Demasiado artificio y mucho decoro es un espectáculo que entretiene pero no convence. Fuera del ruido y de la ininterrumpida (que por ello en ocasiones cansa, aunque los temas sean elegidos hábilmente y con buen gusto) banda sonora, fuera de las luces de neón y de la magia y la ficción, la historia adolece de falta de solidez. Quizá es que las expectativas puestas en la película eran bastante esperanzadoras, y por ello se levanta uno de su butaca con cierto sabor amargo a decepción.

Tal vez no sea una gran película, y haya pasado por la "cartelera" particular de muchos espectadores con más pena que gloria, casi como el propio protagonista pasa por el sueño de su vida, pero inevitablemente es una película emotiva de inicio a fin que te seduce en la narración de un fracaso anunciado. Una historia bien encauzada sutil y espléndidamente abrazada por una música que te acaricia la piel, un guión fabuloso tanto en lo trágico como en lo cómico y una fotografía que cristaliza retinas, es la odisea de la derrota.

Cuando llevas a una fiesta una tarta que incluye ingredientes pocas veces usados que al entremezclarse hacen que el pastel sea agradable al gusto, es algo elogiable y agradable, que por lo general encanta a todo miembro de la fiesta. Pero cuando para la siguiente fiesta, a la misma tarta que ya enviaste la anterior celebración, se le añaden ingredientes que no encajan y se mixtura lo agrio, con lo dulce, con lo salado, hace que la mayoría de los partícipes de esa segunda fiesta quieran vomitar el pastel porque sabe raro y les produce sensaciones ciertamente repugnantes. Y éso les hace añorar la tarta de la primera fiesta.

Nada sobra en los 127 minutos que dura Amor de Michael Haneke, nada es trivial, nada sucede fútilmente. Posee todos los factores que necesita una obra para conmocionar y conmover, para enternecer sin llegar a ser paroxística. Y es que no es una mera historia de amor sensible que pasa por la cartelera como cualquier otra mostrando dos besos y cuatro lágrimas sin destacar intrínsecamente nada, es una historia de amor diseñada desde los profundos nervios ópticos de un artista en la que el sentimiento no decae en ningún segundo.

Un cuadro íntimo genial que ahonda en la vejez, en la enfermedad y en el amor de manera puramente inquietante, hasta convertirse en lirismo, hasta convertirse en una oda al amor, una elegía donde la vida se pierde. Un cuadro íntimo absolutamente frío —tanto como Michael Haneke sabe y quiere hacerlo— que quema y arde de lo que congela, altamente cruel y visceral, retorcida, llena de sentimiento y dolor.

Resumiría la talentosa aportación de la película en ese par de oraciones, en anarquía, caos, desorden ordenado, descontrol controlado, en que todo arde —el mensaje que manda Joker—. Y es que el símbolo del incendio, el fuego, hace que todo a su alrededor brille, que la obra sea una auténtica maravilla dejando atrás otras sagas de Batman a las que humilla por la suntuosidad de El caballero oscuro. Nolan se reinventa cada vez más y hace que disfrutemos con su obra, hace que nos deleitemos con la producción, hace que aplaudamos al reparto y que nos enamoremos del guión, así como que sintamos la fuerza de los sonidos.

La sonoridad y la resonancia de la banda sonora acompaña a la película sin desprenderse de ella, ¡y qué bien lo hace!, disfrutas con los apocalípticos estallidos y con el magnífico fondo sonoro. Y el guión, ¿qué me decís del guión?, ¿qué tenéis que comentarme sobre los diálogos?, ¿y sobre las perlas que salen de la boca de cada uno de los personajes?. El guión es profundo, arraigado, radical y emotivo, el guión es literatura, poesía.

En cuanto al reparto, no sé si habré visto nunca algo mejor: Christian Bale vuelve a bordar su papel de multimillonaria engreído y su rol de justiciero de la noche; Aaron Eckhart muestra casi a la perfección sus dos caras, de hecho, "él se ha fabricado su propia suerte"; Michael Caine tan irónico y servil como nunca, y tan bueno como siempre; Gary Oldman y Morgan Freeman en su salsa; y Heath Ledger, ¿qué os voy a contar? Heath Ledger hace de Joker convirtiéndose en un Dios superior del protagonismo: se le nota en la presencia, en el diálogo y la elocuencia —sí amigos, en versión original es todavía mejor—, en el plano de gesticular, en la improvisación, en las carcajadas, etc., y es que podríamos estar hablando de la absoluta perfección. La contra de tan centelleante actuación es que, cuando la película avanza sin estar nuestro villano favorito en escena, pierde un toque de ostentación, hasta el punto en el que se podría afirmar que las riendas de la obra las manipula Heath Ledger, y que el largometraje (en ocasiones) es esclavo del Joker.

En consecuencia, podríamos preguntarnos qué es El caballero oscuro, a lo que responderíamos:
-El caballero oscuro es entretenimiento.
-El caballero oscuro es esplendor.
-El caballero oscuro es elegancia.
-El caballero oscuro es poesía.
-El caballero oscuro es anarquía.
-El caballero oscuro es El caballero oscuro: el compromiso de Christian Bale, la opulencia de Heath Ledger y la esencia de Chrtistopher Nolan.