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Santo Tomé y Príncipe Santo Tomé y Príncipe · Villacanicas del Hoyo
Críticas de McCunninghum
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Críticas 88
Críticas ordenadas por utilidad
6
30 de marzo de 2011
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Sesión Especial, el chileno Patricio Guzmán presentó su último documental, que está recibiendo numerosos premios, entre ellos el de Mejor Documental en los Premios del Cine Europeo. Caracterizado bajo el epígrafe de “documental de memoria histórica”, como el mismo Guzmán lo tilda, Nostalgia de la luz vuelve a territorios de sobra conocidos por el realizador chileno. En realidad, Guzmán no ha hecho sino consolidar una obra en torno al problema de ser chileno, que es extrapolable a cualquier nacionalidad. El problema de la elaboración del trauma, sea éste político o bélico: el problema de la memoria o el olvido, punto nodal de los filmes recogidos en este apartado. Todos ellos son una apuesta, clara y distinta, por el recuerdo: aunque sólo sea un relámpago. En este su último trabajo, Guzmán se ubica en el inmenso desierto de Atacama, un lugar tan grande como Portugal y el sitio más seco del planeta. Debido a ello, allí se disponen los mejores observadores astrológicos que existen, pues la transparencia del cielo en ese lugar es incomparable. Por medio de potentes metáforas visuales, Guzmán pone en relación la búsqueda astrofísica de estrellas lejanas y la menos lejana que lleva a cabo un grupo de mujeres, que peina el desierto en busca de restos de sus seres queridos. Ambos buscan restos del pasado en el presente (los astros, como los hombres, muertos hace tiempo), en pleno proceso de terapéutica elaboración melancólica. Con halo poético, las similitudes entre la superficie lunar y un cráneo, o el calcio que compone tanto las estrellas como los huesos, se ven mermadas por una puesta en forma que se acerca al modo pedagógico. El alto contenido emocional se contrapone a una sintaxis raquítica, con la presencia en off de la voz de Guzmán, unos fundidos aparatosos entre los personajes entrevistados y algo parecido a un polvo de estrellas que invade la pantalla por momentos, de manera desconcertante. El tono solemne que preside el relato se ve asaltado por instantes de un extraño candor, que desarmonizan el conjunto y lo convierten en un extraño documental, a medio camino entre la rememoración histórica con tintes poéticos y el dvd pedagógico para una clase de astrología.
McCunninghum
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7
20 de setiembre de 2010
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existe una leyenda que reza acerca de un Joven Marc pesaroso y apesadumbrado y que tenía problemas para enunciar frases de mas de cinco sílabas que peregreinó a la Ciudad de la Luz para encontrarse con el Viejo Robert, al que el Joven Marc consideraba un maestro en algún oscuro arte. Llegado al portón de la casa del Viejo Robert, donde lo recibió una monja vestida de mujer, tras las subsiguientes pesquisas, el Viejo Robert se negó mondo y lirondo a encontrarse con el ignoto discípulo. La negativa conversacional del adusto viejo duró varias semanas. El impenitente joven, que pernoctó entretanto en la parada de metro de Inválidos y vivaqueó sobre un banco de piedra situado debajo de una estatua de Pascal, insistió de forma solemne y ritual. Entre negativa y negativa se trenzó entrambos una especial afinidad. El Joven Marc repasaba, mientras esperaba horas enteras sentado en el descansillo, la obra oscura del Viejo Robert. Éste dormía, supino y horizontal, más de veinte horas diarias, y apenas pensaba en nada. Hasta que un día, el Viejo Robert, que insistía en no dejar pasar a su compinche de negativas, aceptó cenicientamente que lo acompañara en una excursión a la iglesia del barrio. El Joven Marc, de un pasado recalcitrantemente comunista, siguió a su adorado maestro, y se arrodillo detrás de él. Mientras escuchaba la música, el Viejo Robert, desde luego, no se dignó dirigirle la palabra, el Joven Marc ideó la forma de agradecerle el momento epifánico que ahora mismo lo encumbraba. Tiempo después, Robert murió, y Marc empezó a hacer ficciones.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
McCunninghum
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9
26 de abril de 2010
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como en Zabriskie Point y The brown bunny, en 29 Palms aparecen grandes máquinas que acogen al individuo, prótesis de metal con las que se intenta nuevamente poblar y cruzar el desierto Pop. Un desierto atravesado primero ya por urbanizaciones y piscinas y gasolineras y supermercados, y después por la moto de Gallo, por el Hammer en el que se mueve la pareja del film de Dumont por un desierto idílico y terrorífico al tiempo.
Gallo cruza desesperado el mismo desierto que la pareja de amigos de Gerry, tratando de olvidar y desaparecer por la vía acelerativa del movimiento constante: no parar, seguir adelante. La pareja de 29 Palms, que pasea sus neurosis relacionales por un desierto al que quieren fotografiar, en el que follan como en una película de Andrew Blake, alejándose y reencontrándose sin motivo, acabará desapareciendo igualmente: la ruleta de la fortuna hará que a él lo violen sodomizándole, ella obligada a mirar. Su propio desequilibrio, su desierto emocional, dará forma a su última discusión.
Como vemos, el desierto no es lugar para comunidades: ni amistad ni amor son posibles en el espacio virtual que conforma el mundo postmoderno y, poco a poco, requetemoderno.

(continúa en El cant dels ocells)
McCunninghum
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9
16 de abril de 2010
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
La obra abierta, o la forma abierta, son características de la hipermodernidad (o modernidad líquida, del cristal y la espuma). Apertura que va ligada a una forma de expresión: abrir es hacer posible, no el decir, sino el ver. Pues, la actitud adecuada sería cerrar los ojos, apretar los dientes y multiplicar 5 por 5, pero esa es una actitud comprometida con la historia, dialéctica con el devenir. Y el compromiso no es axiomático, llevando la contraria a algún francés.
El cine-verdad tiene su origen en Vertov, y consiste en un plegarse a la realidad y negarse a la representación. Su continuidad aparece en el realismo cinematográfico –la verdad en el cine- y en el género documental –el cine de la verdad, de la realidad-. Si bien estas categorías están obsoletas, nos sirven para dilucidar un tipo de imagen que es la que nos interesa: la imagen-arrebato y el cine-memoria o el cine-casa.
Cine-memoria: el uso protésico del cinematógrafo como dispositivo de rememoración o también invención del origen. El cine-verdad quiere captar siempre un presente que aparece como Lo Real Imposible y Evanescente. Este presente es luego la verdad del pasado. Sin embargo, lo que hace Naomi es intentar recuperar el pasado desde el presente, movimiento justamente inverso al del documental de registro, y que aparece como un gesto desesperado y errátil empero necesario: el acto loco de arriesgar lo imposible, de inventar al padre desaparecido. (O de aplastarle con el plano (ver "Embracing")).
La única forma para aprehender lo Real-Imposible es dejar que este aparezca. Así, en el contexto de la ausencia y la desaparición, a la mirada sin objeto sólo le resta la esperación (antítesis figurada de la desesperación). Sólo una gramática abandonada puede captar tal cosa: el plano secuencia. Forma cinematográfica del realismo, el plano secuencia sin cortes es “un poco de tiempo en estado puro”, y también un efecto de desencuadre visible y constante que arrampla con la estética del marco: estética cuadriculada que aparece en la pintura y la literatura, además de en el cine. Algún otro francés ya preguntaba: ¿por qué Gutenberg no hizo su imprenta con forma de círculo?
Cine-casa: las imágenes de la secuencia de “Shara” bailan ante nuestro ojos, con un naturalismo grávido de vida. Cine-doméstico o home movie, la forma del cine-casa repite la asimilación cámara-ojo: la cámara es Naomi, y el vaivén, la producción del desencuadre, es su propia respiración. Estamos ante la segunda revolución individualista de los fenomenólogos y sociólogos llevada al cine (una mezcla del imaginario interior de Bachelard y del exterior de Lipovetsky).

(sigue en spoiler)
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McCunninghum
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8
18 de julio de 2011
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
(viene de "Y la vida continúa", de Abbas Kiarostami)

El coche: divina máquina que nos transporta a otros ámbitos, creando un adentro autógeno e inmunológico que corresponde a la promesa realizada por el cine.
Pero también: invento del demonio para lanzarnos a una veloz estética de la desaparición que bien pudiera ser nuestra ruina.
Como decir: la Policía también viaja en coche. Y la Policía no es una metáfora.
"Kinatay" (09), uno de los últimos filmes del profuso y a veces brillante Brillante Mendoza, fue en verdad el "trigger happy" de este decálogo. En él se pone en escena un vehículo que hará las veces de metáfora cinematográfica y política. No es un coche. Es una furgoneta: una Mitsubishi L300, de esas de líneas redondas y marcado carácter oriental, con faros circulares y puerta lateral corrediza. Los vehículos y las máquinas de la posmodernidad ya no son intercambiables: poseedoras de la consabida humanidad, tienen nombre y particulares atributos. Como el Hammer que co-protagoniza el filme de "Twentynine Palms" (03) de Bruno Dumont, expresión magnífica de la impotencia del protagonista humano, mudo testigo de su desgracia. En Dumont, el coche no es un espacio de comunicación o el lugar del cine en movimiento constante, sino un habitáculo más de una gigantesca cámara de los horrores (ver textículo ad hoc = http://www.filmaffinity.com/es/review/80362504.html). Pero, en ocasiones, fruto de la velocidad que la máquina automóvil logra adquirir, su silueta se torna en abstracción y mera mancha fugaz, o en cuerpo invisible que transporta la desolación sin nombre, como el Coche Desconocido que acompaña al protagonista de "Viajo porque preciso, vuelvo porque te amo" (09), de Karim Aïnouz y Marcelo Gomes, en su periplo por el páramo brasileiro, la nocturnidad y la pérdida. El coche es ya sólo la habitación de un solitario personaje: juntos se dirigen, con la ineluctancia típica de las máquinas (cuya ideación del pasado inmediato es CTRL + Z), hacia su propia desaparición. El viaje es una forma de vida (y de cine), que no sabemos si nos acerca o aleja aún más a/de nuestros orígenes.
El de Mendoza, como el de Dumont y Aïnouz/Gomes, es un ejemplo de cómo la figura del coche-cinematógrafo es revertida, reocupada, pero por fuerzas no mínimas, sino brutales y omnipotentes, como la violencia, el olvido o la Policía. "Kinatay" comienza a la manera costumbrista, como un retrato inmediato de Manila, casi documental (hibridación que Mendoza pone en escena frecuentemente, con menor ("El masajista" (05)) o mayor ("Serbis" (08), "Lola" (09)) acierto). Pronto y rápidamente, veremos al protagonista, de nombre Peping (¿Tom?), casarse y licenciarse como policía. Entonces, a Peping le llegará su día de prácticas: el momento de la sensación verdadera, el paso a la acción.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
McCunninghum
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