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España España · Marbella
Críticas de SUSTOVISION
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Críticas 53
Críticas ordenadas por utilidad
9
28 de agosto de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Con mi garfio por mano, te abriré en canal desde la ingle hasta el esófago”, era la carta de presentación de Candyman, el hombre de los caramelos, esa simpática leyenda urbana literaria creada por el cenobita Clive Barker en el relato “Lo prohibido” perteneciente a su célebre antología (y un poco sobrevalorada a mi modesto entender) "Libros de sangre" y adaptada al fotograma por el director Bernard Rose, muy conocido en su casa a la hora de comer pero que a nivel profesional, con escasas excepciones, tampoco es que sea muy conocido, (y es una lástima, porque esta película le salió redonda). “Candyman, el dominio de la mente” es una de esas joyas ocultas del cine de terror de los 90, una década en la que el cine de género estaba de capa caída y la calidad brillaba por su ausencia. Esta película mezcla de manera excepcional el terror psicológico con el gore de buen gusto, la poesía trágica, siniestra y romántica con la miseria y la sordidez, el horror metafísico con el descuartizamiento mundano y directo. Y todo ello enmarcado en el fascinante mundo de las leyendas urbanas y las tradiciones populares macabras.
Tal como señala el ensayo “Leyendas urbanas en España” (escrito por Antonio Ortí y Josep Sampere) toda leyenda urbana encierra en mayor o menor medida un trasfondo moralista conservador o directamente reaccionario. Las víctimas de estas leyendas suelen ser promiscuas, adúlteras, drogadictas o todo a la vez, y el castigo es consecuencia de sus excesos. Hay otras leyendas que intentan sumir a la persona en el cenegal de la superstición, leyendas que hablan de criaturas sobrenaturales y de ritos convocatorios. La víctima en este caso es un incauto que realizó el rito para desenmascarar el fraude y al final murió por su incredulidad. La moralina de estos cuentos es muy clara: “no juegues con los asuntos del más allá” (y quien dice “más allá” dice espíritus, demonio, diablo y por extensión, dios, iglesia, diezmo, etc). Pues bien, Candyman es una mezcla de estos dos tipos de leyenda urbana. La primera, la leyenda del garfio: dos adolescentes están teniendo relaciones prematrimoniales en un coche y escuchan por radio que un loco con garfio se ha escapado del manicomio (y al final uno o los dos mueren por promiscuos y degenerados ¡qué juventú más loca!). La segunda leyenda es la de nuestra querida amiga Verónica, Mary Wroth para los angloparlantes, una niña siniestra y metafísica que aparece si se la convoca y en el ritual hay un espejo de por medio y, según algunas versiones, hay que decir su nombre 3 veces. Candyman tiene un garfio por mano y aparece de la nada cuando alguien pronuncia su nombre 5 veces delante del espejo. Y como toda buena leyenda urbana, la “realidad” en la que se fundamenta esta leyenda es trágicamente romántica: en el siglo XIX, en Estados Unidos, el hijo pintor de un esclavo negro retrata a la hija de un terrateniente del lugar. Artista y modelo se enamoran y ella queda embarazada. El padre se entera y ordena que maten al muchacho, torturándole previamente, cortando su mano y sustituyéndola por un garfio. Tras horas de maltrato y escarnio público, el joven pintor es quemado vivo. Por este motivo el alma en pena del pintor exige una perpetua venganza, manifestándose cuando su nombre es repetido cinco veces delante de un espejo. No importa que seas culpable o inocente, creyente o agnóstico: Candyman aparecerá de la nada y te abrirá en canal con su garfio oxidado, derramando tu sangre y tus entrañas por el suelo. Sinceramente, escalofriante.
La primera mitad del film es un buen thriller psicológico sin aspectos paranormales: la protagonista, Hellen (interpretada por Virginia Madsen) está escribiendo una tesis doctoral sobre las leyendas urbanas y se obsesiona con la leyenda de Candyman. Visita el barrio donde se supone que suele aparecer, un barrio marginal de la ciudad, donde la pobreza y la delincuencia se ha impuesto desde hace muchos años. Finalmente Hellen es agredida por una banda local, que utiliza el nombre de Candyman para asustar a la gente y cometer sus crímenes con impunidad. Con la declaración de Hellen, la policía desarticula la banda y el barrio de Cabrini deja de creer en el implacable hombre de los caramelos. No obstante, Hellen no tardará en recibir la visita del auténtico Candyman (interpretado por Tony Todd), furioso porque su leyenda terrible ya no infunde miedo a la gente, por lo que se verá obligado a derramar sangre inocente para que su nombre vuelva a ser temido y su leyenda cobre vida de nuevo. Sin embargo, una siniestra sospecha pende durante esta segunda parte del film ¿existe Candyman realmente o es Hellen, perturbada por su obsesión por Candyman, quien comete los brutales asesinatos?
“Candyman, el dominio de la mente” es una gran película de terror: asusta y conmociona sin recurrir a lo vulgar ni a lo explícito, con un guión sólido y una banda sonora genial (compuesta por Phillip Glass) que te produce escalofríos y que eleva el horror elemental de las imágenes del film. Personalmente me encanta su soberbio final, la única nota de humor negro que posee el film, una auténtica “vuelta de tuerca” que te estremece por lo horrible que es, y que supone un punto y final a las andanzas del hombre de los caramelos. No obstante, el dinero es muy goloso y, ¡cómo no!, realizaron una segunda y tercera parte, con una calidad inversamente proporcional al film original. Pero eso no impide que disfrutemos de nuestra pequeña joya gótica con morbosa delectación. "Mr. Sandman, bring me a dream..."
SUSTOVISION
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6
27 de agosto de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Umberto Lenzi era un buen artesano del exploit y hacía correctamente todo lo que le pedían: que lo mismo te hacía peplum (¡"El zorro vs. Maciste"!) (los signos de exclamación y el estupor son míos), como una de piratas con Sandokán, como el inefable y repugnante Mondo. Y con "El ojo en la oscuridad" tenemos un correcto giallo de manual, que reproduce punto por punto los latiguillos del género intentando conseguir el éxito taquillero por ósmosis: crímenes truculentos y pasados de rosca con extracciones oculares sin ánimo de lucro, ración doble de tetas y culos, morbo fácil, sexualidad provocativa para la época (Lenzi se adelantó varias décadas a Alan Ball con lo de la pareja homosexual interracial), más trampas que en una película de chinos, mogollón de sospechosos, explicaciones psicológicas y traumas mentales por un tubo. Pues lo dicho, Lenzi despliega todos estos elementos de forma correcta a lo largo del film, sin entusiasmar pero tampoco sin decepcionar consiguiendo un giallo decente y divertido (aunque la identidad del asesino es bastante evidente, aunque no su motivación para matar, lo cual supone una sorpresa bastante cutre, por otra parte). Entre las escenas más surrealistas del film está esa bailadora de flamenco de Sitges a la que continuamente se le ven las bragas, pero lo peor del film es ese final mojigato que condena el libertinaje y promueve el orden y las buenas costumbres. En fin, nadie es perfecto.
SUSTOVISION
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3
30 de agosto de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Habemus Remake, habemus remake! ¡Ja, ja, ja, ja! No hay nada mejor que un remake para ver la sutil e inmensa crueldad de los frikis de toda la vida, que nos quedamos con tu cara y al final no perdonamos una. Una de las cosas que nos molestan es que nos toquen impúdicamente nuestros clásicos de toda la vida. Y mire usted por donde, la tetralogía fantasmagórica compuesta por "Hasta el viento tiene miedo", "El libro de piedra", "Más negro que la noche" y "Veneno para las hadas" del gran creador mejicano Carlos Enrique Taboada es un clásico como una catedral de grande, objeto de estudio, admiración y reverencia. Ni que decir tiene que desde el día en que se pensó en hacer un remake de "El libro de piedra", legiones de fans incondicionales pusieron el grito en el cielo y juzgaron y sentenciaron a la película ¡CULPABLE!, poniéndola de vuelta y media con toda una variada gama de insultos e improperios. Pero aquí estoy yo para realizar un análisis imparcial y ojetivo del film, a ver qué pasa...
Y lo que pasa es que este remake es total y absolutamente innecesario. El director te cuenta exactamente la misma historia sin aportar nada nuevo a la idea original. Y los poquitos cambios que hay en el guión son meramente cosméticos y no aportan nada nuevo al tema en cuestión. Que la institutriz sea ahora una psicóloga del copón no afecta para nada al desarrollo de la trama, que sigue línealmente el guión original de Carlos Enrique Taboada. El planteamiento es el mismo, el desarrollo es el mismo y el desenlace es el mismo; sale la escena de la iglesia en ruinas, sale la escena del perro, sale la escena del vudú, sale la escena del accidente de coche y por salir sale hasta el mismo lagarto. Exceptuando dos escupitajos de sangre, ambas película tienen el mismo guión, igualito. Por ello, más que un remake, esta peli es una actualización del film original de Carlos Enrique Taboada, lo cual me parece una chorrada capital y una pérdida de tiempo absurda, porque si me vas a contar otra vez la misma historia, prefiero verla en su versión original y no en su sosa versión 30 años después.
Aclarado ya este punto, pasemos a la valoración intrínseca del film: la peli es bastante malilla, para qué nos vamos a engañar. Los actores no trasmiten ninguna emoción verídica y la puesta en escena es demasiado amateur, con unos movimientos de cámara mareantes y unos planos generales y planos-detalle redundantes y de aficionado. Para empezar, la nueva niña es más inexpresiva que un canto rodado y a medida que avanza la película se vuelve un poquito más insoportable. El padre es un Jipi millonario buenrrollista que no tiene ni media hostia (muy diferente al padre original interpretado por Joaquín Cordero, que eso sí era todo un señor con dos cojones) y la madrastra no da ni frío ni calor. La única que se salva es la psicóloga protagonista del film y solo porque es muy guapita de cara.
Y poco más se puede decir de esta película mediocre sin una pizca de originalidad.
SUSTOVISION
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5
28 de agosto de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alguna vez algún sabio soltó por la boca esta perla de sabiduría: "los experimentos, con gaseosa", que si nos ponemos a mezclar nos pueden salir cosas raras y decepcionantes. Pues esto mismo fue lo que le pasó a John Shiban, que el hombre quería hacer una peazo de película donde poder mezclar gore cañero (plan "Hostel" o "Saw") con fantasmas de ultratumba y al final le salió una peliculilla cutrecilla intitulada "Área de descanso" que no consigue satisfacer ni a los amantes de la casquería surtida y de las impresiones fuertes ni a los degustadores de las ánimas en pena, porque el director se monta un cacao maravillao que no se aclara ni la madre que lo parió, planteando mogollón de preguntas y ninguna respuesta, y claro, eso es imperdonable, porque tú puedes experimentar todo lo que quieras, pero al final tienes que poner las cartas sobre la mesa y enseñar los papeles del camión, pero si al espectador le robas eso, al final no queda una película interesante sino una tomadura de pelo de las que hacen época y una decepción de las gordas.
La sinopsis es tal que así: Una pareja de novios decide ir a Los Ángeles para conseguir fama y fortuna en el mundo del cine, pero como el camino es largo, a la muchacha le entran ganas de mingitar y como no lo quiere hacer en mitad del bosque van a un área de descanso que está donde dios pegó las tres voces de lejos. Cuando la muchacha termina el pis, sale para proseguir el viaje pero, toma castaña, el novio ha desaparecido sin dejar rastro. ¿Qué ha pasado?
"Área de descanso" es una película con limitaciones evidentes causadas sin duda por su ajustadísimo presupuesto. Los actores son pocos y malos; las localizaciones se pueden contar con los dedos de una mano; las escenas "impactantes" son risibles y cutrelux (lenguas cortadas, muslos taladrados y dedos comidos ya no impresionan a nadie); en la peli apenas ocurre nada, las escenas se repiten sin sonrojo alguno; y para más inri la película posee una pretenciosidad cómica propia de un cineasta amateur, algo así como un David Lynch de tercera división. En fin, una joya de película.
Resumiendo: "Área de descanso" es una película fallida en su desarrollo y bastante inconsistente (que no incoherente) en la puesta en escena. Lo que pasa es que el director se quiso pasar de listo y así nos luce el pelo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
SUSTOVISION
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6
28 de agosto de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Vivan los exploitation con gracia y salero! y nadie como nuestros amigos italianos para hacer unas películas tronchantes, cutre-lux, divertidas y con alguna buena hostia bien dada. "Los nuevos bárbaros" entra dentro de este subgénero degenerado que lo mismo te partes la caja de risa como que te da un poquito de vergüencica ajena, sobretodo por las numerosas influencias de la mítica película de George Miller.
Sin paños calientes: "Los nuevos bárbaros" es como Mad Max 2 pero en cutre total. En el año 2019 acaba de terminar una guerra nuclear y apenas quedan unos cuantos supervivientes que se dividen en dos grupos: los buenos, que intentan crear una nueva sociedad de buen rollo, y en el bando contrario hay una mancha de hijos de p*** que se cargan a todo lo que se menea y que si te descuidas te sodomizan entero. Pues bien, entre ambos bandos hay un chulito llamado Escorpión, que en el fondo es bueno y ayuda a la gente, sobre todo si son tías buenas. Pues nada, se pasan toda la película dando vueltas con coches de feria y pegando tiros.
Por un lado, tenemos a ese Max Rockatansky de saldo con un coche tuneado "en el todo a 100" porque más absurdo no puede ser. A parte de unos tubos que no sirven para nada y un maletero con más peligro que una caja bombas, el techo del coche tiene una especie de esfera de cristal transparente que por la noche se pone de un color verde menta y que no sirve absolutamente para nada. Por otro lado, si le das a un botón, las puertas salen volando. Como fiel ayudante de Escorpion está un señor negro habitual en las películas de Casteralli llamado Fred Williamson (aunque me da que su verdadero nombre no es éste) que aquí se pasa toda la película lanzando flechas explosivas (que el arco se lo tuvo que dejar Rambo) y mojando el churro a la mínima oportunidad. Y por último tenemos al niño de la película, que si en Mad Max 2 el peque era un semisalvaje que lanzaba un boomerang asesino, aquí tenemos a este niño que se lo pasa pipa con el tirachinas (el nene es el mismo que el de "Aquella casa al lado del cementerio" de Lucio Fulci).
Mención especial merecen los malos del film, con unos trajes calcados al de las tropas imperiales de Star Wars (de blanco nuclear pero sin el casco) y que a nivel metafórico pierden bastante aceite. Emulando al genial Homungus y a su ambigüedad sexual, los malos de "Los nuevos bárbaros" castigan a sus enemigos a base de sodomizaciones y aquí cae hasta el apuntador.
Y nada más que decir de esta película del todo a 100. Es mala, sí, pero también es delirante y divertida. Aunque todas las escenas de acción estén rodadas en los descampados del extrarradio de alguna ciudad italiana, al menos son de lo mejorcito que ha hecho Casteralli, el cual se caracteriza por perpetrar unas tomas confusas totales. Aquí al menos vemos tiros a punta pala (aunque me pregunto de qué están hechas las balas, porque la gente es que revienta del todo), gente atropellada y quemada viva y unas cuantas chulerías y cipotoides posapocalipticos. Resumiendo: de lo mejor de Casteralli, lo cual tampoco es decir mucho.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
SUSTOVISION
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