Parece imposible que una película llegue a degradar a quién la ve. Ésta lo consigue. Piérdansela, o las consecuencias caerán sobre sus neuronas.

Tontería sin sentido ninguno, con muchos actores poniendo acento, y muchas tetas que recuerdan al cine de otra época.

Lo peor, es que es subvencionada por el Ministerio de Cultura (sí, el mismo que decide las becas).

Le daría un uno, pero subo un puntito por las miles de veces en que Kira Miró enseña delantera (a nadie le amarga un dulce, vaya), y otro por el único chiste que me hizo gracia en cien minutos insufribles.

Este es sin duda, el mejor trabajo de los Monty Python, genios absolutos del humor absurdo.

A través de sketches más o menos enlazados (algunos mediante las irregulares animaciones de Terry Gilliam), aúpan el humor absurdo a unas cotas que nuinca había alcanzado.

Ante todo, tienes que verlos sabiendo que la coherencia no va a llegar nunca, que nada tiene sentido, y que todo tiene intención.

Muchos de los sketches son impagables, en especial los de la primera temporada de la serie.