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España España · Madrid
Críticas de OsitoF
Críticas 2.102
Críticas ordenadas por utilidad
1
23 de junio de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es curioso, pero escribir sobre truños cada vez se me hace más complicado. Digo que es curioso, porque resulta que empecé escribiendo críticas en FA para cachondearme de ciertas películas de medio pelo y me resultaba complicado hablar de películas buenas – teniendo en cuenta mis limitados conocimientos cinematográficos, más allá del ‘me gusta’ o ‘es perder el tiempo’-. Más de diez años después me sigue resultando complicado hablar de películas buenas, pero me da pereza criticar patochadas. Me he ablandado y suelo terminar por encontrar siempre algo bueno en el truño más oscuro: que si los actores hacen lo que pueden, que si es que no había medios, que si bastante hace con lo que tiene….

“Animal de compañía” es una excepción que nace con una vocación truñil perfectamente identificable por varios síntomas. Primero, la presencia de actores venidos a menos (Pippin) con semidesconocidos (Ksenia Solo) y amateurs (los otros tres o cuatro incautos que tienen frase). Segundo, el abuso del sonido ambiente, sin banda sonora y con ciertas melodías genéricas libres de derechos de autor en momentos clave. Tercero el abuso del plano corto y de ambientes cerrados para controlar el ambiente sin mucho esfuerzo. Cuarto, que los diálogos son de cartón, sin chispa, convencionales, de relleno, se puede cambiar el orden de las frases y el sentido de la escena no cambia. Y quinto, ese aire indy - que tanto daño ha hecho al mundo del cine - que piensa que cualquier historia – por intrascendente que parezca -, al final es interesante para alguien, así que merece la pena contarla.

Por si quedaban dudas, la película se hace previsible en el momento que se embarca en una historia de secuestros, por lo que por definición sólo va a poder haber tres líneas argumentales: la de secuestro-rescate, fácilmente descartable por quedar fuera de las posibilidades económicas; la de secuestro-tortura, con poca salida comercial más allá de sádicos o perturbados; y la del secuestro-huida, que a estas alturas ya no resulta creíble (¿por qué nunca hay noticias de secuestros que acaben con la huida?) o, como mínimo, repetitiva. No voy a hacer spoiler, sólo diré que rellenar dos horas de película con estos mimbres requiere de pocos escrúpulos con la inteligencia.

La película no sólo no es agradable, sino que es un sinsentido cuesta abajo y sin frenos. Me aburre la introducción, no me creo el desarrollo y el desenlace es una traca de estiércol. Todo con unas interpretaciones que parecen decir «¿por qué me hacen decir esto ahora?» en cada mirada, «¿por qué hago esto?» en cada gesto.

Alguien tenía que escribir sobre ella para alertar a incautos.
OsitoF
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4
12 de junio de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el imaginario popular Balagueró es un apellido inevitablemente asociado al terror, aunque una revisión más detallada de su carrera revela una tendencia más hacia la acción con sustos y monstruos de las sagas “Rec” y “Quarentine” y al misterio con final paranormal de “Frágiles” y “Los sin nombre”. De hecho, a pesar de su fama, sus películas nunca han conseguido convencerme ni provocarme miedo. Intriga a ratos y cierta curiosidad por ver o conocer al malo, pero poco más.

“Musa” sigue en esa línea. Argumentalmente está muy bien construida con un elemento sobrenatural - esas musas generalmente asociadas a cosas positivas - que es de los más consistentes e interesantes que me venga a la cabeza. Lo que pasa es que parecería funcionar mejor como libro que como película. Mientras en pantalla aparecen elementos descriptivos y explicativos de la trama – quienes son las musas, qué poder tienen, cómo han ejercido dicho poder en la historia…- , la película capta el interés del espectador, pero ese interés se pierde en cuanto nos metemos en una parte detectivesca bastante desangelada, interpretada con poco carisma y mal ejecutada. “Musa” no da miedo en ningún momento. Ni siquiera sustos, y no será porque no lo intente, pero ni la cara de berberecho del protagonista transmite espanto ni el repetitivo esquema de los sobresaltos – atenuación de luz, atenuación de sonido, flashazo de luz que revela algo macabro, subida de volumen al máximo- ayuda a convencer a nadie de que ahí está pasando algo malo. Su atractivo está en la intriga por conocer y desvelar la naturaleza de las musas, no en lo que hagan o dejen de hacer a los protagonistas ni en un enigma final en torno al cual parece estar armada gran parte de la narración y cuya revelación, en uno de los más anticlimáticos finales que recuerde, nos deja indiferentes.

Destacaría la factura, el argumento, la estética y la ambientación, pero el desarrollo de la trama, las interpretaciones y las sensaciones no están a la altura.
OsitoF
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3
15 de mayo de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cada año, por motivos fiscolegales, Antena 3 y Tele 5 tienen que invertir una cierta cantidad de dinero en cine nacional y, de hecho, gran parte de los pelotazos españoles –“El niño”, “Celda 211”, “El desconocido”…- proceden de esta política. Se puede decir muchas cosas de las calidades y cualidades de esas dos cadenas, pero hay una cosa innegable común a las dos: de tontas no tienen un pelo y no van a subvencionar cine sin esperar recuperar con creces lo invertido por muy español que sea dicho cine. Es muy raro que una película española financiada por cadenas de televisión pinche en taquilla.

Tanto éxito – al menos en taquilla- no es fruto de la casualidad sino del trabajo, aunque siempre no del trabajo cinematográfico, sino del estudiar el mercado para saber qué quiere la gente, por qué cosas está dispuesta la gente a pagar la entrada y ofrecérselo con el reparto que esté de moda en ese momento. Por eso todas estas películas made in Antena 3 o Tele 5 nos terminan resultando tan familiares y parecidas unas a otras, por el trabajo de laboratorio a través del cual han sido desarrolladas.

“Cien años de perdón” va un paso más allá y directamente ha sido elaborada por un algoritmo inicializado por una semilla cuyas palabras clave son ‘denuncia social’, ‘crisis’, ‘lluvia’, ‘atracadores buen corazón’, ‘bancos malos’, ‘rehenes’ y ‘políticos corruptos’. Y el resultado fueron cien folios de un guión mecánico y encorsetado que propone una serie de escenas de mucha intensidad para manipular mentes sugestionables generando empatía con los delincuentes y, muy al gusto de 2016, que odiemos a los bancos especuladores y a los políticos corruptos. Ni el meollo de la trama ni mucho menos el desarrollo de la acción resisten un mínimo análisis crítico, pero para eso tenemos un enloquecido elenco argentino que nos distrae con sus acentos, su humor peculiar y sus expresiones pintorescas. La elección de Tosar y Coronado obedece a la búsqueda en Google de ‘top actores serios españoles que no pueden faltar en tu película de moda’ y resto están un poco por estar, son intercambiables y sus diálogos generados por ordenador los podría recitar hasta yo.

Para mí, todo lo bueno que podamos decir sobre “Cien años de perdón” -su atmósfera, la puesta en escena, es entretenida- queda anulado por el hecho de ser una cosa falsa, un producto de bollería industrial sabroso pero insano. Lo siento, es que no me gusta que me manipulen y que encima cobren por ello.
OsitoF
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6
23 de junio de 2020
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Estamos ante un ejemplo de que no hay que juzgar por las apariencias, ni en la vida real ni en la vida cinematográfica. Lo que parece ser una cutre tontería por encima de sus posibilidades, termina no siendo una tontería, no siendo tan cutre y no viviendo tan por encima de sus posibilidades.

El comienzo parece sacado de una plantilla para guiones rápidos: una desgraciada agresión convierte a Grey en viudo y tetrapléjico del que le salva un implante biónico experimental (le salva de lo segundo, lo primero ya sería otra clase de película). Al principio, se da cuenta de que el implante le permite hacer cosas interesantes, pero mundanas - como andar y coger cosas-, pero luego descubre las funcionalidades ocultas como la conexión wifi, el bluetooth, escanear con los ojos o imprimir con las manos -y un bolígrafo -. Hasta aquí la película sería una curiosa, pero convencional, historia de superación. El salto de calidad viene cuando Grey activa el ’modo pro’ y el chip le convierte en un cyborg con sed de venganza, una especie de Neo en Matrix que vive toda una odisea para buscar respuestas a las preguntas que van surgiendo.

Destacan unos efectos digitales básicos, pero muy bien integrados en la película, que les saca mucho partido y las coreografías de peleas y tiroteos, espectaculares y creíbles. También el guion está lleno de sorpresas, es inteligente, atrevido y original, que va de menos a más y luego de más a mucho más, con un final impactantemente bueno. Hablamos de ciencia ficción con mucha ficción, pero también mucha ciencia, donde lo que se cuenta está bien fundamentado como para creer que si algo así existiera, sería como se describe en pantalla. En el lado negativa, el sonido es pésimo, genérico, de librerías sonoras sin licencia. También las interpretaciones son voluntariosas, pero en algunos casos no dan más de sí. En cuanto al guion, que es bueno, hay cierta desigualdad con escenas brillantes y otras escritas por alguien que no aprobó EGB.

“Upgrade”, en general, sorprende. Y sorprende para bien, todo está muy bien aprovechado y los recursos exprimidos al límite. Esto lo coge Spielberg, le pone un sonido y una BSO decentes, con un par de actores de primera línea y sería un pelotazo. No llega al 7, pero le anda cerca.
OsitoF
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6
22 de junio de 2024
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Cine de catástrofes con bastantes virtudes y varios defectos que deja, para lo que es un género dónde mueren millones de personas por película, sensaciones agradables por ciertos planteamientos y una ejecución más que correcta. “Greenland: el último refugio” nos lleva a un escenario conocido: un cometa que amenaza con estrellarse contra la tierra y acabar con la humanidad pero que, frente a otras cintas similares que nos llevan aventuras de todo tipo para evitar la masacre, dedica la mayor parte del metraje a escenificar el colapso social y el sálvese quien pueda de una manera en la que puedo reconocer cierto rigor psicológico y bastante trabajo (siempre con el horizonte comercial en mente, eso sí) a la hora de estudiar los protocolos de emergencia y el resultado de aplicarlos a esta situación.

Así, me puedo creer que los gobiernos del primer mundo (o los de la mayoría de países serios) tienen planes para meter en versiones tecnificadas del Arca de Noé a la gente preeminente de la que se espera que reconstruya la civilización y que, tan difícil como construir esos oasis a prueba de todo, será localizar a los afortunados y llevarlos en secreto antes de que cunda el caos y el instinto de supervivencia lleve a los no elegidos a robar, herir o matar por un pasaje. “Greenland: el último refugio” iría por ese camino más dramático que aventurero. Además de mostrar espectaculares imágenes del cielo ardiendo por el paso del cometa, de ondas expansivas que atraviesan continente y de impactos o tsunamis, sus tramas llevan a los protagonistas a enfrentarse a situaciones más cotidianas como aceptar la posibilidad del fin; el conflicto entre la alegría de ser seleccionados y el tener que abandonar a su suerte a amigos y familiares no seleccionados; a enfrentarse a las autopistas colapsadas, a las multitudes que bloquean las entradas a los refugios, a saqueadores peleando por el último antibiótico, las discusiones burocráticas y, en general, afrontar las consecuencias de decisiones a vida o muerte que hay que tomar en cuestión de segundos.

No es una película agradable, porque se sufre (o al menos yo soy mucho de hacer mío el sufrimiento de los actores) viendo a los personajes en medio de toda clase de situaciones extremas, pero se hace interesante porque te hace reflexionar sobre cosas en las que no había caído. Creo que ya he comentado en alguna reseña por el estilo que, en el tema de historias apocalípticas, llevo mejor las de supervivencia zombie o de ir a destruir el meteorito al espacio porque tengo la sensación (probablemente estúpida) de que tendría alguna oportunidad, mientras que en estas que van de arcas de Noé tengo la certeza de que no me tocaría un pasaje y que, si me tocara y tuviese fuerzas para abandonar a familiares y amigos, seguro que después del mal trago me encontraría con la puerta del refugio estropeada, uno que no se llegó a construir por temas de recalificaciones sospechosas o me tocaría justo el refugio con deficiencias estructurales construído por algún concejal corrupto con materiales defectuosos. Porque esa es otra. “Greenland: el último refugio” puede ser una película de aventuras en EEUU y Europa, pero en España es ciencia ficción pensar en un Gobierno que hubiese dedicado recursos a prever situaciones de contingencia y tomar medidas efectivas. La partida presupuestaria no habría pasado de la fase de negociación y sólo la normativa inclusiva, diversa, paritaria y respetuosa con las treinta y ocho hablas del Estado se habría comido mitad del presupuesto (la otra mitad se habría ido en un diseño imposible de un búnker con pista de aterrizaje incluída para que un Falcon aterrice en él).

“Greenland: el último refugio” me agrada porque los protagonistas dedican gran parte del tiempo a aceptar la situación y aceptarla, un poco lo que creo que me tocaría hacer a mí en su lugar: deducir la mejor forma de extinguirme con clase y dignidad, que decía Siniestro Total. A poner en orden sus vidas y decidir con mucha calma y sentido si deciden hacer un último esfuerzo por sobrevivir o buscar la mejor forma de pasar en paz sus últimos momentos. La decisión es la obvia en este género y ahí la película, en ese último acto, se columpia un poco, especialmente en momentos en los que pareciera que Roland Emmerich se presentó de vez en cuando por la sala de guionistas a colar alguna de sus ideas estrafalarias («Eh, tíos, aquí faltan micrometeoritos cayendo justo en el coche del malo en el momento más necesario») sin que nadie tuviese el valor de llevarle la contraria al gurú del tema. Pero, en general, aun desviándose al final por ese camino, la cinta se mantiene en niveles aceptables.

Bien la realización, bien los protagonistas y horroroso el niño. Le sobran cosas más que le faltarle. Interesante, me convenció.
OsitoF
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