Por lejos la mejor de todas las películas cuyos directores han intentado emular a Hitch. En esta ocasión su propio actor fetiche y una bellísima Audrey Hepburn hacen las delicias del público dando vida a esos personajes pergeniados por un guión sin tachas. Suspenso, humor y romance combinados en la medida justa para un film que a pesar de tener más de cincuenta años no ha perdido frescura. El gran Alfred puede quedarse tranquilo.

Nunca un título hizo tanto honor a su nombre como en este caso. Pésima, incongruente, bizarra, una verdadera porquería. Como que el director la hizo para entenderla sólo él y nadie más que él. La historia prometedora al principio, se termina desdibujando a medida que transcurre el metraje y se convierte en un pastiche sin pie ni cabeza. Sobre las actuaciones ni hablar, un auténtico fiasco. Si este film fuera estadounidense arrasaría con todos los premios Razzie habidos y por haber. Creo que con solo decir eso, he dicho bastante. Quien avisa, no traiciona...

Descontando que visualmente es espectacular, esta película me dejó la sensación que Don James no estaba muy inspirado en cuanto a guion se refiere, puesto que en esta oportunidad tuve la plena sensación que hizo copie y pegue de lugares comunes y uso y abuso de una filosofía new age que si bien es entendible, a los efectos no aporta gran cosa. Hasta me pareció en un instante que había echado mano al guion de Titanic, por la similitud de ciertos pasajes.

Lo único concreto es que se viene una tercera parte, a juzgar por el desenlace y no diré más. Mucho caldo y poco arroz.

Título en Uruguay: Fatherland

El solo imaginar que Alemania ganó la Segunda Guerra y se ha convertido en la dueña del mundo, da escalofrío. Detrás de toda esa parafernalia de orden y mega construcciones, algo huele mal en todo ese idílico orden. De eso se trata ese film, de sacar trapitos al sol, y volver las cosas tal como las conocemos, aunque fuese dos décadas después. Inquietante thriller, que podría haber dado más jugo, pero es suficiente para sentir, repito, escalofríos de tan sólo pensar: Que hubiera ocurrido, cómo viviríamos si Alemania hubiese salido victoriosa.

Esta vez a Joe Eszterhas no le salió bien la jugada, repetir más o menos la fórmula de Bajos Instintos era una empresa arriesgada. El resultado: paupérrimo.
Sharon esta vez es una mujercita en el apogeo de sus hormonas, pero está sola, tiene urgencias sexuales que autosatisface durante el baño de inmersión, se encuentra después con el fisgón ultraprofesional del edificio y se le calma la urgencia, ahí ella hace lo que sabe, mostrarse en cueritos y pasarlo fenomenal con el bobeta de William Baldwin que después de este engendro no se que fue de su vida fílmica. En el medio, las amiguitas histéricas de siempre y un malo de pacotilla que debido a su escasez de dotes físicas para el sexo le da por matar féminas en el edificio. Un final de no creerse, malo, apuradísimo, trunco, algo así como un "filmus interruptus". Mala, malísima, pésima, una de las peores películas de los 90's.
Acá en Uruguay, pudimos acceder a ella gracias a la propaganda de su banda sonora con su bellísima versión del clásico de Elvis Presley: I can't help falling in love a cargo de UB40. Quien avisa no traiciona.