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Críticas de Karlés Llord
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Críticas 85
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
6 de febrero de 2010
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues de eso se trata.

La ciencia ficción es ensayo en movimiento, exploración de mundos imaginarios.

La ciencia ficción no tiene por qué ser coherente, pero podría serlo.

La ciencia ficción no tiene por qué mostrarnos una humanidad sustentable, pero podría mostrarla.

Sean Connery no tiene por qué aparecer como salvador de los Vórtex (pedazos de realidad dependientes de un poder central innominado) pero podría aparecer como tal.

John Boorman no tiene por qué ser fiel a sí mismo, en cada película, pero podría serlo.

Además, ¿qué es ser fiel a sí mismo? La imaginación siempre es abierta, y a veces gratuita, pero siempre abierta, y cuando en el cine se nos muestran mundos imaginarios presentados de manera poco creíble, lo agradecemos, sobre todo es hermoso (y esto quizás sonará muy raro, o banal) que el cine fantástico nos libre de la tiranía de la tradición y de la tiranía de la FAMILIA.

No sé cuales son las virtudes de Zardoz, pero, como Lynch en ERASERHEAD, como Svankmajer en FAUSTO, como Kubrick en SHINING, Boorman nos muestra aquí mundos inéditos que quisiéramos haber habitado, al menos por un momento...Si una película nos muestra una habitación que no existe, un rincón, un portal bajo el cual nos gustaría pasar unas horas, entonces...si al cabo del tiempo la imagen de esa habitación, de ese rincón, no se nos va de la mente, si la alimentamos desde adentro...

Yo supongo que si estas cosas ocurren es porque deseamos (algo dentro de nosotros desea) que esa película nos acompañe por siempre.
Karlés Llord
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7
31 de enero de 2010
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existen mundos cinematográficos cuyo coeficiente de singularidad los hacen intragables para algunos, infinitamente seductores para otros.

Coeficiente de singularidad significa aquí el hecho mismo de mostrar una coherencia narrativa mínimamente estable dentro de un patrón de extrañeza visual mínimamente compatible con el sentido común.

Estoy muy de acuerdo con BenderSoyYo cuando dice que "Lucas crea planos elegantes y muy cinematográficos, e imbuye a su cine de un espíritu clásico, sobrio, casi japonés".

Esta película, por otro lado, representa una clase de cine fantástico que, desde un interior cerrado, intenta inocularnos la duda sobre los límites y fundamentos del mundo exterior (un ejemplo reciente, Cubo y Cubo 2)...eso lo hace muy interesante, provocativo, pues la mayor parte de los exponentes de este género procede al revés...desde un exterior abierto y bien mapeado, nos sumerge en la búsqueda de los fundamentos y límites del mundo interior...

Una hermosa y terrible metáfora de la alienación como superestructura.
Karlés Llord
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8
29 de enero de 2010
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sigo criticando estas películas empolvadas, donde relumbra un trozo de magia que, a escondidas, muchos de nosotros deseamos para nuestra existencia.

Fred Astaire y Judy Garland, maravillosamente fundidos en una especie de concierto para dos violines, o dos maneras de orquestar el gesto puro, independiente de la palabra.

Me fascinan estas películas que, sin decir nada, nos presentan de tal modo sus universos propios, sus esferas de realidad inducida, que ya a mitad de su visionado sabemos que vamos a verlas muchas veces a lo largo de nuestra vida.

Easter Parade es, para decirlo sencillamente, la parada de dos magos, Astaire y Garland en la búsqueda de la autoridad para expresar su arte sin ninguna clase de complejos ni condicionamiento.

El paraíso se pierde desde el momento que lo nombramos como tal. Y me gusta pensar que esta película representa un cierto tipo de cine que llamaría paradisíaco, así como existe un cine nihilista, un cine frío, un cine nebuloso, un cine desencantado.
Karlés Llord
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8
29 de enero de 2010
20 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia de una familia unida, apegada a sus ritos, a su naturaleza, permisible y generosa, una historia de ciudad, del apego a una ciudad, de la existencia referente a una ciudad pequeña y dentro de ella, la magia absoluta de Judy Garland y las canciones que la hicieron famosa.

No es una película musical como The Band Wagon o Cantando bajo la lluvia, sino una obra de argumento simple que sirve de fondo para el lucimiento de una sensibilidad pura y milagrosa, la de Judy Garland en la plenitud de su voz y su fraseo.

En el Zen se dice que la iluminación consiste en la obtención de la conciencia cotidiana. No esperar milagros, sino ver todo, hasta lo más simple, como un milagro. Así, tal vez, este cine nos devuelve al milagro mismo del hecho cinematográfico, cuando el objetivo se pierde en el subjetivo y el disfrute aparece como la raíz misma de su florecimiento.

Películas pasadas de moda, que casi nadie critica en esta página; películas que no excitan la imaginación ni la mente, sino que se limitan a mostrarnos un trozo desnudo de algo que podríamos llamar 'vida', pero cuyo verdadero nombre ya no poseemos.
Karlés Llord
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9
29 de enero de 2010
18 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película me encanta por sus múltiples vericuetos y resonancias. Algunos la sitúan junto a Cantando bajo la lluvia, como paradigma de un cierto cine que funciona como centro aglutinador de todo el historial de este género.

Es decir, este Fred Astaire puede reconocerse como un prototipo ideal del bailarín-cantante-actor que finalmente depone su ego ante el descubrimiento del verdadero amor y el verdadero compañerismo. Su lenguaje corporal es único, es etéreo, es insondable.

Esta Cyd Charisse puede aceptarse como el maniquí vivo, trascendente, de todo sujeto de experimentación alegórica. Un símbolo, un objeto de deseo, una figura de humo que se entrega a todos los disfraces y a todas las poses, permaneciendo siempre fiel a su eje.

No hay minutos de relleno en esta maravillosa muestra de un cine hoy imposible. Imposible de realizar, tal vez, imposible de apreciar, casi imposible de disfrutar por la mayoría de los buscadores de tesoros perdidos.

Si el cine marca la muerte de la Civilización del Ojo, según dice Ignacio Gómez de Liaño, entonces esta película designa, dentro de esa gran muerte, la pequeña muerte o el pequeño desmayo de cierta sensibilidad extraña que atesoran acaso los niños, los locos, los pintores de paisajes mentales.

Un cine de belleza sin por qué, sin pretensiones ni prejuicios visibles, se nos muestra en esta película viva como muy pocas.
Karlés Llord
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