Haz click aquí para copiar la URL
España España · Madrid
Críticas de Hernando
<< 1 2 3 4 5 7 >>
Críticas 31
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
24 de enero de 2014
Sé el primero en valorar esta crítica
Han hecho falta 2 meses, 4 nominaciones a los Globos de Oro, 6 a los Oscars (sí, esa prestigiosa gala famosa por su buen gusto y que este año ha dejado fuera a “Inside Llewyn” y “La vida de Adéle”), una buena oferta en taquilla y mucha buena crítica para arrastrarme más de dos horas frente al “Capitán Phillips”. Era de esperar: acción y discursitos, espectáculo realista y denuncia social. Crónica periodística con fuegos artificiales. Pero vaya, parece que con el chasco de “Green Zone”, Greengrass ha aprendido la lección. Se ha dejado de intrincados discursos en forma de thriller y libera el drama humano para que la denuncia surja natural de la historia y los personajes (con algún diálogo irreal directo al espectador, sí, pero podemos perdonarlo). Vale que es cine, que es Hollywood, que solo son negocios, pero ahí todo puede salir bien, que son americanos, no pescadores somalíes convertidos en piratas.

La infinitésima historia de un hombre normal ante circunstancias extraordinarias está protagonizada por Tom Hanks, y entre sus jetos en rápidos y temblorosos primeros planos, el montaje y la dirección de Greengrass, queda claro para quien no lo sepa que esto no es solo ficción, ¡ojo! que son hechos reales. Parece que, si no lo fueran, una historia de desesperados piratas somalíes y tripulantes que pagan el pato de los abusos internacionales sería ciencia ficción. Lamentablemente las circunstancias son extraordinarias pero más frecuentes de lo que quisiéramos. Parece que las aventuras, como todo en estos tiempos de organismos, aguas y mafias internacionales, se han globalizado.

Nuestro héroe cotidiano es un acomodado capitán de barco preocupado por el futuro de sus hijos en una sociedad cada vez más dura y difícil donde, según él, solo sobrevive el más fuerte. Menuda novedad, que le pregunten a los desesperados somalíes que aparecen acto seguido, cuando la tranquila cámara que acompañaba al capitán y su esposa, y que seguirá relajada en territorio (o barco) estadounidense, enloquece y muestra las desnutridas costas somalíes con desesperados pescadores y piratas ávidos de secuestros con los que sobrevivir y enriquecer a los señores de la guerra.

Y ya queda poco que decir para una película de aventuras, este es el gran acierto del director. El protagonista es el capitán Phillips, menuda sorpresa, pero el guión no se decanta ni por éste ni por los piratas. La tragedia inminente no está en la victoria de un bando u otro (y ya sabemos a quién pertenecerá la sangre salpicada cuando se juega con los yanquis, sus drones, su marina y sus SEALS); en esta película, como en la guerra, no hay final feliz. Por mucho que se repita en voz alta, ningún desenlace va a salir bien para todos los implicados, no va a venir el Santa Claus de los seguros con su saco de dólares para que todos estén contentos. Las cosas solo salen bien para los negocios.

Vean “Capitan Phillips”, no será una maravilla ni les va a descubrir nada nuevo, pero es entretenida durante todo el metraje, tiene buen pulso, sabe dar variedad y agilizar una narración que podría haberse estancado con facilidad y tal vez alguno descubra que la solución en las aguas de Som… internacionales, no está en cargarse a todos los piratas para que salgan más, sino en los negocios.
Ya sabemos, todo va a salir bien.
Hernando
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
17 de enero de 2014
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
He puesto a sonar “Like a Rolling Stone” seguida de “Hang Me, Oh Hang” mientras trato de ordenar mis sensaciones sobre la última gran película de Joel y Ethan Coen. No solo por continuidad con el maravilloso final de la película, sino porque mis conocimientos musicales y de folk no dan para mucho más. Un ligero problema a la hora de disfrutar “Inside Llewyn Davis”. La voz de Dylan se confunde con los ecos de Oscar Isaac cantando “Hang Me, Oh Hang Me”, y aunque siento cierta traición en haber sacrificado la guitarra acústica por la eléctrica en mis altavoces, no dejo de escuchar la voz cínica de Dylan preguntándome How does it feel? How does it feel?

Acabo de ver ese homenaje a la ignorada música folk de finales de los cincuenta, cuando, mientras se gestaba un cambio en el Village, aún había para quien una canción, si no era nueva y sonaba familiar, era una canción folk. La historia parece salida de una de estas canciones. Un músico fracasado, con su guitarra a cuestas, que alterna entre sofá y sofá y autostop en la carretera, no encuentra hueco en el panorama musical en cambio para su amor y respeto por la auténtica música folk, aquella creada por gentes corrientes y transmitidas por la tradición oral; un hombre que solo quiere ganarse la vida con lo que le apasiona, viviendo el día a día, sin rendirse a las presiones del mercado, ni de la música pop, ni de la nueva forma de vida de un reciente Estado del Bienestar. Y aquí estoy yo, informándome sobre cierto tipo de folk con un interés renovado -minipunto para los Coen-, y para poder contarles cómo se siente “Inside Llewyn Davis” How does it feel?

Una gran historia, espléndida fotografía, mejor música y buen hacer tras la cámara; estructura circular, viajes vitales a ninguna parte pero que cambian, siempre cambian, Ulises y un guía espiritual en forma de gato de fuerte carga simbólica; toques surrealistas, un brillante humor que surge natural sobre el drama, personajes geniales con el sello de sus directores; y una sinceridad sorprendente. No cabe duda, tenemos lo mejor de los Coen. Muchos dirán que una de sus obras maestra, al menos, quienes amen esta música. Pero si alguno no se lo pregunta lo haré yo, ¿se puede disfrutar “Inside Llewyn Davis” siendo un ignorante musical? Sí, igual que se puede disfrutar del folk aun teniendo un oído como el mío.

Incluso alguien tan torpe como yo puede comprender que los Coen están diseccionando un panorama de cambio para la música folk en el que se juega con el género con canciones como “Please Mr. Kennedy", un cambio que cristalizará con Bob Dylan y el fracaso y olvido de músicos como Llewyn Davis. Un panorama con parada obligatoria en el gordo fantasma del jazz y un silencioso poeta beat. Pero dejen si quieren de lado el homenaje, los guiños a la época, la reflexión sobre la evolución del folk -para algunos, como nuestro protagonista, más que un estilo musical-; desechen la mitad de la película, y tal vez lo mejor, y quédense si quieren con la historia que se nos canta. ¿Conocen la sensación de estar estancado, de ser el hermano tonto del Rey Midas que todo lo que toca convierte en mierda? How does it feel? Esa sensación de estar sentado en la estación, dejando pasar tren tras tren -o un barco mercante tras otro- por no gustarte su destino; sentado sin moverte, mirando las vías How does it feel? sin poder salir de la estación y sin estar dispuesto a ceder y sumarte al carro How does it feel? Empecinado en que no estás en medio de la carretera, en que debe tratarse de una encrucijada, que no solo lleva Akron, aunque el camino en que insistes tomar no existe porque no llegue a ninguna tarde How does it feel? Ese momento en que te dices vivir el presente cuando se debe tan solo a un rechazo al futuro. La sensación de que para triunfar, para seguir avanzando, para madurar o meramente sobrevivir, debes traicionar una parte de ti mismo. How does it feel? Da igual que para el nuevo héroe homérico y fracasado de los Coen se trate de la pureza del folk, puede que sea lo de menos. Si conocen esa tragicómica sensación de no poder volver atrás con tu compañero suicidado -¡desde el puente de Washington!-, en la que coger el próximo barco mercante -mientras aún estás a tiempo- es admitir el fracaso y empecinarse en no hacerlo fracasar, entonces, podéis reducir la música de la película a una mera banda sonora de lujo, que “Inside Llewyn Davis” seguirá siendo una de vuestras favoritas del año. Pondran folk de fondo, rememorarán cómo se siente la película, y decidirán escuchar más de esta maravillosa música. “Hang Me, Oh Hang me”
Hernando
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
21 de diciembre de 2013
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un momento de ‘Umberto D.’, el protagonista, desolado, en un cuarto derruido que le está siendo arrebatado pero en el que vivió toda su vida, se asoma a la ventana sin esperanza y mira fijamente el suelo. La cámara contempla el duro pavimento durante un rato y de golpe se acerca a él con rapidez vertiginosa. Entonces cambia de plano y vemos al perro Flike tumbado en los restos de la cama. El protagonista se aleja de la ventana.
Esta escena condensa todo el último tercio de la narración que no consiste más que en un desarrollo de esto. Es de una factura perfecta, el tiempo está medido a la perfección, nos permite asomarnos a la mente de Umberto sin necesidad de diálogos o voces en off y es emotiva hasta la medula, pero no por la música o la manipulación de las imágenes, sino por la historia real y humana que hay detrás. Es la esencia de la película.

Umberto es un jubilado al que han recortado la pensión y no puede sobrevivir. Está solo, abandonado, sin ayuda (desconocemos si tiene familia pero si así es no puedo contar con ella), viviendo sus últimos días en la habitación alquilada en que vivió siempre, con problemas con la casera a la que vio crecer pero que ahora le maltrata amenazándole con desahuciarle si no paga y alquilando su habitación por horas a parejas que quieren echar un polvo cuando el viejo no está. Ahora, con más indiferencia que desprecio, la patrona le quiere echar para continuar con sus planes de boda. A Umberto solo le queda en la vida su fiel perro Flike, con quien comparte su tiempo, su casa y su comida. Pero está también la criada de la casera, una chica de pueblo preciosa, vivaz, condenada a esta casa hasta que la señora se enteré de que está embarazada -la chica, con inocencia, admite no saber decir cuál de sus dos amantes es el padre y ambos solo la dan largas-. Esta chica es la única que trata al viejo con comprensión y con ternura, a pesar de sus problemas tan grave o más que los de Umberto.
La joven criada es el gran acierto de De Sica, un ángel condenado a la pobreza, una muchacha inocente a la que la película solo la dedica una escena preciosa dedicada por entero a ella, pero que sabemos que en su vida se avecina una odisea y un abandono similar o peores que los de Umberto. Es la única brizna de esperanza en la solidaridad -y también uno de los hilos más desesperanzados- de la película.
Umberto tampoco es un santo. Está tan preocupado por sus problemas y, sobre todo, por su perro, que en cierto modo es indiferente al dolor de su amiga y compañera de penurias. Hay un momento en que el amante de la chica acaba de rechazar ayudarla con su hijo, llega Umberto, deja escapar al amante sin reprocharle nada y solo es capaz de preguntar a la muchacha por su p*to perro. Umberto podría sobrevivir si, como vemos en tantos otros, aceptara su condición, rechazara luchar por su habitación y estuviera dispuesto a malvivir en casas comunitarias o mendigando, pero no lo está. Umberto ha trabajado toda su vida y toda su vida ha vivido en ese cuarto, no merece semejante trato, semejante olvido. Si por algo es tan conmovedora la lucha de este hombre contra la sociedad que le ignora es por su sencillo sentido de la dignidad -conmovedor la escena de mendicidad. Si no se quita la vida al sentirse solo y abandonado sin importar a nadie es tan solo por su perro y amigo. El resto de sus amigos le rehúyen cuando se entera de que está pasándolo mal, fingen estar atareados como pueden y escapan a las plegarias de su amigo. Siempre es mejor mirar hacia otra parte, siempre es mejor pensar que en nuestro día a día nos cruzamos con más de un Umberto.

‘Umberto D.’ es emotiva como deben serlo las películas, por la sinceridad de su historia, no por el discurso o la manipulación de sonidos e imágenes. Además de una enorme sensibilidad con sus criaturas, De Sica muestra un gran oficio tras la cámara, sobre todo en su tímido pero brillante trabajo del tiempo en el que prolongando los planos y con sonidos como ‘tic tacs’ y goteos sentimos el paso del tiempo y la rutina de los hombres que vagan en la pantalla y su vida cotidiana, adelantándose así a la modernidad cinematográfica.

Ha llegado la hora de arrojar a la basura los guiones para seguir a los hombres con la cámara. Eso es cine comprometido, no con una ideología o un partido comunista sino con la humanidad. Zavattini y De Sica se dejan de tipos, abandonan los discursos elaborados como discursos y las ambiciones sociológicas y se entregan a la realidad de lo cotidiano, a lo humano. Ese es el compromiso social importante, aquel que hace que esta película sobre la dignidad, el abandono y desprecio por el anciano y el miedo al desahucio sea más vigente que nunca en nuestros días. Esto es cine.
Hernando
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6
18 de diciembre de 2013
121 de 151 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se nota que ya se acercan los Oscars y comienzan a estrenarse las películas manufacturadas para la gala. “12 años de esclavitud” es una de ellas. La era Obama, el 150 aniversario de la Proclamación de Emancipación, el 50 aniversario de la Marcha sobre Washington, y el recordatorio de que las heridas de la segregación racial siguen abiertas como en el caso Trayvon Martin, están suponiendo en Hollywood una oleada de trabajos sobre el racismo en Estados Unidos. La esclavitud y la lucha por los derechos civiles son los temas predilectos -Criadas y señoras (2011); Lincoln (2012); Django desencadenado (2012); El mayordomo (2013); 42 (2013); Red tails (2013); Fruitvale station (2013), etc.- sin contar con la nueva oleada que vendrá tras la muerte de Nelson Mandela-. La mayoría de estas películas tienen algo en común: lo convencional y casi idéntico de su discurso. Pero sobre todas estas películas aparece “12 años de esclavitud”, decidida a convertirse en LA película sobre la esclavitud.

Puede hacerse irritante comprobar en cada plano la voluntad de McQueen de partir de una intrahistoria personal y subjetiva para hacer el Gran Relato sobre la esclavitud, pero al menos no lo oculta y reivindica su voluntad de basarse en hechos reales, de asemejarse a “La lista de Schindler” y de que su historia se convierta en el “Diario de Ana Frank” del racismo (también afirma, como otros, que nunca antes se había tratado el tema con realismo, pero dudo que Richard Fleischer (Mandigo, 1975) estuviera de acuerdo). Y lo ha conseguido, ha hecho La Película sobre la esclavitud en los EEUU (y la voluntad de ser libre), un Gran Relato correctísimo y equilibrado que cristaliza el discurso oficial. A cambio solo ha tenido que evitar arriesgarse en nada o profundizar en algún aspecto, huir de las ambigüedades y problemáticas para plasmar a la perfección la idea implícita que casi todos compartimos y que lleva tiempo circulando por casi todas partes; y, en resumen, hacer una película comercial lo más “vendible” posible a un amplio público.

La estructura no podía estar mejor escogida para ello. Un negro de Nueva York, culto y caballeroso es engañado, secuestrado y convertido en esclavo. Así todos podemos identificarnos con el protagonista dando el cariz emotivo que un Gran Relato épico requiere, la cámara puede convertirnos a través del personaje en testigos oculares y McQueen puede librarse de tener que plasmar hombres mucho más complejos y difíciles como los niggas de nacimiento, sumisos y acostumbrados a su situación, el racismo entre ellos (como el personaje de Samuel L. Jackson en Django) o los intentos de huida o rebelión (a menudo plagados de crueldad y violencia). Además, le permite ensamblar el alegato contra la esclavitud con la voluntad de un hombre por sobrevivir a la adversidad movida por la esperanza y el amor por la familia. Todo muy Steven Spielberg, muy púrpura. De este modo el director depura la atmosfera enrarecida y molesta a que podría dar lugar el tema principal y la filtra a través de una mirada emotiva y esperanzadora de sentimientos épicos de superación mucho más suave y afín con las lágrimas y el amplio público.
Mención aparte requiere la vertebración como film basado en Hechos Reales -casi un género en sí mismo- para insistir en el discutible realismo de lo contado. La película se adapta perfectamente a las reglas de este tipo de películas. Introducción de los personajes y la situación, presunción de realismo, conclusión, epílogo de texto para contar qué fue de los personajes, etc.

Que nadie espere de la película algún aspecto problemático, alguna ambigüedad en sus temas o algo más allá de lo que la imaginación más convencional pudiera decir al respecto. En la película no hay sorpresas. Los aspectos mostrados de la esclavitud, más allá del secuestro, son los esperados: crueldades, abusos de las esclavas por sus “propietarios”, condescendencia, explotación, y ningún reparo por la dignidad y humanidad del otro por solo su color de piel. Sorprende, eso sí, el énfasis dado al papel de la religión como manifestación de la hipocresía del hombre blanco, instrumento de sumisión hacia el negro y consuelo pasivo del esclavo. Otro acierto, que no debería sorprender en una película tan correcta como esta, es la recreación de los paisajes, modas y, sobre todo, algún momento, no excesivamente desarrollado pero que debía hacer acto de presencia, en que se muestra la cultura de la comunidad de esclavos reducida al blues.

(sigue en spoiler pero sin spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Hernando
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
4
16 de diciembre de 2013
20 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mucho ruido y pocas nueces (2013), no es un intento de Joss Whedon, un autor eminentemente popular, de entrar en la alta cultura adaptando a uno de sus autores fetiches y eso se agradece. Es un intento de hacer la opera prima que durante 16 años de carrera le ha sido arrebatada. Su primer salto a la gran pantalla fue forzado por los fans de Firefly tras haber cancelado la prometedora serie y resulto en un decepcionante y alargado “capítulo”; el segundo, fue una megaprodución por encargo de Marvel. Ahora, por fin, ha tenido la oportunidad de hacer una película barata e independiente, en blanco y negro, producida por su mujer, rodada por sus colaboradores y amigos habituales, rodada en su casa y con el material que él ha querido adaptar, tal y como le ha dado la gana: una falsa opera prima de un director que a estas alturas no tiene que ganarse al público y que no se encontraría con problemas de financiación. Se agradece notar en cada plano que los actores y el director están disfrutando con la película, pero además de la sospecha de cierta impostura, no es suficiente.


Todo parecía apuntar que el director de Buffy Cazavampiros, Dr. Horrible y Los vengadores, era perfecto para adaptar al dramaturgo inglés. Como él, es un autor absolutamente popular, escribe para el público, para hacerle pasar buenos ratos y, como él, lo hace disfrutando, por el mero placer de jugar con el lenguaje, crear personajes, enredos e historias. Whedon tiene ese valioso don de convertir una historia típica y vista repetidas veces -sea una serie de adolescentes con poderes, una spaceopera, o una típica película de superhéroes de Marvel- en un producto fresco, agradable, entretenido y con encanto; y lo hace solo disfrutando con su trabajo. Aun haciendo cine de género no se ciñe a rigurosos códigos y juega con el material que tiene entre manos, sea convirtiendo un capítulo de la serie en musical, sacrificando una escena por un chiste fácil pero desenfadado o terminando una comedia musical de forma perversa. Además, es experto en rodar escenas entre varios personajes en momentos de presión o camaradería -el grupo de amigos de Buffy, la tripulación de Firefly, o el grupo de Los Vengadores que debe aprender a trabajar en equipo-. Todo esto le convertían en un candidato perfecto para convertirse en el reverso cómico y popular del mejor adaptador de Shakespeare por excelencia: el conservador y grandilocuente -pero magnífico- Kenneth Branagh.

La apuesta de Whedon es atrevida y necesaria: situarse en el punto intermedio entre el elevado y conservador Kennet Branagh (Enrique V, 1989; Mucho ruido y pocas nueces, 1993; Hamlet, 1996) y el posmoderno destructor de textos Baz Luhrmann (Romeo + Julieta, 1996). Para ello trae el texto original de Shakespeare al presente, con personajes vestidos de traje y corbata, con teléfono móvil y gustos contemporáneos. El resultado es extraño y cuesta entrar en él, pero ese es el menor de los problemas.


¿Qué es lo que durante tanto tiempo nos ha fascinado de Shakespeare? No es que modificara ninguno de los hábitos teatrales de su tiempo, ni que los llevara a la perfección. Dicen que todas las habilidades dramáticas de Shakespeare eran superadas por alguno de sus coetáneos isabelinos como Christopher Marlowe, con quien se ha confundido a menudo al Cisne de Avon llegando a insinuarse que son el mismo autor (tras una ligera resurrección, claro). Lo que nos fascina del autor de Hamlet es, a pesar de la afectación del lenguaje, la humanidad de sus personajes -poeta de poetas llamaba Machado a Shakespeare- capaces de expresarse por sí mismos y transcender a su creador. Shakespeare disfruta manipulando el lenguaje y es capaz de sacrificarlo todo por una metáfora o un chiste. Por eso, el defecto imperdonable de la adaptación Joss Whedon es convertir a todos los personajes en parodias de sí mismos, y transformar el humor llano pero sofisticado de Shakespeare en unas ansias desenfrenadas de hacer el tonto en el mejor de los casos, o en el peor en un intento bufonesco y desesperado por hacer reír al espectador sin importar que con ello arrebate la humanidad de los personajes.

Los personajes de Mucho ruido y pocas nueces (2013), son del todo ridículos y, a menudo, carentes de dignidad -como el caso del insoportable y bufonesco guarda-; no nos podemos creer ni uno solo de ellos, como tampoco podemos creernos la historia ni las motivaciones de los personajes. No es que la película sea “la obra nihilista más amable que jamás se haya escrito” como decía Harold Bloom del texto original, sino un sinsentido bufonesco representado por caricaturas. A falta de leerme la obra original y comprobarlo, sospecho que esto se debe a la adaptación de Whedon, a su necesidad de hacer el tonto y no tomarse nada en serio el material que tenía entre manos, a su esfuerzo por resultar agradable al espectador y a un anacronismo tan salvaje que desrealiza los personajes.
Hernando
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 2 3 4 5 7 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow