En medio de la trama de alto suspense y el acoso de dos mujeres, madre e hija, nada menos, está Jodie Foster y su rostro singular, y sus piernas deliciosas y su canalillo siempre presente: el erotismo soterrado de la mujer que anhela al hombre perdido, el mismo que la dejó por otra, y que toda ella es sensualidad tierna con la que uno querría estar para protegerla, ayudarla y hacerle olvidar al cretino del que la dejó.

El detalle sexy de esta mujer para nada exuberante ni especialmente sexual es un aporte de David Fincher, un hombre excesivamente dado a lo tétrico, por eso me llama especialmente la atención de su elección: estos seres en peligro no sólo llevan a su favor la inteligencia y la valentía de una mujer excepcional, llevan también su cuerpo, y con él la luminosidad posible en un ambiente claustrofóbico, terrorífico en casa de ensueño. Todo recorrido por un bello cuerpo que algunos hombres querríamos disfrutar después de lucirnos en su compañía: valientes, inquietos y divertidos como ella misma.

Historia previsible, todo se ve venir, con una visión de lo extraterrestre que da vergüenza ajena. Tal vez hace veinte años tuviera su punto, pero ahora no se salva ni Ed Harris.

James Cameron es un director raro, irregular. Sin embargo, Alien 2 me gustó mucho, hizo una continuación muy buena de una película excelente, lo que no es poco mi de pavo moco, pero este Abyss, por Dios Bendito y San Juan Neptuno, qué les dio con esos diálogos, esa parejita infumable y ese conflicto que a medida que avanza la peli se queda más y más en agua de borrajas.

Todo es demasiado previsible, y casi siempre inverosimil; Alan Ladd muy anodino y el ritmo de la película de una lentitud insoportable, carente de vigor.

Y para más INRI, Jack Palance, quien sería un muy buen actor de malo malísimo y excelente intérprete de varios dramas (The big knife, por ejemplo) y hasta de estupenda comedia alemana (Bagdad café), hace aquí una especie de debut que da risa, esa clase de asesino a sueldo con sempiterna sonrisa en la boca que acaba muriendo como un imbécil.

Van Heflin es la película, y eso que apenas tiene ayuda en su esposa, la espantosa Jean Arthur, con voz de pito incluida, y un niño marisabidillo bastante poco soportable; pero Heflin vive a tope el drama del hombre que se la juega a diario para echar raíces. Lo demás, poco y nada.

Incluso el final del pistolero pura bondad en defensa de la familia que él no puede tener, por encima del auténtico héroe pater familias, es tremendamente reaccionario, con tufo a "menos mal que estoy yo, el salvador, que si no...".

Acepto que el hecho de que el pistolero Shane-Ladd tenga mérito importante, precisamente por no tener el corpachón de otros número uno del género, pero sus dos escenas de megaacción son imposibles. Puede que allá lejos y hace tiempo tuviera algún sentido que me entusiasmara, pero aquí y ahora, rediós, qué bodriazo de película, qué lata de western pasado por la licuadora de los tópicos sin una sola secuencia con auténtica fuerza, aparte de las de Heflin, claro, el único con quien me puedo identificar a lo largo de una película francamente penosa.

El bombo que se le echa en esta película a quien sería papa de la Iglesia de Roma da vergüenza ajena. Se creen que por enfrentarse a la dictadura comunista ya les convierte a ellos en justos. El resultado es un canto a la estupidez y al conformismo con ánimo revolucionario. Todo en un contexto de mediocre interpretación y peor calidad cinematográfica.

Después de ver esto es cuando se piensa que en brazos de cualquier demostración de Teología de Liberación se debe estar un poco más cerca de la unión de dios y los hombres de Buena Voluntad.

Haneke, el genial director de La pianista y el interesante realizador de alguna otra, hizo un Funny Games estomagante, reaccionario, revulsivo y gratuito en el que durante dos horas presenciamos la tortura a una pareja por parte de dos descerebrados.

Aquí, la gran diferencia es que la mujer es bellísima, es Naomi, cuyo encanto me fascina y por lo tanto su sufrimiento me sobrecoge el doble. Mucho he tenido que luchar para no irme antes que termine este absoluto infierno... impropio del prestigio de su director.

Menuda mierda antes y ahora. Sin paliativos ni templanza de gaitas.