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Críticas de Sergio Berbel
Críticas 861
Críticas ordenadas por utilidad
9
3 de octubre de 2020
0 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
A medio camino entre el thriller y el terror real sin fenómenos paranormales de por medio (el bueno), en conexión subconsciente directa con una joya del género como “Mientras duermes” de Jaume Balagueró, Carles Torras nos deja una pequeña gran película apasionante y adictiva como “El practicante”. Segundo peliculón sobre un tema similar con el que me topo este año tras la inquietante “Para Elisa” de Juanra Fernández.

Este placer culpable maravilloso sobre un ser humano perturbado que siempre tiene que salirse con la suya y ganar todas las batallas incluso después de quedar parapléjico a consecuencia de un accidente de tráfico, funciona con la precisión de un reloj suizo en su capacidad para crear atmósferas malsanas y enrarecidas, en mostrar lo más miserable de la condición humana, en asfixiar al espectador en la claustrofobia de un pequeño piso, en atemorizar al espectador con la sangre más gélida.

Todo ello a través de una dirección de Carles Torras impactante, y como muestra un botón, el plano inicial con el que principia la cinta, una lección magistral de recursos narrativos en un solo plano para captar la atención del espectador ab initio y hasta el último de sus planos, que cierra de forma magistral un peliculón con todas las de la ley y un gozoso final canónico.

Y el asunto funciona, sobre todo, por el alarde interpretativo de su pareja protagonista: un Mario Casas en el mejor momento de su carrera (quién iba a decir que se iba a convertir en un actor soberbio de nuestro cine, y a las pruebas de esta lección magistral que aquí nos deja, y a la que igualmente derrocha en “Adiós” del andaluz Paco Cabezas, me remito) y de una espléndidamente bella y maravillosa actriz llamada Déborah François que conforma una víctima épica e inolvidable.

El aspecto musical está igualmente muy bien cuidado y te prometo por mi conciencia y honor que, a partir de la visualización de esta cinta, ya siempre te resultará inquietante el tema “Un sorbito de champagne” de Los Brincos. La cinta barniza de mal rollo esta canción clásica como “Verónica” de Paco Plaza nos cambió para siempre el jingle publicitario de Centella.

Y ojo a su actualidad absoluta, un detalle no menor de ubicación y ambientación cuando con un solo comentario de radio nos ubica en Enero de 2020 al hablar de que en China se está expandiendo un virus letal.
Sergio Berbel
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3
21 de agosto de 2020
0 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los cineastas que entran directamente a la historia del cine por la puerta grande con una sola película deberían respetarse mucho más a sí mismos. A John Carney le debemos “Once”, el mejor musical de este tiempo con diferencia, una obra maestra inmortal y definitiva sobre la creación musical como esfuerzo hercúleo nunca bien ponderado que marca de forma indeleble a todo el que tiene la suerte de verla. “Begin again” no es digna de ese nombre, lo ensucia, lo arrastra por el fango, lo prostituye, porque todo lo que era realismo, honestidad, verosimilitud, compromiso y amor por la música en “Once", se convierte en fórmula palomitera al uso, previsible y de consumo olvidable en “Begin again”.

Está claro que John Carney era él y sabía perfectamente lo que hacía en Dublín, pero está perdido por las luces de neón de New York y el ansia de taquilla que derrocha la cinta.

Nada de lo que hizo eterno a “Once” permanece en esta frustrada película, tan sólo diseñada y pensada para sacar rendimiento al genio que parió “Once”. La distancia abismal entre ambas películas, por desgracia, es también la de las canciones que aparecen en las mismas. Todo lo que en “Once” era desgarro y verosimilitud en cada acorde entre Glen Hansard y Markéta Irglová, aquí es impostado, y lo que eran grandes temas, aquí son cancioncitas pop melosas y almibaradas, listas para consumirse entre palomitas, como la película a la que dan forma.

Y no es que sus dos inmensos protagonistas, Mark Ruffalo y sobre todo Kira Knightley no pongan todo de su parte (Kira está mágica, totalmente entregada y más bella que nunca), no se desgarren y se entreguen complemente, no esté toda su carne en el asador, porque ambos están fantásticos y, de lejos, son lo único salvable de la cinta, pero todo a merced de un guión que no funciona nunca, que deja continua sensación a ya visto y que no aporta nada a una comedia romántica neoyorquina musical al uso.

Sobre la historia, productor musical en ruina y con una realidad familiar aún más ruinosa que descubre cantando en un bar a una joven sin suerte y decide producirle una maqueta para intentar encumbrarla, mejor ni hablamos, porque pisa todos los charcos de los tópicos manidos hasta decir basta. Es justo lo que estás pensando. No hay más. No da para más. Y eso es muy grave viniendo de alguien que fabricó de la nada una historia humana tan honda, eterna y profunda como la de “Once”.
Sergio Berbel
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3
1 de marzo de 2021
13 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El inconveniente” es un fraude absoluto colado en los Goya. La ópera prima de Bernabé Rico produce una sensación incomprensible al respecto de cómo puede haber colado en las nominaciones desde su humor fácil y barato, su zafiedad en los planteamientos, su primitivismo en los diálogos y, lo que es más grave, que estén nominadas sus actrices protagonistas cuando estamos ante una interpretación guiñolesca, caricaturesca, imposible e intragable. A cual peor, guión e interpretación son ciertamente inasumibles, y lo de Kiti Mánver, la gran Kiti Mánver, a ratos es de auténtica vergüenza ajena en una encarnación de personaje inexplicable fuera del cómic para alguien de su nivel.

La película es mala de solemnidad, un fracaso absoluto como comedia y un chasco cuando pretende trascender para causar, en ese caso sí, la risa, pero risa nerviosa, de ver cuánto desperdicio de talento para tamaña historieta.

Sevilla como el mejor marco incomparable posible es lo único que salva de la quema a esta cinta de argumento nada original (“El pisito” de Marco Ferreri o “Dúplex” de Danny De Vito trataron más y mejor el mismo tema) sobre una pija que dirige una compañía de seguros en la Torre Pelli y que compra un piso en Los Remedios a muy buen precio con, eso sí, “el inconveniente”: preservar el derecho de usufructo vitalicio para la anciana vendedora. Una anciana, eso sí, que para que nos de la risa fácil y ramplona a todos, fuma, bebe, tiene macetas de maría en la terraza… Se ve venir todo.

La pija es Juana Acosta (auténtica protagonista de la película aunque esté nominada a Mejor Actriz de Reparto por mera treta estratégica para dejar el campo libre a Mánver) y la señora mayor sui generis, demasiado sui generis para no ser mera caricatura intragable es una sobreactuada y ridícula Kiti Mánver. Por si faltaba poco, el siempre insoportable Carlos Areces no para de aparecer por cada rincón de una película cansina para hacerla aún más.

Las apariciones esporádicas de José Sacristán (apenas un suspiro que poco o nada aporta) o Daniel Grao (con el piloto automático puesto) no son dignas de mención ni de recuerdo, como el resto de esta olvidable cinta.

En cuanto a la dirección novel de Bernabé Rico, ni siente ni padece, ni aporta ni molesta, ni suma ni resta. Una nada absoluta sobre la nada. Más de lo mismo. Lo único que la salva es Sevilla y las muchas versiones de “Venecia sin ti” que van apareciendo a lo largo del metraje y que te despiertan de la siesta que el film merece.

No te hace reír, no te emociona, no es creíble, no se sabe muy bien qué cuenta ni cómo ni por qué lo hace, gira sobre sí misma sin rumbo conocido ni destino concreto, es un producto infame que alguien ha colado en bastantes categorías de los Goya sin que yo pueda entender cómo es posible.
Sergio Berbel
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10
4 de noviembre de 2023
4 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Del cine de Elena Trapé me enamoré perdidamente con “Las distancias”, uno de los mejores dramas sobre una crisis generacional que haya visto en toda mi vida. Cuando conocí que había rodado otro film con Laia Costa, la mejor actriz del planeta, sabía que “Els encantats” llegaría a mi vida para quedarse. En efecto, los rumores se confirmaron: la mezcla de Elena Trapé y Laia Costa es sideral, única, mágica, levita y hace levitar, emociona y crea varios nudos en la garganta a lo largo de su exacto y perfecto metraje, provoca y encandila. Simplemente es cine en estado puro.

El estilo áspero, seco y directo de Elena Trapé, tanto en lo visual como en lo argumental, roto por algunos paneos brutalmente funcionales, cobra más sentido que nunca narrándonos las desventuras de Irene (una Laia Costa demostrando una vez que puede sostener todos y cada uno de los planos de cualquier film y convertirlo en épico ella sola, sin necesidad de ningún otro elemento), una joven madre que se acaba de divorciar y que va a tener que pasar el primer fin de semana de su vida sin su hija de cuatro años, que estará con el padre.

Como Irene no soporta la situación de inesperada soledad, busca la salida fácil y recurrente, salir de casa y refugiarse en algún lugar del pasado donde fue feliz, en este caso, un pequeño pueblo del Pirineo catalán. Ya se sabe que jamás se ha diseñado un campo de minas más peligroso que un espacio del pasado. Irene retorna a la casa familiar y allí se reencuentra con sus amigas de otros tiempos y con demasiados recuerdos, tantos que incluso abruman la posibilidad de futuro que allí comparece también.

108 minutos de desencanto y misantropía absolutamente magistrales que transcurren todos ellos alrededor de la mejor actriz del mundo, Laia Costa, que lo llena todo y no deja centímetro alguno de la pantalla por conquistar, un género cinematográfico en sí misma, el mejor de todos ellos. Dicen que aparecen otros actores y actrices, debe ser verdad, pero yo no los recuerdo porque mis pupilas están fijadas con pegamento al permanente rostro de Laia Costa en pantalla. No necesito más.

El guión, de la propia Elena Trapé junto con Miguel Ibáñez Monroy, es otro canto al desencanto generacional, al desengaño de la vida, al chasco que es madurar y comprobar que todo lo que nos contaron es mentira. La música melancólica de Anna Andreu resulta perfecta para ello y la dirección de fotografía de Pau Castejón me resulta sublimemente adecuada a la historia que se nos cuenta, de esas que nacen pegajosas y de las que no te vas a separar fácilmente.
Sergio Berbel
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10
22 de mayo de 2024
3 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La cineasta lituana Marija Kavtaradze me subyuga con su valiente, iconoclasta y provocadora película “Slow”, un film magnífico en su planteamiento y resolución y que logra hacerme levitar en algunos momentos del mismo. En los tiempos del sexo en Tinder convertido también en pulsión consumista, la cinta nos habla de una relación asexual; en los tiempos de las relaciones normativas y el neoconservadurismo en las costumbres que vivimos, nos plantea que existen tantos tipos de relaciones como seres humanos. Sí, “Slow” me parece una maravilla y un enorme descubrimiento. Un film de apariencia sencilla para relatar una historia profundamente compleja.

Llevo mucho tiempo afirmando allá por donde quieren escucharme que el sexo está sobrevalorado y que me parece enfermiza esta necesidad de “consumo sexual” que existe en la sociedad actual, más tendente al usar y tirar que a fomentar relaciones sentimentales serias y sólidamente construidas. El personal anda por ahí con necesidad de sumar muescas en su cuenta sexual. El protagonista de este portentoso film, Dovydas, es traductor de lenguaje de signos y asexual; un día conoce a una bailarina de danza contemporánea, Elena, que se enamora perdidamente de él y que tendrá que hacerse a la idea de que a su novio no le interesa el sexo. Ante esta tesitura, pronto son conscientes de que los cánones ortodoxos de relación no sirven para su situación de pareja y tendrán que pactar una normativa propia.

La majestuosidad de la cinta se sostiene en dos elementos fundamentales: el extraordinario y profundísimo guión de la propia directora lituana y la interpretación inconmensurable de su pareja protagonista: si lo de Kestutis Cicenas es fantástico, la forma en la que la maravillosa actriz Greta Grineviciute encarna a Elena es de esas que dejan poso y una huella indeleble en el corazón del espectador, que no puede dejar de prendarse de una chica que ha logrado ser bailarina profesional sin tener el cuerpo adecuado para ello y un novio sin que éste responda a los cánones establecidos para una “pareja normal” aceptada por la sociedad.

Sus 104 minutos de metraje vuelan sin que te des cuenta y te dejan con ganas de muchísimo más. Cuando termina y dejas pasar el rato, vas comprendiendo la profundidad de la propuesta, portentosa propuesta, que se alzó con el galardón a la Mejor Dirección en la edición de 2023 del mítico Festival de Sundance.
Sergio Berbel
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