Uno de los nuestros funciona como un extenso episodio piloto de la serie Los Soprano. Aunque exista una acusada diferencia generacional entre los personajes de ambas obras, la forma que tienen sus creadores de describir a la mafia ítaloamericana es bastante parecida, al menos esa es mi impresión. Además, cualquier fan de la serie de la HBO se habrá percatado de la surtida representación sopranesca en este peliculón de Scorsese.
Para mí, forma parte del triplete mágico del director, junto a Taxi Driver (1976) y Toro Salvaje (1980) Que recibiera los Oscar por Infiltrados -una buena peli pero a años luz de cualquiera de los otros tres films citados- , dice mucho acerca de la ineptitud de la Academia.
Uno de los nuestros es taquicárdica, es brillantemente sucia, genialmente sórdida, pese a las peripecias técnicas del director. Cuando uno termina de ver la película, es difícil no tener una sensación de cierta repulsión, de cierto asco hacia el mundo del crimen organizado. Normal, digo yo.

Lo bueno que tiene el cine de ciencia-ficción americano de los ochenta, es que en vez de utilizar brillantina digital en sus pelis para marcar la diferencia (como ahora), se valían de la imaginación y el ingenio.
Si esta cinta es irregular, es por culpa de las dos primeras historias: la de John Landis es obvia e insulsa, y la de Spielberg, sinceramente me pareció infumable. Pero como bien dice un usuario en estas críticas, no hay que cometer el error de dejar el film a la mitad, pues a partir de aquí viene lo mejor.
Joe Dante nos ofrece un magnífico cuento, tan inquietante como pintoresco: lo más parecido a una pesadilla con los Looney Tunes. El director de Gremlins demuestra gran habilidad para convertir la casa de una familia americana al uso en un agujero surrealista y grotesco. Que los oportunos efectos especiales estén desfasados es lo de menos.
George Miller nos presenta la historia más completa, con una magnífica interpretación de John Lithgow. Este corto mezcla con maestría el terror psicológico de altos vuelos, la paranoia y el humor negro a raíz de un eléctrico gremlin.
Aunque estos relatos sean más famosos por los homenajes que en su día les dedicó Los Simpson, merece la pena ver los dos últimos episodios, auténticas joyas del cine fantástico de los ochenta.

Esta película está hecha para disfrutar de su reparto: desde los papeles breves pero fulminantes como el de Carmelo Gómez y Adriana Ozores, hasta aquellos actores de fondo, que mantienen la misma intensidad interpretativa de principio a fin, como el genial Eduard Fernández. Pero la cosa no acaba aquí, Ernesto Alterio es un crack, y demuestra su inmenso talento con un personaje tan detestable como divertido, convencido de que estos procesos de selección son "dinámicas de grupo". Nunca una frase tan insulsa me ha producido tanta gracia.
Incluso han sabido sacarle todo el jugo a Eduardo Noriega, un cara busto nada fiable, pero aquí demuestra cierta habilidad para interpretar al típico pijo curtido en Yale, para algo le ha servido su inglés.
Cuando consiga descifrar las enigmáticas frases de Najwa Nimri, podré valorar algo más que su sensual pose.
De esta peli me gusta el montaje, apocalíptico, y los primeros cuarenta minutos del guión. Luego el film se desinfla, pero al menos nos deja con el recuerdo de una sensacional escena: el divertido juego de la pelota entre los tres últimos supervivientes al puesto bacante.
En mi opinión, el gran trabajo del reparto es la principal premisa para ir a ver esta película.

Les saldría una película parecida a Supersalidos, que pese a su título, esconde un guión más que ingenioso.
Veamos: un tipo bastante raro obtiene un carné falso. Se hace llamar McLovin, no tiene nombre de pila, es de Hawai y además en la foto parece un pedófilo en potencia. ¡Que grande!
Sus dos amigotes no se que quedan atrás: son unos freakis y lo hacen realmente bien.
Pero sin duda, a partir de la aparición de los polis la cosa se pone seria (las mayores dosis de carcajadas las proporcionan estos supercops: estúpidos, negligentes, acabados, confusos, pero en el fondo, unos buenos tipos) Si no, que se lo digan al increíble McLovin, que demuestra ser el más crack en la disparatada noche de fiestas, atropellos, sangre (de todo orificio posible), chicas y alcohol.
La vi por primera vez en el cine en versión doblada y me decepcionó un pelin. La vi por segunda vez en mi casa, en V.O.S y me encantó: aborda un tema manido, corroído y manoseado por el cine americano de forma refrescante, que no es poco.

Sin perdón es la mejor peli que he visto del incombustible Eastwood, y gracias a ella aprendí a amar el western, y poder deleitarme con los grandes clásicos de Ford o Huston, como El hombre que mató a Liberty Valance o El tesoro de Sierra Madre, por lo tanto le debo mucho al bueno de Clint Eastwood y su obra de arte: "esta película resume todo lo que siento acerca del western", afirmó el director en L.A en el estreno de la película.
Lo que me maravilla de Sin perdón es la capacidad que tiene Eastwood para construir una historia clásica y sumamente elegante, y a la vez desmitificar todos y cada uno de los códigos del género. Al menos hasta el mítico desenlace. La fotografía dibuja un paisaje inmenso y melancólico, y la genial música de Lennie Niehaus contribuye a la creación de un ambiente mágico.
Eastwood demuestra gran habilidad a la hora de describir a su personaje, que evoca su pasado atroz con frases sentenciosas del tipo: "Me llamo William Munny. He matado hombres. He matado mujeres y niños. He matado todo tipo de seres vivientes. Y hoy he venido a matarte a ti", o "Ned, ¿te acuerdas de aquel granjero al que disparé y los dientes le salieron por la nuca?". Will Munny debió ser un tipo muy sádico antes de encontrar algo de amor en su vida. Gene Hackman, Morgan Freeman y la increíble aparición de Richard Harris, contribuyen a agigantar este western, inmortal desde su estreno.