Desdibujadas son también muchas de las situaciones descritas; el proceso que lleva a Malamadre a “enamorarse” de Juan en un abrir y cerrar de ojos no se explica, hay que creerlo sin más. El que Juan se convierta súbitamente en líder de una población tan maleada no cuela, por mucho que el director quisiera que nos lo tragáramos y siguiésemos con la película. No basta que se nos diga que estas cosas han ocurrido, tenemos que poder comprender por qué han ocurrido. Como espectador me violenta mucho tener que dar por bueno un presupuesto solo porque el guión lo dice. Se me van acumulando cuentas pendientes con la película mientras la veo, y me desinflo como espectador.
Hay que dedicarle un capítulo a las trampas de esta película: la escena en que desnudan a Juan, ¿para qué?, sólo para que le puedan llamar Calzones, hagan una irrelevante referencia al tamaño de su pito, y de paso nos sirvan un meloso flash-back de su vida íntima (uno de tantos), conozcamos a su mujer y enlacemos con otra trampa: el embarazo de ella. Pobrecita, y va y se mete en medio de una manifestación de histéricos (un poco desdibujada también y algo pobre de ejecución técnica) ¿Cuál es el papel de este embarazo en la película? Que nos indigne, si cabe más, el siniestro papel de Resines. Este es, quizá, el personaje más coherente, pero también el más tópico. En un alarde de pluriempleo, a la voz de ya, cuelga la chaqueta, agarra la herramienta de antidisturbios y por arte de magia aparece –no podía ser de otro modo- ante la incauta preñada, a la que aporrea sin piedad a pesar de su actitud nada inquietante. Todo el mundo sabe que un antidisturbios, después de arrearle a un manifestante, lo primero que hace es quitarse el casco para comprobar si éste ha recibido suficiente dosis de jarabe. Esto es justo lo que hace Resines, momento que aprovecha un oportuno cámara que precisamente estaba ahí para retratarle convenientemente ¿Y todo esto para qué? Para que comprendamos por qué Juan se vuelve loco al enterarse de la causa de la muerte de su mujer, porque, y esto es pura técnica de culebrón, la mujer muere. ¿Infarto? ¿Colapso digestivo? ¿Traumatismo con pérdida de masa blanda? Nos quedamos sin saberlo, aunque algo intuimos.
Para terminar, y quedarme a gusto, tengo que hacer referencia a la ambientación. No cuelan los protocolos carcelarios, no cuela la cutrez de la institución, esas paredes pintadas como en las mazmorras del Conde de Montecristo, las tomas de antena para enchufar la tele en cualquier rincón del techo, esos Geos, esos arsenales de armamento artesanal que aparecen de repente, esos etarras tan de Bilbao.
En fin, que no cuela. Eso sí, a Tosar se le hinchan las venas del cuello con mucha autoridad, y eso si que está muy bien.

No recuerdo haber asistido a una crítica tan fallida como la que Fesser plantea en su película Camino. Mediante una libérrima recreación de la historia de Alexia González, a mi entender, equivoca el objetivo de su diatriba, y más que asestar un golpe a los planteamientos del Opus, maltrata gratuitamente la historia de esta niña y escarnece a su familia concitando simpatías donde no las había (al menos la mía).
Sin embargo la indignación que me produjo el visionado de Camino, en principio no tuvo nada que ver con estas cuestiones a las que llegué después de investigar un poco sobre las historias relacionadas con esta película.
Como espectador, me sentí mal tratado y manipulado. La sensiblería se emplea a diestro y siniestro con el fin de preparar el corazón de la audiencia para la conveniente recepción de un surtido de entresijos sanguinolentos y escenas de pinchazos epidurales, todo ello teñido con el tópico – en este caso innecesario- que alude a la ineptitud del colectivo sanitario y su falta de sensibilidad al combinar el uso del bisturí y el chascarrillo.
Desconcierta el bipolar nivel interpretativo de los actores y actrices de la cinta, y la yuxtaposición de la crítica más o menos ecuánime con la parodia esperpéntica le resta credibilidad. Un suministro regular de escenas de anuncio de salvasleep, algunas catástrofes, y ciertos fenómenos paranormales, sin la correspondiente aclaración de "quinto milenio", se añaden a los ingredientes de este potaje merecedor de tanto premio.
Me llena de estupor que una película así sea la triunfadora de “la noche de los Goya”; al premiar cintas como esta se crea un doble listón, que por un lado registra el nivel del cine español, y por otro retrata la credibilidad de una institución como la Academia de Cine. Entiendo que con su beneplácito a Camino, la Academia afirma su postura respecto al Opus, una organización con tintes sectarios; sectario es también el premiar un trabajo por su contenido ideológico y no por el estrictamente técnico o artístico.
A la vista del resultado, se entiende que Fesser rechazase la petición de los familiares de Alexia para retirar su nombre de esta película; sin duda la polémica, el revuelo producido al asociar el nombre de la niña en proceso de canonización a la historia de Camino, incrementaba las expectativas de rentabilidad. En todo caso me resulta de una hipocresía cruel, dedicar una película en la que se denosta al propio dedicatario.
Rechazando la petición de la familia de Alexia, Fesser ha perdido su oportunidad de restituir su honestidad, ya que como director de cine, con su última obra ha quedado en entredicho.