Haz click aquí para copiar la URL
Críticas de Chris Jiménez
Críticas 2.222
Críticas ordenadas por utilidad
8
26 de setiembre de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
A la cabeza del asesino Kunihide Kiyomaru se le ha puesto precio. 1.000 millones de yenes que los 120 millones de habitantes de Japón intentarán conseguir sea como sea.
Cinco policías tienen la misión de escoltar al detenido hasta Tokyo para ser juzgado y condenado...y sólo tienen 48 horas.

"Los Protectores", o "Wara no Tate" fue una de las primeras películas que vi del director Takashi Miike. Cuando yo sólo esperaba cine muy violento y humor negro de él, a raíz de haber visionado las inclasificables "Audition", "Ichi, the Killer", "Osaka Tough Guys" o "Visitante "Q" ", me encontré de sorpresa con este emocionante "thriller" de acción que me tuvo pegado al asiento durante sus dos horas de metraje. Y es que eso ocurre con este señor, que siempre te sorprende, tanto para bien como para mal. Adentrándose en la década, al nipón le dio por hacer un cine más comercial, y en el que empleaba cada vez más presupuesto, nada que ver con sus primeros títulos.
Tras el intrigante y a la vez delirante "psychothriller" "La Lección del Mal", con el que el director recuperaba la esencia de su estilo más mordaz, decidió embarcarse en un ambicioso proyecto: adaptar la primera novela del escritor, cineasta y dibujante Kazuhiro Kiuchi, famoso sobre todo por ser el creador del manga "Be-Bop High School", de cuyo guión se encargaría Tamio Hayashi. La historia es sencilla: una niña, nieta de Ninagawa, poderoso hombre de negocios, ha sido violada y asesinada por el joven psicópata Kunihide Kiyomaru; el anciano, que desea ver a ese indeseable bajo tierra, publica a toda página, en cada periódico de Japón, el anuncio de una espectacular recompensa para quien le capture y le mate.

La película empieza con un plano que es distintivo del cine de Miike, no obstante aparca su característico sello y deja su humor negro desaparecido en combate, centrándose en el suspense y sobre todo en la acción. "Los Protectores" va revelandose como un film de acción de grandes proporciones, que nada tiene que envidiar a los de factura americana; mientras va profundizando en la psicología de sus personajes, el director nos invita a una intensa persecución donde se desata la violencia y el ritmo desenfrenado, con una forma y estilo a medio camino entre los de Walter Hill, John Woo y Johnnie To, encontrando algunos puntos en común con "Caza Legal" o el clásico de Eastwood "Ruta Suicida".
Se enlaza de este modo cuando Kiyomaru se entrega a la policía, maniobra de cobardía por excelencia, dos detectives de la Agencia Nacional de Seguridad, junto con tres agentes de policía, tendrán que cumplir la engorrosa tarea de escoltarle hasta la comisaría de Tokyo para ser juzgado en los tribunales...todo esto evitando los intentos de asesinato que los habitantes del país estarán dispuestos a cometer para ganar la recompensa. Una cacería de proporciones colosales que trae a colación lo de que "todo el mundo tiene un precio", siendo lo interesante que tal circo se desarrolla en Japón, país del honor y el orgullo por excelencia, pero como Fukasaku e Imamura nos enseñaron, en todas partes hay desalmados codiciosos dispuestos a hacer lo que sea por dinero, incluso matar si es preciso.

La codicia y la honradez, el cinismo y la conciencia, ideales que se enfrentarán constantemente, bien representados en los oficiales encargados de proteger a Kiyomaru, y en especial en Mekari. Como los anteriores aspectos comentados, la crisis económica de Japón, el deber de los honrados agentes de la ley y la propia maldad humana, la encarnada por Kiyomaru, también se encuentran en el punto de mira de Miike, así como la venganza, el derecho a tomarse uno la justicia por su propia mano, tema que el cineasta tocó bien en "Sun Scarred" (aquí se analiza la situación desde la otra cara de la moneda), y la corrupción en el cuerpo, lo que bien podría acercar a la película a las intrigas policíacas de Sidney Lumet o Ringo Lam.
El director divide la trama en dos partes: en la primera hora predomina la acción y el espectáculo, en la segunda el drama y el suspense, derivado de las luchas internas y las desconfianzas entre los agentes. Encabeza el reparto Takao Osawa, sorprendente, sobrio al principio, desatado al final, más que creíble en la piel de Mekari, paradigma del policía que acata las normas concienzudamente, viéndose transformado poco a poco por los acontecimientos, que le hacen sacar a la luz su oscuro y vengativo "yo" interior; éste se encontrará en un cara a cara constante con un Tatsuya Fujiwara repulsivo y fantástico dando vida a Kiyomaru, modelado por el cineasta de un modo muy particular.

A la manera del psicópata clásico, pero sin esforzarse en buscar justificación en sus actos ni empatía en el espectador al contrario que su homólogo creado por Fritz Lang ocho décadas antes; un villano de genuina maldad que esquiva en todo momento cualquier atisbo de redención. Los siguen una correcta Nanako Matsushima, el siempre eficiente Goro Kishitani y el veterano Tsutomu Yamazaki, brillante interpretando a Ninagawa. Gran trabajo también el de los efectos especiales, el de Nobuyasu Kita a la fotografía y por supuesto el de Miike, quien maneja la tensión y la intriga con gran oficio durante toda la película sin necesidad de ser excesivamente violento ni tremendamente original.
Muchos tachan a "Los Protectores" de inverosímil y efectista, otros la dejan, sencillamente, por los suelos; llegó a Cannes, pero parece que, por A por B, a nadie le gustó en su momento. Poco me importa a mí, pues la considero, pese a los casuales fallos que pueda tener, uno de los "thrillers" más intensos y emocionantes que el cine ha dado en estos últimos tiempos, con un final del todo memorable. Con respecto a Osawa, volvería a dar muestras de su gran talento junto a Miike en "Lion Standing in the Wind".
Chris Jiménez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
3 de mayo de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy interesante y sin embargo no muy conocido hoy en día, "El Sexto Fugitivo" es uno de los muchísimos "westerns" de ese gran cultivador del tema que fue John Sturges.
No alcanzando el grado de obra maestra, sí que es una buena película dentro de su género, demostrando el director una vez más su talento a la hora de combinar los convencionalismos del cine del Oeste con las claves del cine negro.

Para Sturges, 1.955 fue un año bastante fructífero, ya que lo terminó con tres buenos largometrajes: "La Sirena de las Aguas Verdes", "Duelo de Espías" y la genial "Conspiración de Silencio". Al año siguiente, fecha en la que se estrenaron algunos títulos notables como "Tras la Pista de los Asesinos", de Boeticher, "La Última Caza", de Richard Brooks, o esa joya del género amén de uno de los más grandes trabajos de John Ford, "Centauros del Desierto", el director decidió volver al "western" encargándose del guión del aclamado Borden Chase, quien había adaptado la novela "Fort Starvation" de Frank Gruber, un veterano escritor de novelas "pulp" que se había especializado en relatos de misterio, suspense y ambientados en el salvaje Oeste.
Jim Slater es un hombre determinado, valiente, muy rápido a la hora de desenfundar su revólver, Karyl Orton es una mujer fuerte, astuta, que no se deja amedrentar; ambos se cruzarán en Gila Valley, Arizona, y curiosamente tendrán un objetivo en común. Él pretende dar con el paradero de una tumba en la que se encuentra el cadáver de su padre, quien luchó contra los indios Apaches; ella intenta hallar 60.000 dólares en oro también escondidos en el interior de una tumba, ya que, supuestamente, le pertenecían a su difunto marido.

Resulta que el marido de ella y el padre de él fueron víctimas en el mismo valle. Un grupo de cinco hombres, efectivamente, descubrió un tesoro, pero al parecer fueron traicionados por alguien que todavía permanece en el anonimato, un sexto individuo del que nadie sabe nada y que dejó a sus compañeros en manos de los indios por dinero. Mientras Jim y Karyl investigan la verdad, se verán enzarzados en una lucha entre el mayor Carson y el temido ranchero Jim Bonniwell.
Rodada en vivo Technicolor, Sturges contaría con el bueno de Richard Widmark como protagonista, otro especialista del género con el que colaboraría poco después en la muy interesante "Desafío en la Ciudad Muerta", y con más de un millón de presupuesto el cual, por desgracia, no gozó de una buena amortización (la recaudación en taquilla fue más bien pobre).

Sumergidos en un misterio cuyos secretos y claves se van desvelando paulatinamente, mientras avanza la trama, los protagonistas de "El Sexto Fugitivo" parecen pertenecer al universo de la novela negra más que al del típico "western". Y eso es porque el sr. Sturges siempre supo atribuir la intriga del género del suspense al cine del Oeste más clásico y manido (cambiamos el escenario y los caballos por coches y ya tenemos un "noir") del mismo modo que desarrollaba la psicología de sus personajes, en la línea de los films de Anthony Mann; por eso gana tantos puntos esta obra menor, por su intrigante y enrevesada historia central aderezada con romance y una tragedia "shakespeariana" cuya conclusión deseamos averiguar lo antes posible.
Entre tanto y envolviendo el suspense, Sturges nos deleita con una película del Oeste, sin más pretensiones y con seguramente todos los elementos propios del género a encontrar en su concepción más clásica, como ese héroe solitario, fuerte, guiado por los sentimientos y que se enfrenta a los problemas como un hombre; la mujer, dura, decidida, que sin duda servirá como contrapunto romántico, porque sabemos que se enamorará del héroe, y esos personajes o muy buenos o muy malos, carentes de ambigüedad.

Por supuesto no faltan las espectaculares persecuciones y batallas contra los malvados indios (rodadas de maravilla, por cierto), el chaval que se las da de listo pero que es gilipollas a más no poder, el apasionado beso nocturno junto al fuego o el duelo final entre el bueno y el malo, aunque esta película se distingue por un anticlímax que deja un regusto amargo no muy bueno, la verdad.
Widmark nuevamente correcto, sabiendo cómo encarnar a su personaje con dureza y emotividad. Donna Reed muy carismática, compaginando su mala leche con su gran belleza. Los demás se muestran bastante solventes; el mejor es, sin duda, el gran John McIntire, impagable como el desalmado padre de Jim (que no padrastro, como se dice erróneamente en el doblaje...por expreso deseo de la censura).

Convencional y muy interesante, típica y, sin embargo, diferente. Sturges iba avanzando por el camino que le haría desembocar en su obra maestra unos años después, "Los Siete Magníficos".
Por cierto, el tema ese de los dólares metidos en la tumba demuestran que Sergio Leone fue muy original en "El Bueno, el Feo y el Malo", ¿eh?
Chris Jiménez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
10
26 de abril de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La última frase de la película se quedaría grabada en mi cerebro para siempre.
Un claro ejemplo del dominio del sr. Hitchcock para provocar la angustia del público e inquietarle sin dejar de lado, al mismo tiempo, su particular humor negro, realmente retorcido.

Finales de los '50. Alfred Hitchcock cuenta con tres décadas de carrera, un puñado de obras maestras y es considerado uno de los directores más grandes. En 1.959, "Con la Muerte en los Talones" fue un éxito rotundo y dio al inglés otro triunfo; aquel mismo año salió a la venta la novela "Psycho", escrita por Robert Bloch, quien se inspiró en el caso real del psicópata Ed Gein (a quien ya se le han dedicado muchos estudios) para crear a su Norman Bates. Por desgracia, los ejecutivos de Paramount Pictures rechazaron la idea de producir una adaptación de aquel libro.
En respuesta, el director propuso realizarla de una manera económica y rápida: en blanco y negro y usando al equipo de su serie "Alfred Hitchcock Presenta". ¡Y ni con esas les convenció!, así que la cosa estaba clara. El buen hombre se autofinanciaría el proyecto y trabajaría sirviéndose de los estudios de la Universal (Paramount acabó entrando en los temas de distribución), con el no muy experimentado Joseph Stefano a cargo del guión, quien se mantuvo fiel a la novela salvo por algunos retoques, eliminándose el alcoholismo del personaje de Bates y su interés en el ocultismo y la pornografía (esto último quedaría insinuado en el film...).

Una mujer, un amante, una huida, 40.000 dólares. Recursos conocidos que se encuentran con algo inesperado en el camino: un motel de carretera. Esta tergiversadora intriga se aparta de las claves de "Con la Muerte en los Talones", reduciéndose los espacios, abandonando la diversión y la aventura y presentando una galería de pesimistas antihéroes; es decir, "Psicosis" da una vuelta de tuerca al cine del director, y sus primeros 26 minutos lo demuestran, con la aparentemente fiable e inocente Marion que se lanza a la carretera para huir de sus perseguidores. Pero, al contrario de los falsos culpables que ocupaban las fábulas "hitchcockianas", esta mujer, que ya lleva tiempo deslizándose por el sendero de la mediocridad, se convierte, además, en una vulgar ladrona.
Todo esto tras una larga escena de apertura en la que el inglés vuelve a repetir una de sus obsesiones: el voyeurismo. Dijo Jean Douchet: "Supongamos que James Stewart bajara de la pantalla de "La Ventana Indiscreta" y […] se volviera espectador […]. Su apetito de voyeur quedaría saciado desde el principio de "Psicosis" ". Y es muy cierto. El ojo del espectador sigue a esa Marion, siempre objetivamente aunque asumiendo un papel de complicidad, que acepta un motel sórdido a plena luz del día, que se queda con el dinero, que huye para esconderse...

Pero lo trepidante acaba cuando se avistan las luces del cartel del motel, y de la intriga se pasa a la angustia y la asfixia. La mujer está sola en un lugar siniestro, vaticinamos un peligro planeando sobre ella, como los pájaros disecados de la sala; por último, el inquietante gerente asume nuestro papel espiando a Marion y a partir de ahí nos pondremos en su lugar. Nuestros instintos y deseos más terribles se disparan con "Psicosis": hemos sido cómplices de un robo y un asesinato, y aun así, engullimos para siempre lo sucedido en nuestro inconsciente. Hitchcock, que parece tomar influencia del pequeño clásico "noir" "La Calle del Misterio", da vida a una obra de la que podrían escribirse páginas y páginas de análisis y en la que nada es lo que parece.
La dualidad alcanza todos los contextos, tanto el social como el humano y el psicológico, y el director se atreve a interpenetrar en el reverso más oscuro de ellos. Técnicamente, el film desborda la perfección absoluta, con una cámara envolvente y de arriesgados movimientos que nos introduce sin compasión en la pesadilla, sumándose la música de Herrmann, que anticipa los momentos álgidos de la acción con estridentes notas (uno de los recursos más imitados), la bellísima (o tenebrosa) fotografía de John L. Russell y la interpretación de los actores. Anthony Perkins convierte a Norman Bates en el prototipo de "psychokiller" y logra plasmar la dolorosa mezquindad del ser humano, así como el conflicto de doble personalidad más extremo alcanzado por éste, de forma brillante.

Al tiempo que esa maravillosa Janet Leigh encarna con su Marion el reflejo de la doble moral imperante en la sociedad. Vera Miles, John Gavin y Martin Balsam ofrecen unas muy solventes actuaciones...aunque es difícil reparar en ellos teniendo a Perkins en cabeza. Construida sobre una sobriedad tan engañosa como esa vida cotidiana que critica sin piedad, esta visceral y perturbadora obra maestra que marca el inicio de un subgénero muy lucrativo (el "slasher") y que se llega a convertir en la más representativa del suspense "hitchcokiano", sobrevive al paso del tiempo sin problemas.
Sobre todo gracias a tres secuencias que han pasado a la historia: el asesinato en la ducha (donde el director brinda un homenaje a su ídolo Cecil DeMille), el ataque a Arbogast en la escalera y el escalofriante clímax final. La leyenda de Bates renace en los '80 con bastante mediocridad y Gus Van Sant se encarga más tarde de un "remake" que no se lleva nada salvo el desprecio de las masas.

Seamos sinceros, ¿hay alguna "Psicosis" más aterradora que la planteada por Hitchcock?
Ni pensarlo.
Chris Jiménez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
Alita, ángel de combate
MediometrajeAnimación
Japón1993
6,7
2.855
Animación
7
5 de abril de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Contempla un perro siendo desmembrado, pasa su dedo mecánico por el charco de sangre, se pinta dos líneas bajo los ojos y profiere con decisión "...a muerte".
Aunque tenga aspecto de indefensa jovencita que nadie se confunda, ella es en realidad una máquina preparada para el combate, con poderes de destrucción que incluso desconoce.

Es la protagonista absoluta del célebre manga "Gunnm" creado por Yukito Kishiro allá por 1.990, y su nombre es Alita (Gally en los cómics). Un manga que aguantó nueve volúmenes durante cinco años en su serie original y que más tarde prosiguió con nuevas historias y crónicas. Hoy pocos se acuerdan de él, la verdad, pero sin duda tuvo sus influencias en el mundo del cómic y la animación; al ganarse una buena popularidad y seguidores en la época se determinó hacer una adaptación al anime, sobre todo para dar a conocer el trabajo de Kishiro en tierras extranjeras.
Esta adaptación correría a cargo de Animate Films y la gran MadHouse y de su distribución se encargarían la americana ADV Films y la europea Manga Entertainment. El propósito del autor era realizar dos OVA's que se corresponderían con los dos primeros volúmenes de la serie, siendo elegido el veterano Hiroshi Fukutomi, responsable, entre otros trabajos, de "Suzuka", "Art of Fighting" o "Fatal Fury", como director.

Diferenciándose no bastante, sino muchísimo del manga y acelerando los acontecimientos de éste, la historia nos sitúa en un futuro distópico y post-apocalíptico, en una ciudad indeterminada, donde la basura, la delincuencia y el crimen campan a sus anchas del mismo modo que las máquinas ya forman parte de la vida cotidiana. Justo arriba, por encima de la decadencia, los asesinos, los traficantes de órganos y los devoradores de cerebros, se erige un paraíso flotante llamado Zalem, el lugar en el que todos anhelan vivir...y el responsable de toda la porquería que hay abajo.
Recolectando piezas en uno de tantos vertederos que adornan las afueras, el cirujano de cyborgs Daisuke encuentra la mitad de una máquina con aspecto femenino y determina devolverla a la vida. Así se convertirá en Alita, quien poco a poco, y a pesar de su amnesia, empieza a tomar conciencia de donde vive y de lo que es; su habilidad para el combate la convierte en una cazarrecompensas, mientras que crecerá su amor por Yugo, un joven manitas ayudante de Daisuke que desea con todo su corazón irse a vivir a Zalem, lo que no es nada fácil, por otra parte.

Heredera a partes iguales del "Ghost in the Shell" de Shirow Masamune, la "Wicked City" de Hideyuki Kikuchi, el "Cybernetics' Guardian" de Koichi Ohata y en general de toda la corriente "cyberpunk" del momento en la más pura vena de P.K. Dick (la doble identidad de Daisuke es una leve variante del Deckard de "¿Sueñan los Androides con Ovejas Eléctricas?"), la versión animada de "Gunnm" vuelve a traer a colación algunas de las temáticas más vistas del género, como es esa sociedad destruida y decadente en la que la tecnología, sin embargo, está a la orden del día, con cyborgs, robots y otras máquinas coexistiendo, o esa clásica sociedad clasista donde los privilegiados se encuentran arriba y los más pobres abajo (¿crítica de connotaciones sociales o religiosas?).
Lo más importante al fin y al cabo sigue siendo la manida relación, primero amistosa y luego amorosa, establecida entre Alita y Yugo, los cuales pueden, sin duda, compartir sus vidas pese al gran abismo existencial que los separa: la primera una máquina, el otro un humano. El afán de superación, el anhelo de una vida mejor y la preocupación por el entorno son puntos determinantes en esta historia, que se presenta adornada con grandes dosis de sexo, violencia, acción, suspense y aventura.

Las grandes diferencias entre el manga y el OVA (personajes, hechos, lugares...casi todo cambia) pueden lastrar esta pequeña producción, sin embargo, sus múltiples lecturas, su grotesca y bien realizada animación y su capacidad para hacer pasar un rato la mar de entretenido en poco más de 50 minutos la hacen merecedora de una buena nota. Además, hay secuencias de combate realmente memorables.
Se supone que Robert Rodríguez va a estrenar el "live action" este 2.018. ¿Será una buena adaptación o una gran gilipollez como todos los films americanos que pretenden trasladar mangas al cine? Veremos...
Chris Jiménez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
26 de diciembre de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siete puertas cuyo destino es el Infierno, y bajo un antiguo hotel se encuentra una de ellas.
Lucio Fulci nos vuelve a arrastrar a los abismos más negros de un universo más allá del nuestro. El de los muertos, las pesadillas, los demonios...

Una vez que realizó "Zombi 2", con la que pondría punto y final a sus años '70 y considerada por muchos un auténtico clásico del horror mediterráneo, el italiano se dedicaría en cuerpo y alma (salvo un par de excepciones) al terror y la fantasía, si bien con ello la calidad de sus obras iría en descenso durante aquellos '80 hasta estamparse al final de la década. Pero todo parecía ir bien en sus inicios; tras rodar la interesante y "poeniana" "El Gato Negro" surgió la idea de establecer en su filmografía una trilogía unida únicamente por el género, el estilo y la protagonista (Catriona MacColl).
Comenzaría con "Miedo en la Ciudad de los Muertos Vivientes" y seguiría ésta, concebida entre tres guionistas (incluído el obligatorio Dardano Sacchetti) sin seguir un esquema narrativo claro, sino acorde a vagas ideas y momentos impactantes que iban naciendo de la enfermiza mente de Fulci, unido todo por un hilo conductor bastante débil. No es por tanto una ofensa afirmar que el film carece totalmente de una trama sólida, porque en efecto no la hay por ningún sitio; el mismo Sacchetti admitiría que, desde los personajes hasta el argumento principal, todo funcionaba como mera excusa para apoyar algo más importante.

Y es algo que de algún modo u otro ha estado (y estaría) presente en el cine del director, y una de las cosas que siempre lo ha caracterizado: la sensación de irrealidad, el abandono a la maravillosa ilógica por encima de toda lógica y sentido común. En este sentido, "El Más Allá" irradia una fuerza portentosa. Fulci inicia su relato en un escenario tétrico envuelto por el viscoso y agobiante blanco y negro de la fotografía de Sergio Salvati, planeando en todo momento las sombras de Bava, Browning y el horror clásico de la Hammer, pero añadiendo en el proceso abundantes dosis de violencia.
Un artista residente en un hotel de Louisiana es considerado un brujo por los vecinos del lugar, quienes se forman en una muchedumbre furiosa y le asesinan sin que pueda finalizar uno de sus cuadros; la justicia desprovista de toda moral llevada a cabo por el pueblo en contra de la corrosiva superstición es desde luego fundamental para entender la ola de terribles sucesos y horripilantes asesinatos que está a punto de desatarse. Aunque el director practique una elipsis de 54 años no reduce mucho el ritmo ni se entretiene en los aspectos innecesarios de un argumento plano: la adquisición del hotel por Liza, una joven y escéptica heredera de ciudad que ignora los peligros que van a suceder.

La aparición de una extraña muchacha ciega llamada Emily y el libro demoníaco Eibon (referencia al gran Clark Ashton Smith y, cómo no, al "Necronomicon" de Lovecraft) reforzarán la idea de que en esta película no hay que confiar en los débiles e inútiles razonamientos argumentales, sino en la existencia de un mundo invisible cuyos espectros son capaces de penetrar al nuestro; el realizador condena tanto la creencia de la superstición como en su total rechazo, y así deja que el puro miedo se convierta en el maestro de ceremonias de una venganza de origen incierto.
Se abre una brecha en la pared y las manos de los muertos nos lanzan a los recónditos universos de su interior; a partir de ahora lo que los personajes contemplan con sus ojos no es válido (de ahí que siempre acaben arrancados) y sólo en la ceguera de los de Emily se atisba la auténtica realidad, plagada de muertos vivientes, fantasmas vengadores y apariciones demoníacas mientras se perciben las huellas de "La Profecía" (y otros films sobre mansiones encantadas como "El Palacio de los Espíritus", "La Mansión de los Horrores", "La Leyenda de la Casa del Infierno" o "El Legado"), destellos de H.G. Lewis, el horror implantado por Argento, Freda, Carpenter y la imaginería "lovecraftiana".

Hitchcock y Castle modelaban atmósferas asfixiantes sujetas a los patrones de la intriga y revestidas de una cierta sutileza áspera. Fulci no se anda con sutilezas, y su concesión al sadismo más bruto y a lo grotesco se alza como marca de la casa desde el primer momento; los primeros planos de los ojos de los personajes y ciertas mutilaciones en ellos revelan la estrecha relación que percibe el director con el descenso a la locura y la quiebra de la realidad. "El Más Allá" es eso, la quiebra de lo real por una invasión arrolladora de lo maléfico hacia registros sensibles supurantes de vísceras y viscosidades cuyos pliegues no obedecen a leyes de ningún tipo.
Pues habrá situaciones planteadas únicamente para ser llevadas a una catársis extrema de hemoglobina y pasión por el sadismo más recalcitrante (la de la madre y la hija en la morgue como principal ejemplo...). Y si bien en términos técnicos se alcanzan niveles muy dignos, en el plano artístico dejan mucho que desear esos Al Cliver, Veronica Lazar y David Warbeck, cuyo ridículo personaje sólo da vueltas y tiene la suerte de aparecer siempre en el momento preciso para salvar a la rubia y guapa MacColl. Sí que merece un elogio la delicada pero inquietante presencia de la modelo Cinzia Monreale, llevándose además una de las secuencias más terribles y memorables (el ataque del perro a Emily, cómo no).

En entregarse a las garras de lo paranoico y lo deliciosamente repulsivo reposan los principios de este film ya elevado al estatus de culto, y su exposición constituye todo un viaje a las mismísimas entrañas de lo imposible, una experiencia que, salvando mucho el presupuesto y los medios con que contaba, logra atolondrar, fascinar y revolver las tripas hasta la extenuación con plena eficacia.
Sí, amigos, Fulci realiza su última obra maestra, del género, de la década y de su carrera, y con ella influenciaría a toda una generación de futuros directores y escritores.
Chris Jiménez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow