Haz click aquí para copiar la URL
Críticas de Quatermain80
<< 1 10 11 12 20 82 >>
Críticas 406
Críticas ordenadas por utilidad
9
21 de abril de 2012
31 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soberbia creación de Sjöstrom en su período americano, "El Viento" es un perfecto ejemplo de cómo el cine puede sugerir y generar atmósferas partiendo de la sola imagen. Ya desde el comienzo, con las secuencias del tren, se puede apreciar que el verdadero protagonista del filme es el viento, que se nos presenta cargado de significados, símbolos y amenazas. De hecho, una de la constantes de la película es el enclaustramiento al que este fénomeno natural -aquí transmutado en fuerza dramática- somete a los personajes, obligados a resistir ante su furia, que les acosa constantemente. El viento viene a ser, por tanto, como el destino, una fuerza superior y sobrenatural a la que nadie escapa, y muy particularmente la protagonista, una torturada Lillian Gish.

Como bien han sugerido otros usuarios, el viento interactúa con Letty, subrayando sus temores e inseguridades, rasgos por otra parte lógicos en su personaje, que al fin y al cabo es el de una forastera llegada a una inhóspita región del Oeste (Texas) en la que no acaba de encajar. En efecto, el hogar que esperaba encontrar le resultará hostil (por los celos que suscita en la esposa de su primo), y cuando trate de formar uno propio, lo hará sobre una base estéril (un matrimonio sin amor), aumentando así su zozobra personal.

La realización es muy brillante, como ponen de manifiesto multitud de secuencias, desde la llegada nocturna a la desolada estación, pasando por la tormenta de arena en la que se desata el drama, e incluyendo el último y hermoso plano de cierre. Sin embargo, yo destacaría, por la sutileza y claridad con las que se plasman los sentimientos de los personajes, la secuencia de Letty con Lige, en el interior de la humilde cabaña de éste, cuando acaban de contraer matrimonio; la facilidad con la que la secuencia transita desde un ligero tono cómico al más desolador drama (ilustrando así la amarga decepción de Lige, sinceramente enamorado) es maravillosa.

Si al conjunto añadimos una adecuada música y unas interpretaciones excelentes, con una Lillian Gish portentosa, sólo cabe reconocer la maestría del filme, cuyas únicas debilidades expongo seguidamente en spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Quatermain80
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
4 de enero de 2011
30 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace ya bastantes años que ví por primera vez una película de Ophüls; recuerdo que fue "Carta de una mujer desconocida", y que tal vez por mi juventud o inexperiencia, me resultó muy aburrida, por lo que la olvidé rápidamente. Sin embargo, hace unos pocos meses tuve la oportunidad de volver a verla, y me encantó. Si cuento esto es porque creo -a la vista de mi experiencia personal- que el cine de este realizador es como esas comidas que uno rechaza de pequeño, pero que con los años van gustándonos cada vez más, hasta llegar a convertirse en nuestras favoritas.

En el presente filme Ophüls revisa una vez más el mito de Cenicienta, como bien ha señalado algún usuario, pero en vez de hacerlo en tono de comedia ácida, al modo de las producciones que dirigiera en los años treinta Mitchell Leisen, opta por desarrollar un drama que progresivamente se torna más angustioso, hasta adquirir algunas características propias del cine negro. Esto es importante, pues constituye una novedad en la obra de Ophüls, en la cual ahondaría en su siguiente película, más definidamente negra que la presente.

No obstante, algunos rasgos típicos del director se mantienen, como su protagonista femenina, siempre sufriente por sus esperanzas malogradas y por la aparente imposibilidad de alcanzar la felicidad y el amor; también queda siempre su estilo, de un detallismo inigualable que dibuja unos planos muy ricos y complejos. Similar elegancia demuestra en los movimientos de cámara, que combinan panorámicas y travellings con una facilidad suprema, mostrando o siguiendo a los personajes, plasmación inequívoca del dominio de la puesta en escena que caracteriza su realización. Que la película es más oscura de lo habitual se percibe también en la fotografía, que adopta la expresividad dramática propia del género negro, con un acertado aprovechamiento del claroscuro. Me maravilló una secuencia en la que los dos doctores hablan de la protagonista, cada uno desde la puerta de sus respectivos despachos, estando en medio la mesa de la aludida; Ophüls lo filma con panorámicas que se detienen brevemente sobre la mesa, con una capacidad de sugerencia magnífica, a la par que elegante.

El oscurecimiento del drama al que me refería viene propiciado, principalmente, por el soberbio personaje que encarna brillantemente Robert Ryan; es ese millonario omnipotente, frío y sádico el que aporta esa dimensión al filme, que va aumentando en angustia conforme dicho personaje se torna más cruel y despiadado. Toda esta evolución argumental alcanza su cénit dramático cuando dicho personaje sufre un ataque cardíaco; la reacción de la protagonista, filmada en un plano secuencia brillantísimo, es una lección acerca de cómo se puede transmitir inquietud al espectador.

Si a todo ello añadimos un buen guión y correctas interpretaciones (Mason, Bel Geddes, Bois), el resultado es una película tensa, de magnífica progresión dramática y brillante ejecución.
Quatermain80
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
14 de abril de 2009
30 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es una adaptación de la excelente novela de Kenneth Fearing, titulada "The big Clock", uno de los mejores thrillers que yo he tenido el placer de leer. Como sucede con toda adaptación, en el presente caso se corría el riesgo de adulterar la historia, desvirtuar los personajes o no reproducir el ambiente adecuado. El filme, que en líneas generales resulta correcto, y que cubre las expectativas en cuanto a los dos primeros peligros mencionados, patina ligeramente en el tercero.

El argumento general de la novela se respeta escrupulosamente, y da pie al desarrollo del drama que, salvo al principio, transcurrre enteramente en un edificio de oficinas, donde el protagonista (un soso Ray Millard), es acosado y perseguido, víctima de un equívoco que le hace sospechoso de asesinato. Este tema, el de un falso culpable que trata de escapar en un marco cerrado se habría convertido en una gloriosa película en manos de Hitchcock o Lang, pero en este caso tenemos que conformarnos con la labor de John Farrow, quien no obstante, logra aquí su mejor película. Estéticamente, el filme se encuadra en la línea del cine negro de la época, pero visualmente no logra transmitirnos la angustia que acosa al protagonista, y que sin duda, era el mayor acierto de la novela. Así, el desarrollo de los acontecimientos resulta algo frío y mecánico, sin que llegue a emocionar al espectador, que en todo momento contempla entretenido la acción, pero nunca del todo satisfecho.

En otro orden de cosas, destacar la labor de los secundarios, especialmente, y como no podía ser de otra manera, la interpretación del grandioso (en todos los sentidos) Charles Laughton quien, sin embargo, y en mi opinión, no da aquí lo mejor de sí. Muy correctos resultan también Maureen O'Sullivan, carcaterizando a la protagonista femenina, y George Macready, segundo de a bordo de Laughton en la empresa.

En definitiva, una buena película, siempre correcta, pero que decepciona por su ritmo irregular y por su frialdad en la narración. La historia conocería una nueva adaptación cinematográfica mucho más libre y, en mi opinión, inferior a ésta, en "No hay salida" (1987), dirigida por Roger Donaldson y protagonizada por Kevin Costner y Gene Hackman.
Quatermain80
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
9
24 de abril de 2016
29 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin ninguna duda, esta poco conocida serie es una de las mejores historias de espionaje que me han contado, y ha sido un verdadero placer descubrirla gracias a la reciente y oportuna edición en castellano de la novela homónima en la que se basa, en cuyo prólogo se hacía mención a la existencia de una exitosa versión televisiva.

A lo largo de doce capítulos de algo más de una hora de duración, la serie nos introduce en los meses finales de la Segunda Guerra Mundial, y más concretamente en Berlín, sede de un agonizante pero aún temible tercer Reich en el que sus principales figurones, sabedores de que su derrota es inminente, empiezan a maniobrar con el evidente objetivo de salvarse de la quema. El argumento se centra en la arriesgada labor desarrollada por un topo soviético (Stirlitz) que, infiltrado en la inteligencia nazi, intentará torpedear los intentos de los mencionados jerarcas por lograr una paz por separado con las potencias occidentales, al margen de los soviéticos.

Aparte de una historia apasionante y con altas dosis de verosimilitud en cuanto al fondo, la serie destaca por la fidelidad con la que adapta la novela original, circunstancia debida a que el guión fue escrito por el autor de la misma, Yulian Semyonov, y a que la dirección, a cargo de Tatyana Lioznova, supo evitar apresuramientos, jugando magistralmente con un tempo narrativo que alterna momentos de tensión y de reflexión. Otro aspecto de interés es el retrato que se hace de los líderes nazis, alejado de exageraciones y evitando caer en el trazo grueso. Por el contrario, nos son presentados de forma desapasionada y con verdadero interés por captar sus diversas personalidades, matices psicológicos y estrategias. Este sutil tratamiento se hace extensivo a los secundarios, de quienes siempre se aportan rasgos distintivos que ayudan al espectador a entender sus decisiones y su carácter. En este sentido, el personaje más difícil de abordar era el propio Stirlitz, por cuanto su papel se basa en la continua ocultación, en una aparente frialdad a toda prueba. Son los momentos en que se encuentra en soledad los que sirven para sugerir sus preocupaciones, sentimientos y recuerdos, y es de justicia destacar la brillantez con que son introducidos por la realizadora.

Rodada en blanco y negro, con una excelente ambientación en cuanto a localizaciones, decorados y vestuario, cuenta con un narrador en off, recurso que suele resultarme molesto, pero que en este caso cobra sentido, pues aclara el contexto (asimismo enriquecido por breves imágenes de archivo) en el que actúan los personajes y algunas motivaciones ocultas de los mismos. Además, la música, que oscila entre la sugerencia de la intriga y la evocación nostálgica, se ajusta como un guante a las imágenes, potenciando las sensaciones requeridas en el espectador. Carente de secuencias de acción espectaculares, pues son más bien escasas y breves, la serie cuenta con momentos brillantes centrados en los sentimientos de los personajes, destacando el recuerdo evocado por Stirlitz en un bar (a propósito de su esposa), de una sencillez y sensibilidad exquisitas.

Si el argumento es excelente y la realización muy notable, las interpretaciones rayan a gran altura en todo el reparto, haciéndose difícil destacar a alguno por encima del resto; no obstante, me parecieron singularmente meritorias las interpretaciones de Leonid Bronevoy (Müller) y Oleg Tabakov (Schellenberg), por lo bien que sugieren los principales rasgos psicológicos de sus personajes.

En esta llamada época dorada de las series, no está de más recordar que ya hace muchos años se hacían obras brillantes como la presente, y animo a todos los aficionados a que la disfruten, pues en opinión de quien esto escribe, se trata de la mejor serie de espionaje que ha visto nunca.
Quatermain80
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
30 de marzo de 2014
28 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
En alguna ocasión anterior he apuntado que a veces, en el Cine, menos es más, y creo que esta película lo ilustra a su manera, siendo además un soberbio ejemplo de progresión dramática y de posibles lecturas, lo que se aprecia no sólo en el desarrollo de su argumento, sino también en su muy definida factura.

El filme arranca en nochevieja bajo el signo de la rutina que se desarrolla en una comisaría (esto no es ningún contrasentido; pocas noches más rutinarias y previsibles que estas), que vive las últimas horas del año entre festejos y los naturales incidentes, como triviales robos de coches y demás. No obstante en una de las salas comienza un interrogatorio que, aunque inicialmente no parece cosa de gran importancia, paulatinamente va revelando una gravedad mayor, pues al cabo de un rato descubrimos que el respetable notario Martinaud, que se sienta frente al inspector Gallien, es sospechoso de la violación y asesinato de dos niñas.

Casi toda la película transcurre en el interior del despacho en el que se desarrolla el interrogatorio, y sólo saldremos de él en un par de ocasiones (antes del final), acompañando al inspector; por lo demás, la continuidad narrativa permanecerá inalterada, con la salvedad de algunos flashbacks (casi todos breves, simplemente planos fijos que ilustran un recuerdo, si bien hay uno, introducido por la esposa del notario Martinaud, que es más largo, siendo clave para el argumento). El acierto de esta planificación estriba en que enfatiza que es en ese concreto lugar donde se va a esclarecer, y por tanto a establecer, la verdad sobre el doble asesinato. Sin embargo, a menudo que transcurren los minutos, el espectador no puede dejar de notar que las vagas explicaciones de Martinaud, junto con las incómodas preguntas del inspector, lejos de permitirle introducirse en el aspecto criminal o policiaco, abundan cada vez más en las intimidades matrimoniales y personales del sospechoso. Esto, que podría considerarse una desviación respecto del argumento central, no lo es, por cuanto el desarrollo de los acontecimientos acabará mostrando que precisamente lo accesorio es a veces lo principal, la verdad que lo explica todo.

Conforme transcurre la película el notario se nos muestra más acorralado por sus inexactitudes, al tiempo que el inspector parece asentar cada vez más sus sospechas, que ya eran grandes desde el principio; pero sigue faltando una prueba, y será precisamente la aludida situación matrimonial de Martinaud -un matrimonio que ya no es tal, pues apenas hay relación entre ambos cónyuges- la que venga a proporcionarla, apareciendo en escena la esposa del notario, en el que es, sin duda, uno de los fragmentos más notables del filme. Y es que la esposa será clave a la hora de construir "la verdad", puesto que, aparte de alguna posible evidencia material, será su conversación con el inspector la que, por medio del anteriormente referido flashback, introduzca el factor de culpabilidad que faltaba.

Todo el tramo final de la película gira en torno de este círculo que conecta la sospecha, la culpa y la verdad, y lo hace con una sutileza poco frecuente, hasta el punto de sugerir en el espectador interesantes reflexiones acerca de cómo se construyen las certezas y los relatos, y cómo las personas se adaptan o asumen voluntariamente el papel que se les adjudica en ellos.

Rodada casi enteramente en interiores, destacan los parsimoniosos desplazamientos de cámara y los movimientos de los intérpretes, que aligeran el estatismo de la puesta en escena, el cual en modo alguno está reñido -más bien aliado- con la creciente tensión que revelan los personajes, maravillosamente construidos desde el guión -excelentes diálogos a cargo de Audiard, bastante ácidos- y la interpretación, con un trío protagonista espectacular, del que no sé si destacar más el duelo contenido entre Ventura y Serrault o la breve pero impactante intervención de Romy Schneider.

Finalmente la "verdad" será establecida, pero ¿qué verdad? Y es que esa es siempre, al fin y al cabo, la cuestión.
Quatermain80
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 10 11 12 20 82 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow