Haz click aquí para copiar la URL
España España · Valencia
Críticas de Carorpar
Críticas 1.107
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
7 de abril de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero que llama la atención en la enésima obra maestra de Kurosawa —porque, digámoslo de una vez, «Dersu Uzala» es sencillamente maravillosa— es que se rodó con cargo al presupuesto del comisariado del pueblo competente en materia de cinematografía.
Lo segundo, que, desarrollándose en Siberia en los años inmediatamente anteriores a la Revolución rusa, durante los cuales muchos de cuyos líderes darían con sus huesos en dicha región, no hay referencia alguna a tales destierros, y ello pese a tratarse de episodios de bastante relevancia en los mitos fundacionales del comunismo soviético.
Lo tercero, y directamente relacionado con lo anterior, que siendo su (co) protagonista y narrador un oficial del ejército zarista y un miembro por demás representativo de la (pequeña) burguesía, no aparece como el previsible enemigo de clase merecedor del peor de los oprobios. De hecho, el Arséniev real se libró de la Gran Purga al morir en 1930; pero su mujer y su hija sí cayeron presas del delirio estalinista.
Que todo lo antedicho sucediera bajo el mandato de Bréhznev y en un contexto de endurecimiento de la represión —especialmente en el campo de las manifestaciones culturales— constituye una prueba fehaciente de la personalidad del cineasta japonés.
En términos estrictamente artísticos, «Dersu Uzala» se erige en un auténtico festín visual. La feroz belleza de la taiga, captada además en película de 70 mm, resulta abrumadora y refleja con angustiosa veracidad las arduas condiciones climatológicas que Kurosawa y su equipo hubieron de arrostrar.
Enmarcada en el género aventurero, presenta peculiaridades que redundan en su singularidad. De entrada, el tempo reposado con que transcurre buena parte de su metraje. Ahora bien, los pasajes en que la naturaleza se rebela contra el anhelo humano (demasiado humano) de someterla vienen rodados con un vertiginoso sentido del ritmo. Asimismo, encontramos en el periplo de Arséniev y Dersu una inconfundible impronta del homérico western fordiano. No en vano, Kurosawa se reconocía rendido admirador del realizador americano.
Mención aparte merece el encargado de interpretar al cazador que da título a la cinta. Maksim Munzuk compone un personaje antológico, entre los más entrañables de la historia del cine —si no el que más—, y lo hace con una naturalidad que desarma. Profundamente emocionante, absolutamente inolvidable.
Carorpar
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
4
3 de abril de 2024
10 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Valga la redundancia, el gran, insalvable problema de «El problema de los tres cuerpos» radica en unas premisas de todo punto absurdas.
Me explico.
A nadie con unas mínimas nociones de antropología, o de historia, escapa que, si algo caracteriza al ser humano, es su tendencia a exterminar cualquier especie que le resulte no ya amenazadora, sino meramente molesta, o poco útil. Pues bien, unos alienígenas cuya única posibilidad de supervivencia pasa por instalarse en el planeta Tierra y a los que preocupa sobremanera el nivel de desarrollo tecnológico y, por ende, armamentístico que habremos alcanzado para la fecha estimada de su llegada —dentro de 400 años, nada menos—, no contentos con avisarnos con tamaña antelación, nos insultan tildándonos de insectos en los miles de millones de pantallas que pueblan nuestro mundo. Argumento: no saben mentir, pobrecitos. Corolario: tienen menos luces que un repetidor de la FP Básica. No sé qué pasará en las novelas de Liu Cixin, pero en la vida real el Departamento de Defensa de los Estados Unidos se estaría frotando las manos mientras retoma las pruebas nucleares en Alamogordo hasta aflorar el último cartucho de «E.T. The Extraterrestrial».
Quizá ello explique los escasamente halagüeños datos de audiencia con que ha sido saludada esta primera temporada. A fin y al cabo, el suscriptor de Netflix no tendrá las inquietudes intelectuales del de Filmin, pero tampoco hay por qué tratarlo de gilipollas. Tanto es así, que una eventual cancelación está sobre la mesa, lo cual supondría un tropiezo de proporciones bastante sísmicas, habida cuenta del oneroso desembolso que la plataforma californiana ha debido realizar para, primero, hacerse con los derechos del original literario —Amazon llegó a ofrecer unos insuficientes mil millones de dólares—, fichar a Benioff y Weiss después —otros 200 millones—, rodarla con los oropeles visuales de rigor y promocionarla a una escala aún mayor de lo que acostumbra.
En efecto, en una operación de marketing que ni en su día la de «Narcos» (ídem, 2015-2017), se ha creado un «hype» inmediato y artificial, una burbuja tumefacta que, cual recreación (post) moderna y «centennial» del traje nuevo del emperador, se pincha con el visionado del primer episodio. Algo similar, pero de modo no tan flagrante, sucedió con «The Last of Us» (ídem, 2023) hará cosa de un año. Signo de los tiempos líquidos que nos han caído en (mala) suerte. Volviendo a la serie que nos ocupa y por cerrar la idea: nos prometen «La guerra de los mundos» en cualquiera de sus versiones, también la radiofónica, y en cambio nos enchufan ocho horas de «Contact» (ídem, 1997), al menos en cuanto a entretenimiento; porque, además de profundamente estúpida y pródiga en incoherencias, «El problema de los tres cuerpos» resulta soberanamente aburrida. Si eso no es publicidad engañosa, que venga Dios, o los San-Ti, y lo vean.
En cuanto a su joven reparto —escrupulosamente respetuoso con las cuotas étnicas y de género y cuya mitad masculina manifiesta una inteligencia rayana en la discapacidad, y ello pese a tratarse de (supuestas) luminarias en el campo de la física—, destaca por una insipidez ciertamente desalentadora. John Bradley, único de sus integrantes agraciado con un ápice de carisma, procura quitarse de en medio lo antes posible, como si hubiera tomado súbita conciencia del disparate cósmico en que se ha dejado enrolar. Ni él mismo se explica en base a qué arcanos talentos su pueril personaje se ha hecho asquerosamente rico. Aunque sin duda lo más irritante es el sempiterno mohín de adolescente contrariada que Eiza González imprime al suyo, una improbable eminencia de la nanoingeniería a la que todo le viene mal. Sólo Jess Hong parece esforzarse por insuflar algo de dignidad a su papel, si bien el alucinado plan que concibe para infiltrarse entre los invasores no ayuda a tomársela demasiado en serio.
Carorpar
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
Libreros de Nueva York
Documental
Estados Unidos2019
6,4
340
Documental, Intervenciones de: Fran Lebowitz, Rebecca Romney, Susan Orlean, Gay Talese ...
7
2 de abril de 2024
Sé el primero en valorar esta crítica
Interesante documental, si bien seguramente destinado a un público no diré que selecto —por no sonar altanero en exceso—, pero sí ciertamente acotado, el de los coleccionistas de libros antiguos. Me precio de contarme entre tan peculiar paisanaje, así que he disfrutado mucho.
Con estilo sobrio y, por ende, no exento de elegancia, y cediendo la palabra por completo a sus protagonistas, D. W. Young aborda las diferentes facetas del mundo de la compraventa de ejemplares raros, añejos o, como suele ser el caso, ambos a la vez.
La estructura del film viene dada por el triple perfil de consumidor de tales libros: coleccionistas particulares, vendedores e instituciones. El título nos avisa de que los segundos van a llevar la voz cantante. Habida cuenta de que no existe mayor experto en la materia que un librero de toda la vida, me parece una opción irreprochable; sin embargo, hubiera agradecido una presencia mayor de los primeros.
«Libreros de Nueva York» transmite con encomiable fidelidad las motivaciones que mueven al coleccionista —y no sólo de libros—: la emoción de la caza y la sensación, personalísima, de haber hecho un hallazgo único, sin que necesariamente se trate de una primera edición firmada.
Queda constancia asimismo de la evolución del libro físico desde su condición originaria de compendio de información escrita a la de objeto, no tanto meramente decorativo —al menos para el bibliómano sincero— como casi un fetiche.
En dicha transformación tiene mucho —todo— que ver la irrupción de internet, también en el proceso mismo de husmeo y adquisición. Porque cuando el tesoro está apenas a un clic de nosotros, se pierde buena parte del encanto intrínseco a la búsqueda.
Carorpar
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
1 de abril de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estupendo thriller ambientado en la Guerra Fria, cuya trama, tildada en su día de «ligera», a las embrutecidas audiencias de nuestros días se les antojaría más compleja que el Ulises de Joyce en inglés y sin guía de lectura.
«La casa Rusia» atesora eso que Kundera llamara «la magia de la nostalgia», en tanto reflejo de una época —también un cine— extinta, y un período concreto, el de la glásnost, en el que todo era posible, cuando la pelota no había caído una vez más del lado de la autocracia megalómana.
El film de Fred Schepisi es la primera producción estadounidense rodada en la URSS, cosa que explicaría las texturas documentales de sus exteriores, «terra incognita» para generaciones de espectadores. Asimismo, la hermosura de numerosas estampas trasluce las simpatías que en el bloque occidental despertaban las reformas de un Gorbachov no tan estimado por el núcleo duro del PCUS.
«La casa Rusia» tiene el valor añadido de ver a Sean Connery, primer y más icónico James Bond, en el reposado rol de un agente salido de las páginas de John LeCarré, cuyas novelas son a las de Ian Fleming lo que el día a la noche. En efecto, nada más lejos del seductor y violento 007 que los espías de LeCarré, burócratas metódicos y cachazudos que, sin embargo, seguramente cumplan con mayor eficacia su principal cometido: pasar desapercibidos.
Acompaña a Connery una Michelle Pfeiffer en el apogeo de su carrera —venía de recibir todos los parabienes posibles, nominación al Óscar incluida, por «Los fabulosos Baker Boys» («The Fabulous Baker Boys», 1989)— y, aun a riesgo de ser tildado de señoro y machirulo y cancelado de por vida, también en el de su belleza. Definitivamente, yo también traicionaría a mi país por ella. Que me detengan.
Carorpar
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
28 de marzo de 2024
Sé el primero en valorar esta crítica
Junto a un puñado de otros episodios, el de «Joan es horrible» constituye un tranquilizador ejemplo de las bondades que para «Black Mirror» supuso su adquisición por Netflix. A saber: vocación de entretenimiento, sentido del espectáculo y caras conocidas; todo lo cual sin perder un ápice del colmillo característico de la franquicia creada por Charlie Brooker.
En efecto, el capítulo que abre la sexta y hasta la fecha última temporada de la serie, se erige en un estupendo compendio de dichas virtudes. Autorreferencial, autoparódica, metatelevisiva y con una estimulante estructura como de muñecas rusas o de cajas chinas, dispara vitriolo de cabeza explosiva contra buena parte de los rasgos definitorios de nuestra (para) realidad digital, caso de la IA, los (sistemáticamente ignorados) términos y condiciones y el algorítmico solipsismo en que vegetamos.
«Joan es horrible» explora una vía cómica no demasiado transitada por «Black Mirror» o no con todo el éxito que hubiera resultado deseable, habida cuenta de una temática —nuestras turbias relaciones con la tecnología— más inclinada a la denuncia, la distopía y, si se quiere, el melodrama. El humor, corrosivo y a ratos incluso escatológico, funciona aquí a las mil maravillas, favorecido por unos diálogos que no dan puntada sin hilo y un reparto en estado de gracia.
Encarna a la atribulada protagonista una Annie Murphy procedente de la encomiada —y galardonada— «Schitt´s Creek» (ídem, 2015-2020). Salma Hayek, por su parte, se toma muy poco en serio a sí misma componiendo a una diva malhablada que, mi figuro, no debe de andar lejos de la realidad. La aparición a última hora del inenarrable Michael Cera no hace sino ponerle la guinda a un pastel que, si te lo comes, te envenenas. Insisto en que no les vendría mal a los responsables de «Black Mirror» seguir explotando una veta que puede insuflarle renovados bríos a un producto que podría estar acercándose peligrosamente a su fecha de caducidad.
Carorpar
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow