Es innegable que Canal+ España se está convirtiendo en la HBO nacional por excelencia. Ya no sólo por la compra de series norteamericanas procedentes de esta cadena, sino por la creación de series propias con el nivel de las anteriores.
Este es el caso de Crematorio, serie de 8 capítulos dirigida por Jorge Sánchez-Cabezudo (La Noche de los Girasoles) que se centra en la corrupción urbanística de la costa española.
Tanto parece esto una producción norteamericana que no han tenido pudor a la hora de calcar los títulos de crédito de True Blood. Pero quizá esta se la solución para hacer buenas series nacionales: Imitar a los pioneros y, una vez alcanzado su nivel, innovar a nuestra manera. Táctica que están siguiendo El Barco o Ángel o Demonio, verdaderas sorpresas de la televisión actual.

Crematorio recoge el estilo del propio El Padrino, Los Soprano o Boardwalk Empire. Consigue hacer una mezcla perfecta de géneros: desde el thriller, pasando por el drama y llegando hasta la comedia (ver a un mafioso ruso cómo se desenvuelve comprando flores es todo un show). Una comedia mucho más inteligente que a la que estamos acostumbrados. Un drama mucho más real que el que vemos habitualmente. Y un thriller mucho más negro que el que nos venden a diario.

Además, muestra un perfecto equilibrio entre la trama principal de corrupción y las historias enlazadas de los personajes. Desde el líder supremo (interpretado por Pepe Sancho), a su hija (Alicia Borrachero), la novia (Juana Acosta), la nieta (Aura Garrido), la madre (Montserrat Carulla) o el conjunto de mafiosos (Pau Durà, Vicente Romero, Pep Tosar). Un entramado familiar al más puro estilo de los clanes italianos. Incluso, los flashbacks al pasado de la familia tienen un aire al mediterráneo típico de ese país. Ese juego entre presente y pasado le da un toque tanto de intriga como de cierta melancolía.

Sólo lleva un único capítulo, pero ya se puede captar un estilo totalmente diferente y superior a la producción nacional tradicional. La verdad es que cada vez veo mejores series en televisión. No sé si será que cada vez se realizan producciones de mayor calidad o que cada vez escojo mejor. Me gusta la segunda opción, pero espero que la primera sea la correcta.

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“Si vosotras a la mínima os bajáis las bragas, las niñas de hoy en día son todas unas guarras”, canta el rapero de turno. “Estás loca, ¿Quieres comer goma?” pregunta uno de los personajes de Física o Química. “Estoy tan gorda que no siento nada cuando me penetras”, comenta una de las protagonistas de Mentiras y Gordas.
Lo que sí es una mentira y gorda es ese concepto creado por la TV y el cine de la juventud de hoy en día. La que bebe, vomita, se mete rayas y tiene sexo en los baños públicos. Las niñas de hoy en día, como bien muestra Blog, se ruborizan al ver una peli porno, tienen complejo por ser demasiado altas o demasiado bajas y les da miedo ponerse un támpax. Por fin una película muestra la realidad de las adolescentes quinceañera. Con su inocencia, sus picardías, sus sueños ingenuos y sus inseguridades.


La directora de cine Elena Trapé se estrena en el largometraje, después de haber dirigido tres cortometrajes (Dónde París, No Quiero la Noche y Pijamas) y una TV Movie (La Rüina), y lo hace de una forma original y, sobre todo, muy tierna y sincera.
La trama principal de la película se centra en un grupo de adolescentes que deciden hacer un pacto secreto desvelado al final del film. Está basada en un hecho real sucedido en EEUU, pero es, sin duda, lo menos interesante de la película.
Lo verdaderamente genial de la cinta de Elena Trapé es el camino que recorre a través de la vida de siete adolescentes que mediante sus webcams, sus cámaras en mano y sus conversaciones de Messenger nos permiten entrar en sus pensamientos más espontáneos y francos.


Puede ser que el uso de nuevos medios como móviles, cámaras dirigidas por los personajes (desde El Proyecto de la Bruja de Blair a Rec o Monstruoso) o últimamente, las webcams (Diarios de la Webcam), no sea del todo innovador, pero la pretensión de esta película no reside en la originalidad, sino en la cercanía, la sencillez y la naturalidad de los personajes.

Tanta es la cercanía entre los personajes y las actrices reales que Blog puede ser considerado un pseudo-documental. “El mejor cumplido para todos los que hemos trabajado en el proyecto es que nos digan que parece que no hemos hecho nada” comenta Trapé. El método de trabajo llevado a cabo es la base del encanto de la película: Se buscó a varias chicas en institutos y clases de teatro amateur, se organizó un taller de interpretación donde aprendieron a improvisar y a conocerse entre ellas y se les entregó unas webcams para que grabaran su día a día. De ahí nació esa mezcla entre realidad y ficción que caracteriza a Blog.

Quizá no sea la película del año, pero tiene la capacidad de provocar que apagues la TV, repleta de falsas adolescentes, para volver a entonar el “Quince años tiene mi amor, dulce, tierna como una flor”.

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La denominan la “Funny Games Española”, y aunque es arriesgado el comparativo con Haneke, ciertamente lo merece. Cuando comienzan los títulos de crédito, únicamente se te escapa un “hijos de puta”, dirigido tanto a los protagonistas de la película como a los creadores de tal idea, por haberte dejado sin respiración durante hora y media.
Secuestrados, segunda película de Miguel Ángel Vivas después de Reflejos, cuenta las peores horas de la vida de una familia que recibe la visita en su casa de tres encapuchados.


Es cierto que para creerte algunas de las situaciones, hay que meterse mucho en la película, porque Secuestrados roza la línea entre la exageración inverosímil y el realismo extremo. Pero una vez estás dentro de ella, no puedes escapar, como les ocurre a los propios protagonistas con su casa.
Ésta y el coche son los espacios básicos en los que se apoya el film. La casa tiene vida propia a lo largo de la película y va cambiando a la vez que los personajes y sus situaciones: de un hogar claro y luminoso a uno oscuro y angustioso.
El estilo Haneke también se advierte en la ausencia de música y efectos sonoros, así como en la falta de montaje cinematográfico que no subrayan al espectador lo que ha de sentir en cada momento. Todo surge solo.

La película está rodada en 12 planos secuencia. Juego bien utilizado para darle esa cadencia pausada y crear tensión a las situaciones. Otra herramienta genialmente aplicada y que fácilmente podría haber quedado cutre es la pantalla partida. Aquí funciona extraordinariamente bien y se encarga de compenetrar las escenas para crear un ritmo perfecto que no dejará tregua al espectador. En palabras de Miguel Ángel Vivas: “Más que una historia, lo que propongo es una experiencia. Quiero que el espectador sufra, que sienta el miedo en todos sus niveles, desde la descarga de adrenalina hasta el hundimiento".

Los largos planos secuencia funcionan gracias a algo esencial: el reparto. Correr, gritar y sufrir es bastante complicado de hacer frente a una cámara sin parecer ridículo (tenemos el claro ejemplo de Manuela Velasco en Rec).
Al principio, como le ocurre al espectador, los personajes necesitan su calentamiento, pero una vez entran en acción los encapuchados, tantos éstos como los torturados se comen la pantalla y producen escalofríos.
Por supuesto, hay que destacar especialmente a Manuela Vellés en su papel de hija adolescente. La próxima candidata al Goya (esperemos) vive situaciones extremas que en muchos casos dan ganas de vomitar.

Es una película que producirá que varios espectadores salgan de la sala de cine, que hables de ella durante días y sobre todo, que cierres las puertas de tu casa a cal y canto.

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La película de Peter Jackson, The Lovely Bones, es una mala película de suspense, una mala película de fantasía, una mala película cómica y una mejorable película dramática.
El mal film de suspense lo consigue mediante unos planos eternos de tensión que llegan al ridículo, mediante unas conclusiones que no existen y por la música que sobremarca el clímax.
En cuanto al género fantástico, abusa de la tecnología digital con escenas demasiado artificiosas que consiguen sacarte de la película. Jackson pretende crear metáforas de un mundo entre la tierra y el cielo, y logra que no se lo crea nadie.
La mala comedia es, quizás, el mayor fracaso de la película. Destaca el personaje de la abuela, interpretada por Susan Sarandon, que parece fugado de alguna estúpida película americana. Un personaje exagerado que bebe mucho, fuma mucho y es un desastre, en medio de una historia escalofriantemente dramática, no pega nada.
Y en cuanto al drama, consigue algunos logros con imágenes impresionantes o reflexiones interesantes, pero se sustenta sobre todo por la actuación de grandes actores como Rachel Weisz o la joven Saoirse Ronan.
Por lo tanto, ese mix de géneros que propone Jackson consigue que no entres en ninguno de ellos, te asustes cuando hay que reír y te rías cuando hay que llorar.

Como si del cuento de Lewis Carrol se tratara, Aviva es una niña de 13 años que viaja por un universo extraño para reencontrarse a sí misma. Ella quiere tener un hijo para poder tener a alguien a quien querer, pero sus padres la obligan a abortar.
A partir de ahí, la protagonista se sumergirá en un mundo turbio con personajes deformes (psíquica y físicamente), en el cual ella misma es incapaz de encontrar su propio yo (el mismo personaje es interpretado por 7 actrices y un actor). Abortos, violaciones, cantos a Dios, vómitos y pederastia conforman la realidad (o irrealidad) de Palíndromos.
Un universo oscuro con personajes desagradables y un mensaje final: “Como un palíndromo, el mundo gira sobre sí mismo sin ningún cambio: es como mirarse a los dos lados del espejo.”, en palabras del propio director, Todd Solondz.
Un canto pesimista a la vida en el que el lado opaco del ser humano se esconde tras esa estética de familia feliz y paisajes bonitos.