Haz click aquí para copiar la URL
Críticas de travis braddock
<< 1 9 10 11 20 31 >>
Críticas 152
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
4 de marzo de 2015
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
‘Samba’ es la nueva película de Olivier Nakache y Eric Toledano, los directores de ‘Intocable’, aquella historia de amistad entre un millonario inválido y gruñón y su asistente, tan pobre como vitalista. Aquella película fue vista por 30 millones de personas, en uno de esos ejemplos de músculo del cine galo, capaz de buscar a las audiencias más selectas y también a las menos exigentes. Esta vez el tema es la inmigración, un asunto siempre vigente, con esa eterna tensión entre un Primer Mundo preocupado por la posible invasión de aquellos que vienen del Tercer Mundo en busca de una vida mejor. Omar Sy repite con la pareja de directores para zambullirse esta vez en el rol de un senegalés que tras una década en Francia ve amenazada su continuidad en el país al descubrirse que no tiene los papeles en regla. A pesar de las dificultades Samba es un hombre optimista que confía en superar los problemas para seguir adelante, algo que no parece compartir Alice, que está pasando una mala racha personal y que busca dar un nuevo sentido a su vida colaborando a favor de los inmigrantes. La contradicción entre ambos personajes sirve como metáfora de ese Primer Mundo que ha perdido parte de su humanidad y que se siente insatisfecho y culpable consigo mismo y el Tercer Mundo de gente con menos recursos y quizá por ello, más preparada para encajar los golpes de la vida y buscar nuevas oportunidades. Y el discurso de Nakache y Toledano es dejar claro que el entendimiento entre esos mundos es el camino del progreso mutuo, pues a medida que la relación entre Alice y Samba pasa de la curiosidad inicial a algo más profundo la vida mejora para los dos. Alice obtiene un verdadero interés de alguien en ella misma y sus preocupaciones y Samba consigue a alguien que le puede ayudar con su papeleo y demostrarle que también hay gente que no repudia a los inmigrantes.

La principal virtud y el principal defecto del cine más comercial es el trazo grueso en el que cae para plasmar sus ideas y si la metáfora de Alice y Samba resulta interesante, no se puede decir lo mismo de otras decisiones de guión destinadas a captar la atención del público. La historia de Samba en la búsqueda de una antigua novia de uno de sus compañeros del centro de internamiento de inmigrantes acaba resultando un poco innecesaria y algo gratuita para dar cabida a uno de los giros del tramo final de la película. Y también se acusa la búsqueda de una sensación de buenrollismo algo forzado en ocasiones, cargando los tintes de comedia en momentos que hubieran estado más conseguidos si sus directores no hubieran tenido miedo a perder a ese público que huye si las cosas se ponen complejas.

Con todo ello, lo más apreciable de ‘Samba’ son esos momentos en los que los directores se dedican a observar la trama más que a guiarla, como las escenas en el centro de inmigración y la confusión de nacionalidades e idiomas de aquellos que buscan ser franceses de adopción o el estupendo plano secuencia del inicio de la película, que comienza en la celebración de una boda con asistentes de raza blanca y pasa a las cocinas del restaurante hasta terminar en los empleados que friegan los platos y limpian los restos, todos ellos negros.

Omar Sy y Charlotte Gainsbourg cumplen con solvencia en sus roles y resulta curiosa la contradicción que evidencian ambos, más allá de la que representan sus personajes. Ella, como representante de ese otro cine francés menos comercial y arriesgado, aporta la gravedad a la trama mientras que él, como muestra del cine más comercial y festivo, aporta la luz. Ellos son la punta de lanza de un buen conjuntado reparto, donde también destacan Liya Kebede como la vivaz compañera de Alice y Tahar Rahim (que también se toma aquí un respiro de papeles más densos como los de ‘Un profeta’ o ‘El pasado’) dando vida a un dicharachero brasileño con algún secreto a sus espaldas.

Olivier Nakache y Eric Toledano firman una película que se deja ver en su mezcla de comedia y drama, aunque tampoco deja mucha huella y a buen seguro hará decir a muchos de los que disfrutaron de ‘Intocable’ que aquella estaba mejor, a pesar de que se moviera en registros similares a los de ‘Samba’. El clásico efecto de resaca entre el público tras un gran éxito, como el síndrome del segundo álbum en la música o el de la segunda temporada en las series televisivas después de llevarse todos los parabienes a la primera, por la pérdida del efecto sorpresa. Porque ni siquiera apostando por lo comercial se tienen todas las claves del triunfo.
travis braddock
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
3 de marzo de 2015
56 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tradicionalmente, desde edad temprana a los hombres se les ha enseñado eso de que los chicos no lloran por ser síntoma de baja masculinidad, que lo que tienen que hacer ante los problemas es actuar y no lloriquear. Y así ha sucedido durante generaciones en la que los hombres con mayor sensibilidad debían tratar de disimularla ante el temor a ser desconsiderados por el resto de hombres y por algunas mujeres educadas en esas ideas machistas, que también pedían que actuaran como hombres. A día de hoy no resulta tan extraño como podía serlo hace años el hecho de ver a un hombre llorar, ha pasado a ser algo más aceptado socialmente y menos criticado de lo que podía serlo en la época de nuestros padres y abuelos. Sin embargo, uno ve que aparecen fenómenos como el de ’50 sombras de Grey’, con su apología conservadora del hombre que guarda sus emociones y que seduce a las mujeres actuando de forma dominante y no sabe que pensar. Y uno no sabe que pensar porque este fenómeno interesa mucho más a mujeres que hombres y varias tienen a ese señor Grey como fantasía, aunque sólo sea por su visión actualizada del Príncipe Azul que viene a salvar a la desvalida Princesa, en una nueva versión del arquetipo del macho redentor que viene a contestar a aquellos que defendemos un cambio en las sensibilidades. Y esta contradicción es la que refleja ‘Fuerza mayor’.

Cuando se ve ‘Fuerza mayor’ no pueden evitarse ciertas preguntas sobre el carácter humano y la influencia de la razón y del instinto en nuestras acciones. Somos animales, racionales pero animales y al fin y al cabo, con ciertos instintos que nos apremian desde dentro y a los que podemos hacer caso o ignorar y en función de lo que hagamos con ellos podemos ser vistos de una manera u otra a ojos de los demás. El protagonista de la película es un hombre que sabe repartirse las tareas familiares con su mujer, a la que trata como una igual y que parece actuar por las líneas de lo que la razón exige a un hombre moderno. Sin embargo, un suceso inesperado le hará quedar como un cobarde a los ojos de su mujer y sus hijos, que le reprochan que él no se quedara con ellos para brindarles apoyo y protección en vez de buscar su propia salvación. El padre no ha sido como esos padres de película, que arriesgan su vida por el bien de los suyos, sino que ha evidenciado su sentido individualista siguiendo las indicaciones del instinto que le decía que abandonara el lugar del peligro. En una visión moderna de la masculinidad esa actuación podría ser comprendida como una pequeña flaqueza entendible, sin embargo su familia y él mismo no pueden despegarse de esos valores tradicionales en los que el cabeza de familia es el que debe proteger al resto y todos sienten la culpabilidad de la huida.

A partir de ahí, lo que iban a ser unas plácidas vacaciones en la nieve se convierten en una especie de condena para esa familia que no puede olvidar esa huida momentánea del padre. El entorno privilegiado de los Alpes franceses acaba siendo un lugar hostil, donde las pequeñas explosiones para evitar la acumulación de nieve que suenan a lo lejos son el marco sonoro de una batalla sorda en la que la mujer siente que su marido le ha fallado y le hace replantearse su matrimonio, como si nada de lo vivido anteriormente tuviera sentido ante esa búsqueda de supervivencia. Por su parte, el marido sabe que ha hecho algo que no debería haber hecho como hombre, pero no por ello deja de apreciar menos a su familia y no cree que deba ser maltratado psicológicamente ni ser considerado menos hombre.

La película me ha recordado a ‘El desprecio’, la estupenda novela del italiano Alberto Moravia que inspiró la cinta homónima de Jean-Luc Godard. El libro se metía en la cabeza de un hombre que sentía que había perdido el cariño y el respeto de su mujer ante un acto de aceptación de las órdenes su jefe y que por haber sido más servicial que luchador la mujer le había dejado de querer. La historia dejaba en el aire cuestiones políticamente incorrectas sobre cómo se espera que se comporte un hombre y lo que las mujeres esperan del sector masculino, algo que también establece ‘Fuerza mayor’. Porque el filme de Östlund nos hace plantearnos que si en las relaciones modernas, hombres y mujeres comparten las responsabilidades como iguales que son, a la hora de verdad a los hombres se les exige llevar la voz cantante para no quedar como unos flojos.

‘Fuerza mayor’ nos viene a decir que seguramente, aunque no lo admitamos, quedan vestigios de esa educación tradicional que les ha dicho a ambos sexos cómo deben comportarse. Por eso la mujer del protagonista experimenta sensaciones contradictorias ante otra mujer que le confiesa que ella y su pareja mantienen relaciones extramatrimoniales con total aceptación. Y por eso el protagonista ve su masculinidad reforzada con los piropos que en un momento dado parecen lanzarle unas excursionistas y con el acto que lleva a cabo en el tramo final de le película, quién sabe si propiciado por su esposa para devolverle la confianza en sí mismo.

La película tiene la habitual pericia del cine escandinavo a la hora de hablar de cuestiones universales desde un entorno reducido en el que muchas emociones se interiorizan más de lo que se hablan. Una forma de narrar las historias que a algunos les produce gran aburrimiento y que a otros nos resulta siempre interesante y en ocasiones fascinante. Por ello, habrá quien desdeñe ‘Fuerza mayor’ por ser un filme en el que la acción es más psicológica que física, pero creo que precisamente por eso la cinta de Ruben Östlund es muy destacable, tan bien rodada como interpretada. Porque sabe hablar de esas pequeñas cosas que acaban martilleando de forma tan silenciosa como implacable las relaciones humanas.
travis braddock
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
12 de febrero de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
‘Foxcatcher’ es una de esas películas que genera mejores comentarios críticos que resultados de taquilla. Y eso es así porque Bennett Miller plantea un drama seco, de pocos agarres para el gran público y convierte la competición deportiva en un pretexto para plasmar la forma de ser y de interactuar de sus tres protagonistas. Por un lado tenemos al heredero de una gran fortuna familiar, un hombre que siempre ha tenido a su alcance todo lo que ha querido y que quiere crear algo por su cuenta, demostrando su valía a su madre, convirtiéndose en un mecenas deportivo. Su beneficiario será Mark Schultz, un luchador que busca recuperar la gloria perdida y no convertirse en alguien limitado a dar charlas sobre lo que consiguió, sin posibilidades de hacer algo más y para ello necesita también la presencia de su hermano Dave, una suerte de figura paterna. Aunque Mark quiera independizarse de la figura de Dave lo necesita para seguir, pues él solo no deja de ser un cacho de carne con dificultad para canalizar sus emociones si no es a través de la lucha física. Esa necesidad de independencia de las figuras materna y paterna, de mostrar lo que pueden llegar a hacer, será lo que una a du Pont y a Mark.

Tal como se vio en sus anteriores obras, Bennett Miller está sobre todo interesado en la exploración psicológica de unos personajes al margen de lo convencional, que tratan de cerca con la excentricidad y la locura al tiempo que persiguen sus sueños. En el caso de ‘Foxcatcher’ todo ello se empapa de un drama freudiano en el que hay una mujer que apenas aparece y que ejerce una enorme influencia sobre su hijo. A la madre de John du Pont (interpretada con tino por Vanessa Redgrave) la vemos en muy pocas escenas, pero se deja notar su presencia en la inmensa finca en la que viven, en los caballos que corretean por allí y que ella adora, así como en la actitud ensimismada de su hijo, que en su madurez aún sigue viviendo con su madre y trata de impresionarla, como si fuera un crío pequeño. Y un crío pequeño necesitado de alguien que le guíe es Mark Schultz, porque a pesar de sus deseos de autonomía emocional es incapaz de guiarse por sí mismo.

Mención especial merece Steve Carell, un actor más popular por sus papeles cómicos en películas como ‘Virgen a los 40’ y series como ‘The Office’ y que aquí está magnífico como el controvertido John du Pont. Carell ya había dejado muestras de su potencial dramático en el rol del depresivo estudioso de Proust al que dio vida en ‘Pequeña Miss Sunshine’, pero el personaje de du Pont es toda una cima. Además de estar irreconocible bajo el maquillaje, Carell deja constancia del carácter inquietante del millonario en su forma de hablar y de moverse, como un animal agazapado a punto de saltar sobre su presa. Construye una de esas presencias perturbadoras ante las que uno es incapaz de sentirse confiado y seguro si te quedas a solas con ellas en una habitación.

‘Foxcatcher’ es una película atmosférica y densa bajo su aparente sencillez, que te va impregnando y se mete dentro de ti como esos cielos grises que cubren la finca de los du Pont, creando un estado de ánimo incómodo que te prepara para su desasosegante final. Un espléndido filme que dignifica ese sentido involuntariamente cómico que se le da al cine basado en hechos reales.
travis braddock
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
5
5 de febrero de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay quienes le han reprochado a Michael Mann que su cine ha sido en muchas ocasiones serie B rodado con presupuesto y pretensiones de primera fila, con tramas muy esenciales plasmadas como si fueran desafíos para el género humano y lo cierto es que tienen su parte de razón. Si uno repasa las películas de Mann se encontrará con un estilo visual y una ambición narrativa de lo mejorcito que se puede ver en una película de Hollywood (no en vano Stanley Kubrick es uno de los directores más admirados por Mann), algo que en varias ocasiones ha estado por encima de la historia en sí misma y que ha quedado muy claro en sus filmes menos logrados. Y esa sensación es la que queda cuando se ve ‘Blackhat. Amenaza en la red’, donde el guión está a años luz de la puesta en escena.

El que quiera ver los ingredientes habituales en el cine del director sin duda los encontrará, pues tenemos la habitual cámara en mano (que tantos otros han copiado en los últimos años) siguiendo a unos protagonistas decididos a luchar contra quien sea para lograr sus objetivos, hay una relación de hermandad masculina entre dos personajes a ambos bandos de la ley y una relación amorosa que puede ser redentora para el personaje más escorado al lado oscuro, pero lo que pinta bien sobre el papel no acaba de estar rematado en el producto final. Pocas veces llegamos a experimentar lo que nos quiere transmitir en esa relación a tres bandas entre el pirata informático, su antiguo compañero de estudios y la hermana de éste, con una historia amorosa que parece desarrollada casi por obligación y con una trama de espionaje cibernético que acaba diluyendo su interés en tecnicismos, mientras tiene lugar una sucesión de acontecimientos que se dejan ver pero que no capturan especialmente el interés de uno. Todo ello ambientado en varios emplazamientos de Hong Kong, Malasia y Yakarta que nos hacen sentir como en una producción de James Bond o de su hermano bastardo, Jason Bourne.

Lo que más se acaba apreciando de esta película es la habitual pericia visual de Mann, con momentos de acción y tiroteos marca de la casa donde el director se lo pasa en grande, tratando de compensar la tibieza de un guión y unos actores que no consiguen enganchar al espectador. Chris Hemsworth, a pesar de alguna frase chulesca y de llevar siempre desabrochados los primeros botones de la camisa, no da la talla como ese hombre al margen de la ley que únicamente se rige por su idea de justicia y tampoco resultan especialmente memorables los intérpretes de origen chino Leehom Wang y Wei Tang (vistos en ‘Deseo, peligro’) como sus compañeros de aventura. Tan solo Viola Davis aporta algo de presencia en su rol secundario de agente del FBI que tiene también un interés personal en la captura de los ciberterroristas. Que la película haya tenido hasta cuatro montadores y cuatro compositores musicales diferentes nos da una idea de la indefinición en la que se ve sumida.

Así pues, ‘Blackhat. Amenaza en la red’ es una película que nos habla del mundo de hoy día, un mundo donde lo digital tiene una importancia cada vez mayor y nuestra sociedad se puede ver colapsada por las decisiones de una serie de piratas informáticos maliciosos (los “blackhat” del título). Podría haber sido una referencia en las películas sobre Internet, como ‘Heat’ lo fue en el cine de atracadores, ‘El dilema’ en el cine periodístico o ‘Collateral’ en el thriller contemporáneo, pero se queda a medio camino en casi todo, quedando un producto final visible pero lejos de ser memorable.
travis braddock
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
26 de enero de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La cinta es el debut en la gran pantalla del francés afincado en Gran Bretaña Yann Demange, curtido en series como ‘Dead Set’ o ‘Top Boy’ y responde a los cánones del mejor cine de aquellas islas, de un cine que no se anda con remilgos ni con visiones idealizadas en sus personajes y va al grano. Porque a los pocos minutos de metraje, tras un inicio en el que vemos los entrenamientos de un grupo de soldados, un batallón es conducido a Belfast para vigilar que no haya incidentes durante unos registros en el barrio unionista en busca de terroristas. Sus superiores les dicen que no será necesario ir muy protegidos ni usar la violencia, pero lo que estos soldados desconocen es que un uniforme del ejército no es bien recibido en esos lares y tras una llamada a la acción por parte de las mujeres, que usan las tapas de los cubos de basura para alertar a la gente, esos soldados se verán cercados y la violencia no tardará en surgir.

A partir de ahí, tras quedarse aislado del resto y solo ante el peligro, Gary tratará de salvar su vida. Para ello contará con la ayuda de gente que intenta vivir como puede en medio del conflicto sin meterse con nadie y también tendrá que evitar el contacto contra aquellos exaltados con ganas de sangre que saben que hay un soldado británico en su barrio. El director plantea la historia como un western en el que un forastero acaba en un pueblo rodeado de gente amigable y otra más hostil. Un western lejos de desérticas llanuras, ubicado en un entorno lluvioso y gris, en el que el “saloon” es un pub y las cabañas son casas de ladrillo de dos alturas en las que uno se puede encontrar cualquier cosa. Y en medio de todo ello una serie de intereses encontrados, entre aquellos que defienden la violencia contra todo lo que suene a inglés y entre aquellos que prefieren la protesta pacífica, sin olvidar a oficiales del ejército británico que tratan a sus hombres como peones para una serie de intereses poco honestos.

‘71’ es un filme muy solvente y bien interpretado, con mención especial para su protagonista, el joven Jack O’ Connell, que encadena otro papel marcado por la resistencia ante las dificultades tras su participación en el ‘Invencible’ de Angelina Jolie. Por su parte, Yann Demange rueda con gran realismo y buen pulso una historia que evidencia que se puede hablar del pasado más reciente sin adscribirse necesariamente al cine político, poniendo al espectador en la situación de desorientación del protagonista y ofreciendo un relato de supervivencia que da una idea sobre un conflicto que convirtió en zona de guerra y dividió en dos partes a ciudades como Belfast. Ciudades rotas por diferencias políticas y religiosas, con muros que remitieron a otros muros nacidos tras la Segunda Guerra Mundial y que remiten a otros muros aún existentes en conflictos aún duraderos, en una espiral que muestra la historia del ser humano como una historia marcada por las guerras.
travis braddock
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 9 10 11 20 31 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow