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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
9
21 de octubre de 2017
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando, Adolf Hitler, subió al poder en Alemania al convertirse en canciller imperial en el año 1933, y luego, Führer (líder) en 1934, su régimen totalitario expandió enseguida una larga sombra de terror, primero por toda Europa, y luego, en el resto del mundo. Como era de esperar, la Unión Soviética tampoco fue ajena a esta sensación de peligro y la nación, en pleno, comenzó a prepararse para poder asumir, de la manera más eficaz, una agresión que se presentía muy cerca.

Lo primero, fue elevar el ánimo de las fuerzas militares de toda la nación y consolidar en ellos un patriotismo que los dispusiera a luchar hasta la muerte contra cualquier agresión foránea. En este sentido y siguiendo la inolvidable frase de Lenin que decía: “De todos los artes, para nosotros el cine es el más importante”, se decidió hacer entonces un filme épico, heroico y bien impactante, que cumpliera con el propósito antes enunciado; y con tal fin, se eligió como personaje al legendario príncipe Aleksandr Nevski (1220-1263), quien, con el más alto heroísmo, comandara la lucha contra la invasión teutónica en el siglo XIII.

La dirección se encargó al ya célebre, Sergei M. Eisenstein, y con un guion escrito por Pyotr Pavlenko y el propio Eisenstein, se sacó adelante una monumental obra que sería muy bien acogida en la URSS y en el resto del mundo.

Varias cosas curiosas se dieron en el proceso: Se eligió como protagonista a Nikolai Cherkasov un reconocido actor de teatro y cine, quien, por entonces, era también diputado del Soviet Supremo. Al igual que Eisenstein, también él recibiría, luego, la Orden de Lenin y el premio Artista del Pueblo. Se llamó a Sergei Prokofiev para que compusiera una partitura, que resultó majestuosa, y al final, Eisenstein optó por excluir los efectos de sonido y prefirió que fuesen los acordes orquestales los que complementaran las acciones.

Y fíjense bien: Con plena conciencia, Eisenstein se apropió de las palabras que dijera Stalin, con posterioridad al estreno de “Octubre”, en las que reclamaba “un cine comprensible para las mayorías”, y aquí, se deshizo del montaje intelectual con imágenes asociativas que caracterizara a sus películas anteriores e hizo un filme de connotada belleza plástica; en impecables sets y un lujoso vestuario; con un efectivo manejo de las escenas de masas; con fuertes sentimientos patrióticos, toques de humor y un cálido romance a bordo… y con la posibilidad de que la historia fuera plenamente comprendida hasta por el más humilde de los obreros.

Para levantar el ánimo de los combatientes, se incluyen también unas agradables canciones patrióticas, y de cabo a rabo el filme se hace muy grato de ver, mientras Rusia luce como un país precioso al que los mongoles, los tártaros, los teutones ¡cristianos!… y hasta los nazi-fascistas, han intentado invadir -en vano- a lo largo de la historia. Por eso, quedan resonando las palabras de Aleksandr Nevski: “Los que vengan blandiendo la espada, por la espada perecerán”.

Reconocimiento para la impecable cinematografía de Eduard Tissé y para las actuaciones de Andrei Abrikosov (Gavrilo); Dimitri Orlov como el maestro Ignat; y Valentina Ivashova, quien luce encantadora representando a Olga Danilovna, la doncella guerrera de Novgorod.
Luis Guillermo Cardona
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8
20 de setiembre de 2017
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con gran euforia y muchas esperanzas puestas en obtener una medalla por sus esfuerzos, los deportistas que representaban a decenas de países, habían dado comienzo a su participación en los Juegos Olímpicos de Münich, en el año 1972. Entre tanto, el grupo Septiembre Negro, pensando que era, ésta, la ocasión perfecta para hacerse con unos rehenes que pudieran intercambiar por 234 presos palestinos y por los líderes de otras facciones aliadas también recluidos en Israel, decidieron secuestrar a los atletas de este país que se hallaban en las residencias deportivas. Al final de la cruenta y frustrada operación, 11 representantes del deporte israelí -entre atletas y entrenadores- fueron masacrados; cinco de los ochos miembros de Septiembre Negro fueron dados de baja, y los tres restantes, detenidos, fueron liberados un par de meses después, canjeados por un avión de Lufhtansa que otros miembros de Septiembre Negro secuestraron en pleno vuelo.

La primera ministra de Israel, Golda Meir -con su imagen bastante empañada por no haber querido negociar con los secuestradores y haber permitido la masacre, razón por la que no asistió al funeral de los atletas- puso entonces en marcha un par de operaciones, identificadas como Primavera de Juventud y Cólera de Dios (¡Que atrevimiento!), mediante las cuales se cobraría venganza contra todos aquellos miembros de la organización palestina que algo tuvieron que ver en la masacre de los deportistas.

“El mundo debe saber -diría la ministra- que matar a judíos va a ser, desde ahora, una empresa muy cara”.

Lo ocurrido durante la Operación Cólera de Dios, fue investigado por el periodista y escritor húngaro, George Jonas, quien siguió las huellas de Yuval Aviv (nacido Aviof), el miembro de la Agencia Nacional de Inteligencia de Israel (Mossad), quien condujo la operación que, al final, Jonas describiría como una cruel Vengeance (Venganza), y así titularía el libro que publicara en 1984.

Libremente adaptado (por Tony Kushner y Eric Roth) y queriendo demostrar que, es muy poca la diferencia que suele darse entre el terrorismo y el contra-terrorismo, el director Steven Spielberg, logra otra sensible y eficaz película que recrea una palpable y penosa realidad. La narrativa está muy bien dosificada con drama, suspenso e intriga, y cada ejecución se plasma con lujo de detalles, pero Spielberg logra, muy efectivamente, que esos actos no dejen en el espectador -ni en sus ejecutores- satisfacción alguna, porque no hubo en ellos el más mínimo deseo de justicia, ya que a todos los ajusticiados se les denegó el derecho a ser detenidos y a tener un debido proceso.

Pese a su excelente realización, “MUNICH”, es la suerte de filme que no pretende traernos complacencia alguna – diferente a la puramente estética- y su intención es sacudirnos dejando sentado que, la venganza, sea la que sea, muy pocas veces deja la sensación de que se hizo justicia. Más fácil es que, el ejecutor, quede marcado para siempre porque, al final, quizás sienta que actuó igual… o quizás peor que los condenados.

Sensibles actuaciones de Eric Bana (Avner), Marie-Josée Croze (La chica del bar), Hanns Zischler (Hans) y Geoffrey Rush (Ephraim), entre otros.
Luis Guillermo Cardona
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8
15 de setiembre de 2017
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Cuánto duele saber que los antros donde venden droga; los prostíbulos donde las mujeres son esclavas; las casas de juegos ilegales; las pandillas que azotan a los barrios… y hasta los políticos cuya corruptela es ya vox populi, siguen a sus anchas haciendo y deshaciendo porque tienen a la “justicia” de su lado! Todo el mundo sabe dónde están, cómo se llaman y exactamente qué hacen y qué han hecho… y nada los detiene porque, con el sucio dinero o la intimidación, innumerables conciencias pueden comprarse o someterse. Por tal razón, es que resulta tan admirable cuando, cada tanto, surge un Elegido dispuesto a poner coto a los desmanes que parecieran eternos.

Según se cuenta, en los años 1960-70, la policía de New York cometía todas, pero, es que ¡todas! las irregularidades que podían ocurrir cuando la ética, estrujada y aplastada por el dinero, paradójicamente, ya no valía un centavo. Veamos lo que nos ilustra la película: Abuso de los comerciantes, saltarse las normas, sobrepasarse con los detenidos, tomar ventaja con los propios compañeros, aceptar sobornos, chantajear, hacer montajes de falsos positivos, involucrarse en toda suerte de delitos… hasta que, por fin, el universo envió a un Elegido para que sacara a la luz ¡lo que ya todo el mundo sabía, pero nunca se hacía nada!

Hijo de inmigrantes italianos (¡y así dicen que los inmigrantes son los que dañan a los EE.UU.!), Francesco Vincent Serpico (Frank para los gringos y Paco para sus amigos), se enlistó en la marina a los 17 años, y durante dos años prestó sus servicios en una base localizada en Corea del Sur. A finales de 1959, ingresó al Departamento de Policía de New York en calidad de patrullero, pero, su gran aspiración era ser un particular detective que pudiera infiltrarse entre la gente con una apariencia libre de toda sospecha, y tras conseguir este aspecto de puro paisano, logró penetrar la generalizada corrupción que había en su departamento policial… y el resultado de esto, es lo que vamos a ver en, <<SERPICO>>, una película que, bajo la dirección de Sidney Lumet, se convierte en un documento de impactante denuncia que, muy penosamente, sigue teniendo toda la vigencia del mundo, pues, lo que aquí sucede, cada día se replica allí y más allá, ante la mirada hipócrita, incompetente o a veces cómplice de los gobernantes.

Peter Mass, fue el autor que llevó la vida de Frank Serpico a libro, y su muy bien contada historia -que me causó bastante gusto leerla-, fue adaptada por, Waldo Salt y Norman Wexler, quienes lograron captar la esencia de objetiva y valiente denuncia que se propone la novela.

Una vez más, Al Pacino brilla con su más alto profesionalismo, y su agente de policía desborda un carisma con el que se puede empatizar enseguida, porque está muy sobriamente matizado y luce como una suerte de héroe, animado más por un estado de conciencia que por el afán de conseguir vacuos honores.

Una frase suya da cuenta de su sentir más íntimo:
“Si cada día las autoridades emplearan su energía en el cumplimiento (honesto) de su deber, New York (o cualquier otra ciudad) quedaría limpia en una semana y algunos delitos dejarían de existir”.

Merecida mención al muy bello, “Theme from Serpico”, que hace parte de la banda sonora que, Mikis Theodorakis, compuso para la película.
Luis Guillermo Cardona
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8
13 de julio de 2017
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es bien probable que no haya otra figura autraliana de la que se haya escrito tanto y se le haya rendido tanto culto como Ned Kelly (1854-1880), “el bandido social”, “el nuevo Robin Hood”, “el anticolonialista”. Su resentimiento contra los ingleses –colonizadores de Australia y de Irlanda de donde eran originarios sus padres- comenzó con la muerte en la cárcel de su progenitor, John “Red” Kelly, luego de haber sido condenado a seis meses de trabajos forzados por no haber tenido el dinero con qué pagar una piel de buey que, supuestamente, había robado. Su madre, Ellen Quinn, quedó viuda con ocho hijos a su cargo, y Edward (“Ned”) que era el tercero, junto a su hermano Daniel, siendo todavía muy jóvenes tuvieron que ayudarla a salir adelante y defender la pequeña tierra que consiguieron cerca a Greta en el estado Victoria, de la cual los terratenientes querían apoderarse.

En cierta ocasión, Ned hirió a un oficial de la policía que, tras haber ido a detenerlo bajo el cargo de robo de caballos, quiso abusar de su hermana Kate… pero, fue a su madre a la que condenaron a tres años de prisión, en represalia por no haber podido prenderlo a él. Esto llenó la tasa del rebelde Ned, y junto a su hermano Dan y sus amigos Joe Byrne y Steve Hart, conformaría una pandilla de proscritos que se enfrentaría contra la corrupción judicial, las expropiaciones de los terratenientes y el gobierno colonialista, por cuya captura llegaría a ofrecerse la mayor recompensa de la historia.

Los hechos por los que se convirtieron en héroes populares y, Ned Kelly, pasó a ser el mayor ícono de la cultura australiana -el primer largometraje de la historia del cine lleva su nombre: “The Story of the Kelly Gang” (Charles Tait, 1906); la obra artística que sobre él hizo Sidney Nolan, es considerada una de las más grandes creaciones del siglo XX; la novela “True Story of the Kelly Gang” de Peter Carey, fue un éxito de ventas en el año 2001; se crearon los Ned Kelly Awards para novelas de True crime… y hasta ha sido objeto de canciones de Midnight Oil, Johnny Cash, Waylon Jennings y otros-, es lo que nos cuenta el director Tony Richardson, en esta atrayente y reivindicadora película, que sirvió de lanzamiento como actor del celebrado vocalista de los Rolling Stones, Mick Jagger.

El resultado, está muy cerca de ser brillante, pues, Richardson -autor también del guion en colaboración con Ian Jones- no sólo se ajusta de gran manera a la verdadera historia de Kelly, sino que trata de recrearla con un realismo visual que llega al punto de sacrificar cualquier artificio de iluminación preciosista o de rebuscados encuadres, con tal de lograr el clima de época más aproximado a un documental. Hay muy claros matices en los personajes centrales y los puntos a favor y en contra del controvertido personaje son abiertamente puestos sobre el tapete.

Y en todo caso, el filme deja muy claro como, la prepotencia de los que detentan “el poder”, en ocasiones suele forjar rebeldes que surgen dispuestos a hacer historia... y el mancillado pueblo va a recordarlos siempre, porque, en la memoria y en el corazón, sólo quedan aquellos que han defendido la justicia y la libertad.

“Así es la vida”.

Título para Latinoamérica: LOS HERMANOS KELLY
Luis Guillermo Cardona
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8
18 de mayo de 2017
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para Charles -así a secas, porque quienes son como él prefieren mantener oculta su identidad-, la vida es algo que hay que tomar 'a la rápida', y antes que asumir una lucha diaria con constancia y transparencia, está convencido de que, basta un buen golpe para resolver los problemas de varios años. Acaba de salir de la cárcel donde purgó cinco años, y la propuesta que le hace su esposa Ginette de regenerarse y montar un negocio propio, la encuentra absurda… ¡porque ya está pensando en el próximo asalto! Charles, es de esa clase de hombres que jamás se regeneran. Los golpes que les da la vida – ¡y siempre se los da! - los asumen como simples accidentes o errores que “no se repetirán”, y toda experiencia adquirida, apenas les sirve para volverse más tercos y empecinados, pero nunca para redimirse y enderezar el camino. Y su final, suele darse en la oscuridad de una celda con una larga condena… o sobre un asfalto húmedo con su sangre entremezclada con el lodo.

Mucho más joven, Francis Verlot –todavía lleva su apellido porque aún es un principiante-, ya está comenzando a ver la vida con desgano. Es de aquellos muchachos a quienes su hogar no les asegura un ambiente cálido, y huir de él se vuelve un anhelo tan desesperado que, fácilmente, aceptan cualquier propuesta que les permita creer que así abrirán otra puerta más satisfactoria. Si la familia y el Estado no se ocupan de ellos como deberían, pronto serán otros Charles, sin posibilidad alguna de ser útiles a la sociedad.

En cuanto a Louis Naudin, la suerte de hombre que entiende que la vida se gana día a día trabajando honradamente y sirviendo a los demás. Pero, los hombres como Louis, tampoco están exentos de cometer un error, y el suyo ha sido dejarse atrapar en un momento de ligereza. Sin embargo, él tendrá la suficiente responsabilidad para cumplir con la palabra dada, pero, quizás sepa mantener su conciencia en el punto exacto de la no-contaminación. Louis, talvez nos demuestre lo que es saber ligar los deseos con el corazón y la razón, y así, reafirmará a la especial clase de hombres que nuestro mundo necesita.

Conociendo ya, suficientemente bien al director Henri Verneuil, este estudio, al que él concedió mucha más importancia de la que muchos espectadores deseaban –una sinrazón que dio motivo a que, para su estreno, le cortaran varias importantes escenas de diálogo-, es lo más relevante de la película, pues, ahí, hay confrontación moral e intelectual, sensibilidad y aproximación al alma humana, y a Verneuil, más interesado siempre en el arte que en complacer las taquillas, no le importó “robarle” tiempo al asunto del asalto, pues, éste era, digamos, “la carnada”, ya que, el hombre y sus contrarias maneras de percibir la vida, era su objetivo central. En este sentido, para su publicación –y estreno del filme- en los EEUU de Norteamérica, se acertó al cambiar el ligero título que llevaba la novela original de John Trinian (Zekial Marko), “The Big Grab” (El Gran Botín, 1960), por “Any number can win”, pues, alude tanto a una ruleta, como a la insospechada suerte que pueden tomar nuestras decisiones. Verneuil, por su parte, prefirió “Mélodie en sous-sol” (Melodía en el sótano) bastante diciente también, pero de no fácil comprensión.

Michel Audiard y Albert Simonin, han conseguido dar profundidad al guion, manteniendo una gran altura en los diálogos; y Verneuil, se deleita componiendo planos de una eficacia absoluta, en momentos claves como cuando Ginette reprende a Charles y su rostro luce enmarcado con aires de Don, pero cercado por sus ideas y moralmente reducido ante ella. ¿O qué tal ese plano del seductor Francis, captado desde la silueta de una escalera y un agujero en círculo, donde luce altivo rodeado de guapas chicas en bikini?

Jean Gabin y Viviane Romance, impecables como marido y mujer. Maurice Biraud (Louis), con una timidez que brilla cuando pone en alto su moral y su claridad intelectual. Y Alain Delon, el eterno Don Juan, preciso ejemplo del chico machista y ‘desvirolado’ que abunda en las calles de cualquier ciudad.

Título para Latinoamérica: CUALQUIERA PUEDE GANAR
Luis Guillermo Cardona
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