Haz click aquí para copiar la URL
Críticas de Rompetechos
1 2 3 4 >>
Críticas 16
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
10
18 de febrero de 2021
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Breaking bad fue, y sigue siendo, una serie mítica que puso el listón muy alto y se ganó merecidamente estar entre las diez mejores de todos los tiempos. Era lógico, por lo tanto, pensar que Better call Saul, un spin-off del inefable Saul Goodman, tendría muy difícil igualar su calidad.

Sin embargo, tras cinco espléndidas temporadas, BcS ha conseguido incluso superar a Bb, gracias a que el personaje principal, lejos de angustiarnos como lo hizo Bryan Cranston, nos hace sonreír con sus rocambolescas peripecias. Sucesivos embrollos de los que sale airoso al utilizar hábilmente innumerables formas para engañar y/o engatusar a todo aquel que se le pone por delante, bien adoptando el nombre de Saul Goodman, James McGill o Jimmy Resbalones, que son, tanto en su conjunto como individualmente, el trasunto del pícaro del Lazarillo de Tormes, o, más recientemente, el simpático estafador de poca monta que Tony Leblanc interpretaba en Los tramposos. Un charlatán, en definitiva, que pretende hacernos comulgar con ruedas de molino esgrimiendo argumentaciones tan farragosas como delirantes.

El origen de Saul Goodman, al que no puede renunciar, es el joven Jimmy Resbalones, un encantador de serpientes, conciliador y parlanchín, rápido de reflejos y osado al máximo, que igual nos vende una moneda o un reloj falsos, que un spot de televisión o un móvil, y que termina convirtiéndose, con el paso del tiempo, en un carismático picapleitos; un perdedor, en teoría, que te envuelve con su verborrea hasta el punto de lograr que le entregues tu alma si se lo propone y que siempre, mediante una sorprendente vuelta de tuerca, termina saliéndose con la suya.

BCS es, además de una brillante demostración de cómo contar las aventuras y desventuras de un embaucador (de buen corazón en el fondo), la constatación de que Bb era una serie llena de personajes secundarios que podían tener su propio spin-off. Y, claro está, el que más probabilidades tenía de lograrlo era Saul Goodman, que ya nos cautivó entonces gracias a la magnífica interpretación de Bob Odenkirk, y que en BcS consigue que nos enamoremos de él desde el primero momento.

BcS demuestra también que el éxito de Bb no fue un hecho aislado, y mucho menos que su creador, Vince Gilligan, tocara la flauta por casualidad. Todo lo contrario. Ayudado ahora por Peter Gould, la calidad de BcS es igual de innegable, y sigue prácticamente las mismas pautas de rodaje que tanta admiración nos produjo en Bb: escenarios escogidos con minuciosidad; planos generales de una gran belleza; una fotografía que deslumbra literalmente; planos detalle que nunca están de más; secuencias dilatadas en el tiempo; banda sonora acertadísima, interpretaciones impecables… Y todo ello contado con flashbacks que nos hacen retroceder y/o avanzar en el tiempo, con una facilidad pasmosa.

Y mientras esto sucede, conforme BcS nos va contando el pasado de Saul, surgen conocidos personajes, y descubrimos el origen de todos aquellos que salían en Bb, gracias a una magnífica y meticulosa reconstrucción del puzle, comprendiendo de inmediato el porqué de la existencia de todos y cada uno de ellos, al mismo tiempo que se incorporan otros muchos que encajan a la perfección, en un ejercicio lleno de virtuosismo, que despierta nuestra admiración más absoluta hacia los guionistas de la serie.

Y es así como volvemos a ver a Ehrmantraut, Fring, los Salamanca, y otros personajes secundarios que ya aparecieron en Bb y que aquí adquieren mayor protagonismo. Cinco temporadas que no tienen desperdicio, en las que asistimos a la lucha fratricida y enloquecedora, de Saul y su hermano (espléndido Michael McKean), a quien vemos por primera vez, así como a sus respectivas parejas, el socio del hermano en el bufete, la nuera de Ehrmantraut y, sobre todo, en un episodio tan emotivo como sobrecogedor, al incondicional amigo de juventud (maravilloso Mel Rodríguez), un orondo y entrañable compinche con el que Saul formaba pareja en el pasado a la hora de estafar a ingenuos codiciosos.

Todo encaja a la perfección en BcS y todo se desarrolla de una forma sencilla, siendo fácil de seguir la historia de este pícaro contemporáneo que lucha por sobrevivir conviviendo entre gente poderosa a la que no se doblega; abogados mejor preparados que él, a los que siempre consigue vencer in extremis; incautos avariciosos a quienes resulta fácil timar; una larga lista de ancianos a los que se gana con una empalagosa cháchara repleta de halagos y tópicos; delincuentes de poca monta que defiende con mil y una argucias; despiadados narcotraficantes que le empujan a situaciones en las que su vida peligra; una eficiente abogada, con la que comparte cama y despacho, y a la que arrastra siempre al borde del abismo cada vez que se mete en líos; y, por encima de todo, un hermano enfermo que se ve forzado a regañadientes a aceptar su ayuda.

Y es así como asistimos a la contienda, en ocasiones despiadada, entre dos seres humanos (un remedo de Caín y Abel) que han llevado vidas muy diferentes, y a los que no solo les separa la edad, sino también la educación, el buen gusto y el éxito, en definitiva. Dos hermanos que se odian y quieren sin remisión, obligados a convivir montados una montaña rusa de emociones en las que afloran, entre otras miserias, el rencor y la envidia, mientras que, con el fin de aniquilarse el uno al otro, entablan una lucha sin cuartel repleta de golpes bajos y trampas que no parecen tener fin.

Como se suele decir, BcS ha llegado para quedarse. Poco importa ya el desenlace y/o cierre de la serie con la sexta entrega, ni cuál será el sorprendente (o tal vez no) final de Jimmy Resbalones. Sí, porque durante cinco brillantísimas temporadas, sus creadores han conseguido que nos enamoremos de él, y también, contra todo pronóstico, hacernos olvidar el éxito de Bb. Algo que, sinceramente, nadie esperaba.

Sí, definitivamente, queremos tanto a Jimmy…
Rompetechos
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
1
11 de febrero de 2021
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Intentar hacer spoiler de Una pastelería de Nothing Hill es prácticamente imposible, por la sencilla razón de que no cuenta nada, y por lo tanto no hay spoiler que valga, porque sería como como intentar describir el contenido de una habitación vacía, el crecimiento de un guisante, o la interminable soledad de un desierto…

Comprendo, hasta cierto punto, la necesidad que tienen algunos en “contar” una historia y, al mismo tiempo, creer que dicha historia tiene algo que pueda interesar mínimamente. UPENNOH es una historia sin historia, que, forzosamente, necesita un guion para ser llevada al cine, algo que, como es lógico, de entrada, resulta imposible. Y, sin embargo, la directora de este puzle empalagoso, consigue (o eso cree al menos ella) realizar una película vacía de contenido, que intenta en vano contarnos algo que se podría resumir perfectamente en apenas diez minutos (y soy generoso) mientras tomamos un café y sin necesidad de aburrir durante hora y media al espectador.

Sí, porque la realidad es que diez minutos son más que suficientes para que la directora nos cuente que una señora mayor, tras la muerte de su hija, a la que no ve por razones que desconocemos y tampoco interesan, abre una pastelería con la ayuda de su nieta, a la que también lleva tiempo sin ver, así como la de una amiga de su hija y un ex, que se une a ellas por razones que no entendemos muy bien,

A este forzado y poco creíble comienzo, se une también un vecino que aparece de improviso sin ninguna razón que lo explique, y les dice, ya de entrada, que hay otras cinco pastelerías muy cerca, lo que en modo alguno es obstáculo para que sigan empeñadas en abrir el negocio. Hay también una prueba de ADN, clases de yoga, una academia donde enseñan a usar el trapecio, un ciclista que abre los ojos a la madre-abuela, una relación sentimental con elaboración de tartas incluida, y otra relación entre la madre-abuela y el vecino, que, al parecer, terminan siendo follamigos, por obra y gracias de la autora del guion, o lo que demonios sea eso.

Al final, tras tomarnos el café con la directora, nos vamos con la sensación de que lo que nos ha contado es algo que no nos interesa en absoluto, y además lo ha hecho introduciendo tramas a la fuerza, como si estuviera empeñada en que el pequeño zapato de Cenicienta entre por narices en su enorme pie. Y es por ese motivo por el que uno está deseando que termine cuanto antes para irnos, lamentando haber quedado con ella a tomar café, e ignorando que la susodicha tiene en su mente escribir un guion sobre lo que nos ha contado. Algo que, para desgracia de los amantes del cine, ha terminado llevando a cabo.
Rompetechos
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
3
8 de febrero de 2021
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una sinopsis cinematográfica es el resumen de una película, con el fin de que nos hagamos la idea de por dónde van los tiros en la historia que nos cuenta. Curiosamente, y no es algo que suceda muy a menudo, la sinopsis de El faro coincide de principio a fin con los 110 minutos que dura la película. Es decir, dos hombres encerrados voluntariamente (un oxímoron como otro cualquiera) durante cuatro semanas y cuyo desenlace obviamente no se dice. Y al parecer no hay más.

O tal vez sí, como muy bien señalan los críticos, a saber:
1. No solo oímos, sino que “vemos” por primera vez la madera crujiente, el metal percutivo, el salitre pegajoso…
2. Fotografía en blanco y negro portentosa y de infinita crudeza...
3. La banda sonora es exquisita...
4. Su atmósfera y textura filmadas en blanco y negro son alucinantes...
5. Duelo de silencios con carga sicológica incluida...
A estas afirmaciones, y algunas que otras más, habría que añadir algo que resaltan de forma unánime todos los críticos una y otra vez: las interpretaciones de los dos actores.

Absolutamente de acuerdo en todo. Pero… ¿y la historia? ¿Qué es lo que cuenta realmente El faro? Porque, sinopsis aparte, insisto, no hay más. E incluso no es necesario conocer el final. Es obvio que dos hombres conviviendo en un faro, o bien terminan enrollándose, o cargándose el uno al otro. Lo peor de todo es que, tras los primeros diez minutos, viendo cómo se va desarrollando la película y la relación que se establece entre ambos, las sospechas de cuál va a ser el final crecen exponencialmente.

El faro es un brillante ejercicio de cine de autor (ver Wikipedia) con todo lo que eso conlleva, blanco y negro incluido, que narra una historia minimalista en grado superlativo, y que sin duda aplaudirían con entusiasmo los críticos franceses de Cahiers de Cinéma, al igual que lo han hecho los críticos del siglo XXI casi de forma unánime.

Sin embargo, la lógica (la mía en especial) nos dice que, por mucho que queramos estirar una historia cuyo principal “protagonista” es un faro, difícilmente encontraremos tramas que desarrollen el guion de una película tal y como está mandado. Es posible que haya excepciones, sobre todo teniendo en cuenta que, según he podido comprobar, hay nada menos que 15 películas que tienen como leit motiv un faro, y con el mismo título hasta 5 de ellas (incluida una serie). El Faro de Robert Eggers hace por lo tanto el número 16 de esta especie de franquicia cinematográfica. De manera que no es extraño que tarde o temprano se estrene la número 17. Por lo que a mí se refiere, dudo mucho que vaya a verla, digan lo que digan los críticos. En cualquier caso, tanto si se llega a esa cifra como si no, mi opinión es que ya va siendo hora de que dejemos en paz a los faros.
Rompetechos
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
10
5 de febrero de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Conmemorando los 100 años de su estreno, se repone El chico, primer largometraje de Charles Chaplin, no se sabe muy bien si para deleite de nostálgicos o para que las nuevas generaciones lo descubran al verlo por primera vez y…

En los puntos suspensivos del párrafo anterior se encierran miles de dudas que me asaltan. Algunas de ellas inquietantes. ¿Cómo recibirán este clásico del cine mudo las nuevas generaciones? ¿Les gustará, les emocionará, les aburrirá? Daría cualquier cosa por ver, a través de un agujero, las reacciones de los niños que asistan a ver la película. O tal vez no. No, porque es muy probable que todos ellos, salvo alguna excepción o rara avis, se queden estupefactos e igual de mudos que la película, sin saber qué demonios es eso en blanco y negro que sale en pantalla.

Es casi seguro que todos se miren unos a otros, perplejos y al mismo tiempo cansados de esperar a que salga alguien con superpoderes, o algún monstruo, dinosaurio, reptil volador o cualquier otro animal humanizado gracias a increíbles efectos especiales. Porque eso es en definitiva lo que hace mucho tiempo que, los que se dedican a producir cine, han ofrecido y siguen ofreciendo a las nuevas generaciones.

El hecho incuestionable de que El chico sea un clásico de cine mudo, creación de un personaje que les queda muy lejos, no significa nada para los niños y niñas que prefieren ver otra clase de películas. Películas que les impacte, que les hagan abrir los ojos y llenen la cabeza de efectos especiales sin fin; y que se enamoren de superhéroes, o se sobresalten ante monstruos, extraterrestres o zombies; apabullarlos con batallas abrumadoras, luchas de expertos en artes marciales o aprendices de mago; todo un “mundo de fantasía” en el que ellos se sumergen, para vivir las aventuras de Neos, Gollum y Avatares, en interminables entregas que no parece tener fin.

Y uno vuelve a preguntarse, tras visionar una vez más El chico, dónde ha quedado Charlot y su mundo. Dónde ha ido a parar esa tristeza inteligente de su mirada; las aventuras y desventuras de ese hombre sin suerte que se sobrepone a cada contratiempo que le sale al paso; el payaso que nos hacía reír y llorar, subidos a una montaña rusa de emociones; dónde, en definitiva, han ido a parar esos ojos de vagabundo que miraban con resignación todo lo que sucedía a su alrededor, a veces con una sonrisa y otras con una mueca de amargura y desencanto…

El chico, como muchas otras películas de Charlot, es un clásico del séptimo arte (una clasificación que pertenece ya al recuerdo), y es muy difícil, por no decir imposible, que las nuevas generaciones lo aplaudan y disfruten. A ellos se les ha dado a conocer historias muy diferentes. Y por eso es lógico que pasen de ver El chico; al igual que pasan de leer Alicia en el país de maravillas y prefieren Harry Potter; o disfrutan del último grito musical en lugar de escuchar a Mozart…

El autor de esta crítica finaliza alejándose con desencanto hacia el fondo de la pantalla, hasta desaparecer como un punto de luz que cierra el foco de la cámara.
Rompetechos
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
1
5 de febrero de 2021
8 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la presentación de “Belleza eterna”, se nos avisa, entre otras cosas, de que es una película inclasificable. Algo que, en realidad, no deja de ser un contrasentido, ya que, al decir eso ya la estás clasificando dentro del género de inclasificables.

Paradojas aparte, es totalmente cierto, una vez visionada la película, que B.E. es inclasificable. Entre otras cosas, porque no hay por dónde cogerla, ni qué demonios intenta contarnos su director, que también es autor del guion, y por lo tanto responsable absoluto de este engendro del que uno se arrepiente haber visto. B.E. no tiene ni pies ni cabeza. Pero, sobre todo, cabeza, al igual que la protagonista, una mujer abandonada al pie del altar (no pretendo ser cruel, pero, después de ver cómo reacciona la susodicha, casi comprendo que el novio la dejase), y que se comporta de una forma tan absurda, que termina cayendo (¡durante 90 minutos!) en la más absoluta ridiculez. Algo que, por cierto, es extensible a todos los demás personajes.

Nada es creíble en esta película. Ni siquiera se podría encontrar un sicoanalista o siquiatra que pudiera dar fe de que por su consulta ha pasado un paciente como el vemos en pantalla. Dicho esto, y sin pretender de nuevo ser cruel, uno termina llegando a la conclusión de que el verdadero loco es el guionista y director de B.E., por llevar a la pantalla una historia que constantemente cae en el ridículo, hasta el punto de que, sin pretenderlo en absoluto (o tal vez sí, y estemos ante una película de humor y no lo sepamos), consigue que el espectador se ría en momentos en los que no debería haber lugar para ello.

Craig Roberts, es, según Wikipedia, un actor con un extenso curriculum como tal. Y es también, por segunda vez (y esperemos que ultima), el responsable de B. E., una película que sí debería clasificarse dentro del género de “películas que nunca debieron rodarse”; y también, si existiera de verdad la justicia, prohibir de paso a C. R. ejercer como guionista y director. Zapatero a tus zapatos, por favor.
Rompetechos
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
1 2 3 4 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow