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Críticas de Kyrios
Críticas 1.318
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
3
28 de junio de 2013
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aquel Raimi que dirigía películas con cuatro duros y con más empeño que otra cosa, aquel Raimi que utilizaba mil y un ingenios para sobrellevar un presupuesto paupérrimo y que sorprendió al mundo con su saga de Posesión infernal, ¿Dónde ha quedado? Parece que la industria Hollywoodiense lo ha absorbido y que definitivamente el atisbo de genialidad que nos ofrecía en sus primeras películas, se ha perdido.

Aún está a tiempo de enderezar su carrera, y “Arrastrame al infierno” era el claro ejemplo de que el director aún podía reciclarse usando viejos conceptos del pasado. Pero desde luego, no es Oz, un mundo de fantasía, el camino que el director debería seguir.

Poco se puede rescatar de una película tan fallida de la que el esmero brilla por su ausencia. El sello Disney (la película forma parte de la factoría) ha llevado el film por unos caminos bastante desdeñables. De hecho la película sigue las pautas más infantiles de la producción, pero a la vez trata de realizar algunos guiños al público adulto y la película se estanca en tierra de nadie.

Los guiños existen y son evidentes. El primero es la introducción, fragmento del que podemos decir sin pudor que se trata de lo más reseñable de la película. De hecho puede verse esa primera parte y cerrar los ojos porque después poco tiene que ofrecer la película. Estos primeros compases, realizados en blanco y negro en honor a la primera película de “El mago de Oz” resultan interesantes. Raimi compone un ambiente de feria donde sitúa nuestro protagonista principal, interpretado por James Franco, y en el que se deleita con estos trucos de magia barata, en la que Franco se cubre las espaldas con unos personajes que pese al jugo que tienen no son aprovechados y la película olvidará en breves, al pasar al mundo de color. En este primer fragmento, es el ingenio y la sencillez las características que se imponen en el relato, seguramente por eso, Raimi sea capaz de salir adelante.


Pero de la nada, aparece la excusa que hará que nuestro personaje viaje al mundo imaginario de Oz, la pantalla se ensancha y el color coge cuerpo. Teóricamente el espectador ha de sufrir un impacto emocional ante lo que tiene ante sus ojos, pero tal cosa no sucede nunca. Sí, Raimi ha explotado el colorido del mundo creativo que construye, pero pasados los cinco minutos del efecto digital con el que absolutamente toda la película está producida, el mundo se vuelve anodino y tanta color acaba hartando por su artificialidad. Y lo peor de todo, la vegetación parece dominar gran parte del escenario, y sin embargo, nunca la vemos respirar o creer que se trata de una naturaleza que vive, y eso sin duda, es un problema bastante gordo.

Y entonces sucede la acción, y el espectador no entiende que está pasando. No es que Franco ni siquiera se pregunte que demonios hay de lógico y aparente en un mono con alas, sino que el rumbo de la película es indefinido, y cuenta con un guión que desarrolla la trama de una manera irregular. ¿Han visto alguna vez, personajes menos carismáticos que los que acompañan al protagonista? Y ciertamente resulta creer que pueda ocurrir esto en una película de animación, en la que se deja más libertad creativa.

Todo parece pautado de antemano y suena ha visto en miles de cintas de animación ya existentes. Nuestro personaje principal se encuentra al mono porque así lo dicta el destino y no por otra casualidad. El ingenio que parecía que teníamos en los primeros compases de la película, desaparece por completo y nos encontramos con frases vacías y situaciones que no llevan a ningún lado (de un castillo a otro, de bruja en bruja, y tiro porque me toca). La puesta en escena no ayuda, y los constantes guiños al efecto tridimensional resultan ridículos en un formato tradicional. Sólo hay algunos pequeños homenajes que Raimi coloca de manera subrepticia que consiguen sacar la sonrisa del espectador, pero sólo de manera momentánea, como se trata de los planos tan desequilibrados que recuerdan la propia saga de “Evil Dead” o algún detalle de adulto que los niños no entenderán (James Franco tiene un papel ciertamente Don Juanesco en la película).

Sin duda el nudo de la película es la faceta más descuidada de la película. Por suerte la película no cae en desgracia total, en un final un poco más inspirado en el que Raimi despliega sus juegos de artificios (y nunca mejor dicho). Con lo que a uno le deja la sensación de que el director realiza la película con objetivo de conseguir dinero más que por otro motivo.

http://neokunst.wordpress.com/2013/06/28/analisis-filmico-oz-un-mundo-de-fantasia/
Kyrios
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Perdidos en La Mancha
Documental
Reino Unido2002
6,9
3.355
Documental, Intervenciones de: Terry Gilliam, Jean Rochefort, Johnny Depp, Vanessa Paradis
6
28 de junio de 2013
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay una leyenda no escrita que dice que la obra magna de Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, es inadaptable al cine. Ciertamente el historial de versiones es desolador, pero hemos de tener en cuenta las características de la novela, que ciertamente hacen que su adaptación sea complicada (una obra tan larga en la que la acción está tan dispersa…). Tenemos ejemplos notables de grandes directores que se han enfrascado en el proyecto. El más célebre sin duda es la versión que hizo Orson Welles. Durante largo tiempo estuvo intentando conseguir presupuesto para rodar la película y dejó el proyecto interrumpido, rodando partes sueltas entre diversas obras de su filmografía. Desgraciadamente Welles falleció antes de poder terminar la película y dejó material desperdigado, que fue recogido posteriormente por el director español Jesús Franco (un director mítico por rodar muchas películas de serie b) que con el material entre manos trató de recomponer la idea que Welles tenía en mente. El caso es que la versión de Jesús Franco es cuanto menos curiosa, pero denota que aún había mucho trabajo por hacer para terminar la película.

El mítico director soviético, Gregori Kozintsev (famoso también por sus adaptaciones de la obra de Shakespeare) también dirigió su propia versión del Quijote. Es quizá la película que artísticamente sea la más notable, aunque es cierto que traiciona la esencia original de la obra, creando una propia visión en la que los intereses políticos están muy en boga. Así Don Quijote y Sancho Panza se convierten en personajes que sirven para glorificación del ideario comunista.

Más cercano al espíritu original de la obra están las versiones que el propio estado español ha producido, pero ciertamente les falta la pizca de genialidad que requiere tal proyecto. Son películas fidedignas con la trama (siempre dentro de unos límites, pues filmar la historia entera de la novela sería un caos) como la obra de Rafael Gil, dirigida en el 1947 o la más reciente “El caballero Don Quijote” en la que el fallecido Galiardo interpretaba el papel del mítico caballero andante.

Y Terry Gilliam también ha tratado de rodar Don Quijote. Pero la historia de Terry Gilliam es quizá, un capítulo aparte, pues se trata de un clásico ejemplo de director al que parece que la suerte no acompaña en ningún momento. El mítico artista británico empezó su andadura con el grupo cómico “Monty Pithon”, donde se especializó en aportar su visión satírica y además sus trabajos con animaciones (sí, las míticas animaciones de los Pithon son suyas). Gilliam empezó ya ahí a brillar por unas características que le seguirían hasta el fin del mundo. Gilliam es quizá el Don Quijote hecho carne. Es un auténtico soñador, un iluso que vive en el cine y que crea mundos imposibles donde todo el mundo cree ver molinos. En todas sus películas la fantasía y la imaginación dominan totalmente la película. Es una personalidad vital, que intenta crear nuevas fórmulas a cada paso que da. El problema es que al igual que Don Quijote, su suerte también parece jugarle malas pasadas, y parece como si el fato tratara de dejarle fuera del cine, y sin embargo él aguanta cada envite con más fuerza que nunca.

En el Barón Münchausen hubo de enfrontarse a unos problemas de presupuesto que le dejaron a medias con el rodaje, y hubo de ingeniárselas para terminar la película con un presupuesto muy reducido al que había logrado en un principio. Seguramente esa película marcaría una cruz, y muchos productores a partir de ese momento miraron a Gilliam con Recelo, creyendo que se trata de un director especialista en arruinar producciones y trataron de domesticar la fiera.

Pero Gilliam es indomesticable. Es un león que rompe sus cadenas a cada paso. En “Brazil”, seguramente su obra maestra hasta la fecha, sucedió exactamente esto, que trataron de maquillar un diamante en potencia. Los productores que exportaron la película a los Estados Unidos consideraban que la película tenía un final demasiado arriesgado y cruel, que eran tan pesimista que podía tirar a la gente atrás, así que obligaron a que se rodase un final alternativo que concluyera con un “Happy end”. Estas dos versiones aún circulan hoy en día y es difícil no equivocarse. Ni falta que decir tiene que la versión con el final impostado carece de cualquier valor artístico y es un insulto al trabajo de la gente que trabajó en la película de “Brazil”.

Pero también en “El imaginario del Doctor Parnassus” el director hubo de enfrentarse a un hecho fatídico, la muerte del joven actor Heath Ledger, que murió antes de que la película se terminara. El que la haya visto observará que no tenía en mente el director terminar la película de esta forma, sino que había de haber seguido un camino muy diferente. Sin embargo Gilliam la concluyó con un recurso interesante en el que diferentes actores interpretaban el personaje de Ledger cuando este traspasaba un mundo mágico (en ese momento los actores se cambiaban por él, así tenemos a Colin Farrel y a Johny Deep).



http://neokunst.wordpress.com/2013/06/28/don-quijote-en-el-cine/
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Kyrios
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8
27 de junio de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de La lluvia es una interesante visión que nos aporta el director de origen macedonio Milcho Manchevski sobre cómo su país y sus ciudadanos afrontaron las consecuencias de la guerra de los Balcanes, la desintegración de la república de Yugoslavia y todas las espirales bélicas que se desencadenaron por culpa de un odio fratricida.

Lo más interesante de la película es como ha afrontado la estructura el director. Al igual que en el drama clásico, el director escoge los tres actos como una secuencia narrativa para estructurar la película, y pese a que los tiempos de los actos tienen unas particularidades entre ellos (el tiempo que abarcan es más o menos el mismo y además los tres tratan de lo mismo) el director ha creado una secuencia circular, de tal manera que el tercero y el primero de los actos está conectado de una manera viciosa, con la que Manchevski propone la idea fundamental de la película, la idea circular de la guerra y destrucción, una constante que por desgracia se repite allá donde el ser humano va (incluso fuera de las fronteras de su país, pues sitúa uno de los actos en la metrópoli urbana de Londres, y hay que decir que mantiene un decoro ajustado, en la que los personajes hablan siempre el idioma que les corresponde). La violencia para Manchevski es una condición ligada al hombre de manera indispensable y la guerra es el principal destructor de la vida…y del amor. Así nos lo hace saber en cada uno de los actos, en los que siempre que va a sucederse algo que parece aportar un brillo de esperanza acaba siendo truncado por la violencia. Así en el primer acto el amor se arruina justo antes de finalizarse, en el segundo todo acaba de manera trágica e inesperada (y la muerte se presenta como un ser que no avisa, sino que llega en cualquier momento inesperado) y el tercero…ya lo conocemos.

La propia película hace alusión a su concepto de circularidad, con un graffiti pintado en una pared en el segundo acto, en que se plantea este idea.

Manchevski se adentra de manera muy interesante en cada uno de los territorios que abarca, incluyendo una interesante fotografía que se presenta muy a tono con cada una de las realidades que presenta. Tanto la más alejada de nosotros, como el mundo rural de Macedonia, en la que presenta unas aldeas (en la que el mundo oriental está muy presente, hemos de tener en cuenta el contacto que han tenido esos pueblos a lo largo de la historia con el mundo árabe) como en el mundo urbano, de Londres, el pasaje más cercano a nosotros y que el director retrata con una gama cromática en la que predominan los colores fríos y apagados, retratando un mundo artificial que está sustentando prácticamente por autómatas.

Manchevski domina bien la técnica cinematográfica. Hay algunas escenas remarcables, como las últimas de los dos actos, en las que mediante un montaje interesante en la que intercambia diversos planos, genera unas interesantes secuencias de tensión. En la reunión en el restaurante, el director macedonio introduce bien una acción paralela que transcurre en el mismo sitio y que acabará explotando al final.

El racismo injustificado y los choques de religiones son una constante en la película. Hemos de tener en cuenta que uno de los problemas de la separación de Yugoslavia fue que al caer Tito, el país empezó a mostrar sus diferencias y las diversas etnias que configuraban el territorio. Esas diferencias son retratadas en el film como un irracional de la que se sirve el ser humano para acusar a su compañero. No se salva nadie, el racismo y la exclusión del otro son mostrados como una pasión irracional que propicia el caos y la violencia más absoluta. Todo el mundo odia al otro sólo por estas diferencias, desde Macedonios, albaneses, serbios, incluso el director tiene un acertado guiño entre Irlandeses e ingleses. Es la rueda inacabable que como la estructura del film, Manchevski parece querernos decir que toda esta historia de violencia es eterna. De hecho la película precogniza (está realizada en el año 1994) lo que poco tiempo después acabaría sucediendo en el propio país de Macedonia, que pese a haber conseguido aislarse en los primeros momentos de la violencia de la guerra Yugoeslava, finalmente estalló una espiral de violencia en el 1999, cuyas consecuencias aún perduran hoy en día.

Pese haber estado nominada a diversos galardones, incluyendo el oscar a mejor película extranjera, la película ha sido olvidada. Es nuestro deber recuperarla, para intentar que historias como está no vuelvan a suceder, y demostrar a Manchevski que se equivoca y que a veces el ser humano puede evitar el círculo vicioso de la más execrable violencia.

http://neokunst.wordpress.com/2013/06/27/analisis-filmico-antes-de-la-lluvia/
Kyrios
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7
26 de junio de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parecía que nunca iba a ocurrir, pero por fin el falso documental de terror ha soltado una joya interesante (e imperfecta). Después de continuos refritos y estrenos de millares de películas cuya originalidad brillaban por su ausencia aparece “The Bay” que consigue unirse a una serie restringida de películas que merecen la pena, encuadradas en este subgénero que tan de moda se ha puesto últimamente.

El pistoletazo de salida fue en gran medida “El proyecto de la bruja de Blair” una película estrenada en el 1999 y grabada cámara en mano que demostraba que con poco dinero y un equipo casi amateur se podían conseguir grandes beneficios. La película trataba de hacerse pasar por una obra real (o por lo menos su ficción interna trataba de jugar con la ficción y la no ficción) y después de una interesante promoción online (una de las primeras que se promocionó de esa manera) “El proyecto de la bruja de Blair” amasó una considerable fortuna.

Evidentemente, el avasallo de películas no podía tardar en llegar y los productores ven en este tipo de películas una oportunidad perfecta para triunfar porque al tratarse de producciones de horror de tan bajo coste, el resultado de tratarse un fracaso, tampoco provoca un impacto tan negativo en la economía del que pone el dinero. La mayoría de estas películas están dirigidas por jóvenes promesas que tratan de poner su talento y valía para que la película salga adelante, pero el gran mercado que ha entrado hace que el éxito sea cada vez más difícil. Paranormal activity es quizá la película que despuntó otra vez dentro del género, pero hay que matizar que el rey midas (el Señor Spielberg) estaba detrás de toda aquella campaña de promoción que magnifico la película y provocó que tuviera un éxito tan desmedido.

Y en esas llega “The bay” una película que precisamente no está dirigida por un mozalbete, sino que todo lo contrario, detrás de las cámaras tenemos a todo un veterano del séptimo arte, como es el caso de Barry Levinson, un hombre que llegó a saborear las mieles del éxito comercial más alto, cuando el 1988 su película “Rain Man” consiguió el oscar a la mejor película. A partir de ahí su carrera bajó en picado, y ciertamente no es un hombre que haya cosechado el género de terror de manera abundante (aparte de dirigir la olvidable “Esfera”), pero es curioso como con toda su madurez ha sido capaz de conseguir algunos retazos interesantes de que aún tenía algo que contar, en una película de terror de bajo presupuesto, con una producción en la que Levinson ha intervenido en gran parte.

La historia de “The Bay” no se entiende si la película “Redacted” de Brian de Palma. Pese a que se trataba de una película fallida, en aquella encontrábamos como el mítico director de “Scarface” (entre otras) se servía de los diferentes medios tecnológicos para ayudar a narrar la película. De tal manera que la cámara ya no existía, sino que la narración recurría a otro tipo de formatos (como cámaras en mano, de seguridad e incluso vídeos de youtube) para contar la historia. Con estos recursos, De Palma intentaba dotar de más veracidad a su historia, utilizando unos medios que el espectador tiene mucho más cerca que nunca, y haciendo así que la película parezca totalmente cercana.

En “The Bay” pasa exactamente lo mismo. De hecho la película es una gran mentira que trata de hacerse pasar por una verdad. En el prólogo se nos cuenta que la película sucedió realmente y que los hechos que suceden no son ficticios, sino que el gobierno norteamericano ha sido el encargado de evitar la difusión de los hechos. Esta será una de las máximas de la película y en todo momento se servirá de todos los formatos posibles para narrar la película, mezclando vídeos grabados por vídeo aficionados que registran los hechos, cámaras de seguridad y también fotografías.

La historia no es nada del otro mundo, pero por lo menos Levinson consigue levantarla por encima de la media, sabiendo mantener el suspense. De hecho hay festines de sangre, pero amenazas reales más bien pocas, sino que el director elabora un interesante discurso en el que además se propone un interesante debate ecológico y se acusa al hombre como el causante del desajuste de toda la cadena de acontecimientos.

Desgraciadamente hay momentos en los que hay poco donde rascar y precisamente por la dispersión de formatos resulta totalmente imposible simpatizar con algún personaje en concreto, porque precisamente los personajes principales quedan desdibujados (y la reportera no resulta de gran ayuda). Además hay trozos de la película que no resuelven todos los enigmas, como que pasó con el compañero de la reportera (del cual se anuncia la muerte en el propio film) o como se acabó la epidemia que atacó la población.

Interesante, pero aún no es la película de falso documental de terror definitiva.

http://neokunst.wordpress.com/2013/06/26/analisis-filmico-the-bay/
Kyrios
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3
26 de junio de 2013
8 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera patada es contra la historia. Gran culpa de la falsa idea que la cultura general tiene sobre la figura del pirata se la debemos a películas como el Temible Burlón. No, los piratas no eran unos tipos majos que compartían el Whisky con sus compañeros, sino que mataban por una mísera gota de alcohol. Tampoco gozaban de un código o unas leyes como se ha venido contando en muchos films, más allá de momentos muy puntuales en la historia, precisamente porque eran en su mayoría unos tipos capaces de cualquier canallada. Olonés el cruel se comía a parte de la tripulación a la que tomaba posesión, Barba azul se maquillaba y se ponía velas con tal de parecerse al diablo e infundir terror al enemigo. No, los piratas no eran unos tipos majos, por muchas películas que hayan tratado de mitificarlos. No podemos ni debemos olvidar el poder que tiene el cine en causar imágenes en los grandes colectivos de la sociedad.

Y todo en gran parte por una cuestión nacionalista. Es cierto que las atrocidades del imperio español contra los pueblos indígenas de Suramérica son conocidas, pero la manipulación histórica del film es tan tremenda que ni siquiera un vago prólogo puede justificar el posicionamiento absurdo de la película. Y es que es difícil admitir que parte de tu pasado está marcado por una llaga tan profunda. Y en vez de admitir errores, ciertas naciones han tratado de maquillar cierta parte de la historia que resulta hartamente oscura. De tal manera que en la película los piratas son unos tipos casi elegantes y simpáticos, mientras que los españoles son unos monstruos opresores que tienen esclavizado a la población y resultan personajes totalmente caricaturescos.

La segunda patada es al cine. Olvidemos ya este cine apolillado que nunca acaba de morirse. Algunos nostálgicos tratan de recuperarlo, y lo levantan de la tumba de la que nunca debería haber salido, exclamando aquellas recurrentes frases de ya no se hacen películas como antes. Pues casi resulta una bendición que no se hagan películas como “El temible Burlón”, una auténtica pieza de museo en el peor sentido del término. Si hemos de recuperar las obras maestras, que se han relegado de la mayoría de la población, no podemos presentar “El temible Burlón” como una joya de la época, porque con razón la gente va a huir de ella. Las películas generacionales son lo que son y no podemos permitir que duren en el tiempo.

Los años pesan sobre ella como una losa. La película representa todo lo más rancio de aquel cine de los cincuenta. La absurdez rebosa durante toda la película. La justificación de que se trata para un film de niños no goza de ninguna credibilidad.

Como otras películas de Burt Lancaster, Como “El Halcón y la flecha” cae en el mismo tipo de errores. El temible burlón es una película con una profundidad igual a cero, los personajes demuestran un maniqueísmo altamente importante. Sólo hay que fijarse en el personaje de Lancaster, rubio y de una figura impresionante, mientras que los enemigos son bajitos y, feos. La acción se antepone ante cualquier lógica. No hay un discurso dramático o una historia real que contar, sino que todo el protagonismo pasa a manos de Burt Lancaster y sus piruetas. Sí, ciertamente el tipo tenía unas habilidades físicas impresionantes y era capaz de cualquier pirueta, pero cuando una película se centra exclusivamente en mostrar las triples volteretas que un tipo es capaz de hacer, uno no puede más que preguntarse qué clase de idiotez está viendo. Porqué, más allá de la dentadura brillante de Lancaster (que por cierto un pirata nunca tendría una dentadura así) no se consigue vislumbrar nada más esa pose.

La acción y la música revelan el dantesco espectáculo que estamos viendo. La utilización de la música demuestra tal apolillamiento que es difícil no tener algún tipo de reparo al ver los usos que se le da. Intentando imitar cualquier sonido que transcurre en la película (si hay una lucha de espadas, la música trata de imitar el sonido de sables) llega a un paroxismo en que todo da igual y las escenas absurdas de acción ya ni duelen en los ojos.

Es tal el anquilosamiento, que sólo hace falta ver como se trata el tema sexual en la película. No, no es una cuestión de época, sino de actitud. Mientras que Hithcock utiliza la sutileza (o no tan sutileza, recordemos la película “Con la muerte en los talones” y la metáfora sexual que utiliza, en la que un tren atraviesa un túnel oscuro para definir el encuentro sexual entre Cary Grant y Eva Marie Sant) nos encontramos con que “El temible burlón” es incapaz de contar nada, revelando el hermetismo sexual más rancio de los años cincuenta. Entonces los nostálgicos sacan a relucir la excusa del infantil y su público. No, no confundamos infantil con infantilismo.

http://neokunst.wordpress.com/2013/06/26/analisis-filmico-el-temible-burlon/
Kyrios
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