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Críticas de FATHER CAPRIO
Críticas 641
Críticas ordenadas por utilidad
5
3 de setiembre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Lucky Lady, película de 1926 dirigida por Raoul Walsh (no confundir con la de 1975, dirigida por Stanley Donen e interpretada por Liza Minnelli) es una comedia tan insulsa y predecible que renuncio a adjudicarle el adjetivo entretenida. Si el día está gris y lluvioso y no quieres calentarte la cabeza más de lo necesario esta es probablemente una buena opción para perder una hora de tus rutinas habituales.

Alguna compensación tendrá la cosa ¡Si señor! La presencia de Greta Nissen con su nórdica belleza supone un regocijo para la vista y si usted es admirador o simplemente le hablaron de los Barrymore, esta es una ocasión de ver a Lionel, uno de los miembros de la famosa saga, aunque particularmente le aconsejaría que repasase su trabajo en Cayo Largo de Huston para quedarse con un mejor sabor cinéfilo.

De la trama les hablaré poco. Y es que no hay mucho que decir. Tras el fallecimiento del Rey de un pequeño país europeo con un famosísimo Casino (¿les suena?) se considera oportuno que la princesa contraiga matrimonio y se mantenga el sistema monárquico para evitar tentaciones republicanas. La elección recae sobre un miembro de la nobleza quien además tiene deudas de juego con el Casino, que es lo mismo que tenerlas con la Corona. La princesa, por su parte, se ha enamorado de un ciudadano estadounidense por lo que no cesará de poner obstáculos a un matrimonio arreglado. Hasta aquí el planteamiento. El nudo y el desenlace pueden verlo ustedes mismos o también imaginárselo.

También servirá esta película a los admiradores de Raoul Walsh, entre los que me cuento, aunque debamos proveernos de unas cuantas indulgencias papales plenarias.
FATHER CAPRIO
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9
23 de agosto de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kevin Brownslow, escritor británico especialista desde hace mas de 60 años en cine silente y cuya vida ha estado dedicada a su estudio, preservación y restauración, incluía el año 1927 entre los que a lo largo de la historia han tenido la consideración de “anno mirabilis”, porque en él se gestaron obras cinematográficas de una calidad superlativa. Murnau con Sunrise, Lang con Metropolis o Gancé con Napoleón, son argumentos suficientes para justificar esa afirmación. Precisamente 1927 es el año de La muchacha de la sombrerera, un trabajo de Boris Barnet que, sin alcanzar el nivel magistral de las obras citadas, justifica más si cabe el calificativo “mirabilis” y que supuso un aire distinto y rejuvenecedor al cinema ruso.

Aceptando múltiples excepciones que haberlas háilas, quienes nos hemos acercado a la cinematografía de este gran país hemos sido espectadores de momentos históricos de excepción, épicas gestas y dramas sociales enmarcados en una carcelera cotidianidad. Por ello nuestras cejas se levantan desmesuradamente y nuestra boca deletrea lentamente pero con asombro “¡Una comedia!”. La figura de Charlot quiere colarse entre los ojos y la pantalla, buscando su espacio para un slapstick genuinamente chaplinesco donde un empleado ferroviario enamorado se desliza una y otra vez por un puente completamente helado incapaz de seguir a la chica de sus deseos. Y poco después nuestra exigua sabiduría sobre el arte de los Lumière sufre un revolcón cuando sospechamos que la primera screwball no debemos apuntársela a Capra por “Sucedió una noche” sino a Barnet por “La muchacha de la sombrera”. ¡Y todo ello en la rusia bolchevique de 1927!

Los milagros se multiplican como los panes y los peces y así Barnet se atreve a retratar de forma absolutamente fresca y amable la situación burocrática del país y su nueva política económica haciendo una crítica suave de la adjudicación de viviendas o atreviéndose incluso con los funcionarios recaudadores de impuestos. Pero, del mismo modo que la voz de Al Johnson puso, también en 1927, el canto del cisne al silencio en el cine, el régimen soviético puso freno, en el mismo año, a la experimentación y a la influencia corruptora de las culturas estadounidenses o extranjeras. Y así el milagroso año 1927, como Cenicienta tras las doce, volvió a vestirse de delantales blancos y uniformes grises y de aquel chisporroteo de colores solo nos queda Anna Sten, una actriz hermosa y con muchísima personalidad a la que Samuel Goldwyn quiso convertir en la nueva dama cinematográfica que surgió del frío disponiéndole alfombras rojas para que su figura despegase en el mercado americano. La sombra de la Garbo era inmensa y la audiencia dijo no, frustrando con su negativa una carrera más que prometedora.

La vida te da sorpresas y el cine también y esta es una de ellas. ¡Un brindis por el anno mirabilis 1927!
FATHER CAPRIO
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6
29 de diciembre de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de que la autoría de la historia está reconocida a Herbert O. Phillips, la idea básica del film parece remontarse a la novela de James M. Cain : El cartero siempre llama dos veces. No voy a polemizar sobre la influencia de la misma en este trabajo cinematográfico pero antes de la literatura fué la vida y esta situación de matrimonio por amor... al dinero, esposa tipo rubia exuberante (digamos que valdría morena en el siglo de Pericles) y amante (seguro que con un pedigree latino-ibérico) a la brasa, resulta tan antigua como el propio mundo. Podemos situar la acción en un restaurante de carretera, en una gasolinera, o en la carnicería del barrio, pero la cosa varía poco. En este orden de cosas la película de Hugo Haas se desarrolla por la senda de la previsibilidad mas absoluta, con nosotros, espectadores, como cómplices de los pensamientos mas íntimos,de gestos y miradas de inconfundibles significados donde el no significa sí y el sí... pues lo siguiente.

Este es el escenario que durante la primera mitad de esta Hit and run serie B, nos suena a "dejà vu", a la mas grande historia siempre contada. Sin embargo es cierto que Haas tiene un sello propio y la película merece nuestra consideración. La mezcla de ambientes tensos y turbios y una comicidad desusada en el noir, nos atrapa, aún a falta de misterios por resolver, del mismo modo que Cleo Moore representa un gancho para un espectador al que se le está durmiendo la inteligencia de tantas facilidades en la intriga peliculera. Tal vez sea bastante, pero para mi modo de ver las cosas no es suficiente.

La segunda mitad consigue sacarnos siquiera por un tiempo reducido de ese letargo adormecedor, y aparece, en la zona de conflicto, como "pescado no vendido" un hermano del marido rico liberado de la prisión de San Quintin. No es un hermano cualquiera sinó un Twin, pero no uno de esos como DeVito o Swarzeneger sino del tipo Pili y Mili,es decir, como dos gotas de agua. Esto relanza el film, le pone algo de "intríngulis" y el misterio sube unas décimas como la fiebre. Un desenlace al que no calificaría de original sino de distinto y que volviendo a poner en valor las calidades de Hugo Haas, nos acaba dejando un aceptable sabor de ojos cinéfilos lo que nos predispone a mejorar algo la nota.
FATHER CAPRIO
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5
10 de junio de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mientras escribo esto, escucho La vie en rose, y ciertamente no sé de qué color verían la vida estos improvisados vampiros, buenas personas cuyo único error fue tener un dolor de cabeza en el momento menos oportuno. La pastillita equivocada, un descanso reparador y a partir de ahí una colección de cadáveres con esas dos marcas pequeñas y juntas en el cuello que todos los espectadores sabemos de sobra de que se trata pero que al policía de la localidad le hace pensar en insectos. Ya saben, algún mosquito elefante o similar.
Claro que nosotros jugamos con todos los ases en la mano. Primero, porque la película se llama “The vampire”. Segundo porque sabemos perfectamente que el doctor Beecher se tomó por error las pastillas que su hija le dio confundiéndolas con las que le había entregado un investigador fallecido que experimentaba con murciélagos. Son pistas y detalles que nos solidarizan con un hombre bueno al que la fatalidad le ha conducido a esta situación y por mucho que nos exprimamos el cerebelo la solución no parece fácil.
Los efectos especiales y de transformación no son para tirar cohetes. No es excesivamente larga y se agradece. Los beneficios en taquilla poco “chupables”. Quizás la valoro con un aprobado porque no ha conseguido provocarme la risa floja de la maldad.
FATHER CAPRIO
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7
28 de diciembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este proyecto de la MGM, uno de los más costosos de su tiempo, no estuvo exento de problemas. El guión de Frances Marion, basado en una novela de Leon Tolstoi, tuvo que ser rehecho en varias ocasiones, hasta el punto de que, en sus propias palabras, acabó bastante “deshilachado”. Su inicial director, George W. Hill, abandonó la película cansado de las exigencias de Gilbert y su partenaire, quienes pedían mayor peso para sus propios personajes, y el realizador fue sustituido por Clarence Brown, quien, como recordamos, ya había dirigido a Gilbert en “El demonio y la carne" junto a Greta Garbo. La relación sentimental de Gilbert con la Garbo aunque explotada taquilleramente en Love (Anna Karenina) no parecía ser del agrado de un celoso Mayer por lo que la elección de la campesina Maryana recayó sobre Renée Adorée quien había compartido cartel con Gilbert en The Big Parade. Puede decirse que fue un acierto y la química entre los dos constituye uno de los mayores activos de la obra.

La historia narra, a mi modo de ver de forma demasiado esquemática, la vida de un pueblo de cosacos, donde “los hombres guerrean con los vecinos turcos, las mujeres trabajan y donde, por encima de todo, está Dios”. La frase entrecomillada no es de mi autoría, sino que se repite en varias ocasiones en los intertítulos de esta “silent movie”. Es precisamente el hijo del líder de los cosacos quien rompe este simple esquema, dedicándose no a la lucha sino a la vida bucólica y contemplativa, especialmente de una de las jóvenes agricultoras amiga suya desde los años de la infancia. Su rechazo de las ocupaciones varoniles le hace ser blanco de las bromas y pullas de sus convecinos, hombres y mujeres, incluso de su amiga Maryana, quien le reprocha no haber matado a diez turcos.

Las cosas cambiarán y Lukashka (Gilbert) demostrará a su padre, a Maryana y al pueblo entero que es un hombre aguerrido y no un “primavera”. Sin embargo, la cosa se complica y entre batallas y batallas Maryana es pretendida en matrimonio por el hijo del Zar quien se ha fijado en esa pequeña comunidad para unir la sangre real con la de otras etnias. El orgullo y los malos entendidos hacen que Maryana acaba aceptando la proposición de su Majestad Imperial partiendo con él hacia Moscú. Una emboscada turca precipitará un final que no les voy a narrar pero que resulta impactante en algunos momentos por su violencia y efectos, como el derrumbe de una montaña dinamitada por los otomanos. Asimismo resultan muy espectaculares las escenas ecuestres de verdaderos cosacos contratados para la ocasión.

Los acontecimientos del 11-N y la exigencia de un tacto exquisito en estas cuestiones han dificultado la exhibición actual de un film “imperfecto”, ciertamente “deshilachado”, que pretende tocar a la vez demasiados palos: el amor, la guerra, la homosexualidad, la religión, la Rusia zarista, etc. pero que, en su conjunto resulta más que correcto, donde me quedaría especialmente con los ojos de Renée Adorée, la profesionalidad del trabajo de Ernest Torrence (padre de Lukashka y líder cosaco) y donde, John Gilbert, un santo del que no soy devoto, está bastante aceptable.
FATHER CAPRIO
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