Un guiño al espectador, poniendo su mismo nombre (el del director) al recién nacido objeto de la película.

La primera dirección en solitario de Cayetano Casas nos muestra maneras de interpretar donde se alargan escenas que ya han contado lo que tenían que contar, sumadas a otras innecesarias con personajes que no vuelven a salir, utilizados únicamente para que la película casi alcance una duración convencional.

Si tiene éxito en FILMIN, ya nos llegarán muchas otras mesitas de cocina, de dormitorio, terraza...

Los diálogos y la mayoría de secuencias resultan artificiosas. Es cierto que el guión desarrollado de diferente manera, hubiera podido dar como resultado una magnífica película.

Estoy pensando si con todos sus ingredientes se hiciese un remake, amparados por un buen director y los actores adecuados, hubiésemos conseguido un excelente trabajo, pues material había.

Considero que está sobrevalorada, aún reconociendo su buen argumento... Extraña y constreñida.

Nos encontramos ante una extraña mezcla entre el cine de construcción clásica (La han comparado con las producciones de Alfred Hitchcock, y puede que algo tenga) Yo considero que existe en ella un cierto tufillo a producto televisivo. Tal vez la manera en que encajan las escenas pueda generar esa sensación.

Una mirada más atenta refleja actuaciones correctas, aunque jamás esmeradas; guión elaborado con pulcritud, a punto de tomar una trayectoria en la que podría despeñarse hacia profundos barrancos habituales y socorridos, en la estructura cinematográfica que se realiza en Hollywood... afortunadamente no se produce.
Existe una buena gestión de los detalles, siempre cómplice con el espectador.

Hace muchos años aprendí algunas claves irrefutables, ejemplos: Un buen presentador de televisión, debe ceder el protagonismo al entrevistado. La cámara de una película debe ser invisible, es nuestro ojo, y si los ojos parpadean constantemente, nos molesta y desagrada.
Aquí la cámara no deja de oscilar, como si de la de un aficionado se tratase. Todo es cotidianidad. Yo jamás veo películas para rodearme de lo que mi entorno me muestra a diario. Necesito emociones que me emocionen, películas marginales, distróficas...

Las Vidas de Grace, pese a pertenecer a un tipo de cine, que hace años podíamos considerar fuera de los círculos comerciales. Ahora se ha industrializado, manteniendo propuestas con un fondo muy aparente, pero alejado de las verdaderas sesiones indie.

Una historia convencional que se pega a la nada. Dirigida sin habilidad, no saca partido de la narración visual, con un guión desamparado que carece de ese ingenio mordaz tan frecuente en este tipo de trabajos.

Pequeño papel para Kurt Russell, perdido en medio de tan poco.