Las vicisitudes que llevan a la señora Sheperd, Maggie Smith, a ser la vecina de Alan Bennett, Alex Jennings, forman parte de un conglomerado de suertes aderezado de demonios internos. Esta relación envuelve y enternece a partes iguales, llegando a la comprensión de lo incomprensible y la posibilidad de lo imposible. Tal vez, los encuentros interpersonales no merezcan la revisión exhaustiva a la que estamos habituados.

Una realidad asentada en los secretos cotidianos envuelven a un núcleo familiar que recibe a una nueva integrante. Los pequeños relatos diarios impulsan el hilo narrativo familiar, el individualismo se adueña de las personas y los secretos son el único nexo de unión de las mismas. Desde la monotonía y la simplicidad consigue plasmar una realidad subyacente que acabara por originar lo presumible y deseado.

Sin una postura clara a la hora del posicionamiento en la relación entre Bob y Leo, acabas por rendirte a los encantos de Bob. Ante las disposiciones de sumisión no cabe otra actitud que la capitulación, así como en la propia visualización. La entrega repetitiva de los gags de Bob (Bill Murray) acaban por desbordar la condescendencia del espectador. Aun así, somos conscientes de su presencia y sus capacidades, y ellas forman parte del empuje de la película.