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Argentina Argentina · Paraná
Críticas de avellanal
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Críticas 16
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
8 de mayo de 2010
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La pulcritud narrativa, la preponderancia de la sugerencia frente a la evidencia, la sencillez visual, la tendencia a la naturalidad actoral, la búsqueda del terror por caminos opuestos a la parafernalia y a la truculencia que nos invadió a partir de la década del noventa con el penoso renacimiento del slasher, no son características que hayan surgido precisamente en Oriente. En ese sentido, "The Changeling", tranquilamente puede considerarse como la Eva de una vasta descendencia que se reproduce hasta nuestros días.

Es menester subrayar el inconmensurable aporte que "The Changeling" brindó al cine que le sobrevendría, a tal punto que, en la actualidad, luego de transcurridos casi treinta años desde su filmación y estreno, cientos y cientos de filmes que se sustentan en un terror exento del componente macabro, siguen copiando la mayoría de los fundacionales recursos implementados por Peter Medak en 1979. Sin ir más lejos, la multipremiada "Los Otros" de Alejandro Amenábar, en rigor, no es otra cosa que una ligera variación de la película que nos ocupa.

Hay escenas, en medio de una historia de fantasmas convencional, en la que un antiguo caserón se erige como parte sustancial de la trama, que no dejan al espectador sin aliento, pero sí provocan algún que otro concreto sobresalto. Considero que los acontecimientos que proceden de una dimensión ignota para la mayoría de los mortales, que se nos revelan como una ruptura de la cotidianeidad, son los que, a la postre, causan mayor grado de inquietud. El director de origen húngaro –que, es necesario precisarlo, no logró estructurar una carrera sólida y coherente– consiguió crear un clima de permanente tensión, especialmente durante la primera parte del largometraje, valiéndose de, prima facie, elementos tan simples como la tecla de un piano moviéndose sola, una pequeña pelota que desciende insistentemente por las escaleras, una caja de música o una diminuta silla de ruedas.

La presencia de un actor tan sobrio como George C. Scott, interpretando al atormentado compositor que, luego de las trágicas pérdidas de su mujer y de su hija, se refugia en la mencionada (e inquietante) casa victoriana, inhabitada por décadas, le confiere un margen superlativo de credibilidad a la historia. La sesión espiritista, que se desarrolla en la perturbadora inmensidad e intimidad de esos antiguos interiores ennegrecidos, con una desenfrenada médium soltando garabatos sobre hojas en blanco, supone quizá una de las mejores secuencias de la película, no sólo por la verosimilitud –aspecto primario para infundir terror– que la misma expele, sino también por la perfecto sintonía entre lo artístico con lo técnico. Y en este último rubro, merece destacarse muy especialmente la banda sonora.
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avellanal
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8
7 de marzo de 2010
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
En las miles de escuelas de cine que existen actualmente en la Argentina todo el mundo habla maravillas de Lucrecia Martel, todo el mundo quiere filmar como ella. En lo personal, no tengo ninguna duda: Martel es la directora más interesante que ha irrumpido en el panorama del cine argentino durante los últimos años. Pero sorprende que nadie hable de filmar como Aristarain; les costaría bastante, porque ahí se impone el rigor de lo que se está contando, la urgencia de ser claro sin abrumar al espectador. Como pasa con los grandes directores, Aristarain tiene un estilo, una manera de narrar que no se nota. Es la manera de un clásico. La escritura invisible.

Es probable que muchos de ellos no estén enterados de la existencia de un filme llamado "Tiempo de revancha", y quizá sea hora de volver a un filme ejemplar como éste. En 1981 nada se podía decir ni mostrar en el cine argentino. Si bien el tiempo de la censura y el miedo estaba llegando a su fin, cuando Adolfo Aristarain y el sello Aries se embarcaron de lleno en el proyecto, todavía seguía plenamente vigente, inconsciente de su propia decadencia.

La filmografía de Aristarain es pródiga en personajes que transitan por los bordes de la utopía, poniendo de relieve el ideario de filiaciones izquierdistas del propio director; pero sin embargo, intuyo, ninguno habrá quedado tan marcado a fuego en su memoria como Pedro Bengoa. La composición de Federico Luppi es sencillamente magistral, toda una clase de ímpetu y compenetración actoral

Aristarain siempre ha remarcado que sus modelos cinematográficos los halló en el viejo cine norteamericano. Surgen naturalmente los nombres de John Ford, de Raoul Walsh y de Howard Hawks.

Pletórica de sarcasmo, inundada de voces acalladas que pugnan por salir a la superficie, en "Tiempo de revancha" se filtran un manojo de metáforas subrepticias, que están ahí, presentes, pero que tienen que ser leídas entrelíneas, puesto que la explicitud es un regalo con el que Aristarain no contaba en 1981. Escribe Carnevale: El filme no habla de militares, sino de un país transitado por el miedo, un miedo al que unos cuantos le sacan provecho. No hay bajada de línea ni la menor retórica: la dinámica de la narración lo dice todo.
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avellanal
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5
29 de noviembre de 2009
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La reciente "Orphan", del director Jaume Collet-Serra (catalán, aunque afincado en Hollywood hace muchísimo) constituye una nueva visita a esta suerte de sub-género de niños maléficos dentro del cine de terror. Se nos introduce en la vida de un matrimonio que no atraviesa su momento más feliz: acaban de perder un bebé, y los traumáticos recuerdos vuelven en pesadillescas sombras para Kate, acosada además por los fantasmas del alcoholismo. Los dos hijos de la pareja parecen no poder ocupar el vacío que la pérdida generó en esa mujer laboriosamente interpretada por Vera Farmiga, a tal punto que ésta convence a su marido de concretar una adopción que indemnice su apetito maternal. La niña adoptada, el elemento intruso en un cuadro familiar de por sí cargado de imperfecciones y ajeno a los estereotipos que son moneda corriente en la meca del séptimo arte, viene a convertirse en la razón de ser del filme. Tras sus talentos artísticos, sus impecables vestidos añejos y distinguidos modales, la pequeña huérfana esconde un secreto que sólo se revelará en el último tramo del metraje, volviendo (un poco) menos previsible una película que, ¡oh, paradojas!, luego de un inicio prometedor comienza a hacer agua narrativamente por los cuatro costados.

Y es una pena, porque la ambigüedad preliminar que contribuía a la construcción de una atmósfera malsana, se diluye entre clichés y golpes de efecto incorporados para meter algún que otro imaginable susto en el espectador; especialmente por medio de la introducción de un elemento visual repentino y sorpresivo, antes fuera del plano, como único fundamento del sobresalto. Éste recurso, del cual el moderno cine de terror made in Hollywood y sus derivados, viene haciendo uso y abuso, fue plasmado por vez primera en "Cat People", de Jacques Tourneur. Cuando una película de terror tan sólo es capaz de crear algún sacudimiento a través de un sonido estrepitoso conjugado con la aparición inesperada del marido de la protagonista detrás del espejo en el cual ella se contemplaba, indudablemente estamos en problemas. Echar mano del bus effect de vez en cuando no es una herejía cinematográfica ni mucho menos, pero utilizarlo como justificación de una cinta de dos horas de duración, equivale a caer en lo sencillo y seguro, a no correr ninguna clase de riesgos (como antítesis cercana vale mencionar esa maravilla sueca titulada "Déjame entrar").

En definitiva, profundizando en la disputa psíquica entre madre e hija adoptiva, o bien adoptando un tratamiento menos superficial del enfermizo universo de Esther, de los motivos a los que obedece el estancamiento en su evolución, "Orphan" podría haber sido un memorable largometraje de terror psicológico al mejor estilo del primer Roman Polanski. En vez de eso, Collet-Serra optó por hilvanar una sucesión de lugares comunes propios del cine industrial y de este modo engrosar la inacabable lista de films vacíos de originalidad y contenido.
avellanal
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7
15 de febrero de 2009
39 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando se estrenó, "The Thing" –que es un remake de "The Thing from Another World", filme producido por Howard Hawks en 1951–, estuvo condenado a permanecer a la sombra de "E.T.", de Steven Spielberg. Si bien existía en ambas películas el denominador común de la presencia determinante (a los fines argumentales) de organismos no humanos; en esencia, se trataba de dos propuestas radicalmente antagónicas; y, como era de esperar, en términos comerciales, la simpática criatura creada por Spielberg terminó imponiéndose con holgura.

Con el correr de los años, sin embargo, la producción que nos ocupa, ha sido objeto de reivindicaciones varias, hasta alcanzar el siempre dudoso status de película de culto. Si habría que bucear en la historia del cine, a fin de encontrar un antecedente preciso, solamente deberíamos retroceder unos pocos años, hasta 1979, y allí hallaremos la cinta que guarda mayor afinidad con ésta de Carpenter: "Alien", de Ridley Scott. En ambas, el núcleo de la trama es idéntico: un reducido grupo de personas aisladas –en una nave espacial, en una estación antártica–, que irán pereciendo una a una con el transcurso de los minutos, se enfrentan a una terrible presencia extraterrestre que les acecha, a la par que dicha entidad no humana precisa de otros seres vivos para perpetrar su especie; y su proliferación, en caso de trascender el remoto ambiente claustrofóbico, provocaría la extinción de la raza humana.

El comienzo resulta efectivo porque, a partir de la punzante banda sonora del maestro Ennio Morriconne, la ausencia de diálogos y la preponderancia del resplandeciente paisaje blanco polar, la situación que se desarrolla –un perro que intenta escapar a los disparos que le efectúan desde un helicóptero– deja desconcertado al espectador, que tardará algunos minutos en comprender el porqué de tal comportamiento.

La disolución de la entidad física de la amenaza encarnada en ese monstruo extraplanetario es otro de los aciertos del director, puesto que, a contramano de lo que abunda en el género del terror, esto es, lo explicito –no exento de lo grotesco–, en "The Thing" lo que realmente inquieta es que no sabemos ante quién ni ante qué nos enfrentamos, dado que el pánico lo causa lo innombrable, lo irrepresentable, lo no explicitado, lo que no tiene una apariencia física permanente, sino que posee la característica de imitar el aspecto de toda forma de vida posible.

¿Obra maestra del género? Por supuesto que sí. No tendrá la importancia capital de prodigios cinematográficos, como "The Exorcist" o "The Shining", pero películas de este calibre, con una concepción diferente del terror y una elaboración esmerada de los personajes y los aspectos técnicos, son precisamente las que escasean por estos tiempos de mediocridad, en que parecería que con la disección de un par de vísceras, que luego vuelan por los aires, alcanza. De hecho, ni siquiera el mismo Carpenter ha logrado a posteriori, superar ésta, su obra cumbre.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
avellanal
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7
9 de enero de 2009
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia del cine es pródiga en cuanto a grandes películas cuyos protagonistas son varones travestidos; algunos por conveniencia (como Tony Curtis y Jack Lemmon en "Some Like Hot"), otros por puro gusto (como Tim Curry en "The Rocky Horror Picture Show"). Neil Jordan, quizá uno de los cineastas europeos con mayores pergaminos en las últimas décadas, ha contribuido, con "Breakfast on Pluto", a engrosar esa curiosa lista en la que se conjuga travestismo con calidad cinematográfica.

Al igual que en la renombrada "The Crying Game", el director elige como ambiente narrativo la Irlanda del Norte de los primeros setenta, aunque a diferencia de aquélla película, en "Breakfast on Pluto" el tono general está drásticamente alejado de la solemnidad. Se trata de la maravillosa y surrealista historia, entre trágica y cómica, del joven Patrick "Kitten" Braden: un ser inocente y frágil, pero al mismo tiempo, dotado de un corazón inmenso y de una valentía para sobreponerse a las adversidades rayana en el heroísmo. Patrick fue abandonado de bebé por su madre y criado por una mujer que nunca logró aceptar sus tempranas inclinaciones diferentes. Recibió maltratos en el rígido colegio católico al que asistía, y cansado de la incomprensión en torno a su identidad sexual, decidió escaparse del opresivo núcleo que lo envolvía, para emprender un viaje sin destino fijo, aunque con la esperanza de hallar a su progenitora. Lo antedicho puede llevar a pensar que estamos frente a un film melodramático, con tintes ásperos y graves, pero nada más alejado de la realidad, puesto que Jordan otorga a la historia un carácter delirante y lúdico.

El tono simpático, sin embargo, se desprende principalmente del hecho de que Patrick no es un travesti conflictuado, sino todo lo contrario. Su periplo recorre diversos senderos, y en muchos de ellos suele salir lastimado, tal vez a causa de su ingenuidad, pero también por su completa falta de egoísmo, por su desprendimiento absoluto y su necesidad de brindarse al otro. La actuación de Cillian Murphy, dando vida a este risueño ser, sólo es digna de cerrados aplausos: mejor, imposible.

La historia, además de ser comentada por algunos pájaros (un recurso un tanto curioso), guarda estrecha vinculación con la exquisita banda sonora que se sucede durante las más de dos horas de duración, cobrando una importancia diametralmente mayor que en la generalidad de las películas, hasta el punto de relegar en significación a muchos diálogos. Así es que escuchamos a T-Rex, Buffalo Springfield y Van Morrison, entre otros artistas.

En definitiva, un retrato vivaz y alegre, sin caer en clichés, sobre cómo enfrentar el inconveniente de ser diferente en medio de un entorno hostil y conservador a ultranza. Con un ritmo argumental compacto, que prácticamente no decae en ningún momento y dividida en 34 episodios, "Breakfast on Pluto" me parece, junto con "The End of the Affair", el trabajo más sólido de un director ya de por sí muy consistente.
avellanal
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