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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
8
6 de julio de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imposible negar que el productor y letrista, Arthur Freed, tenía un gran oído, una fuerte sensibilidad literaria y sobre todo una gran capacidad para distinguir donde había talento. A él le debemos renombrados títulos cinematográficos como “The clock”, “Ziegfeld Follies”, “Summer holiday”, “Singin’ in the rain”… y entre otras cosas, fue el gran impulsor de estrellas como Judy Garland, Gene Kelly, Cyd Charisse, Leslie Caron y muchas más. Recibió dos premios Oscar y fue condecorado Caballero de la legión de honor francesa por sus aportes al arte cinematográfico.

Cuando conoció el rapsódico ballet que, George Gershwin, escribiera durante su estancia en la capital francesa, titulado precisamente “Un americano en París” (1928) con una duración aproximada de 19 minutos, Freed -como luego nosotros y como mucha otra gente-, terminó encantado con las magníficas y enérgicas melodías que el ascendiente ruso había incorporado a esta obra. De inmediato quiso llevar este ballet al cine y luego de haberlo filmado en una linda coreografía que recrea un insaciado anhelo de su protagonista (en el filme se incorporaría antes del final), el guión le fue encargado a Alan Jay Lerner quien, extrañamente, se llevaría el premio Oscar por una historia que, a criterio nuestro, es lo más débil de este agradable y muy simpático semi-musical.

A su favor, “UN AMERICANO EN PARÍS”, cuenta con unas encantadoras coreografías de Gene Kelly que se caracterizan por dar participación a la gente del común (ancianas, niños, gente de la calle) y en ambientes populares sin mayores arreglos coreográficos, a excepción del ballet final con el que se rinde tributo al gran compositor americano que falleciera a los 39 años de un tumor cerebral. También resulta muy grata la participación del nuevo descubrimiento hollywoodense, Leslie Caron, quien con su gran talento como ballerina, logra mantenerse a la altura de su talentoso partenaire; y con esa inmensa ternura que logra reflejar en su particular rostro, consigue ganarse muy pronto nuestra ya eterna admiración. Muy agradable resulta también, que se recreen personajes (Jerry, Lise, Adam) que no son precisamente héroes ni triunfadores, sino gente del común que, aún con sus carencias, consiguen disfrutar a plenitud lo que la vida les ofrece.

No obstante (citaré aquí aspectos del desenlace), duele lo que se hace con un personaje tan importante como Milo Roberts (estupenda Nina Foch), una muchacha que luce bastante atractiva y que, además, es emprendedora, brillante y bien intencionada, y no está nada bien como Jerry actúa frente a ella. Se radica así un populismo de mala factura con proyección a castigo, que no creo que deje contento a nadie porque, es un hecho que no hay razón de peso que lo justifique.

También resulta muy vaga en el cuento, la manera como Henri Baurel acepta devolver lo que sentía que era plenamente suyo. Y osando interferir como guionista a destiempo, creo que hacer que Milo y Henri se unieran, hubiera sido muy conveniente para ese aire de canto a la vida en que se regodea la película, pues bien observado, también éste era un cantante prometedor y hubiera sido del gusto de la agradable Milo. Pues, hay que decirlo, no tiene futuro el amor que se obtiene tras hacer daño a otros.

En todo caso, se consigue pasar un rato bastante agradable y Vincente Minnelli sigue confirmándose como un hábil director, con especial virtuosismo en el cine musical, aunque confieso que me ha complacido más en el género dramático.

Título para Latinoamérica: “SINFONÍA DE PARÍS”
Luis Guillermo Cardona
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7
27 de abril de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el castillo Beaulieu, donde habita la marquesa de Langrune en compañía tan solo de su sirviente Firmin, se ha reunido ella con un grupo de amigos encabezados por Lord Beltham, un corredor de autos profesional quien ha venido a entregarle un millón de francos; Lady Beltham, una rubia de pocas palabras; un anciano sacerdote; una princesa de nombre Sonia Danidoff; el joven Charles Rambert; y el magistrado Jean-Marie Bonnet, quien presiente que la tenencia de aquel dinero en el castillo, atraerá la presencia del temible ladrón y asesino conocido como Fantomas.

El temor cunde… y siguiendo la vieja regla que asegura que “atraes aquello que mucho temes”, pronto el enmascarado y oscuro delincuente entrará en escena, iniciando así un interesante thriller que conllevará asesinatos, un buen número de sospechosos… y una intriga que llevará al inspector Paul Juve -archienemigo de Fantomas-, a querer de nuevo meterlo entre las rejas.

La película está basada en la primera novela “Fantomas” (1911), que sobre este famoso personaje escribieran los franceses Marcel Allain y Pierre Souvestre, convirtiéndolo de inmediato en uno de los más acogidos por los lectores de novelas criminales. Fueron 32 volúmenes escritos entre ambos, más otros once que escribió en solitario Allain tras la muerte de Souvestre, en 1914.

A su regreso a Europa en 1931 -hastiado de los sinsabores que habían comenzado a causarle los productores hollywoodenses, los cuales le retiraron de sus dos últimos trabajos cinematográficos (“Captain of the guard” y “King of jazz”)-, Pál Fejös no tardó en ser buscado por el productor Paul Brenberger -quien le admiraba profundamente ya que había visto sus filmes mudos-, y éste le propuso realizar en Francia esta versión de “FANTOMAS” que, ávido de trabajar, Fejös aceptó enseguida. Además, ya entendía algo de este género, pues años atrás había realizado “La última aventura de Arsenio Lupin” (1921) historia de otro ladrón de parecida fama en la literatura francesa.

Fue esta la primera versión sonora de “FANTOMAS”, con una intriga realmente bien manejada, una ambientación que no deja nada que desear en un filme de esta época, y superando sin duda en su dinámica los filmes que, sobre este enigmático personaje, se habían hecho hasta entonces.

El reparto incluye a Tania Fedor como la discreta y enigmática Lady Beltham; Thomy Bourdelle como el sagaz inspector Juve; Georges Rigaud representando a Rambert; y Gaston Modot (el recordado protagonista de “La edad de oro” de Luis Buñuel) como el intimidante Firmin. Y como Fantomas… al final del filme nos dirán quien es el actor que lo interpreta.

Surgen en el desarrollo de la trama, dos o tres preguntas para las que no pareciera haber una respuesta satisfactoria, pero con un tris de tolerancia podemos dejarlas de lado, y el filme entonces resulta muy simpático y se pasa un rato realmente entretenido.

¡Que tengan un feliz misterio!
Luis Guillermo Cardona
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7
25 de abril de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“BROADWAY” empezó como una producción teatral escrita por Philip Dunning y George Abbott, estrenada en 1926 en el Teatro Broadhurst de New York, donde superó las 600 presentaciones. La Universal se hizo entonces con los derechos para llevarla al cine, y la dirección le fue encargada al recién llegado, Pál Fejös, quien no había hecho en su vida un musical. Pero era éste un artista cabal y tenía un talento desbordante de creatividad, hasta el punto de que, viendo el estatismo con que se venían haciendo los musicales de entonces, él mismo se inventó una gigantesca grúa, con la que logró que la cámara pudiera girar por casi todos los ángulos del suntuoso escenario, dando a los bailes una perspectiva bastante innovadora. Desde entonces, la grúa de Fejös se usaría en filmes posteriores y los musicales aumentaron su calidad técnica y en consecuencia su público.

Pretendiendo ser aún más original, Fejös (americanizado como Paul Fejos) consigue que a su filme, el primer talkie de la Universal, le sea aprobada una escena de dos minutos en technicolor, para sorprender a los espectadores con la última canción… y “obligarlos“ a quedarse en la sala para ver tal curiosidad.

Con todo, a los espectadores de hoy ya nada de esto nos sorprende, y lo logrado en los aspectos técnicos con esta película, tan solo luce como una anécdota histórica. Lo que llama la atención es que, contra todo, el director húngaro no luce demasiado cómodo con el musical, género al que, como otras tantas personas, es probable que considerara bastante frívolo, y entonces se nota su intención de restarle importancia a las escenas de canto y baile (solo nos muestra fragmentos de cada número y a veces con tomas bastante distantes) y prefiere ahondar en la historia, con ese conflicto que padece un contrabandista luego de que asesina por la espalda a su rival Scar Edwards (Leslie Fenton) quien viene a reclamarle por un asunto de negocios.

En el caso, ocurrido entre bambalinas en el famoso Club Paradise, se verá involucrada una joven y linda bailarina llamada simplemente Pearl (la estupenda Evelyn Brent) quien parece ver con buenos ojos al encartado Steve Crandall (Robert Ellis), y a su lado, una ligera historia de amor tiene lugar entre la primera figura del espectáculo Roy Lane (Glenn Tryon a quien siempre recordaremos en “Soledad”) y otra bailarina de nombre Billie (Merna Kennedy quien debutara en “El Circo” de C. Chaplin). La trama resulta simpática, con unas cuantas grescas entre las bailarinas para mostrar que no eran precisamente angelitos los que salían al escenario, y con situaciones que nos proyectan de alguna forma a la celebrada “Gilda” (especialmente en la manera como se cierra la historia) y el filme se deja ver con agrado, pero sin que en ningún momento brille el encanto o la emotividad de las obras más personales del director húngaro.

A todas luces, y con todas sus luces de tungsteno, “BROADWAY” pasa tan solo como otro entretenimiento, de esos que siempre ha hecho Hollywood tan solo para sacarnos, durante un par de horas, de la no siempre dulce realidad.
Luis Guillermo Cardona
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7
27 de marzo de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el año 1934, se publicó en los EEUU una significativa novela, cuya historia se iniciaba en el año 1861, días previos al inicio de la Guerra Civil Norteamericana. La historia transcurría en la lujosa casona de una familia que tenía una plantación de algodón en la que servían decenas de esclavos, y la protagonista era una muchacha muy atractiva y caprichosa, acostumbrada a decidir lo que quería y lo que no quería. Ella sostiene un romance con un hombre al que intenta manipular cuanto puede, y cuando llega la guerra, dejará de verle durante algún tiempo, y en ese lapso, la muchacha y su familia sufrirán los rigores de un enfrentamiento en el que, los esclavistas habitantes del Sur, llevarán la peor parte.

Creerá usted, sin duda, que estamos hablando de “Lo que el viento se llevó”… pero no, esta obra, escrita por Margaret Mitchell, se publicó en 1936, dos años después de la que describimos arriba, que fue escrita por Stark Young (1881-1963) con el título “So red the rose”. Esta novela se venía vendiendo muy bien, y al año siguiente, fue llevada al cine por el director King Vidor con idéntico título y con un guión a cargo de su asiduo colaborador, Laurence Stallings, quien trabajó junto a Maxwell Anderson y Edwin Justus Mayer.

Vidor hace una interesante recreación de la historia, aunque por su condición de hombre liberal y profundamente respetuoso de los afrodescendientes (como lo demostró en su filme “¡Aleluya!”), luce un tanto encartado en su esfuerzo por establecer un punto de equilibrio entre el sur, zona de terratenientes y esclavistas (donde él mismo nació y donde estaba localizado Hollywood), y el norte, tierra de hombres de corazón sangrante, que luchaban por la libertad y por el cese definitivo de la esclavitud de la raza negra.

No obstante, Vidor aduce que, los Bedford, son una de aquellas pocas familias –que de seguro también las hubo- que daba buen trato a los esclavos… aunque es muy diciente que, Malcolm Bedford, el dueño de la plantación, no haga otra cosa que tomar licor sin mover un dedo… hasta que la historia le reclama subirse a un caballo. De otro lado, el director se sirve del personaje de Duncan (una suerte de alter ego) quien tiene un carácter pacifista, reconoce que tiene amigos en el norte a los que jamás atacaría, y de paso, odia la guerra porque su filosofía se resume en diez palabras: “Me gusta ver que todo crezca, no que se destruya”. Pero lo más llamativo, será la manera como las presiones de su enamorada y de las circunstancias, le irán llevando por un rumbo que jamás imaginaba.

Este choque de ideologías, aspiraciones y distintas visiones del mundo, da como resultado un filme que motiva necesarias reflexiones y que. al lado de la película de Victor Fleming -o mejor de David O’Selznick-, resulta más objetiva y cercana a la verdad histórica. De otro lado, Walter Connolly, como el amo Bedford, y Margaret Sullavan como la pasional Valette, consiguen darnos las mejores interpretaciones de un filme que, sutilmente, vuelve a decirnos que la guerra trae siempre consigo más desgracias que beneficios.

De extraña manera, cuando sale a la luz la película “Lo que el viento se llevó”, el libro de Young y el filme de Vidor, desaparecieron como por encanto (¿?)… y prácticamente, ya nadie se ocupó de ellos. Tan solo se hablaba (sin comparación alguna) de la superproducción que protagonizaran Clark Gable y Vivien Leigh, mientras que el libro de la señora Mitchell se vendía como el pan.

Pero ya usted sabe, la industria cinematográfica funciona de manera semejante a la clase política, y cuando haya que manipular la realidad o desaparecer tal o cual información, se hará hasta donde sea posible… Y si no, miren la copia de “LA ROSA DEL SUD” que circula ahora, parece rescatada de una caneca de basura. ¡Pero bien que vale la pena verla!

Título para Latinoamérica: “ROSA DE SANGRE”
Luis Guillermo Cardona
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10
20 de marzo de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Patricia es “el patito feo” de la familia Harrington. Siendo la mayor de dos hermanas, es la rechazada por mamá, la burlada por Grace su linda hermanita, y la ignorada por cada hombre que conoce porque, hasta ahora, ninguno se ha dado cuenta que ella tiene su personalidad y que es, además, bastante especial. El único que alienta la autoestima de Pat es papá, quien la ama incondicionalmente, la encuentra realmente linda, y está dispuesto a apoyarla cuando siente que se ha puesto en su contra el resto de la familia. Esto alienta a la muchacha, quien, entre tanto, se derrite por Tony Anderson el pretendiente que ahora tiene su hermana Grace, aunque él ni siquiera la determina.

Con este paisaje, bastante común en nuestra desdeñosa sociedad, comienza una de las mejores comedias que se hayan realizado en el Hollywood de los años 1920 ¡plena Edad de oro! sin hacer parte de los grandes comediantes de la época (Lloyd, Keaton, Chaplin…) y con una chica como protagonista, Marion Davies, que parecía solo encumbrada por el poder del imperio periodístico de William Randolph Hearst, pero que, en realidad, tenía mucho, pero mucho talento.

En, “LA QUE PAGA EL PATO”, la Davies es una comediante perfecta: Con un gran histrionismo, polifacética, gran imitadora, ágil y de recursivos movimientos, y con un encanto que te hace quererla y valorarla como se merece.

Extrañamente, obtuvo más éxito su segunda película junto al director King Vidor (“Show people”), pero yo creo que ésta es más redonda, mejor actuada por todos sus protagonistas… y con un guión (escrito por Agnes Christine Johnston basada en la obra de Barry Connors) absolutamente redondo, donde se recrea con eficacia una problemática social que afecta a muchísimas personas, especialmente mujeres, y con unas situaciones tan divertidas que hacen que las carcajadas estén aseguradas.

Acompañan a Marion Davies, nada menos que la peso pesado Marie Dressler (quien dos años después ganaría el Oscar por “Min and Bill”), haciendo de la madre excluyente que lo quiere todo para su pequeña. Dell Henderson (asociado por muchos años como actor y director de la compañía Sennett), es aquí el dulce padre que necesita encontrar el día en que se amarre los pantalones, porque la carreta la vienen arrastrando, a su pleno capricho, su mujer y su consentida Grace. Y Lawrence Gray, resulta inolvidable como el seductor y travieso camarero, logrando en la escena del restaurante uno de los momentos más jocosos de la película.

“LA QUE PAGA EL PATO” ratifica lo bien que King Vidor conseguía acomodarse a los diferentes géneros cinematográficos, logrando de tanto en tanto, obras con aroma a eternidad como esta magnífica comedia. Y Marion Davies, una mujer inteligente y emprendedora, se merece con esta actuación el calificativo de excelente comediante.

¡Ah! Y si deseas saber cómo enamorar al hombre que te tiene fascinada, Tony y Pat compartirán generosamente sus lecciones.
Luis Guillermo Cardona
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