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España España · Madrid
Críticas de SyckBoy
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Críticas 39
Críticas ordenadas por utilidad
8
30 de enero de 2009
20 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un trasbordo de trenes en Chicago, Wilder compró una novela barata para pasar el rato. Su talento era tal que pocos meses después esa novelucha se convertiría en cine de primera categoría.
Este drama humano sobre un alcohólico, interpretado de forma desgarradora por Ray Milland, fue algo único en su época. Hasta entonces el papel del borracho no solía pasar del mero personaje cómico, objeto de risas fáciles. "Días sin huella" se trata del primer film de la historia en retratar de forma seria y realista el drama del alcoholismo. Rodada en escenarios naturales de Nueva York, incluido el J.P. Clarke's, el quinto film de Wilder como director tiene un valor y un sentido de la realidad absolutamente demoledores, más propios del neorealismo europeo que del cine americano de la época.
A los pocos días de finalizar el rodaje, Wilder se incorporó al ejército, donde dedicó sus energías al montaje de secuencias documentales filmadas durante la guerra. A su regreso pudo comprobar la buena acogida de su film: 7 nominaciones a los Oscar. Tras la vergonzosa injusticia cometida por la academia el año anterior, cuando "Perdición" se fue de vacío, Wilder recibió su merecido reconocimiento con los premios a mejor película, director y guión, además del Oscar de Ray Millard.
Como curiosidad y reflejo del impacto que tubo el film en su día, hay que mencionar que el sector de bebidas alcohólicas ofreció al estudio 5 millones de dólares a cambio de "enterrar" la película. Décadas después, con su inconfundible sentido del humor, Wilder comentó durante una entrevista con el director Cameron Crow: “Si me hubieran ofrecido los cinco millones a mí, yo lo habría hecho”.
SyckBoy
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9
15 de enero de 2009
26 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si se piensa en el cine francés probablemente se piense en lirismo, humanismo, incluso romanticismo. Nada de esto es especialmente relevante para Henri-Georges Clouzot, uno de los mejores directores/guionistas de los años de la guerra y la posguerra pero también uno de los más olvidados. Desde sus inicios en la Continental (productora que instalaron en París los nazis durante la ocupación) hasta su excomunión por parte de los miembros "nouvelle vague", las obras del llamado "maestro del suspense francés" (con permiso de Chabrol) sugieren una particular visión del mundo carente de sentimentalismos y dominada por la capacidad humana para la crueldad, la envidia, la avaricia, el engaño y la violencia.
"El salario del miedo" es el mejor ejemplo de esa visión poco optimista de la vida. Se trata de un relato absolutamente desolador, envuelto por una atmósfera malsana y plagado de personajes movidos por la desesperación. El film comienza con un estilo muy cercano al cine negro clásico para evolucionar progresivamente hacia el puro y duro género de suspense. Su mayor logro reside en que Clouzot no se limita a la simple acumulación de situaciones límite sino que dota al film de una maquinaria dramática magistral en la que el espectador se siente cómadamente atrapado y de la que nunca puede desprenderse.
Se la podrá criticar por tener un final poco convincente o por el flojo trabajo de Vera Clouzot, pero es innegable es que "El salario del miedo" posee toneladas de talento cinematográfico. Su influencia se dejaría notar en las décadas posteriores sirviendo de inspiración para directores de la talla de Sam Peckinpah y su "Grupo Salvaje" (ver spoiler).
También cabe destacar que, aunque de forma velada y con el particular estilo de Clouzot, "El salario del miedo" retrata una historia de amor entre dos hombres (ver spoiler).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
SyckBoy
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8
3 de marzo de 2008
23 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Podrías estar en el cielo hora y media….antes de que el diablo sepa que has muerto”. Con esta impactante frase inicia su último film el abuelete Lumet al que, a sus 84 primaveras y con un Oscar honorífico a sus espaldas, muchos habían dado por muerto hace ya tiempo. Y es que se lo ganó a puso encadenando bodrios en los 90 hasta que sorprendió a todos en 2006 con la simpática “Declaradme culpable”. Su nuevo trabajo de simpático tiene poco, pero le convierte en la resurrección cinematográfica de la década.
¿Puede una película ser clásica y moderna al mismo tiempo? En manos del viejo y renacido Sydney parece ser que si. Lumet coge la tragedia criminal clásica, una historia de perdedores mil veces contada, y la envuelve con una atmósfera fría e incomoda, creando una extraña, original y muy amarga historia sobre el diablo que todos albergamos en nuestro interior. Un diablo que se nos muestra con la cara más sucia, ruin y cutre que imaginarse pueda. Con el espectador como aliado, pues desde el principio queda claro que todo va a salir mal, y con la ayuda de un trabajo de montaje magnífico, el director de “12 hombres sin piedad” despedaza la narración moviéndose en zig-zag y repitiendo escenas que poco a poco van adquiriendo matices insospechados.
Lumet se luce en la dirección de actores: desde un sobrecogedor Seymur Hoffman y un muy creíble Ethan Hawke como protagonistas, hasta los secundarios (Marisa Tomei nunca fue más atractiva y Finney pocas veces tuvo tanta fuerza) y terciarios (el camello o el perista), todos cumplen con su cometido como piezas de un puzzle negruzco destinado a mostrarnos de qué es capaz ese demonio que llevamos dentro y al que a veces dejamos escapar cuando comprobamos que nuestros sueños no se corresponden con la realidad.
SyckBoy
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6
11 de setiembre de 2008
20 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
En febrero de 1933 se produce en Berlín el histórico incendio del Reichstag. En pocos días el partido nazi será el único partido legal en Alemania. En medio de estos acontecimientos un joven periodista y guionista austríaco de origen judío huye de la capital alemana con dirección a París. Su nombre es Samuel Wilder, aunque todo el mundo le llama "Billy". Ya en Francia se aloja en el hotel Astoria, famoso por acoger a refugiados de toda Europa, incluyendo por aquellos días a antiguos trabajadores del cine alemán. Dos de ellos, Lustig y Kolpe, se asocian con Wilder y empiezan a trabajar en un guión sobre una banda de ladrones de coches. Poco después Billy Wilder comienza el rodaje del que sería su debut como director.
Se trata de un film personal e hilarante; una carta de amor en honor a París, al delito y a los automóviles. Desde los primeros momentos de la ingeniosa secuencia de los títulos de crédito resulta evidente que el joven Wilder tenía desarrolladas sus sensibilidades mucho antes de llegar a Hollywood. El film está lleno de energía, de vitalidad, de carreras y disparos, de pistas que anuncian las futuras grandes obras del director. Es tan moderna que parece una película de la nouvelle vague rodada cuando Truffaut o Godard aún no habían nacido. Contiene todo un banquete de estilos: ejemplos del toque Lubitsch, un montaje inteligente, sólidos ángulos de cámara, tomas en movimiento llenas de fuerza y difuminados salvajes como Wilder no volvería a usar nunca. La música, subversiva y jazzítica, encaja a la perfección. Es obra de Franz Waxman, futuro creador de bandas sonoras tan memorables como la de "El crepúsculo de los dioses". Se rodó con un presupuesto bajísimo y sus decorados fueron un viejo garaje y las calles de París. De entre sus personajes, algunos con nombres como "El hombre de los cacahuetes", destaca la Mata-Hari interpretada por una jovencísima Danielle Darrieux ("8 mujeres",2002), prototipo de muchas de las heroínas futuras de Wilder. Posteriormente, Monroe, Stanwyck y MacLaine tendrían sus mayores éxitos encarnando variaciones de este mismo personaje.
"Curvas peligrosas", descarada y mal conocida, es el único trabajo independiente de Wilder como director, algo así como su particular Reservoir Dogs. Nueve años después, tras cruzar el charco y labrarse una importante carrera como guionista junto a Charles Brackett, se produciría su debut en Hollywood, pero esa es ya otra historia…
SyckBoy
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8
10 de marzo de 2009
19 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las premisas de Ernst Lubitsch era: "La película perfectamente dirigida es aquella que no denota en absoluto haber sido dirigida". Y esa parece ser la línea que ha seguido Mendes en su último film. "Revolutionary Road" posee un extraño aire clásico, con un ritmo lento pero fluido, como si su arranque dramático se alargara sin fisuras hasta su desenlace. El director de "Camino a la perdición" se atreve, en su cuarto largometraje, con la adaptación de la obra más conocida del novelista Richard Yates. Tanto la novela como la película se podrían considerar demasiado pesimistas en tiempos crisis, pero ésta es probablemente la época más indicada para las reflexiones que proponen.
Si "American Beauty" era una crítica satírica y mordaz del sueño americano que se veía con una media sonrisa, "Revolutionary Road" va mucho más allá: es un ataque frontal a las bases de la sociedad USA (y occidental) pues sugiere que dicho "sueño" nunca existió, que no pasó de una mera mentira manipuladora de masas. La esencia del relato es la terrible y permanente insatisfacción del ser humano, y por tanto, es una historia que podría ser la de cualquiera, la de todos y cada uno de sus espectadores. Por ello consigue calar en la audiencia, hace que te remuevas en la butaca, que pienses, y es origen de jugosos (y puede que peligrosos) debates a la salida del cine.
Gran parte del mérito hay que atribuírselo a los dos actorazos que dan vida al joven matrimonio protagonista. Winslet y DiCaprio se reencuentran en el mejor momento de sus respectivas carreras, afianzados en la industria cómo dos de los mejores actores de su generación. Consiguen dar una intensidad abrumadora al relato, haciendo que sintamos como nuestros los miedos, las esperanzas y las frustraciones de esta pareja extremadamente humana y creíble.
Tal vez al film se le pueda reprochar que no profundice algo más en el pasado de los personajes (empieza hacia la página 120 del libro), para poder entender mejor sus sentimientos. De hecho Mendes pensó en un principio contar ese pasado (que llegó a filmar) en pequeños flashbacks a lo largo del relato. A pesar de todo se llega a agradecer el hecho de que no se rompa la linealidad temporal del relato, un recurso del que se abusa en exceso últimamente y que casi siempre resulta innecesario (Benjamín Button, El lector, Milk, ect...).
En definitiva: una película incómoda (por aquello de que pude hacerte pensar) que viene a reafirmar a Sam Mendes como uno de los directores más en forma del momento.
SyckBoy
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