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España España · Sunset Boulevard
Críticas de Cineaste
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Críticas 125
Críticas ordenadas por utilidad
6
1 de noviembre de 2017
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Muchos la consideran la obra cómica por excelencia del cine, sin tener en cuenta las vicisitudes de un humor británico encarnado por los Monty Python que no tiene por qué ser del agrado de todos. Terry Jones, en una especie de televisión llevada a la gran pantalla, nos muestra una ácida comedia con tantas luces como sombras, si bien el planteamiento satírico y absurdo paralelo a la historia de Jesucristo, termine por romper moldes y alcanzar la fama.

El principal problema de la cinta reside en que el paso del tiempo no trata muy bien la parodia cómica que aquí se realiza bajo un estilo cinematográfico escaso, pudiendo parecer con los años un montón de sketches sin sentido metidos con calzador al más puro estilo de programa especial de Nochevieja. Su humor, que cuenta con grandes admiradores a lo largo del planeta, choca con una trama transgresora que concede la nota histórica e inolvidable a la obra, tanto como cantar “Always look on the bright side of life” mientras mueres crucificado.
Cineaste
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6
30 de octubre de 2017
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Terry Gilliam, ferviente seguidor y creador de obras de ciencia ficción bajo futuros apocalípticos, revierte el sentido de las distopías cinematográficas en una película que sienta las bases de su aclamada “12 monos” (1995). El film viene marcado por la confrontación del director con la distribuidora Universal, en un choque de trenes por realizar un largometraje destinado a la crítica institucional subyacente, frente al interés comercial de la productora, más preocupada por un fuego de artificio luminoso y atrayente.

De difícil evaluación y complicada definición, Brazil se sumerge en un tono onírico contagiado de drama y comedia a partes iguales, en la que el espectador se puede sentir tan confuso como gratificado si logra dejarse llevar por el torrente de ideas e imágenes imponentes que se le muestran. En un paralelismo incorregible que camina en distintas orillas, la real e imaginaria, el despliegue de medios ornamentales resulta tan atractivo como cargante, en un film con sus propias aristas no comprendidas por todo el público en su conjunto. Su extrañeza visual pone de manifiesto, sin evitar caminos inconclusos, la crítica de los regímenes totalitarios y la senda que las democracias modernas están tomando en dicha travesía, en un final especulativo, para aquellos que tienen los pies en el suelo y para los que prefieren soñar con un mundo mejor.
Cineaste
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8
29 de octubre de 2017
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Existen muchas adaptaciones de la Guerra del Vietman por parte de grandes directores, como “Apocalypse Now” (Francis Ford Coppola, 1979) o “La chaqueta metálica” (Stanley Kubrick, 1987). Sin embargo, el estilo de Michael Cimino se acerca más a la propuesta de Oliver Stone y su trilogía sobre este conflicto bélico en: “Platoon” (1986), seguido de “Nacido el 4 de Julio” (1989) y “El cielo y la tierra” (1993), con un planteamiento quizá menos político, pero encarnando la esencia realista y humana de los acontecimientos.

La película cuenta con una excelente dirección, mostrándose un original enfoque de cámara que se atreve con travellings fotográficos por las selvas vietnamitas en un largometraje que se divide en tres partes: una primera hora previa a la guerra, donde se comienza a palpar la tensión pre-bélica en plena presentación de nuestros protagonistas haciéndonos partícipes de sus vidas y llegando a empatizar con sus inquietudes, mientras se ahogan en una ilusión abstracta de alcohol y olvido. La segunda hora, ya en suelo asiático, nos invita a sentir en carne viva los azotes de una guerra con demasiadas secuelas, brutales en el aspecto emocional para los personajes que aquí se desarrollan durante la tercera y última hora de metraje. En esta trama destaca la figura de Robert de Niro – que reconoce que está ante el mejor papel de su carrera -, y de Christopher Walken, como paradigmas de las cicatrices de una batalla que asoló a la gente corriente del mundo obrero americano en el plano occidental, marcadas por una absurda guerra que les arrebató todo por su reclutamiento e idiosincrasia.

Así pues, podemos afirmar que no estamos ante una película bélica, si no ante un film que habla de la guerra, haciendo una apología de la amistad, de la camadería que pone de manifiesto los entresijos de las relaciones humanas: sus miedos, celos, amores, odios y entrega. Finalmente, la desolación. La soledad individualizada en unas vidas ajenas a toda realidad que no son capaces de volver a sentir como antes, perdiendo el sentido de la vida.
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5
13 de octubre de 2017
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No sabemos el día que Woody Allen despertó y decidió abandonar el tono poético y artístico de sus obras, que caracterizaron la década de los 70 con producciones como: “Annie Hall” (1977) o Manhattan (1979), dando un toque argumental distintivo durante los 80, como apreciamos en: “Hanna y sus hermanas” (1986), “Cuando Harry encontró a Sally” (1989), entre otras muchas cintas que sólo parecieron recuperar parte de su esplendor cuando “Match Point” (2005) o “Blue Jasmine” (2013) en menor medida, asomaron por el nuevo siglo bajo su firma, antes de dar paso a una serie de producciones anuales rodadas en modo piloto automático con las misma decepción que si el mejor chef se pusiera a cocinarte patatas fritas cada día.

El viejo zorro que cultivó los caldos más cuidados, embasa ahora líquido en tetra brick de rápida salida al mercado ideal para el consumo low cost. De este modo, con “Scoop”, nos encontramos de nuevo ante una película que se le puede ocurrir a cualquiera pero que no cualquiera puede rodar con maestría. No cabe duda de que es un largometraje que guarda similares características con muchos otros, salvo que, bajo la batuta del maestro, logra destacar en calidad técnica, esta vez ayudado por un gran reparto – del que sigue sacando gran provecho -, donde los diálogos fluyen con rigor bajo la antigua esencia, gracias a Dios. El tono humorístico construye una cinta bastante digestiva, contando con un argumento sólido aunque falto de aristas que por momentos puede llegar a rozar por la tangente el telefilm. Por ello nos lamentamos – por mucho que comprendamos -, de la magia perdida en el contenido de sus obras, pues como dijo Robert de Niro en “Una historia del Bronx” (1993), no hay nada peor que el talento desaprovechado.
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9
11 de octubre de 2017
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Cuando Orson Welles se propuso rodar esta película, ya había revolucionado el mundo del cine a edad muy temprana, logrando tocar la cima con “Ciudadano Kane” (1941). Posteriormente, alcanzó la fama con el “Cuarto mandamiento” (1942) y asentó las bases del cine negro con la “Dama de Shangai” (1948), apreciándose un estilo mucho más maduro y desarrollado en “Sed de mal”.

El largometraje cuenta con la inmensa mayoría de los componentes que contiene el más intrínseco cine negro llevado a la máxima potencia. Bajo la batuta de un visionario de la técnica cinematográfica, la exquisita factura técnica impregnada en cada fotograma de la mano de Rusell Mean baila al son de la dinámica y plural banda sonora, que pone una nota de color discordante a los tópicos entramados del género, poco dado a experimentar con dichas técnicas de sonido.

Por si fuera poco, se nos muestra un duelo bajo la luz de la luna – puesto que gran parte del film fue rodado en horario nocturno-, que enfrenta en una sucesión de tramas policiales y políticas corruptas al propio Welles, frente a un peso pesado del séptimo arte como Charlton Heston. La trama, que baila a los dos lados de la frontera centroamericana, no se olvida de la víctima femenina tan característica del género, encarnada por Janet Leigh, desarrollando el papel al más puro estilo Psicosis (1960).

Tan negra como británica, tan latina como actuada, tan sonora como expresiva y tan cuidada como argumentada, la obra que compitió con “Vértigo: de entre los muertos” (Alfred Hitchock, 1958), pudo contar con un elemento diferenciador: una de las mejores aperturas de la historia del cine con un plano secuencia que ya es leyenda, como la propia figura del director.
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