Toda una trilogía de palabras mayúsculas (Amor, Cine y Literatura) es la que reivindica George Miller con su última película. A través de sus dos personajes principales, enarbola un canto -casi desesperado- a esa forma de concebir la vida, el amor como una gran historia, una gran narración vital -en peligro por múltiples factores tecnológicos y culturales- no sólo llena de razón sino también de magia, imaginación y conocimiento narrados o escritos. Miller nos viene a decir que lo queramos o no, pequeñas dosis de irracionalidad son necesarias para poder vivir, y mucho mejor si son en forma de relaciones románticas, grandes relatos (narrados o escritos) o películas. Esa suspensión de la realidad vital que nos propone el director es una metáfora genial de lo que es el mayor arte narrativo ideado por el ser humano: contar historias y, como consecuencia, el cine como arte supremo de la magia o la imaginación. Aunque parezca una película extraña o se la quiera inscribir dentro del género romántico, Miller ha hecho con su última película un gran homenaje al cine, recordando aquello que Truffaut solía decir: "Quien ama el cine, ama la vida".

No hay que negar la valentía que tiene la película a la hora de epatar al espectador. Un humor muy particular el de estos dos directores que no agradará a todo el mundo por igual. Por lo menos a mí me ha dejado un poco indiferente, ya que lo más importante del film es ese mensaje -un poco descuidado entre tanta parafernalia interdimensional- de aceptarse uno tal y como es, sin minusvalorarse ante los demás.
Aceptable, pero de ahí a darle el Óscar a mejor película hay un gran trecho.

Buena película francesa de juicios, con grandes actuaciones además del tratamiento de una problemática social de candente y polémica actualidad. Destaca sobre todo la estructura de la narración del film, siendo un ejemplo de contención y ambigüedad; aunque, tal vez, un exceso de esto último es lo que no termina de hacer que la película sea redonda. Hay determinados temas sobre los que no cabe la duda.

Muy buena película, la cual no es del todo una obra maestra redonda. Estamos ante una versión más siniestra de lo mismo que cuenta la también película española Alcarrás. No obstante, la tensión que plantea el director y la atmósfera casi de terror que consigue, la convierten en una película digna de ver; aunque con un guión más trabajado hubiera sido mucho mejor de lo que ya es.

Película atmosférica, comprometida con todo un paisaje y una fauna humana perdida y desorientada ante la inmensidad de la naturaleza que se muestra. A través de sus imágenes asistimos a muchos de los problemas de la época contemporánea, mencionados en diálogos fugaces o con planos que rozan lo fantasmagórico. Un complejo film que puede no ser del agrado de muchos debido, también, a su excesiva duración.