Haz click aquí para copiar la URL
Críticas de Chris Jiménez
Críticas 2.236
Críticas ordenadas por utilidad
7
17 de setiembre de 2017
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El panorama hollywoodiense está cuajado de celebérrimas estrellas de la acción, pero, ¿cuántas de ellas han sido capaces de funcionar en otros lindes con buenos resultados?
Seguramente ya no tantas, por lo menos en el género de la comedia.

Descartemos a Bruce Willis porque él venía precisamente de allí y a Jackie Chan porque el humor siempre ha acompañado su estilo, ¿con qué nos quedamos? ¿Con Sylvester Stallone? Desde luego que no. Puede que el forzudo austriaco que saltó a la fama encarnando a uno de los villanos más memorables de la ciencia-ficción sea el que mejor ha conseguido amoldarse a la comedia. Y ello lo demostró poniéndose en manos de Ivan Reitman en la inesperada (por los fans) "Los Gemelos golpean dos Veces". Aunque algunos lo nieguen eran los años de Schwarzenegger; cada película que hacía, las cuales no compartían el mismo género, arrasaba en taquilla como un huracán.
Su entrada en la década de los '90 junto a Paul Verhoeven en "Desafío Total" no pudo ser mejor, pero entre esta extrañamente fascinante maravilla del "cyberpunk" y la explosiva aunque muy innecesaria secuela de "Terminator", el actor se reuniría con Reitman, tras el (bendito) rechazo de Bill Murray, para volver a poner a prueba una vez más sus dotes para la comedia. Pero poco, o nada, puede hacer pensar al espectador que se halla ante una película de humor teniendo en cuenta el estilo y la atmósfera que reina en el primer tramo de la película, pues más bien parece que estemos ante un nuevo y musculoso "thriller" del austriaco, tan violento e irreverente como todos los anteriores.

Su álter-ego, John Kimble, tampoco se aleja de sus héroes de acción previos, un expeditivo agente de policía que hace las cosas a su modo y que luce aún más temible que el John Matrix de "Commando", cuya misión es cazar a Cullen Crisp, un peligroso y muy patético criminal al que ya está cansado de seguir la pista durante tantos años. Tras una graciosa referencia a "Terminator" (la búsqueda de la rubia luciendo Kimble unas pintas como las de Reese y llevando, para más inri, una escopeta escondida) Reitman subvierte el orden del policíaco y las claves de la trama asignando al protagonista una divertida compañera y haciendo viajar a ambos a la lejana Oregon para un trabajo de incógnito.
Y ese es encontrar a la esposa y al hijo de Crisp antes de que él los encuentre primero. En el avión unos niños sacan a Kimble de sus casillas, que los amenaza con partirlos por la mitad, signo inequívoco de advertencia, y muy conveniente ya que ese va a ser el peligro al que se tenga que enfrentar. Nueva sorpresa: para el espectador de la época, Schwarzenegger era invencible, así que, ¿cómo imaginar al gigante del cine de acción, quien ya se había enfrentado a terroristas, asesinos, policías corruptos y seres de otros planetas, viéndose acorralado, desquiciado y sometido por unos niños de guardería?

En eso radicaba el alma del film. Durante un buen trecho, y pese a ciertas intromisiones de Crisp y la zorra de su madre, mil veces peor que él, el director desata la diversión en torno a esos niños que se disponen a hacer de la vida del policía un auténtico infierno, mientras un romance asoma entre éste y la madre de uno de sus alumnos. Tan poco tarda Kimble en ganarse el afecto y el cariño de los profesores y los pequeños, trastos y peculiares como ellos solos (bueno, así son los niños...), con el añadido de dejar sin aliento a toda madre soltera que se le cruza en su camino, como el del público.
Reitman y sus guionistas no cambian la mentalidad del héroe, que en ningún momento deja de actuar como policía, por lo que sabe que la disciplina es el camino más adecuado para educar a los niños, y eso mismo quieren hacernos saber. Kimble deja de ser una figura aterradora (de hecho cambia de aspecto) y asume su nueva identidad, la que de algún modo siempre se hallaba latente en él, la que perdió junto a ese hijo cuya existencia nos confesará. Al final Dominic, el hijo de su enamorada Joyce, se convierte en sustituto de ese hijo desaparecido que nada quiere saber de él; placer compartido pues el chico halla en ese policía oculto tras una falsa identidad a su padre ausente, ese del que su madre no deja de huir.

Antes de retomar la intriga y con ella la acción y la violencia propias del comienzo de la trama, Reitman, por mucho que su humor negro no sea en absoluto recomendable para niños (paradójicamente, pues ellos son los que se llevan las frases más afiladas), construye un ambiente del todo familiar y tan dado al más ñoño sentimentalismo que exuda el inevitable aroma del cine de John Hughes y Chris Columbus. Resulta impagable, por otra parte, ver a Schwarzenegger chillando de rabia a la puerta del colegio, patidifuso por las respuestas de los niños sobre el trabajo de sus padres o tocando la guitarra calzando un pañuelo rojo y un sombrero de paja (bueno, la imagen es antológica).
Y es que ha sido Reitman, sin duda, quien mejor ha destapado el lado más sensible y autoparódico del austriaco, muy bien acompañado de la simpáticas Linda Hunt y Pamela Reed, esa guapísima Penelope Ann Miller, la veterana Carroll Baker, más detestable que nunca, y todo un memorable elenco de pequeños actores en esta divertida comedia que mezcla, de forma algo irregular eso sí, el humor de andar por casa, la acción y el suspense, pero con un resultado delicioso y entrañable a más no poder, lo que hizo que la taquilla respondiera tan bien en su momento (más de 90 millones recaudados en EE.UU. frente a un presupuesto de 20 millones...).

Es, además, la mejor colaboración entre Schwarzenegger y Reitman. Recomendada sobre todo para aquellos padres y profesores de guardería y colegio cuyas obtusas mentes no alcanzan a comprender que con aplomo y buena disciplina es como realmente se consigue la confianza, el respeto y el afecto de los niños y los hijos (de ahí que el film pueda ser visto como políticamente incorrecto para algunos hoy día...).
Chris Jiménez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
9
11 de agosto de 2017
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
"A la luz plena del día no te acerques todavía...cuando llega la oscuridad vigila la vecindad". Hemos convivido con esas historias sobre el barrio, historias de locos y locuras, de misterios sin resolver, historias para no dormir, todas ellas surgidas por la duda y el temor.
Un temor que no nos dignamos a reconocer por cuestiones como la sensatez o el derecho a la intimidad.

Sí, cada cual es libre de hacer lo que quiera en su casa, pero...¿quién no ha tenido alguna vez miedo de un vecino o a maquinado mil teorías sobre él, a cada cual más desagradable? No podemos conocer a todo el mundo y a veces es mejor imaginar que saber. De hecho Dana Olsen sólo necesitó utilizar la imaginación y recuerdos de la infancia para conformar un guión que aunara terror y humor en perfecto equilibrio y que pasaría de mano en mano hasta acabar en las de un Brian Grazer que de forma instantánea vio a Joe Dante, quien venía de cosechar gran éxito con otro de sus mejores trabajos, "El Chip Prodigioso", como el indicado para abordar el proyecto, el cual aceptó entusiasmado.
Y es que, desde que en 1.984 estrenara "Gremlins", pocos habían sabido combinar tan bien la comedia más ingeniosa con el horror de corte fantástico, destacando en ello un particular gusto por el cine clásico y de serie "B". Como un homenaje al cine de suspense de antaño ("La Ventana Indiscreta", sin ir más lejos), las situaciones se desarrollarán entre los múltiples recovecos de un escenario único, donde se nos introduce (literalmente) de cabeza y en mitad de la noche, en un inicio que ya empieza a perturbar nuestra mente.

Este escenario es Mayfield Place, que viene a ser la metáfora de cualquier calle en cualquier población suburbial de EE.UU., un sitio normal donde brilla el Sol, todo el mundo se conoce, los chicos juegan en la calle y los adultos entran en esa fase de sus vidas en la que ya no le importan a nadie y sólo usan el tiempo para discutir entre ellos, toda una representación del sueño americano (con bandera ondeando al fondo incluida) que se torna en monotonía y que se ha convertido, por extraño que parezca, en una seña de identidad universal.
Olsen se dedica a subvertir este orden introduciendo un elemento disparador de la duda: una casa del vecindario ocupada por una familia inquietante, los Klopek, donde no cesan los hechos inexplicables, y que investigarán tres vecinos más torpes que lúcidos (Ray, Mark y Art). Dante hace de este idílico escenario un campo de estrafalarias aventuras en el que, quizás por primera vez en todo el cine de los '80, serán los jóvenes los que observen y los adultos los que actúen (Ricky no pasará de ser un espectador), seguramente con la esperanza de poder aportar algo de emoción a sus vidas, presa del hastío.

Como en "Terciopelo Azul", aquí el horror más perturbador también se introduce por medio de la más luminosa normalidad, y el director, que no oculta sus referencias cinéfilas, rodea de intrigas y enigmas la trama, proponiendo una extraña mezcla de terror sobrenatural y un humor negro preñado de ácida ironía cuya presencia se hallará en el epicentro del horror más tangible mientras se usa de telón de fondo esa paranoia típicamente americana de creer que se tiene el enemigo en casa (lo que también le sirve de tributo al cine de ficción de los '50, cuya carga política era lo más importante). El resultado es deliciosamente demencial.
Tanto más cuanto que en esta ocasión no son los supuestos villanos quienes vienen a perturbar la tranquilidad de los vecinos, sino éstos los que meten las narices en sus asuntos, poco a poco hasta llegar a la invasión de la propiedad, desde el salón al sótano, por lo que, ávidos de conocimiento y habiendo empatizado tan bien con los protagonistas, no dudamos en vernos envueltos en una singular aventura que nos arrastrará al subsuelo profundo de un terreno desconocido y terrorífico. Entramado de conspiraciones que acaban conduciendo a un final donde se nos obsequia con un delirante espectáculo (sólo posible de encontrar en un film de la época) pero siempre con la duda y la paranoia como revulsivos para mantener vivo el suspense.

¿Están los Klopek más cerca de ser unos homólogos urbanos de la familia psicópata de "La Matanza de Texas" que de una familia simplemente poco amistosa y blanco de las perfidias y la repugnante catadura de sus anfitriones? Casi nos lo aclara Ray en un discurso no poco memorable antes de prepararse un giro realmente inesperado, cortesía de la habilidad de Olsen, que nos pillará por sorpresa. Como una versión de "Los Goonies" en su etapa madura (física, que no mental) y una visión perversa de ese modelo de vida americano conformista y tradicional tan reconocido en todo el Mundo, se presenta el trío de protagonistas.
Encarnados por unos impagables Bruce Dern, Rick Ducommun y Tom Hanks, de nuevo en un papel de lo más histriónico, son seguidos de los espeluznantes Henry Gibson y Brother Theodore, el agradable Corey Feldman y unas no menos geniales Wendy Schaal y Carrie Fisher, que como no podía ser menos llegará a tomar las riendas del asunto en cierto tramo del argumento; y no puede faltar (¡claro está!) la presencia del legendario Dick Miller. Pavorosamente divertida mezcla de géneros (desde la aventura de espíritu más "spielbergiano" al horror clásico de la Hammer) rematada con una puesta en escena de fascinante imaginería, dejando patente Dante su inventiva a la hora de filmar y crear escenarios y atmósferas (la secuencia del sueño de Ray es memorable).

También con un gran trabajo de efectos especiales y una brillante banda sonora de Jerry Goldsmith, "The 'Burbs", como estaba previsto, fue todo un éxito en su momento (no para la crítica), y a día de hoy se mantiene como una de las mejores comedias de los '80.
Vaticinadora, junto con títulos como "Heathers" o "La Guerra de los Rose", de ese humor tan agrio y poco convencional que estaba por llegar en la década posterior. Diablos, ¡a mí también me encanta esta calle!
Chris Jiménez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
4 de agosto de 2022
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La última mirada que le echa Jeanne a Marceau tras éste proferir, casi como un susurro de angustia, "De todas formas es muy tarde", produce una desolación que desgarra el hígado.
Es una mirada que lo transmite todo: impotencia, decepción, abatimiento, soledad y dolor, mucho dolor...

La cámara parece recrearse en este dolor, el cual se puede interpretar como una violación a la esperanza, aún más, a la esperanza de que las fuerzas del orden, a la que ambos pertenecen, son la máxima institución de la protección a la sociedad contra las fuerzas del Mal; contra ellas han estado luchando desde el principio y cuando la lucha parecía ganada sus propias manos han sido las que han colgado la soga alrededor del cuello de las víctimas. Esta mirada resulta más devastadora si recordamos que poco antes Jeanne aseguraba a la pequeña Marie que trabajaban para proteger a la gente...
Joseph Damiani (o José Giovanni) siempre ha sabido imprimir a sus obras, tanto las literarias como las cinematográficas, ese hálito de desesperanza y negrura, siempre planeando sobre una sociedad gris donde nadie puede confiar en nadie y el destino juega en contra de los idealistas, sobre todo al estar manejado por crueles desalmados. Lo volverá a dejar patente en su adaptación del libro del periodista y autor de novela negra norteamericano Joseph Harrington, "Last Known Address", primero de una trilogía sobre las peripecias detectivescas del sargento Frank Kerrigan y su joven acompañante Jane Boardman, transmutados en Marceau y Jeanne.

Angiolino Ventura vuelve a trabajar con el de París tras "Caza sin Cuartel" pero en un contexto muy distinto pese a un tramo inicial que puede llevar a engaño; los primeros minutos sólo son una presentación del protagonista, situaciones encadenadas a ritmo de vértigo y al estilo de un "opening" de una serie de televisión contemplando a este Marceau Leonetti como la fuerza más imparable de la policía francesa, un detective duro, clásico del "noir". Por desgracia algo se cruza en su camino que acaba con este prólogo tan fantasioso y con su excitante carrera, algo más poderoso que el poder de sus puños: el poder de la corrupción institucional.
A partir de ahora sobre la mirada que observa estos temas, situaciones y escenarios pesa un marcado cinismo, hasta el mismísimo final. Entonces la historia se estanca en el tedio, como sucede con la existencia, ahora apartada y solitaria, del otrora súperdetective, hasta que un nuevo caso, perfecto para él, asoma: encontrar al testigo de un asesinato perpetrado por el jefe de una banda criminal y que lleva escurriéndose de los dedos de la policía durante años. Nuevo vistazo a la desfachatez del cuerpo: si bien el superior de Marceau dice confiar en él para encontrar al desaparecido Martin, aun contando con pocos días para ello, en realidad parece estar preparándole como cabeza de turco si la operación falla...

¿Quién mejor que un inspector degradado como él? Por fortuna se le añade una compañera, la joven Jeanne (con el carisma y esa preciosa carita de Marlène Jobert que siempre me ha vuelto loco), y también, por fortuna, la relación que se va cimentando entre ambos no va más allá del cariño y el respeto profesional, evitando el cliché de un romance que sí se habría dado en una película estadounidense. Lo consiguiente es lo que cabe esperar de un proceder policial a ras de acera, narrado a la manera de Chabrol o Melville, con un cuidado extremo por el desarrollo del argumento y los personajes, sin sobresaltos ni irrupciones impertinentes y un estilo áspero, de poética melancólica.
En su incansable deambular por el laberinto urbano parisino, desde los barrios concurridos a los suburbios, atravesando el boulevard de Bonne-Nouvelle, la calle de la Glacière y la Avenida d'Italie hasta patear el derruido distrito Belleville o los embarrados pavimentos de Docteur Lucas-Championnière, el adusto inspector y la idealista detective se introducen en toda clase de locales y edificios del sistema social/burocrático/institucional y entrevistan a todo bicho viviente que tenga relación con el caso o conozca al testigo desaparecido (de primeras un mero "macguffin", como el villano Soramon, hasta que hagan su repentina entrada).

Mientras tanto la mala suerte les persigue en forma de matones de la banda. El operador Étienne Becker traza una paleta de colores bastante neutra pero de algún modo bella, dejando a París bajo una luz entre grisácea y azul munsell, los tonos perfectos para la radiografía pausada y rica en detalles que hace la cámara de Damiani del entorno urbano, exponiendo a esta luz ambigua los seres que pululan por él, de la más diversa condición y posición, pero todos con algo en común: el recelo hacia la figura policial. Como bien explica el sr. Loring, los policías se esconden, para atacar, castigar, y luego mentir sobre lo ocurrido.
Visión pesimista que se da de bruces con el idealismo ingenuo de Jeanne, y el cual, mientras los testigos y las direcciones se acumulan sin cesar, empieza a desmoronarse como su estado emocional y psicológico (interpenetrando en ésto será la única vez que se quiebre la sobria estética formal de la película). La única luz esperanzadora (para ella, no para su veterano compañero, que ya es parte de esa atmósfera deprimente) la aporta Marie, la niña de quien todos hablan pero jamás veremos hasta llegado el último tercio, con los protagonistas habiendo pasado por el agotamiento, la desilusión y, cómo no, la despiadada violencia...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
La casita del horror VI (TV)
EpisodioAnimación
Estados Unidos1995
7,5
4.028
Animación
8
22 de mayo de 2021
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una de las más apabullantes noches de Halloween, nuestra familia norteamericana favorita se habrá de enfrentar a tres grandes pesadillas, dos protagonizadas por monstruos y una que nos arrastrará a los confines de una dimensión desconocida...

Un servidor y fanático de siempre de la serie de Matt Groening opina que con el 5.º asalto de "La Casa-Árbol del Terror" él y sus acólitos alcanzaron, por los menos dentro de los términos de estos simpáticos especiales, su mayor logro; no sé otros, pero si yo pienso en "Los Simpson" y Halloween automáticamente aparecerá en mi cabeza la imagen de Homer transformado en un patético remedo de Jack Torrance al grito de "¡Sin tele y sin cerveza Homer pierde la cabeza!" (sin menospreciar sus otros dos buenos aunque menores acompañamientos, "Time and Punishment" y "Nightmare Cafeteria").
Pero en aquellos tiempos, como los señores que hacían esta serie poseían un ingenio privilegiado (y no como ahora...), entre medias de esa 7.ª temporada, iniciada magníficamente con la segunda parte de "¿Quién Disparó al sr. Burns?", supieron regalarnos otro especial de la noche de las muertos muy a la altura del anterior, encargándose Bob Anderson (futuro asiduo de "La Casa-Árbol") de la dirección a las órdenes de Josh Weinstein y Bill Oakley y con un libreto donde se juntaban las ideas de John Swartzwelder, Steve Tompkins y David Cohen.

Y como uno de los principales problemas de este 6.º Halloween era la duración de los segmentos, sólo se nos honra con una corta introducción donde Krusty, personificado como el ginete del cuento de Washington Irving (el que luego adaptaría Tim Burton a su modo), nos lanza su cabeza para empezar la función, que no empieza mal:
-Un Homer furioso porque en un local no le venden una rosquilla descomunal (que frase más mítica) inicia una oleada de terror en Springfield; no se sabe si es su culpa o de la extraña tormenta que se cierne sobre la ciudad...pero en un momento sus "mascotas publicitarias" cobran vida y empiezan a arrasarlo todo. Un ataque directo al peligro de la publicidad y la obsesión por el consumismo convertido en apocalipsis a través de una variación de los "kaiju-eiga" que popularizó Godzilla y de aquellos films de serie "B" de los '50 poblados de bichos gigantes como los que hacía Bert I. Gordon, si bien se recuerda más "El Ataque de la Mujer de los 50 Pies" (el título lo dice todo: "Attack of the 50 foot Eyesores").
-Un tanto desagradable para mi gusto y con un mal final, pero sigue siendo un entretenido primer capítulo para abrir boca. Y lo siguiente que tenemos es un plato fuerte digno del fan; con esa introducción a lo "Looney Tunes" Tompkins nos regala una impagable y la mar de ingeniosa parodia de la mítica "Pesadilla en Elm Street", quitando hierro a la trama del asesino de niños y poniendo a Willie en el lugar de Krueger (para vengarse por los daños sufridos durante el 5.º especial). Poderosamente onírico, grotescamente violento y salpicado de ese humor negro tan del gusto de Craven, sorprende su trepidante ritmo y un memorable clímax en el patio del colegio soñado por Bart que se debate entre lo divertido y lo angustioso; "Nightmare on Evergreen Terrace" rivaliza muy de cerca con "The Shinning".
-Pero dejamos a Willie corriendo tras el autobús para adentrarnos en el capítulo más complicado al que se enfrentó la gente de Groening. "Homer3" explora las dimensiones paralelas con Homer adentrándose en una de ellas situada tras su estantería para esconderse de Selma y Patty; "Tron" y "El Abismo Negro" sirven de base al igual que "Little Girl Lost" de "The Twilight Zone" mientras se hacen maliciosos guiños a Stephen Hawking. La idea de Cohen fue un dolor de cabeza para el equipo, que se sirvió de la ayuda de Pacific Data Images con el objetivo de crear un universo tridimensional creíble, oscuro y absurdo, y ojalá hubiera surgido un largometraje, porque las posibilidades que plantea el ver Homer atrapado en un lugar como este son infinitas.

De hecho el segmento de "Homer3", rematado con un colofón que hay que ver para creer, acabaría circulando por varios festivales, donde sería merecidamente premiado (aunque para algunos críticos sólo sirvió "de mera excusa para utilizar la moderna tecnología tridimensional generada por ordenador"). Este especial también tuvo su recompensa con uno índices muy altos, siendo lo más visto de la Fox esa semana.
Mi conclusión es que ya no se hacen, ni se harán, especiales de Halloween tan grandes como éste. Pero lo más curioso es que en el nefasto "remake"/precuela realizado en 2.010 por Samuel Bayer sobre las peripecias de Krueger, éste aparecería como el conserje de la escuela, algo que jamás se mostró en la saga clásica; sin duda un cálido homenaje el que le rindieron a Willie...
Chris Jiménez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
12 de diciembre de 2020
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Por cada indio que matan ellos matan tres blancos; la tierra se cubrirá de sangre y odio. Paz...casi parece una broma".
Es la máxima de las cruentas Guerras Modoc; los orgullosos blancos, grandes colonos, no se imaginaban a qué clase de enemigos debían enfrentarse...

Llegados los años '50, el "western" estaba a punto de vivir una corriente muy renovadora, con muchas de sus más primitivas claves siendo tergiversadas u observadas desde otra óptica distinta; de hecho el papel del nativo americano, su cultura y su espíritu guerrero adquirió un especial protagonismo por encima de los típicos clichés. En ese sentido se puede decir que la impulsora fue "Flecha Rota", uno de los mejores y más aplaudidos films de Delmer Daves; en aquel mismo 1.950 Anthony Mann contribuyó con "La Puerta del Diablo", y a partir de ahí los indios pasarían a ganar mucha atención.
El sr. Daves retorna a esta temática a partir de un guión de su cosecha inspirándose en los sucesos de la histórica contienda contra los nativos Modoc allá por 1.872, modificando para su recreación ciertos papeles protagonistas y ubicando el inicio del relato en el punto álgido de dicha guerra, tras el rechazo del fiero Kintpuash (o Jack) a volver a la reserva de Klamath y combatir sin cuartel contra el ejército americano. A través de Jaguar Productions, la nueva compañía fundada por la estrella Alan Ladd tras su marcha de Paramount, Daves pudo llevar a buen puerto su epopeya sobre el terrible enfrentamiento.

La visita de John MacKay, trasunto ficticio del explorador, intérprete y portavoz del ejército para los Asuntos Indígenas Donald McKay (por supuesto éste, un mestizo de sangre Umatilla, debió ser "maquillado" debidamente para convertirse en el héroe de la película...), al presidente Ulysses Grant nos introduce en la guerra desde la visión de la sociedad blanca acomodada; la diferencia fundamental con "Flecha Rota" es que aquí el protagonista cree en la venganza y la fuerza como perfectas armas para combatir a los indios, pese a haber sido nombrado comisario de paz.
Pero la paz es algo que se halla muy lejos de la mente de Kintpuash, renegado, soberbio y terrible cabecilla de los modoc, quien desea conseguir a cualquier precio el territorio de Lost River sin preocuparle la sangre derramada; este profundo y corrosivo sentimiento de odio está muy presente en MacKay y sus compatriotas, y la relación entre él y el jefe presenta el reverso amargo de la de aquel Thomas Jeffords y K'uu-ch'ish (el comisario deshecha incluso la propuesta de unión con la pacífica india Toby (Winema en la realidad), al contrario que Jeffords). Así, Daves desata las primeras escaramuzas a lo largo de las fronteras de Oregón y Californa.

El director se expresa con dureza a través de sus personajes; no hay paz aunque se apele a su búsqueda, no se da pie a la confraternización pues la codicia y la muerte guían los actos de los modoc, y precisamente por ello los indios vuelven a ocupar el lugar de renegados diablos que el cine del Oeste siempre les dio. Lógico es que despierte en el espectador (sobre todo si es americano) la ira y las ganas de venganza al ver a los soldados de Kintpuash asesinando a sangre fría a hombres, mujeres y niños inocentes; Daves dota de gran fuerza a las escenas rodadas en escenarios exteriores y nos hace recorrerlos en esta encarnizada campaña junto a ambos bandos.
La sensación de melancolía, oscuridad y desesperanza llega a su cúspide tras el fallido negocio de paz entre el jefe indio y el general unionista Edward Richard Canby (una poderosa secuencia reproducida tal como sucedió históricamente donde el cineasta nos hace chirriar los dientes con la tensión y el inesperado estallido de violencia). Poco nos hace pensar en la paz y el perdón cuando el jefe se apodera de la casaca del general y amenaza con el exterminio autoproclamándose un dios sobre esas tierras; esto conducirá al tramo más excitante, una lucha cara a cara donde se nos hace tragar el polvo del desierto y escuchar las flechas silbando a nuestro lado.

Con mucho oficio y sentido del ritmo y la acción, Daves siempre supo dar un cariz de tremendo espectáculo a sus epopeyas al estilo de Hawks o Sturges; también, como es ingrediente obligatorio en todas las producciones de la época (y el mismo director era experto en ello, además), se añaden gotas aquí y allá de melodrama de libro en base a una relación trágico-amorosa donde tienen cabida los sentimientos puros, los celos y el temor (y más interesante para la audiencia, desde luego, si en dicha relación interviene el amor no correspondido de una india nativa).
Lejos de estos detalles que es mejor obviar (al igual que la típica y empachosa escena de Nancy y MacKay junto al lago), "Tambores de Guerra" ofrece un buen relato del Oeste en cuanto a narrativa, ritmo y entretenimiento. La italiana Marisa Pavan brinda su delicada presencia dando vida a Toby, y también disfrutamos de los correctos Hayden Rorke y Warner Anderson; por su parte Ladd, áspero y lacónico, encarna al perfecto héroe del género (¿o antihéroe teniendo en cuenta sus emociones?), aunque nadie puede hacer sombra a un fanfarrón y amenazante Charles Bronson como el jefe Kintpuash (siendo esta la primera vez en no usar su nombre real, Buchinsky).

Éste y Ladd protagonizan (ellos mismos, sin dobles) uno de los momentos más memorables: la pelea en la preciosa localización de Slide Rock, en Arizona. Mención especial merece la dramática música de Victor Young y la fotografía de J. Peverell Marley.
Si bien no llega a la categoría de mítico, y pese a una muy precipitada conclusión, el film se mantiene como un buen esfuerzo del género y su realizador, y brilla entre otros títulos de temática y enfoque similar lanzados aquel mismo 1.954 (como "Sitting Bull", "Raza de Violencia", "Tambores Fraternos" o la tremenda "Apache" de Robert Aldrich, con un magnífico Burt Lancaster de guerrero indio).
Chris Jiménez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow