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Críticas de Dr Natalio
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Críticas 30
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
30 de setiembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
'Diana Vreeland: The Eye Has to Travel' es un análisis más o menos profundo sobre la vida de la editora de moda Diana Vreeland, su carácter, sus opiniones y su influencia. Como tal, es un documental bastante especializado, su alcance está bastante restringido y pese a estar correctamente realizado, el interés que pueda suscitar fuera del mundillo de la moda y aledaños es bastante limitado. Cabe destacar asimismo que la directora y productora del documental Lisa Immordino Vreeland es la nieta política de la protagonista, así que todo queda en casa.

Para los profanos Diana Vreeland será una desconocida, aunque dentro del mundo de las revistas de moda parece ser que fue una institución. El documental lógicamente emplea la mayor parte de su metraje en dar cuenta de este prestigio y remarcar su carácter pionero e influyente en campos como la moda o la publicidad, valiéndose para ello de personajes de todo ese universo (diseñadores, editores, modelos, directores, fotógrafos, etc).

Personalmente servidor tiene un problema con este tipo de personajes y celebridades relacionados con el mundo de la moda, la alta costura y la jet set, ya que en cierto modo parecen habitar una realidad paralela alejada de lo mundano y lo terrenal, donde el estilo, la belleza, el lujo y el dinero adquieren un carácter sacrosanto, un ambiente donde las vidas y preocupaciones corrientes de las personas vulgares pertenecen a una dimensión desconocida, en definitiva un mundo de hedonismo, frivolidad y superficialidad sólo al alcance de modelos, actores, vividores y generalmente de gente con mucho dinero, y con el que el resto de los mortales sólo puede aspirar a soñar.
Dicho lo cual, el documental prácticamente omite -aunque se puede deducir- la procedencia casi aristocrática de la familia de la protagonista (la madre era descendiente del hermano de George Washington y prima lejana de una Rothschild), la profesión de su marido (banquero) y sus relaciones con la alta sociedad aquí y allá (París, Londres, Nueva York). Conociendo estos hechos uno entiende mucho mejor la trayectoria que lleva a alguien a convertirse en un gurú de este tipo. No obstante, y en honor a la verdad, hay que señalar también que Vreeland no exuda ese elitismo, ese clasismo y ese desprecio por lo vulgar que se puede advertir en otros autoerigidos capitostes del buen gusto y la modernidad, no por su origen humilde sino en parte por su falta de formación académica.

Fuera de lo extracinematográfico, el documental recorre de forma extensa y entretenida la carrera de Diana Vreeland al frente de Harper's Bazaar y Vogue, y más tarde en el Costume Institute del Metropolitan de Nueva York, extrayendo por el camino la fuerte y peculiar personalidad de este personaje gracias a múltiples entrevistados, así como su discurso respecto al estilo, la ropa o la vida misma procedente de sus propias declaraciones. En resumidas cuentas, un correcto e interesante documental que gustará más a los aficionados a estos temas que no aparecen tan habitualmente en el cine.
Dr Natalio
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2
14 de setiembre de 2015
0 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como sabemos, en el cine de género es bastante frecuente que el aficionado se acerque a una cinta gracias a su título rimbombante o a un póster llamativo. No hablemos ya si se trata de un slasher, donde ambas características se reúnen hasta la saciedad en títulos de dudoso gusto y peor factura. Al parecer esto bien lo sabían ya en los primeros 80, época dorada del género y en donde se enmarca esta 'Slumber Party Massacre', película mediocre donde las haya que no se molesta lo más mínimo en enmascarar que es una burda copia de aquellas que la precedieron (principalmente 'Halloween' y 'Viernes 13', las que en su día gozaron de más éxito). El problema es que, sin ser p.ej. 'Viernes 13' ninguna joya, a la altura de ésta parece que estuviéramos casi ante una obra maestra.

'Slumber Party Massacre' toma sin tapujos las características de aquellas, pero al contrario que 'Halloween', es completamente incapaz de articular una historia mínimamente aceptable, y lo que es peor, carece por completo de la tensión y la sensación inquietante y asfixiante de terror inminente que hacen de la película de Carpenter una obra de referencia casi cuarenta años después. Contrariamente a lo que se puede leer en otras críticas, es ésta una película cutre, chusca y aburrida.

El reparto es tan estúpido como en cualquier otro terror adolescente: por un lado un grupo de jovencitas cuyo único activo es estar buenas y enseñar los muslos y las tetas (porque no sirven ni como "screaming queens" las pobres), y por el otro un asesino con menos carisma que los teletubbies, al que conocemos desde el inicio y sin ningún enigma encima que le haga resultar misterioso o atractivo (la comparación con otros villanos del género es muy cruel en en este caso, por mucho taladro que lleve). Por lo demás, todos los actores, sin excepción, comparten dos características fundamentales: son estúpidos e interpretan de pena. Y mira que no hace falta ser un maestro de la profesión para estos papeles, pero con todo y con eso el resultado es bochornoso. En sintonía con el guión, por otra parte.

Con todo, lo peor de la película no son sus interpretaciones, ni su guión bobalicón, la cutrez de la dirección o sus efectos rudimentarios. Lo peor que puede achacársele a una película de terror es que sea aburrida, plana y sin sustancia. 'Slumber Party Massacre' reúne las tres, y en todo su metraje prácticamente no hay ningún momento reseñable o mínimamente original que te haga despertar del sopor. El discutible preámbulo, la lamentable presentación del asesino, la fiesta del pijama, el acoso a la casa, las cochambrosas muertes y las delirantes reacciones de las protagonistas, todo en este despróposito resulta ridículo y completamente fuera de lugar. Cabría destacar una mención especial para las intervenciones de las chicas (o los chicos, que también los hay, igualmente imbéciles), cuya única función es actuar lo más estúpidamente posible para que de esta forma el del taladro las liquide, aún cuando la coherencia o la lógica más elemental dicte cualquier otra cosa. Nunca le he exigido a este tipo de películas que sean impecables, pero al menos pido que no se trate al espectador de imbécil, que bastante imbécil es la película ya de por sí.

No es necesario extenderse mucho más, puesto que apenas hay más miga en el metraje. La sucesión de tonterías y las reacciones hilarantes de los personajes, unido a una absoluta falta de nervio en la dirección y a la ausencia total de originalidad, convierten la película en un chiste malo que se extiende demasiado para lo que ofrece, esto es, culos y tetas y algo de ketchup. Por cierto, el hecho de querer buscar en todo este dislate un mensaje subliminal feminista resulta del todo risible y hasta escandaloso. Hace falta algo más que esos planos gratuitos de carne femenina fuera de lugar y a destiempo; principalmente ingenio, talento y seriedad, cosas que aquí brillan por su ausencia. Bastante significativo es el hecho de que de las cuatro chicas que aparecen en el sugerente cartel sólo una de ellas aparece de hecho en la película. Pero tampoco hace falta entrar en disquisiciones más sesudas para determinar que 'Slumber Party Massacre' es una porquería.
Dr Natalio
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9
13 de marzo de 2015
59 de 77 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para un servidor, acometer la tarea de escribir una crítica digna para esta película supone un esfuerzo casi tan titánico como en su día lo fue para Aleksei German finalizarla. Como aficionado al cine en todas sus variantes, y lejos de ser un experto (ni falta que hace para apreciarlo), ver “Hard to be a God” por primera vez representa para el espectador uno de esos momentos cruciales en los que ha sido testigo de una obra única, inigualable e inabarcable. Uno sabe a ciencia cierta que películas como ésta, de tal dimensión y envergadura, se pueden contar con los dedos de una mano, y aun así sobrarían dedos. A continuación intentaré explicar humildemente por qué.

“Hard to be a God” (o “Qué difícil es ser Dios” en castellano) es la adaptación de una conocida novela rusa de ciencia-ficción, escrita en 1964 por Arkadi y Boris Strugatski (autores también de la novela que inspiraría el “Stalker” de Tarkovski) y de gran reconocimiento en Rusia y otros países. Al parecer, a Aleksei German le sedujo tanto la novela que ya en 1968 co-escribió el primer embrión del guión -junto con Boris-, que fue echado para atrás por las autoridades soviéticas. Sin embargo eso no le haría olvidar su viejo y anhelado proyecto y mucho después, tras haber rodado varias películas -y tras dos años de pre-producción- en 2000 comenzaría el dificultosísimo rodaje, que se extendería a lo largo de seis años. Siendo ya no pocas complicaciones, la fase de montaje y post-producción se alargaría aún otros seis años más, truncado con la fatídica eventualidad de la muerte del propio German, que no pudo ver completada su obra. La edición y el montaje fueron no obstante concluidos por el propio hijo del director siguiendo escrupulosamente las anotaciones y deseos de su padre. La película sería finalmente estrenada en 2013 en el Festival Internacional de Roma.

Pero de rodajes difíciles, largos y accidentados está la historia del cine llena. Lo que verdaderamente convierte a “Hard to be a God” en un film único cinematográficamente es, no en concreto lo que se cuenta, sino CÓMO se cuenta. Es ahí donde reside lo extraordinario y la enorme magnitud de la película, y como digo, lo que la convierte en una experiencia diferente a todas las demás. Una experiencia ciertamente inexplicable al cien por cien, avasalladora, aplastante, que sume al espectador entre el estupor. La incomprensión y la sordidez, y que a nadie dejará indiferente. La historia va como sigue.

En un futuro no muy lejano, unos estudiosos son enviados desde la Tierra a un planeta similar a ésta, poblado por habitantes similares, pero que se encuentran en un estadio de evolución social muy anterior al de los terrícolas (la voz del narrador al inicio explicita unos 800 años antes), en un tiempo similar a nuestra Edad Media. Allí, entre la peor de las miserias, gobiernan con atroz crueldad y brutalidad algunos nobles, estableciendo oscuros reinos del terror donde se persigue inmisericordemente a aquellos que saben leer y escribir, a científicos y artistas, y en definitiva a cualquiera que abogue por poco que sea por la cultura o la ciencia. Los observadores terrícolas, cuya misión es observar la evolución de estas sociedades y ver si se produce o no una especie de época de Renacimiento, no han de interferir en su desarrollo, de manera que se integran de tapadillo en su modo de vida y sus costumbres. Uno de ellos, Don Rumata, se ha convertido en una especie de elegido, descendiente de deidades, debido a sus obviamente mayores conocimientos y destrezas. Como tiene prohibido inmiscuirse en la evolución de la sociedad, vivirá entre ellos adoptando sus repugnantes y brutales costumbres, haciendo y deshaciendo –sin matar a nadie, eso sí- y tratando de aportar mejoras poco a poco y empujarlos a un desarrollo superior sin levantar demasiado polvo. Con el devenir de los acontecimientos, finalmente quebrantará las prohibiciones más intocables que se le habían impuesto, y pronto se dará cuenta, allí donde miseria, crueldad, brutalidad y muerte se enseñorean de todo, lo difícil que puede resultar en un escenario así ejercer de dios.

(Sigue en spoiler por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Dr Natalio
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¡Vivan las antípodas!
Documental
Alemania2011
6,5
245
Documental
7
19 de febrero de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Trayendo a colación lo que dice el compañero acerca del famoso decálogo enunciado allá por 2006, decía Kossakovsky que si quieres decir algo no lo hagas filmando -escríbelo, nárralo-, sólo ponte a filmar si quieres mostrar algo. Ciertamente no se me ocurre mejor ejemplo de tal enunciado que este documental.

Aquí no hay una historia propiamente dicha, no hay una narración al uso, no existe una motivación obvia o evidente, simplemente una concatenación de imágenes -muy buenas imágenes- y planos estáticos de impecable factura técnica y apabullante belleza. El único nexo de unión entre todas ellas es que están filmadas en puntos que son antípodas geográficas unas de otras (Patagonia, Shanghai, Namibia, Fresnedillas, lago Baikal, Chile, Nueva Zelanda). Por lo demás, no hay diálogo -apenas unos pocos, a veces ininteligibles-, apenas hay música (y la que hay pasa a menudo imperceptiblemente), no hay nada salvo lo que muestran las hermosas imágenes. Quizá es ahí donde entra la valoración subjetiva de lo que transmiten dichas imágenes, ya que en mi opinión trascienden lo puramente geográfico, lo físico, lo ambiental, para irradiar una especie de mensaje latente que se acerca al componente humano: seres que habitan en puntos diametralmente opuestos del planeta, lugares y personas alejadísimos en lo geográfico, en lo social, en lo cultural pero que, de algún modo que en superficie no vemos, no lo están tanto y siguen manteniendo un vínculo de unión, de pertenencia a una misma entidad superior. Tal apreciación surge como un todo, de la asimilación global de cada uno de los diferentes planos, tan variados y aparentemente desligados pero entretejidos por esta idea subyacente. De esta forma y pese a su austeridad consigue trasladar una idea poderosa que trasciende a lo puramente físico.
Dr Natalio
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4
2 de enero de 2015
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cierto es que tampoco era muy difícil llegar a él, pero el título de esta película no podría ser más acertado. "Street Trash" podría ser perfectamente una de las películas que mejor ha retratado el submundo sucio y miserable de las calles, las cloacas de la sociedad, las alcantarillas socioculturales del hombre moderno, llevado aquí a su extremo más ridículo y grotesco. Viendo esta película uno se acuerda irremediablemente de filmes más célebres como "Los Amos de la Noche" (The Warriors, 1979), "Yo Soy la Justicia" (Deathwish 2, 1982) o "El Justiciero de la Ciudad" (Deathwish, 1974). Como las anteriores, "Street Trash" también está ambientada en Nueva York y retrata más o menos lo mismo, pero, aunque no acaban ahí las similitudes, por presupuesto y cutrez no se encuentra en la misma división que aquellas, sino bastante más abajo.

"Street Trash" es una basurilla de película, una porquería desagradable que es consciente de ello y precisamente por eso se ve con cierto regocijo y con el placer culpable de quien sabe estar viendo mierda cinematográfica. Me atrevería a decir que quien ve este tipo de cine lo hace muy a sabiendas de que se va a encontrar caspa, mugre y restos sanguinolentos. El añadido generalmente suele ser una fuerte dosis de humor, que aquí también se encuentra presente y es una de las bazas de la cinta. Como digo, tenemos todos los ingredientes: los suburbios más abandonados, marginales y degradados de Nueva York (que bien podrían ser los de cualquier gran urbe, aunque generalmente siempre estamos en Nueva York, no sé muy bien por qué), un ambiente asqueroso, desagradable, con cierto aire futurista-postapocalíptico y el elenco de personajes habitual, plagado de vagabundos, pordioseros, perturbados y todo tipo de detritus sociales, chusma, escoria, morralla. De tan paupérrimos y miserables quiere Jim Muro a su reparto que terminan provocando risa y asco, en el mejor de los casos. No me atreveré a llamarlos actores porque sus interpretaciones son tan bochornosas que me resisto a creer que no lo estuvieran haciendo adrede.

El argumento de la película, por otra parte, es el de siempre (despojos sociales organizados en bandas malviviendo entre la chatarra y los neumáticos de un polvoriento desguace de vehículos), con la salvedad adicional de que aparece en la licorería de la zona un extraño licor con terribles propiedades. Como siempre en estos casos, existe un malo malísimo que se ha enseñoreado del chatarrero y sus proximidades, un salvaje y brutal veterano de Vietnam llamado Bronson (¿será casualidad? ;-) que mantiene casi esclavizados al resto de moradores del chatarrero. Cuando uno de los vagabundos se hace por azar con una botella del enigmático licor, pronto empezarán los problemas, la violencia y el caos. Escrito así y para el espectador que aún no la haya visto podría parecer que estamos ante un film no tan lamentable, pero lo cierto es que el aburrimiento, los sinsentidos y la cutrez general reinante echan por tierra una película a la que le sobra metraje y le falta concisión y mayor empleo de la violencia (que cuando aparece es el mayor activo y mejor virtud de la película: su uso desmedido, indiscriminado, arbitrario y brutal). Por desgracia estos momentos no son tantos como debería, y el resto del tiempo todo es soporífero y rutinario, alargándose innecesariamente hasta la hora y media.

Para finalizar, destacaría notablemente el ambiente malsano y miserable de las calles, bastante conseguido, los efectos repugnantes e hilarantes del famoso licor (una explosión de color y efectos para los sentidos) y alguna que otra escena, rescatada no tanto por su calidad o su acabado, sino por lo brutal y políticamente incorrecto. En resumen, sólo para incondicionales de la serie B y la mugre, para echar un rato con los amigos incluso puede servir. Ah, y salen tetas y coños.
Dr Natalio
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