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Reino Unido Reino Unido · London
Críticas de Endik Larsson
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Críticas 27
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
2
4 de abril de 2022
7 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo peor que se puede decir de éste tipo de películas es que sean aburridas y que carezcan de cualquier tipo de sentido del humor. Pues eso mismo es lo que ocurre con el MORBIUS de Espinosa, que confirma que su director se ha enredado y atascado en la mediocridad más absoluta, a pesar de sus prometedores inicios en su Suecia natal.

Morbius es también fea visualmente, con secuencias supuestamente de acción donde no se entiende lo que está pasando por culpa de unos efectos visuales horrorosos (con un diseño deudor de la PlayStation, consola que pertenece a la misma productora del film, Sony), unos zooms ciertamente lamentables y una oscuridad nocturna que ni han sabido (o querido) iluminar como es debido.

Jared Leto ni disfruta ni nos hace disfrutar en un papel que le iría como anillo al dedo por su tendencia rockera a lo gótico-vamp y los secundarios tampoco tienen ningún tipo de peso ni narrativo ni dramático: el siempre excelente y turbio Matt Smith trata de pasárselo bien y es el más desatado del reparto, pero de donde no hay no se puede sacar.

Bien hubiera hecho el film en tomarse un poquito menos en serio a sí mismo y en dar algo más de profundidad dramática a los personajes, puesto que las temáticas que trata (esquizofrenia identitaria, lucha fraterna etc) bien daban para ello.
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Endik Larsson
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Informe Robinson: SuperDepor, te quiero igual (TV)
EpisodioDocumental
España2019
7,7
696
Documental, Intervenciones de: Michael Robinson
10
9 de setiembre de 2019
18 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fue a principios de los 90, pero pudo ser en cualquier tiempo. Fue en A Coruña, pero pudo ser en cualquier lugar. Fueron un puñado de futbolistas con talento y ambición dirigidos por un entrenador muy sabio, pero pudo ser cualquiera.
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Endik Larsson
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9
9 de setiembre de 2017
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Casablanca es la obra de teatro no llevada a los escenarios más cara de la historia. Nació con el título de Everybody comes to Rick´s y fue escrita por Murray Burnett y Joan Alison. Es de agradecer al destino que fuese directamente llevada a la pantalla grande porque, ¿se imaginan lo que hubiese perdido el cine si se hubiese quedado en obra de teatro?

Casablanca estaba destinada a ser una película más en la larga lista de productos que surgían cada año del sistema de estudios. La Warner Bros. no contaba con que se convirtiese en el mito cinematográfico en que se convirtió. Quizá los productores estaban contando a priori el tanto por ciento de beneficios con respecto al gasto de producción que recogerían, que se les pasó el cálculo artístico de a posteriori. Que no se preocupen. Ellos ya están bajo tierra gastando sus dólares, y los que aún vivimos seguimos degustando la calidad del film.

Casablanca era un artefacto propagandístico rodado en plena II Guerra Mundial que trascendió sus deberes. Una película rebelde con sus objetivos, inaprehensible en sus iniciales marcos cognitivos, una salvaje bestia con forma de historia de amor que se negó a ser encarcelada como un simple producto en defensa de los valores democráticos contra el nacionalsocialismo.
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Endik Larsson
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6
21 de mayo de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eli Roth vuelve a acreditar su condición de maestro del torture porn con este remake, reboot (táchese lo que proceda) de HOLOCAUSTO CANÍBAL.
Las grandes características del subgénero están todas ellas aplicadas al milímetro para mayor disfrute de sus seguidores. A saber: actores que se esfuerzan en crear personajes de una sola capa y ridículos (evitaré aquí el referirme a los actores como intérpretes pésimos, pues este tipo de productos no son en ningún caso, un barómetro fiable para sacar conclusiones del talento de los protagonistas); jóvenes estúpidos con ganas de juerga, de llamar la atención, de echar unos cuantos polvos; una presentación de la trama que se puede hacer larga hasta el momento que todos estábamos esperando: las secuencias de decapitaciones, de canibalismo, de vísceras arrancadas; canciones latinas que acompañan a los personajes en su devenir por esos parajes; protagonista con una voz de soprano para estar gritando la mitad del film; humor negro que hace más llevadero el padecimiento de los protagonistas; y los villanos, de los que sabemos cuanto menos mejor, que se dedican a con toda clase de objetos punzantes a descarnar literalmente a aquellos jóvenes aventureros incapaces de entender el riesgo que corrían al principio ( y es que uno se pregunta por qué de la noche a la mañana unos jovencitos millonarios, de buena educación, deciden irse a la jungla peruana, con lo bien que viven en sus universidades).
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Endik Larsson
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10
14 de mayo de 2016
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Quién no ha vivido en algún momento en un valle tan verde como el que describe John Ford? Y no importa que uno físicamente viviese algún tiempo de su vida en un valle, si no que más bien, alguien haya sido feliz en algún momento, rodeado de seres amados, algunas personas cercanas que ya no están con nosotros. Ese es el valle verde de Ford. Nuestra memoria. La idealización de un sitio, unas personas, un momento. Y de cómo recordando todo eso, vive en el presente con la misma fuerza con la que se dió en el pasado. Y a llorar, pues como decía Gustave Flaubert, incluso las peores situaciones nos parecen a día de hoy maravillosas sólo porque se dieron en el pasado. ¡Qué verde era mi valle! se convierte en la gran obra cinematográfica sobre la nostalgia; en la obra cumbre de la exaltación de los recuerdos de nuestra infancia, de aquella época de felicidad, de inocencia perdidas.
El valle verde de Ford está situado en un pueblo de Gales. No importa. Sabemos que es Irlanda, patria de los padres de John Ford. No puede ser otro lugar. El paraíso de Ford, toda esa ensoñación idealizada del cineasta americano, estaba en la tierra de sus padres. Algunos años después, John Ford, quizá un poco arrepentido de no haber podido ubicar la novela de Richard Llewelyn en la tierra del trébol, le rendiría un homenaje aún más majestuoso a aquella, con El hombre tranquilo, donde la también irlandesa Maureen O´Hara repetía con el director que la había llevado a ese valle. Quizás por eso, el inmortal pelo de color rojo irlandés de Maureen O´Hara lucía en su máximo esplendor en aquella, mientras se apagaba al blanco y negro de la fotografía de Arthur Miller en ¡Qué verde era mi valle!
El valle verde de Ford está lleno de canciones tradicionales, de gente cantando. Y es que Ford era un tradicionalista. Un conservador, si se quiere. Esa defensa de la familia numerosa; esa defensa del patriarcado; el hombre que debe aprender a pelear a puñetazos para hacerse respetar; la religión, siempre presente... Demasiados puntos en común con la tradición conservadora, sí. Y sin embargo, quien no llore de la emoción en diferentes momentos de este film, que se lo haga mirar. Y si nos hace llorar como magdalenas, al recordar a nuestros seres, a nuestra tierra, ¿no será que estamos ante un humanista sensible? La condición humana, ¡cuántas contradicciones! Y esque no existe una persona que sea de una sola capa. Y John Ford no era menos.
El valle verde de Ford está lleno de personajes etílicos. Lleno de buenas celebraciones por el más mínimo motivo en la casa de la familia, esa casa de techos bajos y sombras negras, en las que tienen cabida todos los miembros de la comunidad.
El valle verde de Ford tiene jóvenes con ideas nuevas, a los que hay que dejar paso. Esta idea fordiana llevada a su máxima plenitud con El hombre que mató a Liberty Valance y que aquí viene representada en la figura del señor Gruffyd (interpretado por Walter Pidgeon), ese émulo de Jesucristo, que durante el film hace caminar al niño protagonista gritándole "¡Camina Hew!" como Jesús con Lázaro; ese cura que predica el comunismo como Jesús con sus apóstoles; ese cura que se enfrenta a los diáconos como Jesús al Sanedrín y esos diáconos que acaban por expulsar del valle al señor Gruffyd como Jesús fue crucificado en vida.Al final, el señor Gruffyd "resucitará" como Jesús y aún tendrá un último cometido: bajar a la mina con Hew a recuperar el cuerpo sin vida del padre de nuestro protagonista, el señor Morgan. Ese plano al final en el ascensor de la mina con Hew portando a su fallecido padre, protegidos por el señor Gruffyd, que adopta una posición muy similar a Jesús muerto en la cruz, y que nos muestra al Padre (el señor Morgan), al Hijo (Hew) y al Espíritu Santo (señor Gruffyd), alegoría espiritual final que da paso a la gran frase climática de la película: "Las personas como mi padre nunca mueren. Todos ellos están aún conmigo, tan reales en el recuerdo como lo fueron en su vida. Amantes y amados para siempre. ¡Qué verde era entonces mi valle!"
Endik Larsson
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