedo.

Y todos ellos, incluidos Carlos Cabra y Roberto Álvarez, parece que, en realidad, iban a plató cada mañana con un único propósito: ejercer de figurantes de Miriam Díaz-Aroca ¿Cómo debía ser que llegase allí e impartiese cada día una masterclass de interpretación? Ha firmado una de las mejores villanas de la televisión, probablemente su mejor interpretación y una de las mejores del año. Se ha dejado la piel en cada secuencia y merece ser reconocida como una de nuestras mejores actrices, olvidada durante años de manera injusta. Ella ha dado sentido a la gran trama principal, también una de las más interesantes en sus diecinueve temporadas.

Al compás de la trama principal, funcionaban Norma Ruiz, Javier Albalá, Claudia Vega, Ramon Pujol o Alba Recondo, secundarios de lujo entre los que destacan principalmente Carlos González, el corazón de la temporada. Todos ellos han contado con la capacidad de emocionar y divertir cada tarde con sus respectivas tramas, unidas en una misma historia, como en las mejores temporadas de ‘Amar es para siempre’. Compartimentar las historias hace el trabajo fácil a la sala de guion, pero ‘Amar’ siempre ha brillado cuando conectaban a todos los personajes por un mismo hilo narrativo.

‘Amar…’ ha concluido con una de sus mejores temporadas, pero no por ello su cancelación es injusta. Los saltos temporales han complicado las líneas narrativas en sus últimas temporadas y se ha observado cierto deterioro en la creación de historias. Parecía imposible que una serie que se renueva cada año pudiera desgastarse, pero ha habido una gran desgana por parte de todo el equipo. El vestuario había empeorado, las tramas de sus dos últimas temporadas habían dejado mucho que desear, habían abandonado el factor histórico presente desde su primera temporada… por algo su décima temporada, desarrollada entre la juguetería ‘Garlo’, es la peor de las dieciocho. En pocas palabras, una cancelación ganada a pulso, por trabajar con tan poco ánimo como el que se escribió el capítulo final, muy poco destacable y original.

‘Amar…’ va a ser recordada siempre como la serie diaria más innovadora, más provocadora y valiente, por haber sabido crear historias deliciosas desde su inicio en el año 2005 y haber sabido reinventarse hasta llegar a nuestra actualidad. Manolita, Marcelino y Pelayo son hoy miembros de nuestra familia y han combatido contra viento y marea por defender el legado de la familia Gómez, por encima de los vaivenes de las cadenas de televisión, la censura histórica, actores y actrices poco generosos y un guion al que en los últimos años, le faltaron alas para volar y le sobraron directrices de sus productores ejecutivos. A pesar de todo y de todos, ‘Amar es para siempre’ ha sido genio y figura hasta la sepultura.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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7
1 de abril de 2024
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me gustaría no herir ninguna sensibilidad con esta introducción, pero creo que hay algo en lo que todos estaremos de acuerdo: las monarquías funcionan cuando nadie se pregunta lo legítimo de que una familia ostente el poder de una nación sin que nadie la haya elegido para ese propósito. Es un acuerdo tácito entre la Realeza y sus súbditos: el monarca cumplirá con sus funciones y compromisos de la mejor forma posible a cambio de que no se cuestione su figura.

Con el thriller en la ficción española había pasado algo parecido. Por la facilidad en el desarrollo de sus historias y la buena recepción del público, se estaban fabricando en masa. En lo que llevamos de 2024, ‘Todos mienten’, ‘Operación Marea Negra’, ‘El inmortal’, ‘Una vida menos en Canarias’ y ‘Mano de hierro’ han llegado a nuestras vidas mientras que, en solo unos días, lo harán ‘Perverso’ y ‘El caso Asunta’.

La percepción es que los thrillers gustan, funcionan, que ‘La Caza’ fue un éxito en Netflix y ‘La novia gitana’ ha dado mucho que hablar en Atresplayer Premium. Así había sido hasta que ha llegado ‘Reina Roja’ y la alfombra que Prime Vídeo le ha tendido a su paso, ha resultado en un efecto espejo. El 29 de febrero, voraces críticos, twitteros y espectadores de todo tipo clicaban en el primer capítulo, deseosos de despotricar contra la serie que estaba copando los medios desde hacía semanas. No en vano Prime Vídeo hizo cruzar a todos los triunfitos por su photocall y repartió churros con chocolate puerta por puerta, recorriendo las casas de los influencers más golosos, y con golosos no me refiero a su pasión por el azúcar sino a los buenos números que granjean en redes.

Durante días, a ‘Reina Roja’ se la estuvo engalanando para su coronación y, una vez que inició su monarquía, los espectadores se dieron cuenta de que era un thriller más y que cometía, exactamente, los mismos errores que el resto. Ha tratado ser tan costumbrista como ‘La novia gitana’; contar con una protagonista por momentos desagradable, al más puro estilo Sara Campos, un psicópata como el Yon González de ‘Memento Morí’, una pareja cómica y unida que cuestiona al propio Estado como es el caso de ‘Rapa’ y, por querer ser la más misteriosa, ha pecado de dejar al espectador tan frío como le ocurrió a ‘La chica invisible’ o ‘La chica de nieve’.

Ya ni siquiera merece mención que cuente con un buen elenco porque todas las referidas anteriormente, lo tienen. Para ser un buen thriller se necesita, especialmente, saber contar una historia, atrapar al espectador para que quiera saber más, hacerle creer inteligente y no todo lo contrario ¿A quién le gusta sentarse en el sofá a sentir que no se está enterando de nada? Puedes sorprenderle o engañarle, pero introdúcelo en la historia para que se siente parte de ella o no lograrás mayor reacción que la indiferencia. De nada sirve que Celia Freijeiro o Nacho Fresnada firmen sus mejores actuaciones.

En conclusión, ‘Reina Roja’ ha sido pretenciosa desde el principio y Prime Vídeo la ha empujado a que lo sea, a que piense que es más de lo que jamás podrá ser. En su conjunto, la presentada como Leonor de Borbón ha resultado ser tan solo un Froilán, el hijo bastardo de todos los thrillers mal ejecutados que la ficción española nos ha traído y que excepto salvadas ocasiones, funcionan. Con estas fallidas pretensiones es cómo se derroca una monarquía, una serie o una plataforma.
La Cultuletter
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