Ningún inconveniente en que toda la película se sustente en torno a un giro de guión si además dicho giro va a provocar que el espectador reflexione sobre la absurdidad de la guerra. Pero, hombre Dios, (me dirijo al guionista) si ese giro va a ser tu principal baza, haz que todo trabaje a su favor. Da coherencia a tu historia en torno a ese giro. Así al menos te perdonaríamos el detalle de que los personajes no existan o suavizaríamos las ganas que todos sentimos desde el segundo minuto de la película de que algún invasor compasivo con el espectador acabe con esas dos niñas.

Una de esas películas en las que uno desea que el héroe se caiga por un barranco y la inteligencia criminal se acabe imponiendo. Ya puestos a denunciar los chanchullos de los estados en connivencia con las multinacionales, aprovechad para matar al funcionario imbécil de las fuerzas especiales y le dais gusto completo al público. El director se limita a tratarlo de psicópata lerdo, que tampoco es poco. Intuyo en Martens a un fiel admirador de Verhoeben, otro enemigo acérrimo de los héroes a sueldo.

Los valores de la sociedad los transmiten las madres, tanto a sus hijos varones como a las hembras. La película nos va desvelando progresivamente los mecanismos de una sociedad patriarcal en la que el hombre dispone libremente del cuerpo femenino para lucrarse económicamente, trátese de un marido proxeneta o de una industria del porno obsesionada con generar dólares. La estructura dramática de la película está articulada en torno a dos escenas entre madre e hija que muestran claramente la triste odisea de su protagonista y los valores de una sociedad en la que la efigie de la virgen María vela por el bienestar de las adolescentes americanas que toman el sol en las piscinas de sus padres. La reiteración de las secuencias (six months later) pone de manifiesto el engaño en el que vive sumida una sociedad que, aún hoy, interpreta como placentera una experiencia que, en un segundo visionado y bajo la perspectiva de la protagonista, se revela tortuosa. No faltará quien piense que la señora Boreman disfrutaba con las escenas de sexo de sus películas, son los mismos que piensan que Sir Anthony Hopkins disfruta devorando cerebros humanos siempre que estén regados con un buen chianti.

¿Soy el único al que la protagonista le cae como una patada en las narices? Cyrano era inteligente e incluso impertinente pero eso no lo convertía en un sabihondo. Parafraseando a la Kate de "French Kiss": No sé lo que le habrán explicado a usted allí en oriente, pero no es lo mismo redicha que inteligente.