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Críticas de GUSTAVO
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Críticas 122
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
15 de febrero de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más cerca de la tragicomedia que de la comedia dramática, esta última entrega de Woody Allen es una película de contrastes muy marcados que narrativamente se presentan en forma paralela girando los dos en torno al personaje principal. En uno de ellos, que se cuenta en forma lineal, Jasmine (Cate Blanchett) llega a San Francisco a hospedarse en la modesta casa de su hermana Ginger (Sally Hawkins) después de su derrumbe económico y moral que le ha producido una profunda depresión psicológica. Y en la otra, que se ve en retrospectiva alternada, Jasmine es la esposa de un millonario inversionista que hace negocios al margen de la ley; siendo ella la depositaria de una vida glamorosa con todas las comodidades y satisfacciones que el dinero mal habido puede eventualmente otorgar.
La película se ubica parcialmente y de forma cruzada en el clásico universo de Allen que es, si lo decimos esquemáticamente, aquel en donde los personajes, generalmente intelectuales de clase media inestables emocionalmente, buscan permanentemente la siempre esquiva felicidad, basada principalmente en el sexo y en una ambigua y, muchas veces, inexplicable afinidad. Pero aquí tenemos a una antropóloga frustrada como la neoyorquina Jasmine que dejó de lado los estudios, entre otras aspiraciones personales, segura de haber alcanzado dicha quimera por medio de la riqueza material hasta que se produce el punto de quiebre que la hará ingresar al torbellino de su alma. Y, por otro lado, está Ginger, hija adoptada como Jasmine, a quien reconoce como “de mejores genes” para graficar, en forma condescendiente, las diferencias sociales entre ellas pues es esposa de un obrero independiente y vive en un barrio popular de San Francisco. Pero resulta que esta mujer, simple y relajada, desarrolla un destino propio muy parecido al de las neuróticas féminas del pasado filmográfico del director e, incluso, al de éste mismo con sus clásicos personajes.
Para interpretar estos roles, Allen eligió a dos actrices de origen británico con sólida formación actoral y notables antecedentes cinematográficos: Cate Blanchett que, no obstante tener una tarea difícil, convence de sobra ya sea como mujer mundana, sofisticada y a la vez ingenua cuidadora de apariencias o como la melancólica depresiva que busca reeditar el cuento de hadas de Manhattan en medio de crisis nerviosas y otras más allá, con su adecuada dicción, entonación, gestos faciales y corporales, tan dosificados como precisos y nunca sobreactuados. Y Sally Hawkins que, aunque parece utilizar retazos de la “Poppy” de “Happy go lucky” de Mike Leigh para aplicarlos en Ginger en cuanto a su extravagancia y mal gusto, se adecúa muy bien al personaje y al contexto en que se tiene que desenvolver.
Y hablando de contextos físicos y escenarios, hay que destacar que, así como la ciudad de Nueva York cumplía un rol importante en muchas de sus películas, San Francisco, en la visión de Woody Allen, tiene un papel equivalente al de Manhattan, como un álter ego si lo identificamos como un personaje, con su puente “Golden Gate”, sus calles empinadas y sus clásicos tranvías filmados por la cámara no solamente en afán de postal turística. Además, es sabido que San Francisco, aparte de situarse geográficamente en el extremo opuesto a Nueva York, es una ciudad hecha por inmigrantes y se le asocia comúnmente como la tierra de las segundas oportunidades estableciéndose, entonces, la conexión con el desarrollo de la trama.
No estamos pues ante una obra menor de Allen, dicho esto en la escala de su filmografía tan generosa en cantidad y buena calidad, pues si bien se trata de una variante de su mundo y sus postulados, está hecha con mucha originalidad, ingenio, fuerza expresiva e interpretativa. Quizás muchos extrañen el humor de los años 70, con Allen delante también de la pantalla, pero el actual, siempre inteligente pero matizado por la solemnidad de un drama clásico, está dentro de lo mejor que nos ha ofrecido bajo todos los cánones que se puedan exigir.
GUSTAVO
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7
5 de febrero de 2014
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo mejor de la película es el guion en el que se basa. Se trata de un juego de apariencias, donde se mezclan drama y comedia, que la involucra desde el casting en donde el director prefirió a sus actores favoritos escogiéndolos no necesariamente por calzar en el tipo de personaje acorde con sus características físicas o de carácter. Por eso tenemos a una timadora de mirada angelical como la que interpreta Amy Adams o a Christian Bale transformado físicamente “de pies a cabeza” para poder convertirse en el socio estafador dueño de la franquicia. Además hay una utilización de pelucas o peinados llamativos, incluidos los personajes secundarios, para denotar un ambiente falso o impostado.
La historia se narra linealmente, con algunas inserciones retrospectivas, después del flash back que explica la primera escena sobre la fallida emboscada sobre el alcalde Carmine Polito (Jeremy Renner haciendo de un personaje real) y se va complicando poco a poco. Fuera de cierta inconsistencia referida a la relación entre el alcalde, el estafador y la mafia de los casinos, la misma tiene mucho mérito y se sigue con especial interés por su originalidad e ingenio. Sobre todo teniendo en cuenta que aquí el amor, la seducción del agente Di Maso( Bradley Cooper),las relaciones familiares y extramaritales y hechos como la asociación delictiva, la cacería de políticos corruptos y hasta las buenas intenciones, tienen un doble sentido de imprevisibles consecuencias que a la larga producirá ganadores y perdedores.
Parte importante del filme, por su ironía, es aquella que corresponde a la estrategia conjunta para conseguir arrestos de parte del agente del FBI y la pareja de estafadores, reclutados éstos como colaboradores a cambio de su libertad, filmando “in fraganti” a ingenuos congresistas con una cámara oculta en la suite de un Hotel de lujo (lo que nos hace recordar a los peruanos que el método que utilizaba, en los años 90, el asesor de Fujimori, Vladimiro Montesinos, era muy parecido con la diferencia de que en el Perú la corrupción tenía dos componentes: la del corruptor y la del corrompido).
La puesta en escena es atractiva, la ambientación es muy creíble y los actores aprovechan correctamente el guion para construir el personaje. Pero la única actriz que le da un valor agregado, desde mi punto de vista, es Jennifer Lawrence, algo que no solo sucede en esta película cuando se trata de ella. Puntos en contra son el excesivo adornamiento musical con canciones de la época que llevan, incluso, a que Lawrence se pase de revoluciones en una escena, la pretensión de la cámara en mostrar insistentemente el vestuario y las pelucas y el facilismo de la narración en off como menospreciando la capacidad del espectador para comprender las situaciones.
Pero descontando estas debilidades, igual percibo que la cinta es una de las mejores, si no la mejor, que ha hecho hasta la fecha el director David O. Russell.
GUSTAVO
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8
1 de febrero de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aparentemente Scorsese hace algo inédito en esta película dados los antecedentes de su filmografía pero no es así pues si la revisamos encontraremos la misma estructura de guion en “Buenos muchachos” y “Casino”. Es decir ascenso, apogeo y caída de los personajes principales que tienen en común una codicia desmedida y un desapego sistemático hacia la ley. Lo que cambia nuestra percepción sobre Jordan Belfort es que se trata, además, de un líder fenomenal y que su forma de operar no está regida por la violencia entendida como golpizas, armas, balas y sus consecuencias de sangre y muerte sino por el desenfreno causado por las drogas, el alcohol y el sexo promiscuo. En el fondo se trata de distintos disfraces que visten una misma actitud que constituye todo un fenómeno social que es el que realmente interesa a Scorsese: el sentido de pertenencia y aceptación gregaria. El ser “uno de los nuestros” implica una declaración de principios que siempre será, en el cine del director ítalo americano, un grito de guerra que clama por un lugar en el país de las oportunidades; no importa que se trate de violentos gánsteres o yuppies dotados de impulsos primarios y mucha energía que son capaces, si es para beneficio propio, de generar una crisis financiera mundial en cualquier momento
La puesta en escena, sin lugar a dudas, juega su mejor baza en el incansable y delirante clima de juerga traducido en varias secuencias de antología, apoyadas por una cámara llena de puntos de vista y que incluyen las fiestas en la oficina que son la actualización de lo que Billy Wilder filmó en “El apartamento”. Pero antes que eso habría que decir que la heterodoxia de la narración hace que su ritmo no decaiga y sus tres horas se hagan fáciles de llevar. Y como si esto fuera poco tenemos a Leonardo Di Caprio, bien aprovechado por el Director, en otra actuación sensacional, tan convincente que da la impresión de que hasta podría hacer de Jerry Lewis o Mr. Bean y salir bien librado del intento. Y no hay que olvidar, por cierto, a Matthew MacConaughey quien, en un papel breve como el antiguo Jefe laboral, maestro y fuente de inspiración de Belfort, resume todo lo que el director propone en la pantalla. Hay que tener en cuenta también el sobresaliente nivel de los diálogos, tan precisos, oportunos e impregnados de mundo real como saturados de la típica procacidad scorseseriana que hacen vibrar la pantalla y la atención del espectador.
Sin embargo, hay dos puntos criticables en la película: uno es la relación con la segunda esposa, tan trepadora y convenida ella como el personaje de Sharon Stone de “Casino” pero sin destino propio ni el nivel de actuación de la actriz, que se ve como un drama repetido hasta en algunos detalles; y, segundo, cuando el exceso se desubica y cree estar en alguna comedia tipo “Resacón en Las Vegas”.
A pesar de eso, comprendo perfectamente y no culpo a los muchos cinéfilos y algunos críticos de cine que califican esta película como “Obra maestra” o “Futura película de culto” pues hay muchas razones para pensar así. Pero lo que más me alegra es constatar la vigencia y vitalidad que sigue teniendo un grande como Martin Scorsese.
GUSTAVO
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6
25 de diciembre de 2013
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viendo en pantalla a la actriz Isabelle Huppert haciendo inéditamente de Madre Superiora de convento, papel que, sin embargo, no está lejos de los que ha asumido en su carrera actoral por lo que toca a la obnubilación del deseo, me viene al recuerdo el estilo cinematográfico de Michael Haneke que la dirigió más de una vez y lo que podría haber hecho el austríaco con la historia original del enciclopedista Denis Diderot. Porque el principal problema de “La religiosa” es su apego a la letra que se suma a un convencional tratamiento narrativo y al irregular tono actoral de sus personajes secundarios, a excepción, por supuesto, de la Huppert. En el caso del personaje principal interpretado por Pauline Etienne, si bien registra la intensidad requerida, se advierte una indefinición entre el perfil de la monja de clausura sin vocación, Sophie Scholl y Juana de Arco, sensación alimentada por una fotografía de contrastes entre la turbidez macilenta o la ocre oscuridad de los ambientes mundanos y la luminosidad de los conventos, incluso en un mismo plano, lo que le da, no obstante, un tono irónicamente logrado al conjunto.
Por otro lado, hay otro contraste destacable que ocurre en la historia misma entre el sucesivo retrato de poder femenino representado por la institución de las Madres Superioras, más enfocado al debate moderno, y el de la vida común que registra los muy conservadores valores de la época que es el mundo al cual la protagonista, paradójicamente, quiere regresar; todo lo cual merecía una visión mucho más audaz y desatada que el que nos ofrece la película. Sin embargo, se la puede seguir con interés.
GUSTAVO
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7
7 de diciembre de 2013
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“Gravity” inicialmente es un plano secuencia de acción casi detenida que muestra a tres astronautas trabajando en las afueras de una estación espacial norteamericana teniendo como fondo el planeta azulado. Pero la quietud se rompe por el impacto de un misil sobre un satélite ruso cuyos restos se dirigen rápida e inexorablemente hacia ellos. Entonces la dinámica se apodera de la película y da lugar a un, aparentemente, convencional relato de supervivencia. Pero lo que sucede con la cámara, que alterna el punto de vista del astronauta y el del espectador anula en buena parte dicha percepción pues aporta en forma decisiva para crear una sensación alterna llena de vacío producido por el caos que dará lugar a un nuevo orden y acomodo: aparecen seguidamente en su campo de visión otros elementos espaciales juntados como por capricho y todo se convierte de pronto en un proceso que comenzará una virtual cuenta regresiva para el desenlace. En el ínterin la Dra. Stone (Sandra Bullock) afronta la aventura dramática con una mezcla de sentimientos que van desde la angustia hasta la esperanza y la revelación catártica llenándose la pantalla de metáforas sobre el nacimiento o el renacimiento de la vida misma, incluidos el cordón umbilical, la posición fetal, el útero y el líquido amniótico.
Pero la fuerza de las imágenes, acrecentada con la magnífica fotografía de Emmmanuel Lubezki, es tal que también se puede evocar, dentro de ellas, una muy gruesa y elíptica alegoría evolutiva/involutiva humana con alguna influencia de Kubrick. Si “2001: Odisea del Espacio” hace un forward futurístico sobre la evolución de la inteligencia, “Gravity” lo hace en sentido contrario pero sin militar en la ciencia ficción ni emular la danza cósmica o suscribir los apuntes filosóficos que hace la primera: desde el espacio hacia el lecho terrestre en escenas llenas de un simbolismo muy logrado que nos hace recordar la famosa sentencia del gran astrónomo estadounidense Carl Sagan: somos materia cósmica.
A propósito, es en esa fuerza donde radica la magia del buen cine en general y los grandes aciertos de esta película en particular: su arte no consiste en imitar necesariamente la vida real sino interpretarla. Esto es aplicable a la ficción, claro está, pero también al trabajo documental y a la no ficción pues el director siempre tendrá un punto de vista particular sobre la realidad.
Por eso resultan inútiles y desubicadas las observaciones “tecno científicas” sobre la película que hablan sobre la imposibilidad de la ubicación de las Estaciones espaciales en un solo plano, el uso anacrónico de las mochilas propulsoras, el hecho de que el pelo de la protagonista no flote en la ingravidez o la poca credibilidad que las comunicaciones se vean cortadas de improviso y sin remedio. Si aceptamos dichas observaciones de base realista como cinematográficas, tendríamos que hacer lo mismo con un sinnúmero de cintas de ficción a lo largo de la historia, tantas que ni siquiera “Vértigo” de Hitchcock se salvaría.
Al respecto, Alfonso Cuarón es consciente de lo que hace, tiene una propuesta que mostrar y la plasma en una puesta en escena que visualmente enriquece una historia pasible, ella sí, de críticas justificadas por su componente simplón y transigido pero que se profundiza en sus propias limitaciones y supera su condición de deudora, en cuanto a su clima de tensión, de otros filmes como “Alien” de Ridley Scott, incluyendo cierta semejanza entre el personaje de la Dra. Stone, cuando se desenvuelve sola, con la Teniente Ripley interpretada por Sigourney Weaver.
Así pues, “Gravity” no es una obra maestra pero sí es una película que muestra un notable avance técnico en cuanto a rodaje, diseño de producción y post producción que produce imágenes muy creíbles y, a la vez, muy sugerentes que le dan un vuelo diferente después de haber sido combinadas en un montaje muy preciso. Se trata de una gran experiencia sin lugar a dudas.
GUSTAVO
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