Con una composición fragmentaria en la que la cohesión narrativa es absolutamente prescindible, el autor nos trae una suerte de poema visual que, a través de intuiciones y motivos universales, inquieta hasta la última fibra del espectador. Casi parece como si el autor, reflejado en un espejo roto, tratase de recomponer su imagen a través de esos fragmentos inconexos que devuelven una imagen polifónica y de gran carga simbólica, que resuenan en la parte más profunda del yo. Una experiencia conmovedora en todos los sentidos.

Ready Player One juega con la necesidad de pertenencia que en un momento u otro todos hemos tenido. Tanto la propia trama como la construcción de la misma son un huevo de pascua gigante que se nos lanza a la cara a la espera de que nosotros los recojamos y nos sintamos especiales por haber descifrado su verdadero significado. Al final, la película juega con el tan extendido sentimiento del “true gamer”, del “true nerd” que, en el fondo, solo quiere sentir que forma parte de un grupo selecto.

Cuando hacemos una valoración general, prácticamente todo en la película sale bien parado: nuevas caras muy de agradecer, personajes bien trabajados, conflictos verosímiles y creíbles, dinámicas políticas coherentes, toques de humor acertados y equilibrados, desmitificaciones muy interesantes en los conceptos del héroe y el villano, y un espectáculo para los ojos. Además, es muy de agradecer el papel central que se ha dado a personajes femeninos, la representatividad, las relaciones entre mujeres, etcétera (algo que, por otro lado, ojalá no fuera necesario agradecer. Pero se agradece y mucho).

Sin embargo, es en la forma de contar donde creemos encontrar el fallo: si bien la trama base es muy simple, todos sabemos que no es necesario una trama muy compleja para que una película sea buena (si esta trama está bien contada). En este caso, creemos que ha fallado la erótica de la narrativa, la forma de mostrar las cosas: con una materia prima extraordinaria y una belleza espectacular en sus imágenes, la forma de mostrarlas les ha sacado muy poco provecho. Momentos de la película que deberían erizar el vello, pasan inadvertidos. El tempo a la hora de mostrar las imágenes hace de los grandes momentos algo anticlimático. Las situaciones de mayor epicidad ocurren, en su mayoría, fuera de plano.

Por otro lado, constantemente se hace evidente que la trama se ha puesto al servicio del espectáculo visual: primero fue la imagen y luego la idea que permite que esta imagen aparezca en la película, y esto hace que las pequeñas sub-tramas sean un tanto absurdas.

Actuaciones que dan bastante vergüencita, un giro final lamentable... Pocas cosas salvan a esta película. El comienzo de la película despierta más incomodidad que interés en lo que respecta a los personajes. Luego, las actuaciones parecen acomodarse, pero la ideología fresca y transgresora que pretende mostrarse resulta pobre y, en ocasiones, ofensiva.

Aunque se tratan temas interesantes, estos quedan en lo anecdótico, mientras se normalizan dinámicas repulsivas entre los adultos de la película. Pese a algunos instantes de agradable sorpresa y de reconocimiento, la valoración general de la película no puede si no ser negativa.

Por último, el giro final del filme resulta penoso, y con una última moraleja risible.

Película de terror muy disfrutable. Encontramos grandes actuaciones en caras totalmente nuevas y una buena dosis de miedo. Sin embargo, a la película le sobran explicaciones y recordatorios innecesarios.

La película mantiene al espectador en vilo constantemente, y la forma de recrear la época es muy acertada. Los personajes están muy bien trabajados y las situaciones familiares son muy interesantes. En lo tocante al nivel de miedo, nos parece equilibrado y bien construido.

El error que vemos a la película es que le sobran explicaciones, flashbacks para recordarnos algo que ocurrió hace 15 minutos. Estaría bien que el director confiase un poco más en las capacidades mentales del espectador.