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España España · almeria
Críticas de TOM REGAN
Críticas 5.350
Críticas ordenadas por utilidad
7
14 de mayo de 2008
24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
112/15(12/05/08) Segunda cinta dirigida por el más completo genio que ha dado el arte español en el siglo xx, director, escritor, guionista y actor, en todo lo que hacía sobresalía. Esta es una simpática cinta que narra las peripecias de una joven pareja, sirve como análisis bastante fiable de como era la dura vida cotidiana en esa época, todo ello con un gran sentido del humor, con unos diálogos chispeantes e ingeniosos, algunas escenas desternillantes, destacando entre ellas la del accidente, maravillosa, con un Pepe Isbert cumbre (curioso el detalle F. F. Gómez dando las gracias en los titulos de crédito a Isbert por aceptar un papel tan corto). Recomendable a todos los amantes de buenas comedias. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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7
26 de setiembre de 2014
22 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
129/04(06/09/14) Buena adaptación del best-seller del galo Caryl Ferey, dirigida con gran pulso por su compatriota Jérôme Salle, en lo que es un sugestivo thriller que sabe además exponer una contemporánea radiografía de un convulso país como es Sudáfrica, en el post-apartheid con la raíz en un asesinato se nos enseña la realidad de una nación todavía con las heridas del pasado sangrando, donde las grietas sociales son enormes, donde aún sin la segregación racial los guetos negros siguen existiendo, donde la violencia resulta intrínseca en una sociedad irremediablemente partida, una muy entretenida cinta con trasfondo social.

El escenario principal es Ciudad del cabo en la Sudáfrica actual post-apartheid, con las heridas todavía cicatrizando por el régimen blanco racista. Hay un cruento asesinato de una chica hija de un adinerado, lo investigara el capitán de la policía Ali Sokhela (buen Forrest Whitaker), tipo de mediana edad traumatizado por hechos de su infancia con las fuerzas opresoras del apartheid, junto a él Dan Fletcher (correcto Conrad Kemp), tipo afable casado con una mujer que combate el cáncer, también está en las indagaciones Brian Epkeen (buen Orlando Bloom) , un tipo de vuelta, alcohólico, promiscuo sexual, divorciado y con un hijo. Rastros de una extraña droga en la asesinada lleva a los policías a adentrarse en un oscuro caso con raíces en el nefasto apartheid.

El libro de Caryl Ferey se inspira libremente en el caso real del Proyecto Costa, un programa de armas biológicas y químicas ideado por el régimen de la Sudáfrica del apartheid, que combatió infectando a la población de color de 1981 a 1993, fue Wouter Basson, apodado “Doctor Muerte”, médico personal del presidente Pieter Botha, fue el encargado de desarrollar el proyecto en secreto, Basson en un documental años después llegó a decir cínicamente que lo más divertido que hizo en su vida. Basson en 2002 tras un juicio fue amnistiado, el gobierno de Sudáfrica apeló, en 2005 se dio luz verde a su juicio por crímenes contra la humanidad, sin embargo aún no ha habido juicio.

Guionizan el propio director y Julien Rappeneau (“Largo Winch”), partiendo de la idea de un clásico thriller, con suspense, misterio, acción, protagonistas atormentados, arranca en un asesinato que a medida que se desmadeja se nos muestra la realidad de la Sudáfrica post-segregación racial, donde la paz social dista mucho de estar presente, la brecha entre ricos y pobres es enorme, donde unos pocos son pudiente y unos muchísimos pasan escaseces y viven en el umbral de la miseria, y en estas condiciones el caldo para el terror y el crimen es esperable, es una denuncia sobre como la política de perdón tras el apartheid fue un parche, se ataca como la Comisión de la Verdad y Reconciliación amnistió a todos los criminales estatales se hizo para evitar una guerra civil, pero esto dejó libres a muchos sociópatas xenófobos. Se nos presenta un país salvaje, violento, de instintos básicos, con viviendas ultraprotegidas, de prostitutas, de drogas, donde las armas circulan libremente, donde todavía los tentáculos enraizados en las instituciones gubernamentales intentan tapar sus fechorías, tocando temas como el perdón, la frustración sexual, la injusticia social, el alcoholismo, los sentimientos de culpa, la redención o el racismo. Todo esto se lleva a cabo con un ritmo fluido, con situaciones bien hiladas, con buenos diálogos, con giros atractivos, con escenas de acción muy bien rodadas, con secuencias impactantes, con tiroteos, explosiones, persecuciones, ello en un increscendo dramático sugerente, hasta desembocar en un clímax final brillante. Con una buena delineación de protagonistas, con secundarios algo menos vistosos pero que dan apoyo útil. Con todo esto nos da un notable lienzo de la Suidáfrica actual, en un tono triste y melancólico.

La puesta en escena se erige en un pilar fundamental para hacer protagonista a Sudáfrica, con un espléndido diseño de producción de Laurent Ott (“Syriana”, “Diarios de Una Motocicleta” o “La Escafandra Y La mariposa”), recreando un mosaico multicolor sudafricano, con parques, urbanizaciones de la alta sociedad, guetos deprimentes o playas desoladas, y esto realzado por la fenomenal fotografía de Dennis Rouden (“Largo Winch”, “El Secreto De Anthony Zimmer” o “Asuntos Pendientes”), jugando con los contrastes de luz, espectacular la escena de la playa donde el sol nos inunda y sofoca, y esto atomizado en el tramo final en el desierto, de patinados cálidos, acentuando la pobreza en los interiores, y esto acunado en la deliciosa música de Alexandre Desplat (“El Discurso del Rey”, “El Escritor” o “Argo”).

Forest Whitaker realiza una interpretación de gran intensidad, un tipo atormentado, taciturno, que combate sus demonios internos con estoicidad, y serenidad, imprimiendo gran humanidad y matices a su compleja personalidad. Orlando Bloom es la sorpresa agradable del film, se despoja de su imagen de pimpollo indespeinable, dejándonos un rol de tipo duro, cínico, ajado, rebelde, insatisfecho, nihilista, con carisma, aportando un lenguaje gestual apropiado a su desaliñada personalidad. Y entre los dos se establece una notable química que se enriquece de sus diferentes imperfecciones, de su soledad patológica, son exponentes de la nueva Sudáfrica, el tipo negro con un pasado marcado por la angustia del racismo, y el tipo blanco despreocupado, que intenta hacer borrón con el pasado.

Tampoco es que sea redonda, es que he leído críticas que la atacaban furibundamente, y yo que he leído el libro me parece una aceptable adaptación, pero tampoco es que sea redonda, le falta desarrollo a los secundarios, asimismo le falta más peso en los villanos que se nos presentan casi como de formas nebulosas, con lo que el duelo entre el bien y el mal queda un tanto desdibujado. (continua en spoiler por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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10
4 de agosto de 2014
22 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
84/07(13/14) Una de las Más Grandes Odas al antibelicismo que se hayan hecho nunca, más de 80 años de su realización que no le han hecho mella, su frescura y mordacidad la han atomizado, siendo de gran influencia para posteriores grandes cineastas. Lewis Milestone realiza una de los más conmovedores alegatos contra una de las mayores lacras que el ser humano ha creado, la Guerra y todas sus nefastas consecuencias. Su profundo mensaje Humanista era tan pernicioso para el poder de Maestro de Marionetas de los gobiernos que estos temieron que su pacifista contexto podría influir en la gente, los gobernantes no quieren que sus ciudadanos vean la realidad de las contiendas bélicas, pretenden pintárselas de idealistas y glamurosas. La Academia de Cine la premió con el Óscar a la mejor película y a la mejor dirección. Sinopsis omitida por falta de espacio.

La cinta arranca con un mensaje sobreimpresionado que da idea que estamos ante algo de calado emocional: <Esta historia no es una acusación ni una confesión, y aún menos una aventura, pues la muerte no es una aventura para aquellos que se enfrentan de pie a ella. Trata simplemente de una generación de hombres que, aunque escaparan de las bombas, quedaron destrozados por la guerra.>

Se basa en la novela homónima del germano Erich Maria Remarque, veterano de la Gran Guerra plasma en el libro sus experiencias en el conflicto, siendo el primer gran film del cine sonoro. Lo guionizan George Abbott, Maxwell Anderson (“Cayo Largo”), Del Andrews, y el no acreditado director, con una composición de momentos únicos, de los que manan estremecedores sentimientos, con descripción de personajes con los empatizas y con los que sufrirás. Discurre en tono pesimista, realista recreación del tránsito del artificioso idealismo de de formar jóvenes Patriotas que luchen abnegadamente por una causa, aunque esta causa les sea ajena, pasando gradualmente de la ilusión, al desencanto, la decepción, la frustración, la desesperación, habla de la sinrazón, de la inutilidad, de la futilidad de las Guerras, nos cuenta que la victoria es permanecer vivo, que el inicial idealismo deriva en que únicamente luchas por el compañero. Fastuoso reflejo de la dura vida en las trincheras, no escatiman autenticidad, exponiendo la crudeza, mostrándolas embarradas, mugrientas, con ratas entre los soldados, pasando hambre, con el constante sonido de fondo de las bombas enemigas cayendo, conviviendo con la muerte, impresionantes batallas, magníficamente rodadas, se muestran los horrores de estas con imágenes imperecederas como las manos amputadas que quedan colgando en una alambrada, Sublime. La cinta pone el acento en desmitificar la guerra, en despojarle de cualquier glamur, aquí no hay héroes solo supervivientes.

La guerra la vemos desde el punto de vista de los soldados rasos de infantería, peones movidos por caprichosas manos, nunca sabremos donde están o cual es la estrategia de combate, no se nos explica porque guerrean, pero se nos enseña la manipulación a la que chicos volubles son sometidos con argumentaciones pomposas, hinchadas de nacionalismo que no es más que el McGuffin para azuzar a las masas, jóvenes que sueñan con ser héroes. Se nos relata con esmero todo el trayecto desde el adoctrinamiento en la escuela, el adiestramiento, la llegada a las inhóspitas trincheras, la relación con los veteranos, las primeras misiones, el hambre, las batallas, los deprimentes hospitales con sus fallecimientos, amputaciones y traumas de guerra o los permisos de vuelta a casa donde ya se encuentran fuera de lugar.

Gran parte del éxito del film es su extraordinario elenco actoral, con el acierto de no poner a estrellas para no desviar la atención a lo superfluo, con unos intérpretes que transpiran veracidad, humanidad, y de lo más complicado, contención, pues los actores provienen todavía del cine mudo donde el histrionismo era la forma de emitir emociones, aquí transmiten naturalidad. El amo y señor de la función es Louis Wolheim como el veterano Kat, Colosal, ayudado por un físico tallado a machetazos emite un portentoso carisma, dota a su rol de un patinado paternal conmovedor, su lenguaje gestual apabulla, lamentablemente murió de cáncer un año después del estreno de la cinta con 51 años. Lewis Ayres es el protagonista resulta entrañable en su papel, emite toda la gama de matices que requiere, con momentos apasionantes, con discursos arrolladores de poderío como el que da a los alumnos en un permiso, alertándoles de lo perniciosos de la guerra mientras estos le abuchean por considerarlo antipatriota, tan marcado quedó por su rol que durante la WWII se hizo objetor de conciencia, sirviendo durante la contienda en el Cuerpo Médico en el Pacífico Sur. Slim Sommerville como Tjaden realiza una fenomenal labor como alivio cómico, y derrochando ternura.

Puesta en escena espléndida, brillante dirección artística de William R. Schmidt y Charles D. Hall (“El Doctor Frankenstein”), con estupendo pueblo teutón, tremendas trincheras, aterrador campo de batalla, fruto de 20 hectáreas de un rancho californiano, con miles de extras en una pavorosa coreografía de la muerte, más de 2000 excombatientes alemanes residentes en Los Ángeles sirvieron de extras militares, algunos incluso hicieron de asesores técnicos, con lúgubres hospitales, o el excelente vestuario, esto maximizado por el grandioso trabajo de cámara de Kar Freund (“Metrópolis”) y Arthur Edeson (“Casablanca”), con espectaculares travellings en las trincheras, con prodigiosas tomas en las batallas, con secuencia subjetiva estupenda cuando vemos a Paul asistir a un caótico enfrentamiento entre tropas con él situado en un cráter de una bomba, genial o cuando la cámara actúa de ametralladora, a esto se añade no poner música porque se confía tanto en el relato que la música puede resultar maniquea y sensiblera. (continua en spoiler por falta de espacio))
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TOM REGAN
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4
9 de marzo de 2016
47 de 73 usuarios han encontrado esta crítica útil
39/02(03/03/16) Fallido debut en la dirección de Steven Craig Zahler (novelista y músico), una desequilibrada mezcolanza entre el género western y el terror de índole góre, el realizador no sabe sintetizar, se le va el ritmo de las manos, cayendo en la languidez parsimoniosa, con unos personajes que resultan forzados en sus motivaciones, siendo un film de bajo presupuesto, lo peor es que esta falta de plata brilla estrepitosamente en una puesta en escena pobre, solo sobresale la fotografía y la sensación de aridez que nos transmite. Una propuesta que se alarga en demasía en el viaje del cuarteto, como queriendo enriquecer la camaradería machil que tanto supo explotar el genial John Ford, del que este film se nota claramente influenciado, empezando por su nudo central que recuerda a “Centauros del desierto” (1956) esto en un desabrido coctel con la cinta de terror de Wes Craven “Las colinas tienen ojos” (1977), pariendo una letárgica propuesta con acentuados rasgos de serie b. Solo en su tramo final llama algo el interés con la aparición de la tribu cavernícola-caníbal, pero reflejados de un modo muy torpón, donde la originalidad ni está ni se la espera, donde las sorpresas son nulas, y donde al acabar te sientes vacío por lo visto. Lo mejor es la presencia carismática de un Kurt Russell que en la madurez ha encontrado un poso de actor brillante. Lo peor de todo es que se toma en serio a sí misma, pretende mucho más de lo que puede.

Estamos en el pueblo del oeste Bright Hope, allí llega un misterioso forastero, Purvis (David Arquette), al que el sheriff Hunt (Kurt Russell) detiene tras un trifulca en el saloon, siendo herido en la pierna el prisionero, la doctora del pueblo, Samantha (Lili Simmons), lo atiende por la noche, a la mañana siguiente la médica y el recluso han desaparecido, quedando una flecha india como única pista de lo acontecido, una tribu caníbal se los ha llevado, entonces se organiza un grupo para ir al rescate, el sheriff Hunt, su viejo ayudante Chicory (Richard Jenkins), el esposo de la doctora, Arthur (Patrick Wilson), todavía cojo por un accidente doméstico, y un hierático pistolero, Brooder (Matthew Fox), comenzando una odisea contrarreloj para el rescate.

El bloque del viaje por el desierto ocupa la gran parte central del relato, esto el director lo quiere afrontar como una radiografía de diferentes caracteres que enfrentados a un peligro se compenetran en sus desigualdades, haciendo germinar una hermandad varonil, pues bien, estas interrelaciones entre los cuatro se sienten metidas con calzador, con diálogos que llegan a ser estridentes, cuando no ridículos, como el que he leído alaban en el que divagan sobre un circo de pulgas, anhela ser una road-movie con trazos existencialistas , quiere tomarse su tiempo en hacer una introspección de personajes, pero esto queda metido con calzador, no hay mimbres en el armazón de ententes orales para dar fuerza y alma de empatía a los personajes. Personajes protagonistas que forman un cuarteto bastante surrealista en su composición, el sheriff íntegro y duro, bien, el pistolero lacónico y despiadado, bien, pero un cojo que apenas puede andar y un anciano, no se tiene en pie puedan estos disminuidos físicos ser de la partida en una misión peligrosa de rescate, para colmo es su final (spoiler).

El realizador cimenta el desarrollo de la tensión en el hábil recurso del fuera de campo, en no mostrar más de lo que los protagonistas ven, con lo que sus ojos serán los nuestros, sus oídos serán los nuestros, y es que el sonido tiene importancia por el modo de comunicarse que tienen los malos malísimos, con un sonido de silbato ahogado que provoca pavor, se juega con lo desconocido, con las sugerencias de lo que nos han contado, con el misterio de la tribu, y de este modo cuando aparecen ya en el rush final se ha creado sobre los indígenas un halo cuasi-místico de monstruos, lástima que esto no sea aprovechado y se nos muestren impactantes imágenes gores provocadas por estos, pero en medio de una caótica evolución del clímax final, quedando en un esbozo de lo que pudo haber mostrado esta tribu. La vertiente terrorífica la llevan por supuesto esta tribu de aspecto temible, pintados enteros de gris, con un hueso de animal cosido a sus gargantas para poder emitir el silbido turbador con que se comunican, pero como digo estos moradores de cuevas son expuestos de modo salvaje, pero sin matiz alguno, meras caricaturas de comportamiento errático. Trata temas de modo naif como el sentido del deber, el amor, el sacrificio, o por supuesto la sempiterna lucha del bien contra el mal, pero abordado de modo banal, sin capacidad alguna de hondura dramática.

Kurt Russell es lo mejor de la función, demuestra un poso de carisma y fuerte personalidad arrolladora. Patrick Wilson es un buen actor que aquí resulta bastante liviano, sin mucho carácter, plúmbeo. Richard Jenkins hace una copia del clásico secundario de Howard Hawks, Walter Brennan, con sus andares, ademanes, encorvamiento, e incluso facialmente, un rol que emite humanidad, pero al que no te crees en un grupo de rescate. Matthew Fox tras un bigote elegante realiza una actuación meritoria como el enigmático pistolero que al final destapa su verdadera motivación para enrolarse en la partida. Lily Simmons muy guapa, pera falta de frescura.

La puesta en escena proyecta la pobreza de medios de que dispone la cinta, se rodó en el Paramount Ranch en Malibú (California), la mayor parte en un áridos parejas desprovistos de vida, sin atisbo de épica en los lares, parece siempre se mueven en círculos, todo muy similar, sin tomas generales que encuadren en su pequeñez a los protagonistas, desembocando en su clímax final en la guarida de los “malos” de una escasez de medios alarmante, un pusilánime decorado sin el menor dinamismo, lastimera exhibición falta de recursos económicos o de imaginación para adornar a estos “villanos” caníbales. (sigue en spoiler)
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TOM REGAN
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5
8 de mayo de 2020
40 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
124/09(07/05/20) Fallido film revisionista del oeste americano y el trato que los blancos dieron a los nativos. Dirige y guioniza Scott Cooper sobre un manuscrito de Donald Stewart (guionista de "Missing" y "The Hunt for the Red October", murió hace 18 años, y es difícil saber cuánto de queda el material original), desarrollando un western letárgico en su ritmo, donde el realizador confunde lentitud con profundidad. La mayor parte del metraje (al menos así me lo pareció a mí) nos la pasamos viendo como un grupo de jinetes surca el medio oeste americano (sus infinitas llanuras), donde priman los silencios, pasan muchas cosas, y Cooper tiene la rara habilidad de que tengamos la sensación de que no pasa nada, pero es que cuando hablan los personajes tampoco dicen mucho, cayendo en la ultracorrección política, en un arco de evolución más previsible que después del día viene la noche. Dos horas y cuarto de metraje resultan agónicas, pues además nunca te sorprenden, y tampoco hay nunca imaginación especial en rodar escenas que me saquen del sopor, pues la acción resulta anodina, incluso torpona (ese inicio del cabeza de familia yendo a pecho descubierto contra un grupo de indios violentos resulta grotesco, cuando lo lógico es que se hubiera parapetado, siéndome ridículo desde principio), para todo derivar en un final olvidable y bastante dulzón y condescendiente. La película es la clásica historia de un viaje donde hay opuestos de carácter, y por supuesto se convierte en una travesía de aprendizaje y comprensión, o al menos esto pretende Cooper, pues a mí me ha quedado todo muy forzado, no hay sensación orgánica, no hay gradualidad, simplemente los cambios ocurren por imperativo del guión.

Este acercamiento paternalista al genocidio nativo-indio me resulta grimante cuando los nativos protagonista aquí casi pasan por cameos en su nula participación dramática, son meros arquetipos buenistas que soportan las vejaciones sin un mal gesto, al contrario, tiene gestos de bondad. Donde las únicas palabras contra el exterminio de los indios es de los blancos (la mujer de un Tte. Col. Durante una cena, o el rol encarnado por Bill Camp), reforzando la sensación de superioridad moral paternalista blanca. Cooper ansía hacer una reflexión sobre los caminos de la redención, sobre la expiación de los pecados, pretende denunciar el salvajismo con que se trató a los nativos USA (epítome que se comenta en el film es la Batalla de Wounded Knee, o más bien Masacre, el 29 de diciembre de 1890) pero todo esto me queda esquemático y superficial, remarcado de modo infantil por los roles de Bill Camp y de Robyn Malcolm, pero se pierde Cooper al querer equiparar al jefe indio y al capitán Blocker, a uno lo expoliaron y masacraron a su gente, y el otro fue parte de esta maquinaria asesina, por tanto pretender equilibrar su dolor me resulta grotesco. Y es que Cooper no arriesga lo más mínimo, surcando caminos ya muy vistos, tampoco es que saque lo mejor de unas actuaciones que van de lo rutinario a lo desaprovechado. Malo es cuando lo único que se me queda de la película es la preciosa fotografía con sus planos generales hermosos.

Tiene un comienzo algo tramposo en querer contrastar actitudes. Estamos en 1892, primero vemos como un grupo de comanches extermina casi por completo a una familia (solo escapa la madre, acabando con los hijos y padre) de colonos en una solitaria granja, donde al hombre le quitan la cabellera; Saltamos a como un grupo de soldados que apresan y trasladan violentamente, arrastrándolos, a un grupo de indios, ello ante la mirada impasible del capitán que come una manzana mientras se veja a los nativos; De aquí parte la gran trampa de la película, al querer nivelar al invasor con el invadido, se nos quiere decir que los dos bandos eran violentos, pero esto es alterar las raíces de todo este conflicto.

La película quiere componer un crisol de personalidades en este grupo viajero. Empezando por el capitán Blocker (Christian Bale), vive con el peso de su bélico pasado, con un gran sentido del deber y un gran odio a los nativos indios. Bale todo el tiempo con el mismo rostro (con enorme bigote, que no le deja ver la boca) de amargado, que solo cambia para llorar o gritar de dolor contendido, no tiene capas: Tenemos que tragar que su odio visceral a los nativos es por las varias batallas contra ellos, pero que esperaba este capitán, que no se defendieran? Cuando le toca cambiar lo hace movido por una fuerza ‘sobrenatural’, pues nunca se ve el motivo de su cambio de carácter; Una viuda, Rosalee (Rosamund Pike) a la que acaban de matar los comanches a toda su familia (hijos y marido), parece que será un personaje rico en matices, pues piensas odiará a los indígenas, pero esto no se atisba, simplemente parece estar allí para rellenar la cuota de una mujer blanca en la que el capitán deposite galantería; Un jefe indio Cheyenne, ya muy mayor, veterano de batallas contra los blancos, pero que ahora enfermo terminal desea morir en su tierra de Montana, siendo el causante (McGuffin) del viaje de su prisión en Nuevo México al estado del norte. Personaje nebulosa, pues nunca sabremos el porqué de su mansedumbre, con lo que queda como el tópico indio bueno sin más. Wes Studi hace lo que puede con un personaje plano, donde todo el rato tiene la misma inexpresiva pose y rostro; Con estos mimbres parece tendremos un relato previsible de acercamiento entre antiguos enemigos, pero todo resulta tan chapucero en este sentido que sientes que tras las cámaras la habilidad de provocar sensación de comunión es inexistente, todo se reduce a un par de charlas cortitas, alguna refriega juntos y ya está. Con lo que me queda es que aquí lo importante es el mensaje de tolerancia por encima de que este sea con matices. Y es que no hay una sola escena en que se les dé importancia a estos nativos, parecen algo al fondo de marco.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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