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Críticas de lavidadelreves
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Críticas 104
Críticas ordenadas por utilidad
9
9 de junio de 2013
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los boxeadores se pueden dividir entre los que se son pegadores y los que son, por el contrario, encajadores. Los primeros son los que intentan acabar por la vía rápida las peleas. Conocen bien hasta dónde pueden hacer daño con un solo golpe e intentan buscar el mentón del contrario a la primera de cambio. Por contra, los encajadores tratan de asfixiar a sus contrincantes recibiendo puñetazos. Recibirlos es duro, pero darlos es agotador. Son capaces de soportar sin apenas inmutarse y esperan a que el adversario -desesperado y fatigado- baje la guardia para cazarle. Estos suelen terminar sonados, con el cerebro lleno de agujeros.
Martin Scorsese es un pegador nato. Desde el primer plano de sus películas lanza ganchos y directos al rostro de los espectadores. Rápidos y precisos. Demoledores. No hay preparación alguna, no deja unos minutos para estudiar el juego de piernas del que mira. La estrategia es clara: ser demoledor. Suena la campana (en cine se llama créditos) y el combate se convierte en una lucha sin cuartel. Los personajes aparecen con fuerza, los diálogos no buscan las cuerdas sino que profundizan en las psicologías y hacen avanzar la trama. No hay tregua para el espectador despistado. Después de cada asalto no hay rincón en el que tomar aire. Además, Scorsese, tiene en su esquina al mejor grupo de ayudantes que puede encontrar para disputar cada título. Podrá perder algún combate por ko técnico (por ejemplo, en Hollywood, en la ceremonia de entrega de los Oscar), pero derribarle sin que pueda levantarse es casi imposible. Cuando presenta sus películas viene bien entrenado y rodeado de la flor y nata, con el peso justo. Alguien puede decir que el combate (película Vs. espectador) no le ha gustado, que los golpes no han impactado con fuerza, pero nadie podrán acusar a Scorsese de tongo. Nadie.
Toro Salvaje es una película que apesta a boxeo. Pero no es una película sobre boxeo. Cuenta la historia de Jake La Motta, de como triunfa y de como fracasa, de como el fracaso se puede maquillar con lo efímero del triunfo, de cómo el triunfo puede ser -la mismo tiempo- el mayor de los fracasos, de cómo el triunfo es -finalmente- una tortura insoportable. El tema que trata Scorsese (de forma magistral) no es el boxeo (ese es el vehículo necesario para llegar hasta donde quiere) es el fracaso. Porque todo en este mundo lo es. Pero la película apesta -eso es verdad- a boxeo, a sangre, a golpes, a dolor. Es evidente que las escenas que se muestran sobre el ring son boxeo, pero el resto (las que relatan el matrimonio de La Motta o la relación con el hermano) son tan brutales como lo es un ko después de que un púlgil reciba una paliza inmensa.
Robert De Niro interpreta el papel de La Motta. Está estupendo. Además, (cosas de este actor) aparece gordo como un globo o en plena forma física sin caracterización alguna. Engordó para parecerse al verdadero La Motta y se pasó por el gimnasio para subir al ring siendo creíble al cien por cien.
Joe Pesci y Cathy Moriarty, aunque más discretos, también sobresalen en sus interpretaciones. El guión de Paul Schrader y Mardik Martin es espléndido y, rematado con el montaje extraordinario que se realizó, se convierte en algo difícil de repetir. Dicho esto, comprenderán que los espectadores pierden el primer aslto a los puntos según ponen un pie en la sala. La fotografía de Michael Chapman tampoco desentona y es fantástica. Será difícil que alguien retrate con tanto acierto a un boxeador sobre el ring. Cercano al expresionismo más brutal, Chapman arranca hasta el último detalle en cada toma. El montaje (ya he dicho que es extraordinario) termina haciendo de la película un combate de boxeo en sí mismo. Rupturas, elípsis, cierta brusquedad en el ritmo narrativo. Tal y como es una pelea entre doce cuerdas. Todo parece ser una sucesión de asaltos que provoca en el espectador la sensación de recibir golpes para los que, por inesperados, no tiene defensa alguna. La banda sonora es notable. Incluye el Intermezzo de la Cavalleria Rusticana de Mascagni. Y eso es garantía de buen gusto. Es curioso cómo funciona la imagen brutal que arrastra el boxeo acompañada de una música exquisita. Y este es el primer crochet de izquierda que recibe el espectador nada más comenzar la proyección. En pleno rostro. La belleza de la violencia. Su poética sus paños calientes. El resto de la banda sonora es exquisita y matiza cada toma con elegancia.
La Motta triunfó en el boxeo. Llegó a ser campeón de su peso. Soltaba hachazos que no resistía casi nadie. El mismísimo Ray Sugar (el que acabó con la carrera de La Motta) besó la lona un par de veces. Pero triunfó arrastrando sus obsesiones, sus paranoias y, sobre todo, su perfil de fracasado. Los celos, la falta de inteligencia y de astucia fuera de ring, la ambición sin límites que debilita a cualquiera, fueron sus contrincantes definitivos. La Motta nació para fracasar.
Scorsese, en la otra esquina, nació para triunfar. Contando, por ejemplo, este fracaso, este viaje a las alturas y la caída en la lona infernal de una vida dibujada con trazos gruesos e inexactos. Caída en el olvido después de pasados los diez segundos que cuenta en voz alta un árbitro inmutable.
inventodeldemonio.es/blog
lavidadelreves
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4
8 de junio de 2013
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En todo sistema narrativo debe existir una cantidad de información suficiente y una zona expresiva compensada para que el relato se convierta en algo más que una historieta o noticia de periódico. Sin unas cantidades justas, de una cosa y otra, el relato no funcionará. Un exceso de información convierte el relato en la sucesión de escenas que nada dicen y el exceso de expresividad (sin la información necesaria) en un jeroglífico irresoluble.
Fin, primera película del realizador Jorge Torregrossa, arranca con ímpetu, con los elementos técnicos necesarios para hacer buen cine.
Un grupo de amigos se encuentra en una casa de campo; parecen tener guardado un secreto inconfesable; y ocurre algo inesperado que ni ellos ni el espectador reconocen (el paso de un meteorito o algo así por encima de sus cabezas, la desaparición de alguna estrella). Hasta aquí, los personajes habían comenzado a presentarse, todo era creíble, la cámara estaba en su sitio. Hasta aquí, todo bien. Pero después, se produce un derrumbe casi total de la propuesta. Apenas en veinte minutos.
Llega la ciencia ficción sin que tengamos tiempo de conocer a cada personaje (algo que nos dejará sin opciones en cuanto al interés por ellos), lo inexplicable se trata de solventar con una carga expresiva poco sólida, nada se entiende (ni los personajes ni los espectadores aciertan a saber qué ocurre), los animales son agresivos sin una justificación clara, un león aparece en pantalla por las buenas, la lógica de la película se soporta sobre detalles insípidos (el asunto del reloj de uno de los personajes que aparece dentro de su coche es una clara muestra de esto). Si hablamos del final de la película el la cosa es mucho más grave. Todas las dudas que podemos acumular ya se han acumulado. Sobre lo que pasa, sobre los personajes, sobre la justificación narrativa, sobre los escenarios. Todas las dudas que quedan en manos de un doloroso e irritante piense usted lo que quiera o pueda. Poco antes del final, los personajes que quedan sueltos por la pantalla intentan explicar el fondo de la película con un par de frases. Lógicamente, el desbarajuste es absoluto. Puede dar un ataque de risa si se piensa un poco. Eso sí, con la explicación se da por zanjado el asunto. El espectador se queda con cara de pánfilo y hasta la próxima.
Maribél Verdú está bien aunque no se qué pinta metida en un proyecto como este. Carmen Ruiz se esfuerza mucho y logra el personaje más completo (dentro de la falta de dibujos claros que presenta Torregrossa) Andrés Velencoso debería dedicarse a la suyo y no al cine. El resto hace lo que puede.
Muy bien la fotografía de José David Montero.
Torregrossa muy irregular. La película, naturalmente, lo mismo. Hay escenas que son un chiste. Por ejemplo, la persecución de los perros es espantosa. Y el problema no es que la escena esté mal rodada. El verdadero desastre es que se pierden oportunidades magníficas para dar un giro argumental, que a estas alturas de la cinta, es más que necesario.
Todo queda en el territorio de la duda, de la falta de comprensión, de lo ramplón y sin interés alguno. Una oportunidad de oro desaprovechada.
lavidadelreves
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3
26 de mayo de 2013
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Lola Versus se presenta con el sello indie americano. Y tiene de todo menos de indie.
Daryl Wein nos plantea una propuesta muy manoseada, poco atractiva, pesada y muy alejada de lo que debería ser cine indie. El guión, firmado por el realizador y la actriz Zoe Lister Jones, es más una acumulación de chistes ramplones y situaciones sin interés que otra cosa.
Los personajes son tan arquetípicos, tan cercanos al tópico más irritante, que dejan de interesar desde muy pronto. Lo que quiere ser normalidad se convierte en tostón, la falta de profundidad en las psicologías de los personajes hace imposible cualquier posibilidad de empatía con ellos; la música se inserta por las buenas para que aquello parezca una película independiente y moderna, pero no termina de funcionar bien (mejor escuchar un disco y te libras del paquete).
Lola Versus intenta narrar la separación de una pareja y cómo afecta esto a la vida de los implicados, que son él, ella y los amigos de ambos. Lógicamente, esto es algo que nos han contado un millón de veces y hace falta una gran dosis de originalidad en el punto de vista para conseguir algo nuevo. Lola Versus carece de originalidad. Además, absolutamente. Todo son clichés, situaciones conocidas y causas más que suficientes para el rechazo.
Greta Gerwig es Lola. Una acriz con pinta encantadora y que está por descubrir. El día que le den un papel importante sabremos si es verdad o no que tiene el potencial que se intuye. Zoe Lister Jones hace de amiga de Lola. Se supone que es la graciosa. Por esa razón la actriz se quedaría con el papel en el reparto. Pero resulta ridícula, histriónica y estereotipada. Los chicos, Joel Kinnaman y Hamish Linklater, meros acompañantes sin espíritu.
Prescindible. Muy prescindible. Tal vez los adolescentes se puedan divertir con alguna escena. Por pura empatía, no porque sean tontos. Por lo que me temo que no será así.
inventodeldemonio.es/blog
lavidadelreves
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5
8 de julio de 2013
6 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mejor oferta, nueva entrega de Giuseppe Tornatore, recuerda a otras cosas. Y esto la convierte en previsible desde el principio, esto hace que el guión apeste a lo ya contado anteriormente. Incluso la música de Ennio Morricone recuerda peligrosamente a la que se escuchó en la magnífica Once Upon A Time In America.
Que la excelente factura de la película convierta los 124 minutos de proyección en un espectacular despliegue técnico, no libra al trabajo del señor Tornatore de un aprobado y poco más.
La mejor oferta es una lectura moderna y ajustada del Don Pasquale de Donizetti y su libretista Ruffini (no son los primeros aunque, seguramente, los más famosos que enfrentaron este asunto). La vejez como debilidad ante la belleza de todo tipo; la juventud insolente y lejana a la compasión; la burla del joven ante el viejo. Ya estaba contado y es asombroso lo poco que el relato de Tornatore se aparta de lo que ya es sabido. Desde el primer momento, se intuye cada paso que se va a dar. Además, en el desarrollo dramático aparecen demasiadas cosas que vacían de credibilidad el argumento. Por ejemplo, la cena a la que el protagonista invita a su amigo para que permanezca oculto (a pesar de la resolución se hace increíble). Hay algún intento de crear imágenes metafóricas que se quedan a medio camino. Por no ser potentes o por explicitar inútilmente algún asunto que ya está desarrollado. Sirve de ejmplo, también, un autómata que va creciendo al mismo tiempo que el personaje femenino y la relación con el principal masculino (las piezas que se van encontrando, se van ensamblando) y, de paso, sirve para decir al espectador que el aspecto más egoísta y falto de escrúpulos del personaje siempre estuvo (carga de moralina endeble). Metáforas fallidas, innecesarias y estériles.
Todo está muy bien fotografiado por Fabio Zamarion; eso es verdad. Los encuadres son estupendos o necesarios. También es cierto. Las interpretaciones están a muy buen nivel. Sobresale la de Geoffrey Rush que se encarga de soportar el peso del relato. Donald Sutherland defiende bien un papel muy menor. Jim Sturgess y Sylvia Hoeks algo desaprovechados. Pero, aunque todo está en su sitio, el guión hace aguas por conocido, por ser algo pretencioso en fases concretas, por sensiblón, por mirar el mundo del arte desde una superficialidad casi insultante, por excesivo en su medida al intentar contar todo buscando atar todos los cabos. Y todo esto en cine no funciona y es muy peligroso.
En cualquier caso, no hay que dejar de ver La mejor oferta. Las tramas (una romántica y otra buscando un suspense inexistente aunque resultona) pueden entretener durante un par de horas. Tal y como están las cosas, puede llegar a ser suficiente. Ahora bien, están ustedes avisados. Luego no digan que no fueron advertidos.
inventodeldemonio.es/blog
lavidadelreves
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