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España España · Madrid
Críticas de keizz
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Críticas 241
Críticas ordenadas por utilidad
8
14 de diciembre de 2017
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Destinos”, dirigida por Stephan Komandarev e interpretada por Ivan Barnev, Georgi Kadurin, Borislava Stratieva, Anna Komandareva y Vassil Vassilev entre otros, nos retrata la dramática situación de Bulgaria a través de pequeñas historias que suceden en los taxis en una noche en Sofia. Magníficamente rodada y con vocación de documental, la película con sus tremendas historias cotidianas embriagan al espectador, que se queda con ganas de más historias y de saber qué pasa al final con cada pasajero y cada taxista.

No he estado en Bulgaria, pero después de ver esta película, es casi como si hubiera estado. El retrato que hace Komandarev es definitivo. “En Bulgaria solo existen los optimistas, puesto que los pesimistas y los realistas emigran”, dice uno de los protagonistas. La desigualdad, la corrupción, el pesimismo y la pobreza ahogan a una población que no ve salida a su situación.

Es inevitable evocar películas como la iranesa “Taxi”, de Panahi, o la inolvidable “Night on Earth”, de Jarmusch, que son otras películas que se desarrollaban en taxis. Pero ésta no se parece a ninguna de aquellas, salvo en el hecho de que se trate de historias que suceden en los taxis. No tienes en ningún momento la sensación de estar viendo algo que ya has visto antes. Es una película distinta, y lo que cuenta no tiene nada que ver con aquellas que mencioné antes.

El gancho que atrapa al espectador es la veracidad que desprende la película. No parece una película que haya requerido montaje, es como si todo se hubiera rodado en una sola toma, lo que hace que el público se implique inevitablemente con lo que ve, es como si nosotros también viajáramos en el taxi y viviéramos la historia.

En la película se da a entender que uno se hace taxista como último recurso. Ninguno de los taxistas ha llegado a serlo por elección, sino por que ha termiando conduciendo un taxi por las circunstancias de la vida o problemas de su pasado. Hay incluso un cura conduciendo un taxi. En apenas un par de frases, el espectador se entera del motivo que ha llevado a cada taxista a ejercer ese oficio. Aunque se supone que los pasajeros son los de las historias importantes, son los taxistas los personajes más interesantes de la película, a mi juicio.

Por los asientos de esos vehículos amarillos que recorren nocturnamente las calles de Sofia pasan borrachos, jóvenes violentos, putas, mentirosos, pusilánimes y hasta algún profesor desesperado que quiere suicidarse (“Hablo siete idiomas, soy doctor en filosofía, y sin embargo gano 600 levs al mes y mis alumnos se ríen de mi”). Los diferentes perfiles que tienen los clientes y los taxistas dotan a la película de la diversidad necesaria para que el espectador esté siempre interesado en lo que ve, a pesar de que todos los personajes están cubiertos por el mismo velo de precariedad social.

Lo mejor de la película es el guión, excelentemente estructurado y capaz de hacer que todas las historias tengan interés (cosa muy difícil de conseguir cuando hay tantas pequeñas tramas) y estén bien conectadas las unas con las otras. También me gustó mucho la atmósfera que crea el director, esa noche en Sofia visualmente demoledora, la potencia de sus imágenes y los pequeños pero efectivos toques de humor entre tanta miseria humana.

En cuanto a lo menos bueno, poco puedo decir. Quizá la historia del reencuentro con el pasajero que recoje en el aeropuerto me resultó poco creíble tanto en su planteamiento como en su desarrollo. Pero no desmerece en absoluto en el resultado final de un film que para mí es una de las mejore películas europeas del año.

Y es que si la película te atrapa por completo y la ves con interés creciente, si cuando termina te quedas con ganas de más… no puedes hacer otra cosa que alegrarte de que en medio de tanta tristeza que vive Bulgaria, al menos haya un motivo de alegría. Y me congratulo de que se haya hecho precisamente allí una película con esa elocuencia narrativa, que haya sido capaz de mostrarnos el paisaje social de todo un pueblo y transmitir la problemática de todo un país desde un punto de vista tan limitado como lo es el cubículo de un taxi.

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keizz
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8
21 de enero de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una diligencia avanza por la nieve. En ella van el cazarrecompensas John Ruth (Kurt Russell) y su prisionera Daisy Domergue (Jennifer Jason Leigh). Por el camino se encuentran con el mayor Marquis Warren (Samuel L. Jackson), un antiguo soldado convertido en cazarrecompensas que se dirige a Red Rock a entregar tres convictos para cobrar la recompensa. Poco después, se une a ellos Chris Mannix (Walton Goggins), quien afirma ser el nuevo sheriff de Red Rock.

Debido a la tormenta de nieve, la diligencia decide parar en un refugio llamado “La mercería de Minnie”, donde en lugar de su dueña hay cuatro desconocidos: Bob (Demian Bichir) que se ocupa del negocio en ausencia de Minnie, Oswaldo Mobray (Tim Roth), que es el verdugo de Red Rock, un vaquero llamado Joe Gage (Michael Madsen) y el general confederado Sandord Smithers (Bruce Dern). Los ocho viajeros quedan encerrados en la cabaña y poco a poco van descubriendo que no todos son lo que parecen ser.

Podría decir simplemente que “Los odiosos ocho es la nueva película de Tarantino”, y sería suficiente para que los lectores entiendan cómo es la película. Es sencillamente una película de Tarantino, y con eso está dicho todo. Pero como esto quedaría un poco soso, vamos a ampliarlo un poco, no porque haga falta, sino porque quede más aparente.

Pues eso, lo que todo el mundo espera de una película de Tarantino: personajes casi de comic, sangre, excelentes diálogos, humor negro, un magnífico reparto, violencia cuando menos te lo esperas, música inolvidable y un guión espectacular. Si vas a ver una película de Tarantino, sabes que todas esas cosas están aseguradas. Y en “Los odiosos ocho”, también. Todo eso está en la película. ¿Hace falta algo más para disfrutar en una sala de cine?

La película está disfrazada de western, pero no lo es. Simplemente toma los personajes de un western para ponerlos en una situación concreta, pero no es un western. Podría ser una novela de Agatha Christie o una obra de Shakespeare. Tarantino encierra a ocho pintorescos personajes en una cabaña y a partir de ahí comienza a desenredar una madeja argumental que hace que el interés del espectador vaya creciendo a medida que avanza el film.

No soy objetivo. Adoro a Tarantino. Me gusta todo lo que hace, y disfruto con cada minuto de cualquier película suya. Por lo tanto, probablemente caeré en el exceso al elogiar la película. Como el propio Quentin cae en el exceso en todos sus films. En éste en particular, hay excesos por todas partes, todo es exceso en “Los odiosos ocho”, pero para mí lo único odioso de la película es el título. El resto es puro Tarantino, puro exceso, puro disfrute, una orgía de cine tarantiniano de tres horas.

No hay en esta película los altibajos que había en “Malditos bastardos” o en “Django desencadenado”, aquí la película va siempre hacia arriba (con algún momento menos interesante en el tramo central), con un montaje perfecto y unas interpretaciones a la altura de lo esperado de un elenco tan selecto como el que interviene en este film.

Uno de los puntos más fuertes de la película es la música que corre a cargo del maestro Ennio Morricone. Es una de las cosas que más huella te deja y que más gozas desde la primera nota que suena al empezar la película. En cambio, a diferencia de otras películas, en ésta no hay muchas canciones. Una de White Stripes al principio, y otra de Roy Orbison al final. No se si hay alguna más en toda la película. En cuanto a la fotografía, una locura, un espectáculo, no se puede hacer mejor.

Las interpretaciones rayan a gran altura. Por encima de todos brilla con luz propia Samuel L. Jackson, un actor al que Tarantino siempre le saca lo mejor de sí mismo. El monólogo que hace ante el General hablando de lo que le sucedió con su hijo pasará a la historia . La medalla de plata sería para Jennifer Jason Leigh, y luego vienen todos los demás, entre los que se encuentran actores a los que adoro como Michael Madsen y Bruce Dern. También quiero mencionar a Walton Goggins, un actor que me cautivó en la serie “Justified” y que aquí demuestra que está para empresas mayores. Lo que menos me gustó es ver a Tim Roth haciendo de Christoph Waltz.

Como de costumbre, Tarantino no hace que te cuestiones nada, ni busca llegar al fondo de tu alma. En esta película toca temas como el racismo, con toda naturalidad, sin que te plantees nada al respecto. El humor lo solapa todo, y lo mismo te ríes con una escena racista como cuando le pegan un puñetazo a una mujer. Para Tarantino no es difícil conseguir que te hagan gracia cosas que, hechas por otro, no la tendrían.

A mi juicio, como ya me pasó otras veces con él, a la película le sobra media hora. Pero aún así, pocas veces tres horas pasan tan rápido. No es una obra maestra, ni su mejor película, pero “Los odiosos ocho” es magnífica. Tarantino es un director singular, con un estilo único, pero especialmente su capacidad para dirigir actores y para crear excelentes guiones parece ilimitada.

Lo bien que me lo pasé no lo puedo transmitir aquí por mucho que escriba. Como máximo, podré acercarme a ello diciendo simplemente que fui a ver la última de Tarantino. Más explícito no puedo ser.

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keizz
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6
15 de octubre de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Liokha (Aleksey Tryapitsyn) es el cartero de un pueblo en el lago Kenozero, al norte de Rusia. Todos los vecinos se conocen, y Liokha es el encargado de llevar a todas las casas tanto el correo como el dinero de las pensiones, y los productos que necesitan los vecinos, mediante su barca motora. Liokha vive solo, y está enamorado de Irina, una mujer divorciada que tiene un hijo llamado Timur, con quienes Liokha intenta pasar el mayor tiempo posible.

El veterano Andrey Konchalovsky dirige esta desconcertante película costumbrista en la que retrata la vida de un pequeño pueblo en las orillas del lago Kenozero. Por momentos parece un documental, ya que no hay realmente una historia como tal, sino más bien un retrato de la cotidianeidad de los vecinos de la zona.

Tal vez se podría decir que Konchalovsky indaga en la soledad y las relaciones humanas en el entorno rural, pero a mi no me lo pareció. El personaje del cartero, magníficamente interpretado por Aleksey Tryapitsyn, está muy bien logrado pero sin llegar nunca a calar dentro del espectador, por lo que esa presunta mirada hacia los sentimientos del hombre solitario y sus relaciones sociales no llega a fructificar demasiado.

Lo que sí consigue Konchalovsky y, sobre todo Tryapitsyn, es que se nos haga entrañable el personaje del cartero. Es él, con su barca motora, quien mantiene el contacto de los aldeanos con la civilización. No sólo les lleva el correo, también los sobres con el dinero de las pensiones, les hace recados, se sienta a charlar con ellos, y también lucha contra sí mismo para no recaer en el viejo vicio de beber vodka, que casi le mata un par de años atrás.

La película posee un permanente poso de humor que se agradece, y que hace que se vea con más interés. Gracias a ese humor contenido, tan eslavo, y a la humanidad del cartero, poco a poco nos va ganando, y la película termina dejando buenas sensaciones, a pesar de la parquedad de su trama.

Porque de no ser así, el film sería tremendamente deprimente. Un pueblo de viejos, donde ya no quedan apenas jóvenes, donde ya no hay colegio, en el que los vecinos se asean apenas con una palangana, que viven de lo que les da el bosque y el lago. Un lago en el que no pueden pescar con red, y en cuyos alrededores hay una base militar que está costruyendo un cohete espacial.

Lyokha trata de ayudar a todos. Está pendiente de uno a quien llaman “El bollo”, que siempre está borracho y se gasta toda la pensión en vodka, da conversación a los viejos que pasan las horas en soledad, aún estando acompañados, intenta hacer el papel de padre o tio de Timur, el hijo de la mujer de la que está enamorado, Irina, de quien interpreta equivocadamente cada palabra y cada gesto. El soñando con su amor, y ella soñando con irse a la ciudad. Imposible conciliar ambos sueños.

Hay que decir que Konchalovsky no utiliza actores profesionales. Son los propios habitantes del pueblo quienes se interpretan a sí mismos y nos permiten adentrarnos en sus poco envidiadas vidas. Y así, de un modo pausado, y con la presencia deslumbrante de la naturaleza, asistimos al devenir cotidiano de una gente que vive con las costumbres de hace décadas. Arrugas, soledad y derrota, en un entorno de increíble belleza.

Es una película puramente contemplativa, de estética cuidada y hecha con más ternura de la que llega a transmitir. El personaje del cartero, el humor soterrado y los magníficos paisajes no son suficientes para que la película coja vuelo. A mi me gustó, la disfruté mientras la vi, pero no me dejó un gran poso. No hay crítica social ni un gran estudio del alma humana, y la mezcla de documental y ficción no llega a funcionar del todo, a mi juicio.

Y es una pena, porque “El cartero de las noches blancas” cae bien. Ese submundo de personas derrotadas, para quienes la vida es simplemente un conjunto de días que pasan, uno detrás de otro, con monotonía y sin ilusión, merecía algo más de garra. Y ese cartero tan torpe como bienintencionado, capaz de vencer al vodka pero incapaz de enamorar a una mujer, tendría que habernos llegado más adentro.
keizz
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8
12 de marzo de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lucas vive en un pueblo danés. Se divorcia y trata de estrechar su relación con su hijo. Consigue un trabajo en la guardería del pueblo y está tratando de encauzar su nueva vida. Todo parece empezar a funcionar pero un día todo cambia. Una de las niñas lanza una mentira caprichosa, que se propaga poco a poco por todo el pueblo y que convierte a Lucas en culpable, a los ojos de sus vecinos, de uno de los más repugnantes actos que se pueden cometer.

Lo primero que hay que decir es que esta película no tiene nada que ver con “Celebración” ni mucho menos con el movimiento dogma, totalmente extinguido creo (afortunadamente, para mi gusto). Lo segundo, que me ha parecido una gran película, no me ha defraudado ni un ápice, y me ha reafirmado en la idea de que Vinterberg, cuando se pone detrás de una cámara, es capaz de hacer maravillas.

Desde el principio el argumento está claro. La película no es tramposa ni juega al suspense de si será verdad o mentira lo que dice la niña. En todo momento sabemos que la niña miente, y que Lucas es acusado equivocadamente, que es injustamente tratado por sus vecinos y amigos. Esto hace que pierda un poco el interés que podría haber tenido si no tuvieramos claro si la acusación es falsa o no, pero por otra parte, el hecho de que tengamos la certeza desde el principio de la injusticia de la acusación nos hace posicionarnos y empatizar completamente con Lucas y su desesperada lucha por recuperar su dignidad y por demostrar su inocencia ante la caza de brujas que se produce contra él en el pueblo.

Para ello, no es solo apreciable el fantástico trabajo de dirección, sino también imprescindible la loable interpretación del protagonista de la película, Mads Mikkelsen, que está sensacional. Si en “Un asunto real” dije que el trabajo de MIkkelsen era pobre y que sus compañeros de reparto mostraron un nivel superior, en esta película he de decir que lo borda y que hace un trabajo inolvidable.

A pesar de que no haya suspense sobre la culpabilidad del acusado, la película tiene una gran tensión, y mantiene al espectador atrapado completamente hasta el final, logrando transmitir emociones continuamente. Viendo la película sientes rabia, ira, ternura, impotencia, frustración… sentimientos entremezclados que te mantienen en vilo continuamente y que hace que vivas la historia, que la vivas de verdad, como pasa con las buenas películas.

Y si resalto el trabajo de Mikkelsen, he de decir que también es sorprendente la actuación de la niña. Me parece increíble que una niña tan pequeña pueda hacer una interpretación tan sutil, tan conmovedora. Está impecable y me parece un acierto definitivo.

La brillante actuación de la niña (Annika Wedderkopp se llama la criatura) consigue que, pese a que todos sabemos que el profesor es inocente, también seamos capaces de comprender las razones de odio de todo el pueblo contra él. No es de aquellas películas en las que muchos malos quieren hacer daño a uno bueno. No, aquí entendemos también a los “malos”. ¿Quien no sería capaz de creer a la niña, de la forma en que lo cuenta y con la cara que pone? Imposible. Comprendemos perfectamente a las dos partes, y eso es una de las cosas grandes que tiene esta película. Toma distancia y nos permite ver las cosas desde el punto de vista de todos, aunque, obviamente, es indudable que terminamos tomando partido por el injustamente acusado profesor, pero no llegamos a sentir verdaderamente cosas malas contra los que le acusan, porque los comprendemos. Incluso a la niña, la causante de todo el desaguisado, tampoco la culpamos con severidad. Hace una chiquillada, por despecho. No calcula las consecuencias. Es muy pequeña para eso, y demasiado angelical como para querer hacer daño.

El infierno en que se convierte la vida de Lucas nos desazona. Yo no se si lo soportaría. El lo soporta en un ejercicio de estoicismo y dignidad conmovedor. Vinterberg narra con precisión, con el tempo exacto, y vemos paulatinamente el efecto que va ocasionando en Lucas la hostilidad de sus amigos de toda la vida, del pueblo en que se crió, las dudas que termina despertando incluso en su novia, y el efecto que va produciendo en él, que pese a todo no se rinde. El mal rollo se va apoderando de nosotros y lo pasamos realmente mal, que en términos de espectador de cine, es pasarlo bien. Al cine vamos a sentir cosas, y a fe que en esta película sentimos.

Como detalles negativos (pequeños, eso sí) que evitan que la película sea perfecta, veo que la relación del padre con el hijo está un poco forzada y yo creo que por ahí falla un poco. Y además, el final lo encuentro gratuitamente desconcertante. ¿Se trata de dejar claro que la duda siempre estará ahí? Yo creo que no valía la pena. En cualquier caso, estamos ante un peliculón.

http://keizzine.wordpress.com/
keizz
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7
12 de marzo de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es nada nuevo tampoco, hay muchas películas donde se muestra un amor que nace, crece, se va pudriendo, y muere. Conozco muchas. Pero aún son muy minoritarias, y no hay muchas que funcionen bien. Esta lo hace.

“Blue Valentine” es la historia de una pareja que conviven durante seis años, a lo largo de los cuales la relación se ha ido deteriorando. Para intentar dar un impulso a la misma, él le propone a ella irse a pasar una noche a un motel temático, y elige la “habitación del futuro”. La cosa no resulta muy bien, y la película nos va mostrando a través de flashbacks la historia de la pareja, como se conocieron y como se enamoraron, haciendo un terrible contrapunto entre la situación actual y la que vivían en los días de vino y rosas.

Se nota que hay buena química entre Ryan Gosling y Michelle Williams, que son los actores que interpretan los principales personajes. Esto es imprescindible para que una historia de este tipo llegue al espectador. Si no hay química, no transmite. Ryan Gosling ya me había gustado en “Los idus de marzo” y “Drive”, y aquí confirma mis buenas expectativas sobre él.

He de decir que esta película es más para hombres que para mujeres, porque es ella quien queda mal. El la ama, desde el principio hasta el final, y lucha por ella desde que la conoce hasta el último momento, cuando ella se lo quiere quitar de encima como sea. Siempre lucha por ella. Es transparente, cariñoso, conciliador. Es sensible. Es todo eso que las mujeres dicen que les gusta de los hombres, y que algunos se lo creen.

Ella, por el contrario, es oscura, nunca da la sensación de estar enamorada, ni de éste ni de su novio anterior. Nunca se sabe muy bien lo que quiere. Sencillamente, se queda embarazada, le da miedo abortar, y se aprovecha del tonto que está loco por ella para tener a su hija con un padre. Pero nunca da sensación de quererle, de quererle de verdad, ni siquiera al principio. Esto es una cosa que no me convence en la película. El misterio sobre ella. Por qué ella es así, por qué actúa así, por qué esconde siempre los sentimientos. Es un personaje a medio acabar.

Claro, a uno le llega el dolor de él, su determinación, su afán por reconquistar aquello que, probablemente, nunca llegó a conquistar del todo. Uno no puede evitar sentir empatía ante esa actitud ciega de buscarla en esa claustrofóbica habitación de hotel. Uno no puede evitar sentir el drama de la desesperación del protagonista al verse despreciado por ella, que a su vez también sufre por tenerlo cerca. Ella transmite el asco que le produce cada vez que la toca o que la besa, solo quiere que pase pronto la noche y largarse de allí, y a él le sangra el corazón con cada desprecio, con cada mirada reprobatoria, el dolor traspasa la pantalla. Dan ganas en entrar, cogerle por a oreja y sacarle de allí, darle dos guantazos y hacerle ver la realidad. Que despierte del sueño, que la vea como en realidad es y no como él la ve.

Por otra parte, uno también la entiende a ella. No le quiere, nunca le quiso. Lo intentó, pero esas cosas no se pueden forzar. Y ahora no sabe como salir. El es bueno, muy bueno, con ella y con su hija. Pero debe ser muy estresante tener siempre a tu lado a alguien a quien no quieres, y que siempre está intentando amarte. Recibir amor de alguien no querido no es agradable, dan ganas de huir. Es mucho mejor ser valiente y afrontar la realidad, que es lo que hace ella cuando se ve acorralada.

Película honesta, realista, poco grata. Incluso diría que puede ser deprimente. Pero a la vez disfrutable.
keizz
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