Película excesiva y realmente inclasificable, que no sé por dónde tomarla. Pese al estupendo reparto, pese a que el guión sea de Cormac McCarthy y pese a que esté dirigida por Ridley Scott, queda muy lejos de una nota realmente positiva; por otra, tampoco la veo tan mala como dicen algunas críticas.

Es cierto que es muy pedante, repleta de diálogos y frases impostadas que no quedan nada naturales; también es cierto que nadie se cree la relación de Fassbender y Cruz (por muy bien que le coma el coño) como también es cierto que es una película deslavazada, inconexa, poco interesante a ratos y hasta aburrida.

Pero, por algo que no sé explicar bien, me mantuvo pegado a la pantalla, y ahí estaba yo, viendo a Cameron Diaz hablar continuamente de sexo o restregándose contra el parabrisas de un coche, o al alucinado Bardem de peinado imposible y hortera vestimenta, o asombrándome con ciertas escenas de violencia extrema. Placer culpable, supongo que será.

Lo mejor, pero no sorprendente porque son buenos actores, son las actuaciones de Fassbender y Bardem. Más sorprendente es la solvencia de Cameron Diaz, realmente una víbora tanto por fuera como por dentro.

Estrenada cerca de tres años después de haber empezado el rodaje, recibida con una de cal y otra de arena por la crítica, ninguneada por la Academia y un mediano éxito de taquilla, "Gangs of New York" es una película que claramente ha ganado con el paso del tiempo, pese a que aún se mantenga algo infravalorada (yo mismo la acogí fríamente en su momento). No es la obra maestra de Scorsese, ni salen De Niro y Joe Pesci mientras suenan los Rolling Stones, pero es tan efectista, poderoso y fascinante como los grandes largometrajes del neoyorkino.

Inmersos como estamos en plena era digital y avasallados por las películas-videojuego, 15 años después "Gangs of New York" es vista casi como una reliquia, pues todos los impresionantes decorados son reales (las cinco manzanas alrededor de Five Points construidas por Dante Ferretti en la romana Cinecittà, muelles, barcos, teatros, mansiones y treinta edificios más del Bajo Manhattan incluidos), la tenebrista fotografía de Michael Ballhaus es una delicia , el vestuario y el diseño de producción es exquisito y la cantidad de actores y extras es inmensa, que además se caracterizan por su variedad de acentos, tal y como era ese violento y racista Nueva York de las primeras décadas del siglo XIX.

La película supone todo un fascinante viaje al Manhattan de las bandas y al desarrollo como nación de los EEUU, cuando la vida no valía un pimiento y se luchaba por sobrevivir todos los días, fueras blanco, negro o chino, aunque la palma se la llevaban los irlandeses. Está basada muy en parte en el recomendable libro de Herbert Asbury, tomándose algunas licencias en cuanto al nombre y función de los personajes (por ejemplo, el Bill "El Carnicero" de la película es una combinación de varios criminales de la zona, y se parece poco al Bill real).

Por encima de todo está Daniel Day-Lewis, en una sobrenatural interpretación que se quedó sin Oscar; Scorsese logró convencer al británico para que volviera de su retiro y aquí dio vida a un personaje, Bill Cutting, memorable y fascinante pese a su maldad. La exagerada actuación de Day-Lewis es tan magnética que impregna todo, desde su dura mirada, el rictus de la boca bajo el bigote, sus andares algo cojos, su violencia verbal y física, la certera sensación de que te puede matar con sus manos...el resto del reparto resulta compensado y con algunos aciertos como Brendan Gleeson, Liam Neeson o Jim Broadbent; desentonan un poco una Cameron Diaz que no ha vuelto a picar tan alto y un Di Caprio que aún tendría que entregar mejores actuaciones.

Tal vez le sobran algunos minutos; tal vez no es una obra maestra absoluta; pero es tan real que casi podemos oler la carne, la cerveza, la sangre y el barro. Una película descomunal, extraordinaria e inolvidable.

No suelen abundar en el cine español las películas deportivas y por ello cuando aparecen se reciben con una mezcla de alegría y escepticismo, ya que si hay un género, o subgénero o lo que sea, especialmente tópico y previsible, ese es el de deporte. Pues bien, "42 segundos" no se escapa de todo ello, pero debe decirse que resulta entretenida y más o menos bien contada, pese a la simplificación de la historia y a las diversas inexactitudes (al menos aclaran que está inspirada en hechos reales, pues se toman ciertas libertades).

Y es que ni España era una de las peores selecciones de waterpolo del mundo a finales de los 80, ni la puesta a punto para Barcelona 92 fue tan frenética (el croata Matutinovic llegó ya en 1990) aunque sí desde luego realmente dura. Otra cuestión es que fueron realmente los "fichajes" madrileños los que le dieron ese plus de calidad y competitividad a la selección...y luego está el parecido físico entre actores y personajes reales, bastante discutible y no sólo por la diferencia de altura: Pedro García Aguado mide 1,93 y Lorente no pasa del 1,72 (tal vez el Estiarte de Cervantes sea más correcto, aunque tampoco mucho), mientras que el mentado Matutinovic (encarnado por un excelente Tarik Filipovic) no era muy mayor, de hecho contaba con 36 años en ese 1990, sólo 7 más que el capitán Estiarte (1961).

Por lo demás, aunque no todo está bien narrado (presentan de tal manera al presidente de la Federación Española de Natación que parece que es el entonces alcalde de Barcelona Pasqual Maragall) se deja ver y entretiene, con todos los tics habituales de las películas deportivas: entrenador cabroncete, situaciones de tensión, el ganar sorpresivamente cuando parece que iban a hacer el ridículo, dramas varios, redención y éxtasis final...a lo que hay que añadir episodios de adicciones (el futuro "hermano mayor" García Aguado le daba al alcohol y a la coca) y ciertos detalles "catalanófilos" y antimadrileños, ya que los madracas además de ser unos pijos fachas se preocupan más de follar y beber y los catalanes son educados, leen y escuchan a Serrat (¿en serio?).

Lo mejor tal vez sea la cuidada recreación de Barcelona 1992 y todo lo que rodeó a esas Olimpiadas.

Y es que conociendo a Villeneuve, el contexto y el estado actual del cine se sabía perfectamente cómo iba a ser "Dune": una película espectacular audiovisualmente pero en el fondo (y no muy en el fondo) fría y vacía, que apenas transmite algo y que encima está tocada por lo políticamente correcto.

No son necesarias muchas frases para despachar la crítica: la adaptación de la aclamada y compleja (y complicada de plasmar) saga de Frank Herbert desde luego adolece de lo peor de Villeneuve (ya se vio en una de las secuelas más innecesarias de la historia, "Blade Runner 2049") y eso que mimbres tenía: mejores medios que David Lynch (y mayor libertad), compensado reparto (pese a algunas lamentables elecciones, como la sobrevalorada Zendaya que no sale del anuncio de perfume), etcétera. Pero el caso es que ni transmite nada de la mística y la filosofía de Herbert y además, si el escritor ya rozaba la islamofilia y el relativismo cultural (conviene recordar que el primer libro fue publicado en 1965) Villeneuve ya directamente lo abraza, con una división muy clara entre "blancos y muy blancos muy malos" y "todo lo no caucásico es bueno, aunque sean brutales", por no hablar de cambios de género y raza, como cierto personaje que ahora es mujer y negra.

Lo mejor: el diseño de producción, bastante imaginativo. La elección de los paisajes y decorados y alguna espectacular secuencia.

Lo peor: todo lo demás. Mucho ruido y pocas nueces para apenas contar ni explicar nada, personajes que son meros monigotes sin profundidad y una banda sonora del gran Hans Zimmer que pese a ganar el Oscar básicamente es ruido y saturación (el alemán lleva 15 años haciendo eso exceptuando las obras maestras de "Origen" e "Interstellar"). Luego el hecho de hacer una peli prácticamente para todos los públicos deja desprovista a la película de imágenes sangrientas o escabrosas: nada hay aquí de los escalofriantes Harkonnen de Lynch.

Especie de peli independiente/de serie B con un reparto de caras no desconocidas pero tampoco punteras (sólo conocía a Leland Orser por "Very Bad Things"), "The Guest" es la típica para ver una noche en la que no hay otra cosa pero tampoco te vale cualquier bazofia. Y es que no es una estupenda producción pero ni mucho menos mala.

Ingredientes: un militar rubio y chulazo con trazas de insensible robot que dice ser amigo del hijo de unos afligidos padres (él, un borracho sin carácter, ella una bobalicona) que han perdido a éste en combate se deja caer por la aislada casa donde viven, en un remoto poblacho americano de tantos donde nunca pasa nada y a la vez pasa de todo. El hermano del militar muerto es un infeliz al que en el instituto hacen bullying y la hermana es una drogata rockera y melancólica con un asombroso parecido físico con Nancy Spungen, la piba de Syd Vicious (además el novio es traficante). El misterioso militar cae bien en la familia (hasta esta hermanita punk se lo quiere follar, aunque finalmente se tira a una amiga de ésta) y en el entorno, hasta que ocurren cosas...

Lo mejor, la secuencia del bar de carretera, la utilización de la música retro y ciertos momentos. Y lo peor, la parte final del film.