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España España · Asturias - Madrid
Críticas de david
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Críticas 91
Críticas ordenadas por utilidad
3
3 de octubre de 2010
27 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
El gran problema de Ciudad K está encerrado en su planteamiento inicial: "no son seres con un nivel intelectual estúpidamente alto", si no seres con "una gran cultura" que se comportan como estúpidos. Inteligente y culto no son sinónimos.

Obviando este punto, la serie apuntaba buenas maneras en algún sketch del capítulo píloto y muchas series que luego se convierten en míticas tienen pilotos no muy destacables.

Sin embargo, es mejor no leer la frase de presentación que hace su director: "es una serie surrealista, descaradamente minoritaria y orgullosamente rara"... Surrealista poco o nada. Lo de "descaradamente minoritaria" resulta casi hasta ofensivo y además, creo que falso. Nadie aspira con su trabajo artístico a ser minoritario. El arte debe tratar de llegar a todo el mundo, aunque no lo haga. Pero partir de la base de ser "minoritario" es muy pretencioso. Propio de un personaje de Ciudad K.

En este sentido, citar a Chomsky, Lynch, Kaurismaki o Kierkegaard no da automáticamente a un producto televisivo la categoría de "humor inteligente". Lo da el plantear situaciones en las que el citar a esos "intelectuales" tenga un valor cómico. Que una señora diga que tiene un usb con pelis de Kaurismaki no es una situación humorística, más bien parece un guiño del creador al espectador buscando que este último se sienta intelectualmente contento de sí mismo por haber visto un día tres cuartos de hora de una peli del finlandés. Es decir trasladar la autocomplacencia de los guionistas a los espectadores. Lo interesante sería, como digo, ir un poco más allá y tratar de aprovechar las enormes posibilidades de esa idea (buena idea, eso sí) para hacer algo original y gracioso no quedándose en la mera anécdota de pensar: "Oh, sí mira, como el enano de Twin Peaks... Qué gran serie, Lynch ¡qué crack! Buff, soy todo un intelectual, voy a hacerme una paja".

En cuanto a lo de "orgullosamente rara", la serie pide, a gritos, menos orgullo y más rareza, que no la veo por ninguna parte.

Por otro lado, la serie carece absolutamente de cualquier tipo de ritmo, o algo que se le parezca. Y esto no es Mizoguchi, es una serie de humor...

En fin, alguna buena intención, mucho ego y poco talento visual.

Una vez visto más capítulos de la serie se confirma lo dicho. Se trata de un producto totalmente amateur, cuyos creadores no ha comprendido en qué consiste realmente el humor inteligente: hacer reír al espectador tratando de ser sugerente, creativo, ácido, etc., huyendo del tópico, de la zafiedad, de lo obvio… pero siempre estimular al espectador provocando su risa.
david
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3
12 de octubre de 2013
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lee Daniels ya triunfó como productor de Monster´s Ball primero y como director de Precious, después. Pero quiere más. Quiere salir por la puerta grande en la ceremonia de los Oscars 2014. “¿Qué le gusta a la Academia?”, se preguntó. Echó un vistazo a las últimas cintas premiadas con el máximo galardón. Y aunque su proyecto lleva años gestándose, a buen seguro que se paró en Argo y recordó como la mujer de Obama salió a escena para introducir el premio a mejor película. Tomó una nota en su cuaderno y la envolvió con rotulador rojo: “Obama”. Y más adelante anotó otro nombre: “Forrest Gump“.

Y como un artesano, con la ayuda del joven guionista sin apenas experiencia Danny Strong, se lanzó a modelar una película creada única y exclusivamente para luchar por estatuillas doradas. El resultado de esta obsesión de Lee Daniels (que por cierto, se pone su nombre al mismo tamaño que el del título de la película como si fuese Fellini 8 1/2…) El resultado, decimos, es una película almibarada, aburrida, sin sangre, cargada de tópicos y de esa tendencia, siempre oscarizable, a buscar la concordia entre grupos sociales opuestos o enfrentados.

Todo ello para contarnos la historia política y social reciente de los Estados Unidos que ya hemos visto decenas, decenas, decenas y decenas de veces en el cine. No aporta nada, es lo de siempre. El blanco bueno (Kennedy), el blanco malo (Nixon), el negro bueno (Martin Luther King), los negros malos (las Panteras Negras)… Como espectador europeo no siento ninguna necesidad de que me hagan otro pueril, maniqueo, anecdótico, melifluo y empalagoso resumen de la historia reciente de Estados Unidos. ¿Por qué? Porque no comparto la fascinación de los estadounidenses por sus líderes, especialmente los líderes políticos.

Por ello, consideramos que El Mayordomo es una película dirigida esencialmente al público estadounidense, y que, tal vez, logre contentar a cierto sector afroamericano no demasiado crítico. Lee Daniels trata de explotar al máximo el principal recurso narrativo de su película: el recorrido que hacen los ojos y oídos del mayordomo por las diferentes administraciones que pasan por la Casa Blanca.

Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, (a Carter y a Ford se los pasan por el forro, como siempre) Reagan (tremendo Alan Rickman) hasta llegar a la hemorragia de placer final con la victoria de Obama. Y todos contentos. Lo que nos viene a contar la película es que los negros, vejados, maltratados y asesinados durante décadas, pueden llegar a Presidente solo en un país como Estados Unidos. “¿Todavía hay alguien que duda que todo es posible en América?”. Así disfrutaremos de El Mayordomo dependiendo del grado de interés que tengamos por conocer a los últimos presidentes de los Estados Unidos desde una óptica puramente anecdótica.

El otro recurso que usa Daniels para emocionar al espectador es generar un conflicto generacional entre padre e hijo. Y nosotros, espectadores sensibles y poco críticos, debemos desear que padre e hijo se reconcilien al final de la peli, metáfora de la reconciliación nacional de Estados Unidos con la llegada de Obama. Torpes y gruesos, los recursos narrativos de Daniels perjudican profundamente una película que solo entretiene a través de algunas actuaciones.

El personaje principal interpretado por Forrest Whitaker es tan plano y pasivo que no es fácil empatizar con él. No obstante, Whitaker está correcto. Y luego nos podemos divertir detectando a la decena larga de intérpretes famosos o famosillos que aparecen en la cinta: Jane Fonda, John Cusack, Liev Schreiber, Cuba Gooding Jr, Lenny Kravitz, Mariah Carey, Vanessa Redgrave, James Marsden, Terrence Howard, Nelsan Ellis, etc. Mención aparte merece Oprah Winfrey, sorprendentemente bien en su papel de esposa del mayordomo, tal vez lo mejor de la película.

Y nada más. El Mayordomo es mala. ¿Puede llevarse Oscars? Por supuesto.

Lo Mejor: Algunas interpretaciones, Rickman y Winfrey especialmente. Algunos momentos de drama familiar, como el estallido emocional que se produce en una cena.

Lo Peor: El sumo cuidado que ha tenido Daniels en diseñar una película oscarizable ha arruinado completamente un proyecto que por otro lado no aporta nada nuevo ni digno de interés, ni siquiera desde el punto de vista histórico.

[crítica publicada en alucine.es]
david
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8
28 de marzo de 2014
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
(...)

¿El cine como entretenimiento? Es un concepto equívoco. Upstream Color entretiene, entretiene el cerebro y el alma. Y los sentidos. El cine también debe dejar huella. Si no, solo es un pasatiempo, un juguete de usar y tirar. Una gran parte de las propuestas que llegan cada semana a las carteleras no son más que caramelos, golosinas para chupar durante 90 minutos. Y olvidar lo más pronto posible.

El cine se infantiliza y el espectador asiente. Espectáculos visuales y ligeros que explotan la mitomanía y la nostalgia cinéfila. Siempre lo mismo y de la misma manera.

(...)

Upstream Color es un soplo de aire fresco en la cartelera. Una cinta ambiciosa y original dirigida a un espectador exigente. Cine que traza un camino diferente, que explota nuevas posibilidades de este maltratado arte. Carruth combina ciencia-ficción, estructura elusiva, puzles narrativos y romanticismo marginal.

¿De qué va Upstream Color? La película de Shane Carruth reflexiona sobre la identidad, sobre el ciclo de la vida, sobre la vinculación física y espiritual entre seres humanos. Y sobre nuestra conexión con la naturaleza. Upstream Color aborda también el amor como salvación, como esperanza, pero sobre todo como unión espiritual, como refugio de las almas perdidas.

Kris vive una vida sencilla, independiente, volcada en su trabajo. La terrible experiencia vivida con su captor cambia abruptamente el escenario. Llegan las pastillas, el aislamiento. Pero Jeff entra en su vida. Poco a poco, Jeff descubrirá que ambos están unidos por algo más que por la atracción física. Ambos comparten vigilante…

Upstream Color maneja una estructura narrativa singular, extremando los hallazgos de su imprescindible Primer. Son las imágenes, y no las palabras, las que cuentan la historia. Cine. Carruth rechaza la tiranía del guión clásico como vertebración de una narración cinematográfica. El director californiano sincopa escenas para construir un relato intelectual y emocional. Es fácil detectar el influjo de Terrence Malick a nivel formal, pero Carruth maneja otra sensibilidad y persigue otros objetivos. Tal vez Upstream Color sea laberíntica, pero tiene un final. Solo hay que poner un poco de empeño para llegar. Merece la pena.

Lo Mejor: cine que se toma en serio a sí mismo. Y al espectador. La música. El final.

Lo Peor: algunos de sus diálogos, más que crípticos, son antinaturales.

[crítica publicada en alucine.es]
david
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9
30 de julio de 2015
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
(...)

Para Falstaff, el director nacido en Wisconsin en 1915, acudió de nuevo a Shakespeare, como ya había hecho en Otelo y Macbeth. Pero esta vez se decidió por un personaje secundario que aparecía en algunas obras del escritor inglés, especialmente en Enrique IV. ¿Por qué Falstaff? Seguro que Welles pensó que este personaje le venía como anillo al dedo.

Pero en mi opinión, se trata de una decisión inteligente desde un punto narrativo. Si queremos contar un relato inspirado en la historia real de una nación, es más útil acudir a un personaje secundario y transformarlo en protagonista. La novela histórica ortodoxa lo ha hecho así, desde Walter Scott, casi siempre dejando a los reyes y grandes nobles en un segundo plano.

No obstante, Welles no fue el primero que dio protagonismo a esta figura literaria, ya que Verdi y Salieri (sí, ese) crearon una ópera con su nombre.

De cualquier forma, la caracterización de Falstaff en la obra de Welles es fantástica. Es un personaje del siglo XV británico pero que ha existido y existirá siempre: el viejo bonachón pero pícaro y pendenciero, borrachín, sucio, pero honorable y de buen corazón. El esfuerzo que hace el director en la interpretación de su personaje principal es enorme, un esfuerzo tal vez parecido al que requirió el corrupto capitán Hank Quinlan de Sed de mal.

Alrededor de Falstaff pululan una serie de personajes, destacando Hal, el príncipe de Gales, hijo de Enrique IV, y al que Falstaff tutela con dudoso decoro. Fernando Rey, Jeanne Moreau y John Gielgud son los actores más importantes que acompañan a Welles.

Si las interpretaciones y la dirección de actores es sobresaliente qué decir del diseño de producción y de la fotografía. Rodada en España, el director norteamericano saca petróleo de las localizaciones y ayudado por su director de fotografía y por el departamento artístico, crea una película estéticamente maravillosa.

Hay que recordar que Welles viene de rodar otra genialidad como El Proceso. Tiene casi 50 años y domina como nadie el arte cinematográfico. Falstaff es una de las últimas muestras de esta sensacional capacidad creativa.

Falstaff, como cualquiera de sus películas, tiene un sello particular. Lo percibimos en sus planos, en el montaje, en los travellings, en el ritmo… “Esto solo puede ser de Orson Welles”…

Si a nivel técnico y estético, Campanadas a medianoche es espectacular, el guión es el que convierte a esta película en eterna. Diálogos ingeniosos, personajes de carácter y una historia que nos habla de madurez, vicios, amistad, amor, conspiraciones, guerras, honor… Y traición.

Una película como esta no se merecía un final cualquiera. Y el de Falstaff es soberbio. Hace años que no la he vuelto a ver y algunas cosas ya no las recuerdo bien, pero el rostro del personaje de Welles en la última escena, en el castillo, no se me olvidará nunca…

Gracias, Orson Welles, por ser indómito, por mostrar el camino… El único que merece la pena.

david rubio - las mejores películas de la historia en alucine.es
david
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9
31 de julio de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
(...)

Te comprendo Don, sé de lo que hablas. Supongo que cualquier espectador puede sentirse más o menos cercano al personaje encarnado por Ray Milland. No tanto porque todos seamos alcohólicos, sino por el proceso que lleva a una persona a coquetear con la autodestrucción, más o menos agresiva.

Ante una frustración creativa, sentimental o laboral (o todas a la vez) uno puede optar por distintos caminos. El ideal es superarla sin efectos colaterales. Todos superamos las frustraciones cuando solo son teóricas.

(...)

Don Birnam está frustrado. Iba para Hemingway, pero se quedo en escritor de tres al cuarto. Ya no es tan joven. A su edad, sus referentes ya habían publicado un par de novelas de éxito. Se le pasa el arroz. Todavía lo intenta, se sienta en su máquina de escribir, pero no sale nada bueno.

¿Qué hacer? “Tranqui tío”. Pero Don no está muy tranquilo. Y se busca un amigo de verdad. Un amigo que le dice que es un genio, que la va a petar pronto, que el próximo relato que escriba será celebrado por todos. El problema es que ese amigo va embotellado.

Es entonces cuando Billy Wilder coloca una cámara a Birnam y esta le sigue durante todo un fin de semana. ¿El resultado? Una de las mejores películas sobre el terror que da vivir, que diría el de Norteña.

Días sin huella no es solo, en mi opinión, una película sobre alcoholismo, una de las mejores, es una historia sobre el peor vicio de todos: la autodestrucción.

Autodestruirse no es solo beber hasta perder el sentido, o meterse el pico del siglo. Es ser mezquino en nuestras relaciones para conseguir beneficios, es pisar a un compañero para buscar el éxito, es engañar a los parias con edenes inexistentes. Autodestrucción moral y autodestrucción física.

“Déjame en paz, no hago daño a nadie”. Cuando optamos por la seductora y glamurosa vía de la autodestrucción, siempre terminamos haciendo daño a alguien más que nosotros mismos. Incluso Don…

De la frustración a la autodestrucción solo hay una botella de distancia. O un gramo. O un maletín. Cuando vemos a Don mendigando por otro trago se nos encoge un poco el alma. Porque soy yo. O tú. Tal vez él llegó más lejos, tal vez él fue más débil. O fuerte, nunca se sabe.

The Lost Weekend es una de las joyas escondidas de Billy Wilder. Basada en la novela de Charles R. Jackson, fue la cuarta cinta del director de origen austriaco. Wilder ya mostró en ella su habilidad para los diálogos imperecederos, de esos que alcanzarían la gloria en películas como El apartamento, Irma la dulce o Un, dos, tres.

Con rigurosa sobriedad, sin aspavientos, Wilder sigue la vida de Don Birnam en un fin de semana perdido, un fin de semana para olvidar. Y olvidado. Y vuelta a empezar.

david rubio - las mejores películas de la historia en alucine.es
david
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