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Críticas de Montana
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Críticas 21
Críticas ordenadas por utilidad
The Heike Story (Serie de TV)
SerieAnimación
Japón2021
7,1
37
Animación
10
1 de diciembre de 2021
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
“¿No echáis de ver, por otra parte, cómo fulmina Dios contra los brutos descomunales a quienes no deja ensoberbecer, y de los pequeños no pasa cuidado? ¿No echáis de ver tampoco, cómo lanza sus rayos contra las grandes fábricas y elevados árboles? Ello es que suele y se complace Dios en abatir lo encumbrado; y a este modo suele quedar deshecho un grande ejército por otro pequeño”.

Este fragmento bien podría haberse extraído (añadiendo ligeras modificaciones para adaptarlo al carácter japonés) de un diálogo de “The Heike Story”, pero no, son unas palabras que, según Heródoto, Artabano dirige a su señor, el emperador aqueménide Jerjes I. Hay algo en la psique, y que la psicología moderna supongo que podrá explicar (aunque como hispano, me hago una idea), que lleva al ser humano a ansiar la precipitación de las más brillantes lumbres.

“The Heike Story” adapta en formato audiovisual el poema épico más aclamado de la literatura japonesa: “El Cantar del Heike”. La idea principal de este, que encontraremos en todas las mitologías, y que inspira el análisis más básico de nuestro entorno, es la siguiente: todo lo que sube, ha de bajar. El lector será así testigo de la trayectoria parabólica que, clan Minamoto (Genji) mediante, describirá el clan Taira (Heike) en unos pocos años. Es sorprendente la cantidad de convergencias que uno puede identificar entre esta serie y los poemas homéricos o los dramas áticos. Lo es menos si tenemos en cuenta que la sociedad japonesa anterior a la unificación era, como la homérica, una sociedad aristocrática, belicosa y de moral honorable. No es casualidad que la tragedia (estudio crítico burgués de los valores guerreros en decadencia) solo haya florecido en la Europa de Pericles y del Renacimiento así como en el Japón Tokugawa.

La historia se nos contará desde el punto de vista de una kataribe (rapsoda) llamada Biwa que, como la troyana Casandra, cargará con la maldición de ver el futuro sin poder alterarlo. Este recurso insuflará cada línea de diálogo que exprese alegría o esperanza de ironía sofóclea, puesto que sabremos de antemano cuál será el amargo sino de varios de los personajes principales. El desencadenante de los acontecimientos será la fricción entre la ambición del patriarca del Heike, Kiyomori, y la resistencia del ya retirado emperador Go-Shirakawa (ambos interpretados por dos veteranos actores de doblaje de cuya genialidad hemos disfrutado mucho los seguidores de “One Piece”). El juego de estos ancianos hedonistas, cuyas cabezas rapadas deberían indicar el abandono del mundo, costará la vida a miles de jóvenes que serán tratados como meras fichas de go. Entre los dos se encuentra el personaje más interesante desde el punto de vista trágico, Shigemori, primogénito de Kiyomori, un hombre recto e inteligente, con capacidad para discernir entre el bien y el mal. En sus manos está, durante el primer tercio de la serie, hacer frente a su padre, exiliarlo o mandarlo asesinar, para evitar males mayores; tristemente, su falta de visión y su exceso de piedad filial, serán cómplices de la catástrofe que deberá sufrir su clan.

Será a través de la lente budista que se mostrará la hipocresía secular de la cultura japonesa. Veremos a un emperador memorizar cancioncillas vulgares; a un comandante que pide asaetar a los monjes, pero dejar intactos los ídolos, o a un joven noble que adopta el hábito monacal para que, al suicidarse, pueda ir a la Tierra Pura que predica la degenerada fe del Buda Amida. La mayoría de personajes principales acabarán autodestruyéndose por estar excesivamente apegados a la materia. Solo Tokuko, esposa y madre de emperadores, aceptará su papel en el teatro del mundo estoicamente y encarnará el modelo de virtud propugnado por Gautama.

“The Heike Story” es, sin duda, el anime que he seguido con más interés desde el visionado de “Giant Robo” y “The Tatami Galaxy”. Como decía Kurosawa, si se parte de un guion excelente, incluso un cineasta mediocre rodará una buena película, y cuando un escritor trabaja con una materia prima como la del "Cantar del Heike", ya tiene la mitad del trabajo hecho. La señora Yamada, afortunadamente, está lejos de la mediocridad, por lo que acabamos con una obra maestra. Entre las virtudes estéticas de "The Heike Story" se pueden citar la banda sonora que mezcla la electrónica con el shamisen, la armonía de la paleta de colores apastelados, el buen trabajo de montaje o la estilización de las escenas más violentas mediante el uso de elementos naturales: un chorro de sangre o una lágrima pueden dar paso a una flor. Si le tengo que buscar alguna pega, diría que el diseño minimalista de los personajes y la falta de contextualización de algunas escenas pueden confundir al espectador, especialmente al occidental.
Montana
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Lu Over the Wall
Japón2017
6,2
604
Animación
9
2 de marzo de 2018
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escribo esta crítica porque, como anuncia la puntuación, no estoy de acuerdo con la opinión aparentemente mayoritaria.

La sensación que tengo al leer críticas ajenas es que se está teniendo demasiado en cuenta el argumento y demasiado poco en cuenta la estética. El guión puede ser precipitado y abrupto, y el trío protagonista tal vez necesite algún repaso más, pero eso no importa, es suficiente para dejar al director hacer magia. Se puede comparar con el cuento "Los Advertidos" de Carpentier, una reinvención paródica del mito del Diluvio Universal presente en tantas tradiciones tan distantes, que poco añade a la historia original exceptuando el toque irónico, pero que difícilmente podría estar mejor narrado. La grandeza del artista cinematográfico, siguiendo a Welles, está en el montaje. El deleite visual que produce "Lu Over the Wall" es imposible de encontrar en cualquier otra película animada que no esté dirigida por Yuasa y muy difícil de encontrar en películas de imagen real. No es solo la genialidad del montaje la potencial fuente de goce, también hay puesta una gran atención a la composición del plano, al color y, como no podría ser de otro modo, a la animación.

"Lu Over the Wall" no es la mejor obra de Yuasa, pero seguramente sea lo mejor que ha hecho desde "Ping Pong: The Animation". A mí, personalmente, no acaba de convencerme del todo la animación hecha por Flash, prefiero la animación tradicional (soy de la opinión de que "Los Simpson" no solo murieron en la escritura, sino también en la animación, más mecánica y fría que en los años dorados), pero los tiempos cambian, Yuasa dudo que vuelva a conocer la audacia de Studio 4ºC (los productores de su obra maestra); sus obras no van dirigidas a un público masivo y la animación por Flash ayuda a abaratar costes, lo cual le permite no acabar como tantos artistas malditos o desperdiciados en lo meramente comercial.

El tema de "Lu Over the Wall" no es nuevo en la filmografía del director japonés: a pesar de todo, la vida hay que vivirla. Siempre encontrarás algo por lo que vivir. ¿No te gusta tu vida? ¡Cámbiala! Si esa es la mujer que te perfecciona y a la que perfeccionas, haz sangrar al alma y llorar al cuerpo por ella, no acabes con la cara empapada, lucha contra tu familia si es necesario. Si la gloria deportiva es lo que te motiva: corre, salta, rómpete, desgárrate y gana; si enseñar al joven neófito, no te angusties, no compitas, sucede a tu entrenador. El conflicto interior se transformará en acción maravillosamente filmada en manos de Yuasa.

Nuestro protagonista camina siempre silente, sombrío, cabizbajo. ¿Qué hay en Tokyo que no haya en un pueblo pesquero? ¿Llora tu padre, que también ha dejado a la misma mujer y a la misma ciudad? ¿Llora tu abuelo, que perdió a su madre siendo más joven que tú? ¿Llora la anciana cuyo prometido desapareció en las aguas? ¿No ves que no? ¿Has pensado alguna vez en el amor? No te preocupes, si es mucho esfuerzo, Lu te hará pensar en él. Las historias de amor son viejos conocidos de quienes hayan profundizado en la obra de Yuasa. En "Lu Over the Wall" no se trata el amor sexual, sino el amor puro, inocente, universal. La búsqueda de un placer primitivo, que ya está en el niño y que va más allá del polvo.

Esta película, más que ninguna otra de la filmografía de Yuasa, nos deja entrever las sombras de sus mentores norteamericanos: el Tex Avery y los William Hannah y Joseph Barbera de la Metro Goldwyn Mayer (cuya "Tom y Jerry" ya fue referenciada sutilmente en "Mind Game" y la reciente "Devilman: crybaby"), quizá por ser este un trabajo que pretende agradar al espectador infantil. También recuerda grandemente al joven Yuasa, al destacado director de animación de "Shin-chan" y "Chibi Maruko-chan". Los escenarios costeros y subacuáticos lo acercan a uno, especialmente. al corto "Slime Adventures - Yay, the sea!" (primer film dirigido por Yuasa y disponible en Youtube en versión original y calidad albana).
Montana
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Lupin III: The Woman Called Fujiko Mine (Serie de TV)
SerieAnimación
Japón2012
7,4
121
Animación
8
1 de setiembre de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Historia original: Monkey Punch. Suena una música reminiscente al tango nuevo de Piazzolla. Una voz de mujer madura narra sus sentimientos mientras se van sucediendo dibujos a carboncillo. Nos sumergimos en un mundo onírico y sensual, de colores pastel y sombras rayadas, por el que fluye una banda sonora rica y vanguardista que incluye homenajes al cool jazz de Davis, al soul de Brown, al hard bop de Coltrane o al free jazz de Coleman.

Estamos en otra época, James Bond ya no surfea tsunamis en el polo norte, Juego de tronos es el nuevo Señor de los anillos, ¿y por qué Batman ya no baila? ¿Recordáis el Batusi? "La mujer llamada Fujiko Mine" es una reelaboración atrevida y turbia del mito de Lupin III, que juega a imaginar el comienzo de las aventuras de sus protagonistas. La serie sabe a Watanabe y Yuasa, y no es casualidad, porque los miembros más importantes del staff han trabajado con esos dos referentes de la animación japonesa. Sabe a Watanabe en el guión. Fujiko es una femme fatale, una ladrona independiente y libertina, astuta y ambiciosa. Vive en un mundo de hombres y, aunque poderosa físicamente, sabe, como las hetairas griegas, que en esas condiciones, una mujer, si no quiere ser esclava, ha de ser prostituta.

Durante los tres primeros episodios, se encontrará con tres hombres fuera de lo común: un ladrón, un guardaespaldas y un asesino a sueldo; cada uno la verá de manera distinta: con lujuria, Lupin; con indiferencia o acaso respeto, Jigen; platónicamente, Goemon. A continuación, se suceden algunos episodios autoconclusivos que, pese a parecer estar desconectados de la trama, tienen interés porque profundizan en la psicología de la protagonista. A partir del ecuador, nos hundimos lentamente en el pasado de Fujiko y la trama se va cerrando poco a poco. Es en esos momento cuando Yuasa hace acto de presencia. Ya estaba presente en la forma, pero ahora el aroma a su "Kemonozume" se puede hasta masticar. La recta final será caótica, kafkiana, excesivamente complicada e innecesariamente siniestra y grotesca.

Con sus defectos, "La mujer llamada Fujiko Mine" es un entretenimiento de calidad que merece consideración por ser audaz tanto en las decisiones formales como en la aproximación a la obra de Monkey Punch.
Montana
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10
7 de enero de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El asesinato" de Masahiro Shinoda es un estudio psicológico realista de Hachiro Kiyokawa, un samurái sin dueño que se las ingenia para ascender socialmente en tiempos de cambio. La trama, de índole policíaca, avanza a través de varios testimonios que intentan responder a la pregunta de cuáles son las verdaderas intenciones de Kiyokawa. Este recurso recuerda, en primer término, a la opera prima de Orson Welles, y en segundo, a dos de los mayores exponentes del género chanbara: “Rashomon”, de Akira Kurosawa, y “Harakiri”, de Masaki Kobayashi.

"El asesinato", sin embargo, es singular en la elección del momento histórico en el que se desarrollará la historia: mientras que la mayoría de obras del género tienen lugar en los años inmediatamente posteriores a la batalla de Sekigahara y la imposición de la “Pax Tokugawa”, la que nos ocupa se inserta en los años finales del período Edo, esto es, cuando el expansionismo occidental obliga al Japón a abrirse al exterior. Esta peculiaridad permite a Shinoda diferenciarse de otros cineastas a un nivel más profundo. Generalmente, las películas de samuráis exploran la figura del guerrero que, a la manera de Alonso Quijano, pretende vivir con los valores del medievo en un mundo protocapitalista; del mismo modo, en "El asesinato", vemos cómo un mundo antiguo muere al tiempo que otro mundo nuevo empieza a cobrar forma, pero sin llegar definirse todavía; no obstante, el foco está puesto no sobre un honorable Aquiles, sino sobre un Odiseo de polimorfo ingenio.

Aquí se nos presenta una figura política típica de las épocas de transición: un Alcmeónida, un Colón, un Hongwu, un bolchevique… aquellos que, por astucia, por suerte, o por ambas cosas, apuestan por la facción que se impondrá finalmente. En este sentido, Kiyokawa es precursor del político asiático oriental prototípico del último siglo y medio, del samurái de clase media que liderará la revolución Meiji o del funcionario chino que, en tanto que lleva a cabo las labores encomendadas con la mayor eficiencia, se enriquece ilícitamente aprovechando su posición. Nunca nos quedará claro si el protagonista cree firmemente en la causa del Emperador; lo que sí es evidente es que la única forma de saciar sus ambiciones de prosperar socialmente es retando al rígido statu quo en un momento en el que las probabilidades de éxito, aunque ínfimas, existen.

Hay que hablar, por último, del personaje de Tadasaburo Sasaki, un maestro de kendo al que un alto funcionario del bakufu encarga asesinar a Kiyokawa. La obsesión malsana de Sasaki por llevar a cabo su misión sirve para ahondar en la idea de que, a lo largo de la Historia, muchas hazañas consideradas heroicas por haber influido positivamente en el porvenir de una nación e incluso de una civilización no han sido más que el resultado de pasiones puramente egoístas que, por casualidad, estuvieron alineadas con los intereses de la colectividad.
Montana
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9
5 de octubre de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película inmensa de la que nunca había oído hablar, que descubrí buscando películas basadas en obras de Chikamatsu Monzaemon. En Filmaffinity ni siquiera tiene suficientes votaciones como para sacar media. La empecé sin esperar nada, dado que el día anterior había visto “Himiko”, del mismo director, que me pareció muy caótica y errática, sumado a que la nota media en IMDB y The Letterboxd (donde suelen estar bastante infladas) era de apenas un 7 sobre 10. Sin embargo, desde el primer minuto, ya tenía claro que esta no era una obra menor y quedé totalmente absorbido.

En cuanto al aspecto formal, los elementos que podríamos englobar dentro del apartado "espectáculo" de la obra, esta cuenta con profesionales del más alto nivel. El encargado de la banda sonora es el siempre extraordinario Toru Takemitsu. Al mando de la fotografía, se encuentra el legendario Kazuo Miyagawa, director de fotografía en algunos de los mejores films de Kurosawa, Mizoguchi, Ozu o Ichikawa. Todo el plantel (quizá con la excepción del protagonista, que es el típico guaperas sin excepcionales capacidades actorales), incluidos los niños, nos obsequian con actuaciones contenidas, pero ligeramente dramatizadas. Shinoda combina estos tres elementos (fotografía, música, actores) a la manera de los cineastas clásicos japoneses de los años 50 o 60. En lo referente al guion, este se basa en una obra menor (no traducida, si no me equivoco, a lenguas occidentales) de Chikamatsu Monzaemon, "el dios de los dramaturgos".

Es precisamente en este último apartado donde la película flaquea ligeramente para mi gusto, y es por eso que no la puedo llegar a considerar una obra maestra. No es de extrañar que la obra original no sea una de las más afamadas de Chikamatsu. Aunque la crítica de la segunda mitad al estricto sistema de valores basado en el honor y la vergüenza de la sociedad feudal japonesa es de una profundidad insondable, el desencadenamiento de la tragedia se apoya en excesivas casualidades y, de alguna manera, hace peligrar la efectividad de la crítica, puesto que puede dar la sensación de que si no se hubiesen producido tantos hechos fortuitos, los personajes principales no habrían sido triturados por el sistema.

Es cierto que las casualidades y lo improbable existen en la vida real. Lo experimentamos en nuestro día a día. Yo mismo, en un viaje a a Roma, me encontré en un restaurante al locutor deportivo Manolo Lama, y en otro viaje a Grecia con una fallera mayor, me encontré, en un pueblecillo de camino a Delfos, con unos falleros de una ciudad vecina que reconocieron a la susodicha y la engalanaron de halagos. Ahora mismo, en la televisión española, los programas de chismes se ocupan de un caso de intento de asesinato a un productor televisivo que si fuese el argumento de una ficción nos parecería totalmente inverosímil. Y ahí está la cuestión: a la realidad le permitimos sucesos que no permitiríamos en una producción artística. El siglo XX llenó el mundo de monstruos políticos que nunca toleraríamos en una narración, digamos, de nivel, sino, más bien, en romances como “El Señor de los Anillos”, “Los Vengadores” o “One Piece”. También en la ficción tomamos por buenos hechos fantásticos y maravillosos que nunca aceptaríamos por reales (al menos aquellos que no profesamos ningún credo), siempre y cuando no interfieran en el desarrollo normal de la acción.

En la ficción, lo que satisface al espectador competente (así lo formula Aristóteles en su insuperable análisis de la tragedia ática, “La Poética”), es, por un lado, que la trama se desarrolle de manera causal, esto es, que los cambios en el entorno, sumados a la personalidad, la ideología y la inteligencia de los personajes, produzcan un resultado lógico e inevitable. Por el otro lado, la obra debe tener una unidad no solo causal, sino también lógico-significativa (el término es del sociólogo ruso Pitirim Sorokin, no del Estagirita), es decir, que los hechos que se van sucediendo, una vez reordenados por un intelecto humano, sugieran una idea superior (unitaria) a las que contienen las partes separadas (compárese la Odisea con Los Trabajos de Heracles, por ejemplo).

Es en esa unidad causal, como ya digo, donde la obra exige mayores concesiones. Y para acabar, el otro defecto que, a mi juicio, desmerece (aunque mínimamente) a “Gonza el lancero” es el abuso del diálogo y la sobreexplicación al que recurre Shinoda en ciertas escenas. Los personajes, en ocasiones, son demasiado conscientes de su situación y de lo injusto del sistema, y verbalizan opiniones que podrían haberse mostrado con una mirada a los campos de arroz o a los niños arreglados para asistir a algún festival. Nunca hay que olvidar que el cine es un arte eminentemente visual.

Aunque el grueso de mi crítica se ha centrado en los aspectos negativos, estos son pigmeos en comparación a los positivos. Todo amante del cine y del género trágico debería ver “Gonza el lancero”, un trabajo extraordinariamente emotivo y crítico con la sociedad anterior a la Revolución Meiji. Si fuese un trabajo de Kurosawa (o de los otros grandes cineastas nipones, pero Kurosawa es la alternativa más adecuada), no me cabe duda de que sería alabado por la cinefilia y la crítica cinematográfica mundiales.
Montana
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