No se trata de una serie que por su guión sea atrapante, y ni siquiera demasiado atrayente, porque no lo es. Mucho menos, verosímil; pero tiene ese algo que hace que mires capítulo tras capítulo sintiendo que te está entreteniendo y divirtiendo.
Tal vez no produzca muchas risas, pero sí sonrisas permanentes y buenos momentos de interesantes diálogos, monólogos y hasta un poco de buena música. Bueno, también hay algunos momentos un poco aburridos.
El personaje principal está muy bien, pero hay algunos otros que tienen una actuación excelente y momentos hilarantes; en especial, Marin Hinkle en el papel de la madre judía y Kevin Pollak como suegro.
La producción, dirección y fotografía son de un nivel superior; la ambientación de los años 50/60 está muy bien lograda, a veces, exagerada, sobre todo en la ropa de la protagonista (posiblemente sea deliberado) y con algún que otro anacronismo que no le quitan valor a la puesta en escena total.
Conclusión: la ambientación y las actuaciones son el gran atractivo. Merece verse, y disfrutarse.

Nada de lo que le ocurre a la "chica salvaje" es verosímil: ni la manera en que llegó a su obligada soledad ni las formas poco explicadas por las que logró ser simultáneamente una "salvaje" bien alimentada, higiénica, saludable y educada; como tampoco sus ingresos pecuniarios ni el mantenimiento de su hogar.
Ya con eso bastaría para calificar muy bajo a esta película, pero empeora cuando sobrevienen las distintas situaciones que le toca vivir a la protagonista, elaboradas con una mezcla de simplismo y melodrama que la hacen todavía menos creíble.
No faltan golpes bajos emocionales, clisés ni estereotipos, un final anunciado y pocas actuaciones convincentes.

Absurda por donde se la mire. Un sinsentido hecho film.
Como comenzó relativamente bien, la seguí hasta el final, aunque por la mitad ya me estaba dando cuenta de que semejante pavada no tenía ninguna alternativa de mejorar.
Una mezcla de personajes de comics, frikis, situaciones tontísimas, chistes obvios, algunas actuaciones patéticas y, dentro de lo que pretende tener un aire de comedia, también... drama (?). Ah, claro, además un romance.
No puedo entender como Antonio Resines y Ernesto Alterio se han prestado a formar parte de semejante esperpento.

Es una película sin alma. Dos desangelados protagonistas van a Groenlandia por unos días y no pasa nada. No hay historia, ni anécdotas que valgan la pena, ni aprendizajes. No hay empatías notables. Nada, solo nieve y hielo. Con nada fueron, con nada regresaron a París.

Una serie que comienza muy bien, generando auténtico interés al menos durante los dos capítulos iniciales.
Un inicio que se desarrolla dentro de ciertos carriles racionales que pronto irán cambiando a medida en que se van sugiriendo y sumando actitudes videnciales en ciertos personajes o acontecimientos sobrenaturales que no tendrán explicación sino hasta el último capítulo.
Por lo tanto, el interés inicial se va transformando en ansiedad por saber de qué va (o fue) toda la serie.
Eso hace que la fidelidad del espectador frente a la pantalla esté garantizada por conocer el final, aunque por momentos le vaya ganando el tedio.
Cuando al fin llega al desenlace, se encuentra uno con la parte menos elaborada, pues las largas explicaciones de cada una de las intrigas acumuladas durante las cinco horas previas simplemente surgen de la boca de uno de los personajes a modo de narrativa, de la misma manera en que podría haberlo hecho un guionista mirando a la cámara con el libro en la mano.
Seguramente, a muchos espectadores le satisfará esta especie de Black Mirror de larga duración (6 horas es un suplicio) y a otros, como yo, no tanto.