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España España · Cáceres
Críticas de Sinhué
Críticas 1.384
Críticas ordenadas por utilidad
10
6 de setiembre de 2010
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los convulsos años de la Segunda Guerra Mundial los tentáculos de los invasores nazis clavan sus ventosas en cualquier sitio sospechoso de ocultar resistentes o librepensadores. La ciudad norteafricana es, en esos días, una "isla" llena de náufragos que desesperan viendo cada vez más lejos su regreso y más cerca el pánico por la purga fascista. Pero también reinan: el ingenio, el cinismo, la ironía, el mercado negro, la desfachatez de quienes pescan en ríos revueltos y, curiosamente de la mano de la traición, la amistad y otras inexplicables sensibilidades de hombres poco recomendables.

Esta es la película que pueden ver todos: los que aman el cine de autor, los que gustan del cine romántico, los aficionados al espionaje, los que coleccionan bandas sonoras, los sibaritas del guión y los diálogos....,los del suspense, los aventureros, los que buscan planos, los que interpretan miradas...Un sinfín de géneros bien urdidos que dan como resultado una universal historia para todos los públicos. Es Casablanca: el Café de Rick, la lucha de Laszlo y la triste sonrisa de Ilsa escuchando el piano de Sam....Son 102 minutos inolvidables que huelen a pan reciente y suenan a lluvia calma y penetrante.

Hasta el propio director húngaro, Michael Curtiz (1888-1962), se vió sorprendido por el resultado final de un trabajo que encajó milimétricamente en una de las columnas que sostienen el Gran Templo del Cine. Y es que hay factores que nos superan y, conjuntando esfuerzos y valores humanos, a veces se consiguen inexplicablemente obras divinas.
Sinhué
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8
19 de mayo de 2010
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y me preguntaba qué pasaría por la cabeza de quienes consideraban que el cine de Sam Peckinpah era algo así como una apología de la violencia y que atacaba la moral de las personas decentes. Ahora, cuarenta años después, repasando esta magnífica: Perros de Paja, puedo responder que eran víctimas, y creo que lo seguirán siendo, de una podrida y conservadora actitud ante la vida que prefiere el ocultismo a la verdad.

He vuelto a Gran Bretaña con este matrimonio civilizado y he reencontrado viejos fantasmas, rancios principios y abominables tradiciones que siguen estando más cerca de lo que parece, a pesar de las gruesas cortinas de humo que utilizamos para tapar lo antiestético.
Envejecen bien el pacífico astrofísico en año sabático y su linda y aburrida mujercita que huyendo de experiencias fuertes, él más que ella, entran en la dimensión de lo desconocido.

La violencia de Sam Peckinpah está ahí para quedarse en el cine, para que abominemos de ella, para ejemplarizar, y para que no repitamos en la vida diaria los errores de la ficción. Cualquier ser humano, nos dice el director americano, está a un paso de convertirse en una sanguinaria fiera sin control. Las interpretaciones son tan creíbles que te hacen tener pesadillas.
Sinhué
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10
8 de mayo de 2010
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Maravillosa, durísima y aleccionadora historia la que nos regala Michael Haneke; que parece un creador sin techo a juzgar por su trayectoria.
La Cinta Blanca ha nacido siendo, desde ya, un clásico: por su blanco y negro que pasa directo al desván de la memoria; porque el relato, en la segunda decena de 1900, es cíclico y desgraciadamente se repite; por las impecables interpretaciones que transmiten tanta intranquilidad, incluso miedo; por la abominable sinceridad de lo que cuenta y sobre todo por el pánico revelador de sus silencios y la amenaza del porvenir; por la música (inexistente) y por lo masticable del odio, la venganza, la represión y la hipocresía, aportando el director esa dimensión que no tiene que ver con técnicas de laboratorio, ni efectos especiales y que no hay que ponerse gafas para percibirla, porque esa rara dimensión es la verdad, la pura verdad, la que no tiene remedio.

Ese pueblo alemán es el que reune todas las condiciones para que engorde la semilla del mal, es el lugar ideal para el nacimiento de un exterminador virus sin antídoto: el de la intolerancia. Al frente, como cuidador y mentor de la bestia, el fanatismo religioso con el pastor protestante guiando a la turba enfebrecida, y cerrando cualquier posible huida o deserción el poder feudal del terrateniente, administrador del hambre. En medio las familias, encadenadas a los hijos que Dios quiera, hirviendo y rehogándose en el "pecaminoso" caldo de las pasiones. El resultado imparable, todos lo sabemos, es una bomba cargada con la metralla del rencor, el desprecio, el desamor, la xenofobia, el racismo y la sinrazón.
¿Alguien, tras ver esta gran película, puede pensar que es agua pasada?. Michael Haneke es, además de un buen director de cine, un aventajado profeta, pongámonos de su lado y no le dejemos gritando en el desierto.
Sinhué
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9
2 de febrero de 2010
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un jurado popular ha de votar la culpabilidad o inocencia de un joven delincuente al que se le acusa de la muerte de su padre. Las pruebas son contundentes en su contra, el resultado de la votación de los doce parece cantado, pero alguien propone hablar, porque una vida, la de cualquiera, merece unas palabras y una reflexión.

Doce hombres sin piedad es una de esas obras que puedes ver una vez por semana: sin aburrirte, aprendiendo y admirando. Como un buen cuadro del Prado o del Rijksmuseum.
Y vale para expertos, para neófitos y hasta para amantes de la aventura. Obra universal, que cuando se estrenó, allá por 1957 tuvo pocos espectadores, a pesar de haber ganado el Oso de Oro de Berlín, o tal vez por eso; lo que hasta cierto punto nos congratula (el escaso taquillaje) pues podemos autocompadecernos con el pensamiento de que no es cosa de nuestros días: siempre los seguidores del 7º arte (y de los otros seis) han sido volubles y cortitos; y casi siempre lo que vale la pena ha ido de boca en boca y de oreja en oreja, a lo largo de los años y los siglos.

Reginald Rose escribió la obra, lejos de lo que pueda pensarse, para el cine, aunque a continuación él mismo haría una adaptación para las tablas que se convertiría en un clásico. Yo supe de este jurado de gente enfadada, viendo en nuestra Televisión Pública, Estudio 1, un programa que cada viernes ponía teatro.¡Qué tiempos!

En fin, a lo que íbamos; que Sidney Lumet como la mayoría de los monstruos de la dirección, se puso el listón muy alto con esta su primera película que apasiona, encandila y te hace disfrutar con cada gesto y cada comentario. Es cierto que una película de estas características precisa de un plantel de actores de relieve, capaces de interpretar desde una silla, con 30 metros cuadrados para compartir y para hacernos creíble los estereotipos universales de los ciudadanos de los años cincuenta que siguen siendo los mismos medio siglo después: clasistas, conservadores, acomplejados, coléricos, dialogantes, ignorantes, mercantilistas, obreros, funcionarios, racistas......
Sinhué
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7
24 de noviembre de 2009
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hipatia es una mujer adelantada a su tiempo, nos dicen la mayoría de analistas históricos y también la mayoría de quienes, ahora, hacen críticas de cine; pero Hipatia hubiera tenido los mismos problemas en esta época; porque todo lo que sea nadar contra corriente, decir lo que se piensa y defender posturas dialogantes ha sido siempre mal visto por el poder dominante (político o religioso, o ambos a la par).
Hipatia tenía la portentosa facultad de ver la Tierra cabalgando el Universo, por eso relativizaba los problemas y diluía los enfrentamientos, desde allí arriba todos somos iguales, aunque la "democrática" cultura del ágora permitiera la esclavitud. Esclavos que estudiaban y eran aventajados alumnos de los filósofos (Davo), e incluso buenos científicos y matemáticos (su interlocutor y ayudante en temas astronómicos).
Pero era su gran virtud, el ateismo, el que permitía a la filósofa mantenerse en el fiel de la balanza y no verterse en ninguno de los platillos en que chapoteaban líderes religiosos y políticos; y tener una limpia mirada y una tolerancia insultante. Esta personalidad, todos lo sabemos, suele ser más áspera que balsámica en sociedades que basan sus objetivos en una única verdad: la suya y la de sus dioses.

Alejandro Amenábar ha fallado menos de lo que alguna crítica se empeña en hacernos creer. Yo sólo anotaría en su debe la poco creíble, bajo mi punto de vista, decisión de Hipatia de prescindir del amor físico (hombre o mujer). El resto del gigantesco proyecto: Irrupción del cristianismo (como elefante en cacharrería), cambio de era, destrucción de la Biblioteca de Alejandría, etc... están bien resueltos, porque en definitiva lo que quieren contar son los peligros del fanatismo y la necesidad de la filosofía como fuerza motora de paz y entendimiento. Nada que no sea plena actualidad en la portada de los periódicos con que nos desayunamos.
Sinhué
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