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Críticas de Juan Carlos Abril
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Críticas 32
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
1
25 de junio de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Peor que mediocre en todos los sentidos. Mala si eres benevolente, muy mala si te ajustas a la realidad y sales del espectáculo visual, que es más cáscara que otra cosa. No entras en ningún momento en la película, repleta de tópicos y lugares comunes. Diálogos insulsos, exagerados, secuencias que parece que ya has visto en mil telefilmes de quinta fila... A pesar del reparto excepcional de actores principales y secundarios, el argumento no puede ser más maniqueo. Leonardo DiCaprio tiene un papel malo, y Daniel Day-Lewis igual. No son creíbles en ningún momento, histriónicos y artificiosos. Gestualidad ampulosa. Y no es la primera vez que Scorsese se arriesga con sobreactuaciones. Lamentablemente es demasiado frecuente en su filmografía... Eso se debe a un guion flojo e inconsistente. Si se pretendía reflejar la violencia de la fundación de la actual Nueva York, solo se ha logrado una caricatura. DiCaprio -en su primer trabajo para Martin Scorsese- trabajará con el director de ascendencia italiana en varias ocasiones después, con irregulares resultados: desde luego tendrá más suerte en «Infiltrados» (2006) y «El lobo de Wall Street» (2013), pero Day-Lewis ya había estado bastante flojo -también- en «La edad de la inocencia» (1993), aunque en esta última se debió más a la base de la historia que al guion o al propio personaje que interpretaba, mucho mejor hilado que en esta, si bien insulso.

El elenco de personajes es flojo, mal caracterizado, y se nota que tienen la misma mano creadora, y ningún tipo de rigor. El único personaje medio regular, aunque tampoco excepcional, es el de Cameron Diaz. Demasiada sangre mal representada, mal hecha -brochazos de pintura- y superflua. Demasiadas escenas fuera de contexto, que chirrían. Con pasajes pretendidamente truculentos o escabrosos que visualmente gozarán de populismo, pero que no cuadran de ninguna manera en una mirada moderadamente crítica.

Con un metraje escandalosamente largo, aburrido y sin gancho, da qué pensar que a Carlos Boyero la película le parezca "grandiosa en todos los sentidos". Definitivamente este señor está fuera de onda. Sinceramente, no posee conocimientos estéticos ni conoce la tradición -no me refiero solo al cine, sino a la literatura y al arte en general- y solo por garabatear columnas desde tribunas como las de «El Mundo» o «El País», se cree con derecho a decir lo que quiera, cualquier cosa que se le ocurra, por muchas películas que vea y por muy encumbrado que se encuentre. Dando palos a diestro y siniestro, y poniendo por las nubes películas o directores más que sospechosos. Supongo que de eso se trata, de decir lo que uno quiere o puede o sabe. Pero más allá de alardear con un «la he visto» y no me ha gustado, o me ha gustado, hay que saber qué ves, de dónde viene, cómo se estructura o a qué responde... Las críticas de Boyero son insustanciales y raras veces coincido con él, como es lógico. Sus cargas atroces contra Tarkovsky o Godard, por ejemplo, son un claro ejemplo. Este señor no es referente de nada.
Juan Carlos Abril
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10
30 de mayo de 2023
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«El hijo secreto» posee un imán desde las primeras imágenes. La elección del blanco y negro le otorga cierta nostalgia. Con un tono vanguardista y fragmentario, pero sin excesos que no nos dejen comprender el relato, sin rupturas estridentes, nos cuenta una historia de amor pero, a la vez, la historia de dos individuos -rotos por dentro- que se encuentran y se aman. El ritmo narrativo es excelente y la música magnífica. Realmente la música es espectacular: ayuda mucho aportando ese componente lírico y emocionante, que nos embarga y aprisiona, sin diálogos y con planos fijos. Las escenas son lentas, abundan los planos fijos pero, lejos de parecer pesada, la película embelesa por su intimidad y sensorialidad. Además, la música no aparece en todos los momentos, sino que aporta oportunamente el equilibrio y el contrapunto justo. Obviamente el director no abusa de un recurso que, conscientemente, sabe que es su mejor baza para marcar el ritmo. En fin, la película es buenísima y, aunque es muy dura, por la desolación de los personajes frente a la depresión y a la droga, su ternura y su fragilidad, su abismo y su soledad, sin embargo deja ese sabor de haber visto una obra de arte conmovedora e inolvidable. El trasfondo autobiográfico narra la historia del propio Garrel y la cantante y modelo Nico, y el hijo que esta tuvo con Alain Delon, nunca reconocido por el actor. Inclusive depresiones y drogas. Una excelente muestra de cine experimental que combina recursos tradicionales y que, pasadas las décadas, sigue siendo válido y se sostiene por sus logros más que evidentes. No por algo esta película consiguió el Premio Jean Vigo en 1982, Ciertamente admirable.
Juan Carlos Abril
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5
5 de mayo de 2023
4 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película interesante, dirigida por una mujer, escrita por una mujer, interpretada por una mujer en el papel principal, dedicándose a la poesía, en un mundo de hombres, y reivindicando a la mujer en un rol más moderno, en el Japón de las transformaciones sociales de posguerra. En ese sentido es una película interesante, muy interesante pero, en conjunto, con esa importante carga patética, esa innecesaria píldora melodramática a la que nos obliga la directora y el guion, le resta fuerza al producto, ya que este tipo de obras pueden funcionar muy bien en su momento, conectando con el público sin formación a través de la sensiblería, ese público que sale del cine llorando, pero artísticamente no se sostienen y pasan de moda con rapidez. También hay que decir que ese patetismo no hace justicia al personaje, por mucha pena que nos dé su desaparición. La película no se deja ver en la última media hora, y es una lástima, porque podría haber evitado lo explícito y lo lacrimógeno, teniendo en cuenta que todos conocemos lo que va a suceder.
Juan Carlos Abril
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4
29 de marzo de 2023
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Las películas no se realizan porque sí, y menos en EE UU. La respuesta a las protestas de afroamericanos de los años 60 tardó en llegar, pero el cine se hizo eco y le dio argumentos para empoderarse. Es un arma de doble filo, porque si bien por una parte hacen ruido, se hacen notar y, en cierto modo, se vuelven presentes, por otra parte son minucias y no responde sino a una estratagema para distraer la atención. Les daremos cine, para que no piensen que no pueden hacer cine. El resultado se plantea como una película mala en la que ni las persecuciones de coches, lo más destacado del género, son destacables. Pero ahí queda la máquina del sistema dejando constancia de la lucha ideológica que estaba sucediendo. Quiénes eran siempre los vencedores. Y los perdedores.
Juan Carlos Abril
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6
5 de marzo de 2023
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar del cierto interés -indudable- que esta película despierta, posee demasiadas fallas. Los monólogos incesantes y repetitivos del personaje principal dan mucha monotonía, entre las tonterías y las abstracciones pseudointelectuales. En ese sentido, el ritmo narrativo es prácticamente inexistente. Muy poco. Se hacen eternas sus peroratas, y se echa en falta que los personajes femeninos discurran de igual modo. Esa podría decirse que es una dolencia evidente.

Al ser una película tan larga, y con tanto monólogo, tanto primer plano y tan poca acción, defrauda un poco, por estática y aburrida en la mayoría de sus momentos. No obstante hay cierto talento en el resultado final, aunque no es más que una película interesante, con gran influencia de la Nouvelle Vague, y no está a la altura de Chabrol o Truffaut, por ejemplo. De Truffaut es de quien hay más deudas, sobre todo de «Domicilio conyugal» (1968) y «Besos robados» (1970). La importancia de Jean-Pierre Léaud es también inequívoca, pero hay que reconocer que la dirección de actores es bastante pobre, se limita a algunos gestos del rostro o los labios, por esa sobreabundancia de primeros planos comentada. Aún así, hay algo de época o manifiesto generacional: un aire o atmósfera progresista, una manera de ver el mundo transgresora, una libertad de costumbres -sexual, sentimental, sobre todo- y una reivindicación cultural que merece la pena recordar o rescatar, si bien no podemos olvidar que esa juventud que sale del 68 pertenece a una clase social determinada, y solo ella podrá disfrutar de la dolce vita... pero eso es otro debate. En cualquier caso, no es tan mala ni tan buena, por eso le pongo un 6.
Juan Carlos Abril
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