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Críticas de alegar373
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Críticas 20
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
3 de abril de 2013
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que aún hoy en día sigan haciéndose películas sobre las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial es remarcable. Pero más trascendente aún es que, conforme los años pasan, la intensidad de ese momento histórico perdure y se haga más palpable aún en la pantalla que cuando la época se sentía más cercana. El director Christian Petzold aplaca los sentimentalismos fáciles de las películas históricas para plasmar una historia de amor sin música, sin caricias, sin sonrisas, pero con la fuerza inconmensurable del silencio de los pensamientos.

Bárbara vive en la Alemania del Este en los años 80. Es pediatra. Está enamorada de un joven que vive del otro lado del muro. Ha solicitado su salida para irse con él. El castigo: trasladarse a trabajar en un hospital de provincias. Allí, la soledad es lo único que suena más fuerte en su cabeza que los planes para escapar. El silencio lo inunda todo, hasta que conoce a un compañero de trabajo. Será entonces cuando los sentimientos retumben aún más fuerte dentro de ella y sólo el silencio pueda acallarlos. Tendrá que decidir si huir con su pasado o afrontar el presente.

Haciendo así testigo al espectador de una vida introvertida y encarcelada en la supervivencia política y burocrática, la actriz protagonista Nina Hoss (Anonyma – Una mujer en Berlín) carga con el peso de una realidad atormentada mientras convence a todos de que nada importaba, de que nada existía. La opacidad del personaje se vislumbra en escasas ocasiones, con plena libertad para que cada uno la interprete y la sienta a su parecer. Un genial ejercicio de interpretación, enmarcado en una fotografía menos pálida y triste de lo habitual, lo que da ciertos permisos para disfrutarla más.

Toda la cinta se basa en diálogos, la música sólo se permite en dos ocasiones y los sonidos ambiente reflejan frialdad, cotidianidad y un argumento sin carencias, fuerte y autónomo que no necesitaba de adornos. Una experiencia sobre la confianza, el miedo, el amor, las decisiones y la bondad: esas cualidades tan humanas y tan necesarias como conocer a Bárbara.
alegar373
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6
3 de abril de 2013
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El ganador de un Oscar por Mejor guión original con ¡Olvídate de mí! Michel Gondry dirige este pseudodocumental sobre la adolescencia, o, mejor dicho, sobre el adolescente. El último día de clase de un instituto se convierte en la única trama que se desarrolla en la película, en una primera capa sólo son adolescentes de regreso a sus casas el último día de clase, con todo un verano por delante. Si rascas un poco más, aparecen las duras y forzadas relaciones entre hormona y hormona, gamberros y pringados, empollones y líderes; en definitiva, Gondry les hace vomitar todo lo bueno y todo lo horroroso de tener esa edad.

Y es vomitar, sí. Porque no hay ninguna delicadeza ni decoro en las actuaciones de ninguno, ni siquiera del equipo de fotografía o de guión. Es una película-documental basta, llana, con actuaciones que se dan día a día en todos los autobuses escolares del planeta y que bien podrías ver más tarde cuando cojas cualquier transporte público. Suponiendo que Gondry sea consciente de ello, sólo queda pensar que lo único que busca del espectador es que analice y reflexione sobre los comportamientos de su adolescencia, porque plasmar la incertidumbre social de ese momento es algo que hace fantásticamente el director francés.

Quizá sobrecargada de realismo y ausente de trama narrativa alguna, podría denominarse más bien como aquel experimento de diseccionar ranas del colegio: hay cierta curiosidad pero da un poco de miedo ver tan directamente lo que hay dentro.
alegar373
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2
25 de marzo de 2013
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ese humor fácil, que atrae la carcajada por bestia, por exagerado, por sinsentido. Ése fue el humor que encandiló al público de Ted, pero poco de él está presente en la nueva cinta de sus productores. Sin embargo, la sombra de Cómo acabar con tu jefe -donde también se lucía Jason Bateman, junto a Aniston- planea durante toda la película, con poco positivo que ofrecer. Ni tanta risa ni tanta historia vieja: más bien una excusa para comer palomitas.

Melissa McCarthy (Mike y Molly, La boda de mi mejor amiga) se lanza a coprotagonizar junto a un Jason Bateman (Arrested Development) que le hace bien los coros, aunque no la deja despegar ni hacer reír como ella sabe. McCarthy interpreta a una mujer con pocos amigos que se dedica a falsificar identidades -el título original de la cinta es Identity Thief o Ladrón de identidades, ¡lógico!- para usar las tarjetas de sus víctimas y darse a la buena vida. El personaje de Bateman caerá en sus manos y hará el viaje de su vida para conseguir que la ladrona admita sus crímenes y así poder restablecer su vida anterior.

Bateman ha invertido de su bolsillo en esta idea que produce junto a los esculpidos en oro que financiaron a Ted, mientras que el guión quedó en manos de ese ser que invirtió tantas horas en crear Resacón 2: ¡Ahora en Tailandia!, por lo que las expectativas no estaban demasiado altas. Con un gran elenco de actores conocidos por todos, como Amanda Peet (Falsas apariencias), Genesis Rodriguez (Qué esperar cuando estás esperando), Jon Favreau (Iron Man 3) y Eric Stonestreet (Modern Family) que se pasa al otro lado de su personaje Cameron y se convierte en un cowboy dominante y peleón.

Poco que ofrecer dentro de la intencionalidad, que es el puro entretenimiento. Puede ser un buen rato pero la carcajada no llega a estallar. Menú gigante de palomitas, por favor

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alegar373
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7
25 de marzo de 2013
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nacer. Crecer. Actuar como un niño pensando como un adulto. Ser adolescente sabiéndose diferente. Obligarse a ser adulto aún cuando la emancipación sentimental del ser amado es inevitablemente dolorosa. Vivir conectado a otro individuo cuando resulta imposible conectar con nadie más. Y desde el principio, dolor. Saverio Constanzo adapta la novela homónima de Paolo Giordano como su tercer largometraje, en el que repasa las fases de crecimiento del amor, la desesperanza y el odio más infantil.

Son dos los personajes sobre los que gira esta historia: una chica con una cicatriz física y traumática (Alba Rohrwacher) y un joven de mirada tímida con un secreto bien guardado (Luca Marinelli). Se conocen en el colegio pero su unión durará pese a la madurez y los malos tiempos en que deban distanciarse. Ambos se perciben especiales, con un halo de dolor en sus sonrisas casi inexistentes, con penumbra en sus gestos mortales. Ambos serán apoyo indispensable para el otro. Aunque también duela, eso será el amor.

Constanzo consigue explorar 20 años de la vida de estos dos protagonistas con el mismo contenido que en la novela pero de una manera diferente, novedosa, para que el que ya la conozca pueda revivirla y resentirla de todas las maneras posibles. Los traumas infantiles y las relaciones paterno-filiales se descubren ante unos actores infantiles realmente convincentes (Martina Albano y Tommaso Neri). A pesar de las tres épocas se cuentan de forma paralela en el filme, la de la edad adulta roba más protagonismo actoral, con unos transformados Rohrwacher y Marinelli que transmiten fielmente angustia, desidia y una contrastada felicidad mientras se percibe un uso del propio cuerpo como transmisor del mensaje, de las sensaciones, de la peregrinación psicológica de cada personaje.

Con una respetada fidelidad hacia la idea original de la novela que la inspira, la cinta alberga grandes escenas para aflojar la intensidad en otras tantas. La banda sonora, que por momentos provoca el despertar y otras veces retumba menos que las interpretaciones, está algo forzada aunque se agradece el compás enérgico de las melodías en contraste con la pasividad de los protagonistas. La soledad de los números primos representa los momentos en que la conciencia se estira, la culpa se encuentra y la dependencia se torna invencible; la vida.

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alegar373
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4
25 de marzo de 2013
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La adaptación al cine de la última novela de Stéphénie Meyer, la creadora de la saga Crepúsculo, vuelve a girar sobre sí misma: será otra saga de tres películas, basados en otros tres libros -de los que aún no ha terminado de escribir ni el segundo- y tratará sobre un triángulo amoroso al igual que la anterior. A Meyer le van los tríos. O el número tres por lo menos.

Es una historia con características distópicas que se ven aplastadas por la relación de amor entre los protagonistas, que cobra demasiada importancia en un argumento no tan mal contextualizado. La narración comienza con la descripción de un mundo en el que quedan pocos humanos reales, Melanie es uno de ellos. Los cuerpos de los individuos son inoculados con almas/conciencias extraterrestres que pocas veces permiten la supervivencia del alma de la persona original. Sin embargo, Melanie logra sobrevivir y convive en su cuerpo con un nuevo alma, el de Wanderer. Juntas -inevitablemente- buscarán al novio y la familia humanos de Melanie. Y cuando los encuentren, tendrán interesantes debates a grito de voz en off sobre a quién besar o dónde ir.

El director del filme es Andrew Niccol: esa máquina de guionizar buenos argumentos como La Terminal y lograr películas con un gran trasfondo como Gattaca o El Señor de la Guerra. Sin embargo, In time fue algo así como la antecesora del tropezón de The Host. Ambas podrían ser mejores pero pecan de buscar el entretenimiento facilón e imposibilitar la reflexión que está ahí, aunque cueste verla.

Aunque no resuene al nuevo Crepúsculo ni en éxito ni en promoción, The Host dará de sí para una tarde de sábado adolescente sin mayores pretensiones que la de una historia de amor con obstáculos. Pero, vaya que sí, Niccol, ya podrías volver a inocular al espectador mejores guiones como antaño. Esos que sí tenían alma.
alegar373
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