A medio camino entre Jordan Pelee y Shyamalan, "Parpadea dos veces" es el debut de Zöe Kravitz como directora. No acierta en todos sus propósitos, pero por lo menos arriesga en muchos sentidos. Por un lado, la trama está impregnada de una violencia machista tremenda y, a la vez bañada en el empoderamiento femenino. Digamos, que es la versión de la directora, a veces plana y otras con aristas, del movimiento "Mee Too". Por otro, su enfoque de las adicciones a las drogas, alcohol y otras sustancias como método de olvido es ambiguo y atrevido, sin demonizar su uso o abuso.

Lo que da el traste el resultado es su tono de comedia oscura, con personajes caricaturescos o fuera de lugar. Lo absurdo se impone y, aunque se deba a lo psicodélico del ambiente en general, desorienta su finalidad. Es una lástima ver perdidos en esta isla a Geena Davis, Christian Slater u otras estrellas noventeras.

Deray, director francés con cierto nombre, no fue muy fino con el acabado de "Red siniestra". Ni en planificación, ni en montaje, ni orquestando un simple tiro o pelea cuerpo a cuerpo se distingue esta película de espías propia de 1966. La trama es fácil de seguir y se despacha en 90 minutos, algo que se reconoce. El rostro de Lino Ventura y la presencia de Marilú Toló, más que sus respectivas valías interpretativas, es un punto a favor pero como parte del decorado y de una Viena que se patea bastante por los personajes.

Con esto, ¿que es lo que hace pasable tirando a interesante este film? Pues que es fruto de una época de posguerra y guerra fría y se dibuja esa desconfianza, paranoia y traiciones con acierto. En eso, el transcurso de los años, le ha sentado estupendo.

En apariencia, en forma "Encrucijada de odios" es film noir. Un asesinato, un detective, varios sospechosos, femme fatale y la esposa adorable. Concurren todos los elementos, personajes y estilo. La excelente fotografía de luces y sombras marca el estilo del género.

El John Schlesinger post Oscar vuelve a Inglaterra para adentrarse en un triángulo amoroso francamente lozano a pesar de los 50 años exactos que han pasado. Trata de la libertad, de compartir sentimientos, de asumir las situaciones sentimentales tal como vienen sin forzar pasos que se suponen compromisos absurdos.

La revisión de "Twister" siglo XXI engrandece la de 1996. No soy muy fan de la película de Jan De Bont y tampoco es mala la actualización del cine de catástrofe científico. "Twisters" se diferencia por cierto espíritu de conciencia, por una protagonista que investigan el fenómeno meteorológico para poder ayudar a los damnificados y por la transformación del rudo vaquero de chulo exhibicionista youtuber a sensato escrutador de tornados.

Ni los efectos especiales son mejores a pesar de los avances, echando de menos a la vaca voladora dentro del remolino y al artefacto bautizado como "Dorothy" (que se convierte en la única aparición-referencia a la predecesora) ni la química de la pareja es igual a pesar de las agraciadas presencias de Edgar-Jones y Powell. Helen Hunt y Bill Paxton eran tan arrasadores como las tormentas que perseguían.