En Colombia, gran parte de la clase obrera vive en infraviviendas y lo normal es que no podían hacer nada para mejorar su situación. Se respira pobreza, pero el buen clima empuja a la vida alegre, que consiste en pasatiempos que son un parche a la realidad y ofrecen una evasión rápida y momentánea (las drogas blandas; las duras están relacionadas directamente con la delincuencia, los locales con música y el sexo), prácticamente no hay nada más que hacer.

El dinero fácil, la única manera de despegar (lavando platos uno no va a salir de la covacha en la que vive en la vida, los sueldos son precarios para todo el mundo) para las mujeres es la prostitución (las hay de todas las edades) y para los hombres, pasar a ser asesinos a sueldo desde la adolescencia. Los pandilleros los enganchan a la droga y luego si valen para matar son utilizados como carne de cañón, les proporcionan grandes cantidades de dinero que en su mayoría derrocharán, harán un par de 'trabajos', y después serán eliminados por orden de sus propios pagadores. Así no hay cabos sueltos y el dinero que se les ha dado a esos chicos imagino que no será nada en comparación del que se embolsarán ellos por la muerte de las personas a las que les encargaron asesinar. En el adiestramiento al que les someten (una especie de corta estancia militar), se incide en la rabia de esos jóvenes como su valor principal, es lo que a estos capos les interesa explotar, un menor maleable y resentido con su realidad es lo que buscan, alguien a quien no le tiemble el pulso al matar, esa es la materia prima que tan valiosa les resulta. Todos salen mentalizados con que por un puñado de billetes matarán a quien sea. Paradójicamente, la vida de estos chicos no vale nada, y a los que no han sido seleccionados para 'hacer algún trabajo', se les ejecuta sin el mínimo miramiento, es una tarea que vemos que está llevada a cabo casi con hastío, con una indiferencia absoluta, es rutina aburrida, una actitud que solo puede ser equiparada al cinismo del patrón que cinco minutos antes les daba palmadas en la espalda, alentándolos con calurosos términos y animadas exhortaciones.

A veces estos chicos acaban en la cárcel, un lugar peor que el infierno, del que la gente sale muy traumatizada y más cabreada y rabiosa todavía, un lugar en el que los asesinatos y las violaciones se suceden con total impunidad, algo que les causa regocijo a los propios guardias y dirigentes, como cuando vemos que violan al chico protagonista, pasa un guardia enfrente de la celda, se sonríe y sigue su camino como si nada (Nah, como se lo pasan los chavales, debió de pensar, al estilo del detective Torrente cuando apatrullaba la ciudad ciego de whisky y veía las tropelías que se producían por todos los lados) o cuando, el alcaide anuncia al protagonista que lo van a soltar (él venía de haber asestado varias cuchilladas a su agresor), y cuando este se dispone a salir por la puerta, le dice, riéndose, que se limpie los zapatos, que dejaban huellas de sangre.

Lo que me falla de la película (igual seré yo, que no estaré al tanto del valor que tenían los billetes en ese lugar en la época) es que me pierdo un poco con las cantidades y el dinero. Un dinero que es una pequeña fortuna, les dura a estos críos dos días. Te dicen que se compran unas zapatillas, cuatro cosas más, y que salen una noche. Cuando están con prostitutas de club, dan un fajo de billetes. ¿Qué necesidad hay, si son pobres? Me choca un poco. Pero luego te dan a entender que un billete ya de por sí tiene valor, pues vale para sobornar al dependiente de un hotel. Ese tipo de pequeños de detalles tumban la credibilidad de todo el cotarro, porque ya no te crees que sufren o lo pasan mal, los guionistas y el director que estar más pendientes. Que sí, que lo importante que quieren que entendamos es que los van a matar igual, pero...

Me llama la atención de como la madre termina perdonando los actos del hijo. Al principio rechaza la vajilla y las cuatro mierdas que este le compró, esos pequeños detalles los rompe en su cara, los rechaza, pero cuando pasado un tiempo vuelve a casa con una bolsa de dinero ya cambia de actitud: "Si alguien te tiene que juzgar, que lo haga Dios", termina diciéndose. Y vuelve a casa con ocho millones de pesos, ya (supongo que eso) sí que será una cantidad considerable, -les pagaban por adelantado-, ¿y solo alcanza para comprar esa casa tan vieja y sin amueblar?

La factura es bastante aceptable, en algunos momentos no puede evitar apegarse a los tics propios de una telenovela, y la narración no deja de ser un tanto limitada por esquemática, con el aséptico y calculado rigor de un folleto informativo, pero mantiene un agradecido tono de realismo crudo, con abundantes escenas de desnudos y de violencia.

La he revisado cuatro años después y lo único que tiene esta película que poder celebrar incondicionalmente es la deliciosa actuación de Damián Alcázar, que de un instante a otro muta su personalidad, pasando de ser un hombre tímido y hasta entrañable a tener de un momento a otro ademanes de inquietante psicópata. Vemos que el descenso a la locura va siendo gradual. Presenta rasgos de un Trastorno Obsesivo Compulsivo de la Personalidad, que se caracteriza por experimentar pensamientos repetidos e invasivos, que suponen una calidad de vida cada vez más limitada, así como del Trastorno de Estrés Postraumático. A lo cual creo que habría que añadir su rigidez mental (ideas fijas preconcebidas) su cualidad de impotente como generador principal del fracasos sentimentales que apuntan los compañeros, característica sobre la que se incide sutilmente al ver como trata de entablar contacto con sexo femenino pero luego, como acto inconsciente de supervivencia -para así no sufrir la humillación- vemos que las espanta (la comida con la mujer de la biblioteca), que sale corriendo del prostíbulo (el lógico pavor a la intimidad sexual) o eyacula cuando apuñala en repetidas ocasiones a la alumna suya que le atraía (lo que creo que ya disipa todo atisbo de duda).

A la película se la quiere dar un tono introspectivo y hasta incluso romántico, apuntando a la dualidad que reside en el hombre, que si el bien y el mal habita en todos y hay una lucha constante... en detrimento de una interpretación más mundana y realista, que es que un hombre con problemas psiquiátricos que vive con una madre tóxica, entra en contacto con Mr. Jekyll y Dr. Hyde (está de pasada en la obra pero se rumorea que en la vida real el asesino estaba escribiendo un ensayo sobre ese libro) y primero acomete puntuales insurrecciones de rabia, así como sofisticadas declaraciones de odio que le atribuyo a personas trastornadas y esquizofrénicas, alguien 'normal' no va a comportarse de esa manera; colapsa del todo y comete una matanza en un lugar público. Uno puede ser una persona mejor o peor, más desagradable, cínica o narcisista, una con la que el trato en las distancias cortas resulte desagradable... Pero para hacer algo así, no basta 'haber sucumbido al mal que uno pueda llevar dentro', sino que hay que estar realmente mal de la cabeza.

Las otras dos historias; del sacerdote que cuelga el hábito para entregarse a la vida carnal, o la ladrona que ejercía de cebo, drogando a hombres para que sus compinches luego les robaran, que tras sufrir un abuso accidental regresa a una existencia precaria, como la que mantenía previamente, son inventadas y diría que están de relleno. El aire es prácticamente el de un telefilme (como la mayoría de las películas de historias cruzadas), es todo fortuito, melodramático y retorcido: uno puede contar una historia rebuscada y obtener el aplauso, que realmente sea y te parezca una buena película, pero tres ya...

Una espeluznante actuación de Damián Alcázar, un actor muy apuesto y con facilidad de cambiar de registro (la brutal 'Narco: el infierno', el melodrama de Gracia Querejeta 'Hector', la corrosiva 'La ley de Herodes' dan muestras de ello), destaco su frialdad, muy creíble, en una película que había sobrevalorado un poco probablemente por la potente historia protagonizada por el actor mejicano, pero que en esta ocasión encontré algo menos estimulante, con una transición de escenas algo plomosa, con otras dos historias que no dicen demasiado por su esbozo esquemático (parecía que la de la chica que engatusa a ricos podría tener potencial al tener un affaire con uno de los socios, pero enseguida se desinfla con la violación que sufre y una consiguiente e inmediata venganza, siendo ese el desabrido clímax de la dicha trama).

Me llama la atención para mal que digan que viven en un pueblo perdido de la sierra y luego cada dos por tres estén en los aledaños de la M-30. Te dicen que son pobres y que les da asco su vida y el lugar en el que viven, pero visten bien, se arreglan, salen y se ponen de farlopa todos los fines de semana...

Me interesa más la trama y el drama de los personajes 'mayores' que de los adolescentes, me parece más jugoso, pero queda relegado a un muy segundo plano.

El director resalta la pornografía emocional que reside en el filme mediante la estridencia, busca apelar a las emociones del espectador, sin ofrecer una narración de acontecimientos que permita al espectador implicarse realmente en las dificultades de los personajes, no hay un guión que aborde y profundice en el drama social, se prioriza el envoltorio, la estética, el reclamo fácil...

Se incide en exceso en la torpeza de los compinches del protagonista (un Ma Dang-seok entrañable en su papel de marido bonachón y un poco patán de dudoso pasado) y el humor es algo redundante (la ambición del prota por pegar el pelotazo en el comercio del cangrejo gigante, al igual que se abusa un poco también de otros gags), pero te mantiene atento porque combina la comedia y el thriller con bastante soltura. Los diálogos son más coloquiales, espontáneos y ocurrentes que en películas americanas de este tipo, los cuáles le adormecen a uno debido a su falta de sustancia y expresividad. Nada es especialmente creíble (un despiadado y psicópata secuestrador que rapta esposas de hombres de clase media-baja, muchos endeudados, y a continuación se reúne con ellos para entregarles una cuantiosa suma de dinero a cambio, en verdad es como si se las estuviera 'comprando'; curiosamente todos acaban sucumbiendo al dinero hasta que topa con la mujer del prota, el cual desempolva sus viejas artes de matón para tratar de recuperarla). No es como esas penosas películas americanas que se hacen como churros, que se hacen de cualquier manera para acabar rápido, está gente se lo curra para que el espectador se entretenga. Hay detalles que pueden chirriar, como la facilidad con la que roban pruebas (el dinero) de la comisaría (cosa un tanto inverosímil), pero es una secuencia lo suficientemente imaginativa como para dejarse llevar.

Me llama la atención que muestran que en esa cultura hay mucha gente que se endeuda con prestamistas ilegales para practicamente todo, para abrir un negocio, para el juego. El dinero se mueve en grandes cantidades, porque allí tener un salario normal (lo que tiene la mayoría) se asemeja con fracaso, y no hay mayor humillación que eso, mucha gente trata de ascender como sea, aunque eso implique tener que mezclarse en negocios turbios.

Al leer un poco por encima la historia de la persona en la que está basada nace ser un poco benevolente al saber que hay personas en el mundo con propósitos tan nobles y altruistas. Pero la película flojea en el ritmo, te la venden como de acción pero no lo es, se termina haciendo algo pesada.

A Butler le habrá entusiasmado la idea de encarnar a ese machote héroe americano, que tras salir de la cárcel y recriminar a su mujer haber dejado su trabajo de bailarina de striptease, se agarra un pelotazo de caballo, le sienta mal, acude a la iglesia dos días y sale reconvertido de ahí en un hombre totalmente nuevo, con unos valores e ideales de los que antaño carecía por completo.