El lobo acecha en todas las ocasiones y se sabe que es despiadado.
Se comporta igual en alta mar que a campo abierto, en público o en privado, por la calle, en familia, en grandes grupos y en pequeño comité.

El lobo M. Curtiz es agrio y violento pero se le ve venir y la historia enseguida se torna sórdida, desagradable, y, sobre todo, cruenta.
Gran película estrenada en 1941 cuando todavía las posibilidades del cine se iban experimentando y cobraba relevancia la reflexión sobre la psicología humana.

Mucho antes ya había dicho el filósofo que el hombre es un lobo para el hombre.

Comedia de ámbito rural anclada en un terruño árido, casi desértico y abandonado a su mala suerte que sobrevive a duras penas en una época en la que los habitantes de los pueblos parecían ciudadanos de segunda clase.

Película desigual que incorpora elementos de humor vigoroso y descarnado en los que R.J. Salvia puede lucirse.
Aunque hay otros en que una moralina casi oficial se cuela entre los fotogramas sin apenas disimulo ni posibilidad de enmienda.

Pero para esos momentos ya se sabe que la sala de proyecciones posee un esmerado servicio de bar en el ambigú.

Sainete original de C. Arniches y de A. Estremera que en forma de adaptación a la pantalla bajo la dirección del debutante L. Marquina no alcanza el nivel deseado.
La falta de pulso narrativo y cierta pose acartonada en la interpretación de los protagonistas resta viveza a la película y se echa de menos el fino sentido del humor que la obra original posee.

Curiosidad cinematográfica estrenada en 1935 que invita a releer el texto impreso del comediógrafo alicantino.

Relato de frontera teñido de sangre y de contradicciones pero desarrollada con solvencia en el celuloide por un A. Mann curtido en esas lides.
Se dan cita el heroísmo de unos y de otros, el rostro de los vencedores y de los vencidos, las cuitas íntimas y los conflictos públicos, la dureza del suelo, el trasfondo de los sentimientos y la lejanía del cielo.

Las llaves del destino se esconden en los lugares más insospechados y la que encuentra cada cual a menudo lo decide un lance de azar.

Pero otras veces se puede escoger.
Incluso en la última frontera del desierto salvaje.

Musical brillante por su concepción y por su desarrollo en el que se dan cita un variopinto grupo de hampones, corredores de apuestas, primos, jugadores de ventaja y equilibristas del azar.
Farsantes e indeseables que, a su pesar, convierten la pantalla en un rincón ocurrente, divertido y amable.
Y, por si fuera poco, la película incorpora una extraordinaria exhibición de danza vanguardista cuyo diseño figurativo encandila.

Guante blanco, elegancia, pulcritud y un elenco que borda sus interpretaciones para que J.L. Mankiecwicz pueda presumir en las carteleras.