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Colombia Colombia · Medellín
Críticas de avellano
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Críticas 20
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
2 de julio de 2010
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine es arte, y una de las funciones del arte es hacer catarsis, hacer reflexionar a través de la realidad. En esta estupenda película el espectador hace una dolorosa catarsis, se ve obligado a mirar allí donde no gusta mirar.

Seguramente volverá la crítica insistente sobre la realidad adherida a la gran pantalla, se dirá que es otra cinta más sobre la violencia de Colombia, que si acaso no sabemos hacer algo diferente en este país, que Colombia es más que violencia. Carlos Gaviria, su director y guionista, afirma que es un asunto inevitable hablar sobre lo que se vive y se ve. “Uno vive en Colombia y no se puede hacer una película donde todos salgamos bailando y levantando la patica. Somos un país violento. Hemos estado en una guerra civil que ha durado 60 años y que ha producido 10% de desplazados. Esa cifra es una barbaridad y un hecho innegable”, confiesa. En efecto, uno de cada 10 colombianos ha sido sacado de su casa contra su propia voluntad, y este filme retrata una de tantas historias que produce esta situación alarmante en los países con conflictos armados.

Sí, no es una película perfecta, quien entre a ver esta producción se encontrará con una desigual antología de cuadros de costumbres típica de las películas de carretera y con aquellos rasgos de humor fácil con los que suele agobiarnos la comedia colombiana en el cine y en la televisión, pero también tendrá enfrente un relato corajudo que no se calla las verdades que nos siguen agobiando aunque nos muramos de las ganas de negarlo, una serie de imágenes de pesadilla que vale la pena rescatar del basurero de nuestra realidad y una actuación compleja, contenida e inteligente de esas que le prueban a la gente del público que ha visto un largometraje que puede recomendar sin correr ningún peligro.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
avellano
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9
22 de mayo de 2010
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un road movie urbano protagonizado por Jorge, un taxista joven, nihilista y pensativo y una dueña de la noche, Ángela, cuestionada y necesitada de la soledad y de la sordidez. No tienen escapatoria. Ni la lluvia incesante que escarba todos los rincones de una Bogotá sin dolientes, buscando lavar sus culpas, ocultar sus miserias, disfrazar sus miedos, alcanza para salvarlos.

Si alguna palabra puede resumir esta cinta es Soledad. En una ciudad oscura, poblada de seres anónimos, con su vida al filo del desastre, cada quien vive su propio infierno sin derecho a redención. La noche es su punto de encuentro; en ella sobreviven, se reproducen y mueren sin remedio en sus laberintos, tan solos como alguna vez llegaron a este mundo de sombras, jugando su vida al azar, pero “la moneda cayó por el lado de la soledad”, como diría Andrés Calamaro.

La “sangre y la lluvia” es la ocasión perfecta para fungir como voyeristas de una Bogotá que presentimos pero que tememos encontrar. Dirán, no sin razón, que es otra película más sobre la violencia de Colombia; pero es mucho más que eso, es sobre todo un extraño homenaje a Bogotá, a su noche y a los seres nocturnos que la recorren. Es un filme para los que aman manejar bajo la lluvia y perderse entre los laberintos de sí mismos. Una película triste y dura, con una factura excepcional y de esas pocas que son capaces de estremecer el espíritu invocando sentimientos perfectamente reconocibles, que sólo el buen cine es capaz de recrear.

Una lástima que joyas como esta no tengan acogida en nuestras propias salas de cine, que pasen desapercibidas. No obstante, es también una expresión elocuente de la calidad que puede alcanzar un cine tan poco desarrollado como el colombiano. Al ver cintas como esta, las esperanzas se renuevan.
avellano
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10
2 de mayo de 2010
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La narración de "Confesión a Laura" se inicia con episodios documentales del 9 de abril de 1948, horas después del asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán. Santiago, Josefina y Laura son los protagonistas de la historia. Una historia simple en una situación trágica.

Laura ha resignado sus años de juventud: cumple 45. Nadie viene, reina el silencio; afuera llueven las balas y miles de bogotanos caen sobre el asfalto enrojecido por la sangre de los justos. Don Santiago viste una corbata roja, siendo liberal. Su vida es una farsa, es el momento de la liberación. Josefina representa para él un viejo mundo del que espera zafarse algún día, quizás en los brazos de otra mujer: ella puede ser Laura. Él la mira, fuma un cigarrillo, baila un tango (“Volver”, en la voz de Gardel) y encuentra, por fin, el momento esperado. Desobedece los dictámenes de su atormentada conciencia. Los francotiradores, mientras tanto, disparan indiscriminadamente a cuanta persona desafía la ley de la muchedumbre...

Pues sí, se trata de una película que habla el lenguaje cotidiano de una pareja de vecinos que de pronto, por las circunstancias forzosas de un encuentro fortuito, han de pasar la noche juntos en un estrecho apartamento, por otra parte pone en escena de manera alegórica una situación histórica de violencia en Colombia, la cual, por decir así, no ha terminado. Por el contrario, aún vivimos su continuación.

Es una obra pletórica de sensibilidades y alejada de perspectivas estéticas alienantes, que logra dotar de complejidad ese episodio icono de la historia colombiana, la muerte de Gaitán, pero lo hace por una vía paradójica: la de alejarse precisamente de ese episodio convirtiéndolo en el telón de fondo de una historia privada de emancipación y sentimientos profundos que se desatan en medio de la violencia. Pero, ¿es una historia que simplemente se elabora sobre la excusa del hecho real? ¿O es mas bien una metáfora de la sociedad colombiana que subsiste en sus cotidianidades, sueños y expectativas, que se confiesa en medio de esa violencia hecha rutina, así como se confiesa Santiago con Laura, mientras afuera la violencia no cede? Como sea, se trata de una película de las buenas, modesta pero enorme, de esas en que el tono es el que establece su valor y la ubica como una joya cinematográfica.

Exquisita obra de arte.
avellano
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9
21 de febrero de 2010
10 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con una maestría asombrosa esta serie nos plantea desde el primer minuto una situación límite: la humanidad (repartida en doce planetas llamados Colonias de Kobol) queda casi extinta por los ataques nucleares perpetrados por una raza de máquinas creadas por los propios humanos, los Cylons (los mejores y más complejos villanos que se hayan mostrado jamás en una serie, que, además, nos van a cambiar para siempre la noción que tenemos de lo que es una 'máquina'). Los sobrevivientes del genocidio quedarán vagando en el espacio en una flota débil y temorosa y sólo quedará una astronave militar con capacidad de defensa, la Battlestar Galáctica, una antigua nave de combate que será la encargada de proteger lo que queda de la humanidad, escapando de los Cylons e intentando encontrar un nuevo hogar en la mitológica décimotercer colonia de Kobol, un planeta llamado Tierra, cuya existencia no es segura.

Este argumento, tan propio de clichés típicos de la CF ('máquina se vuelve contra su creador', 'búsqueda de una tierra prometida'), no es para nada tomado a la ligera en esta ocasión, por el contrario, sirve de excusa para plantear un impresionante estudio social, moral y psicológico del ser humano en un contexto extremo y es llevado a sus últimas consecuencias. Es casi como imaginar qué sucedería si en la realidad ocurriera lo que la serie nos cuenta. El resultado es una encomiable descripción de las luchas por el poder entre los humanos sobrevivientes, la rigidez moral de la disciplina militar, la sexualidad, el lugar de la religión en los grupos sociales, el enfrentamiento entre religión y racionalidad científica... Pero también hay una exploración, digamos, filosófica sobre el sentido de la propia humanidad y un viaje por los recovecos de la mente y el constante planteamiento de dilemas morales y éticos que te hacen a cada rato preguntarte: ¿Qué haría yo en ese caso?.

La cuidadosa dirección e interpretaciones nos hace ver en pantalla no actores sino seres humanos, no personajes planos sino personas tridimensionales, con unas ambigüedades que los hacen reales. Estos asuntos se convierten en la verdadera trama de la serie y por lo tanto hacen de Galáctica mucho más que una serie de CF del montón y la ponen a nivel de cualquiera de las mejores series dramáticas al uso.

Su factura técnica es exquisita. Si su historia, personajes y actuaciones son magistrales, la recreación del espacio, de las máquinas, de ese posible "futuro" es sorprendente. Un apartado especial merece su acertadísima banda sonora, a cargo de un genial Bear McCreary, que nos regala una música que ella sola es una razón para ver la serie.

En resumen: Incontestable obra de culto. Para quien no la haya visto (y aunque no le venga el género de la Ciencia Ficción) que intente no quedar seducido por el ritmo y adrenalina de sus primeros capítulos... A ver si son capaces de no verla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
avellano
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Koyaanisqatsi
Documental
Estados Unidos1982
7,8
5.144
Documental
10
31 de diciembre de 2009
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En efecto, no es necesaria la parafernalia de unos discursos intelectualoides o salvadores para mostrar ya desde 1982 una necesaria y mayúscula reflexión sobre la civilización contemporánea, el planeta y nuestras humanas obras. El mayor logro de esta cinta es ser tan poderosa con las imágenes como lo sería cualquier disertación filosófica de dos horas y permite al espectador participar en su propia creación como obra de arte. Se trata de una experiencia que se percibe con los sentidos, se construye a medida que se visiona y, por lo tanto, cada espectador elabora su propia película.

Philip Glass, se lleva todos los aplausos por su música exquisita, nuevamente...

Las dos restantes secuelas (Powwaqatsi y Naqoyqatsi) cierran un perfecto círculo, que le permite a Reggio ahondar en nosotros mismos, lo que somos... Y, ¿qué somos? Reggio no nos lo dice, desde luego. Nos lo muestra y Glass nos lo hace oír... Que vean los que tengan ojos... Que escuchen, quienes tengan oídos.
avellano
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