Infumable, infame, inaguantable. Mantened a vuestros hijos alejados de este subproducto del cine.

La única explicación a que este despropósito haya llegado a la parrilla de nuestra televisión es que hayamos tenido que comprarla como parte del pago de deudas económico-financieras adquiridas con el país germano.

A pesar de las encontradas críticas que inevitablemente vas leyendo y escuchando, me dispuse a ver esta segunda entrega limpio de prejuicios, preparado para asistir a otra exquisitez de la HBO.

Desde el minuto uno se respira la misma atmósfera oscura, ese logrado diseño de personajes complejos, atormentados.

A medida que pasan capítulos, la buena sensación de la atmósfera y caracterización se va pasando y te descubres enfangado en un pantano: un argumento demasiado complejo y a la vez demasiado simple, una historia que no sabes hacia donde va. Parece que todo el esfuerzo creativo se ha consumido en hundir a los personajes en un submundo minuciosamente diseñado, tratando de emular la primera temporada.

Intentan sacarse de la manga otro Matthew McConaughey pero no lo hay. Vince Vaughn sorprende, mucho, con la difícil encomienda de dar vida al enésimo mafioso de la historia del cine; Colin Farrell no puede salirse de Colin Farrell y el tercer personaje Rachel McAdams está enredada en ese argumento difuso.

Comedia romántica de humor sencillo. Argumento básico, lugares comunes y desenlace previsible.

Ben Stiller en su línea habitual, que en esta ocasión viene en un pack que incluye cameos de su padre. Michelle Monaghan se podría permitir algo mejor y Malin Akerman debería esconder la cinta para que nunca la vean sus hijos.

Hasta aquí todo normal. Lo peor es el explícito machismo que rezuman trama y personajes: las mujeres vienen al mundo para intentar casarse con un caballero de éxito y apuesto (en este caso ni éso) y luego hacernos la vida imposible con sus tonterías de mujeres.

Me plantearía la utilidad de la censura en el cine si películas como ésta se quedaran fuera de cualquier sociedad civilizada.

Wes Anderson imprime estilo propio, crea una atmósfera diferente. Los personajes están minuciosamente caracterizados.

Los protagonistas no están a la altura. El intento de sacar talento de Owen Wilson y Adrien Brody es loable pero infructuoso. Bill Murray dijo: "Wes Anderson lleva su propio cocinero a los rodajes, no tienes que pasar por esos lamentables catering. Cuando tienes un mal día, pensar en la comida que te espera te hace ver las cosas de otra manera". Quizá ellos preferían ir al McDonalds...

Acabo de cometer una injusticia con todas las películas a las que he dado la puntuación "1 - Muy mala", necesito un cero absoluto, un lugar de honor en el que Sandra Bullock se sentirá como en su casa.